domingo, 21 de agosto de 2016

Caviclum, ciudad romana en el faro de Torrox-Costa. Fotos de Emilia Fernández. agosto de 2016














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 Introducción



    Desde que yo tenía 6 ó 7 años pasaba los veranos con mis padres y abuelos en el cortijo que llamábamos del Mayarín o Mallarín Alto, término municipal de Torrox. El cortijo de mi madre era herencia mis abuelos, y que estaba adosado a otro cortijo, el de mis tíos Antonio y Dolores Fernández.

    Ya de mozuelo, en los años sesenta cuanto tenía 17 ó 18 años pasaba las temporadas de la recogida de las aceitunas en los pagos del Mayarín y el Comendador. Por la tarde íbamos mi primo José Antonio López y yo a llevar los sacos de aceitunas cargados en un mulo castellano (grande) bien a los molinos o almazaras de aceite de Cómpeta o Torrox (la Cooperativa).

    Cuando descargábamos, nos dábamos un paseo con el mulo por las calles empedradas de Torrox, para ir a alguna tienda porque siempre nuestras madres o titas nos hacían algún encargo de costura. Por lo general regresábamos al cortijo anochecido, teniendo en cuenta que los días en la temporada de las aceitunas eran muy cortos.

    Recuerdo que una tarde-noche, viniendo mi primo y yo de regreso al cortijo, subidos los dos en el mulo, porque en realidad era como nuestra furgoneta. Al vadear el río de Torrox, porque usábamos el camino de los arrieros de Torrox a El Acebuchal, a la altura de un molino, la mula perdió las manos delanteras (no se decía patas delanteras), se puso de rodillas en medio del río que llevaba como medio metro de agua, y caímos por la cabeza hasta topar nosotros dos en las frías agua del río. Empapados nos acercamos al cortijo Pastor, antes de ir al cortijo del tito Adriano (el padre de mi primo), para calentarnos en la lumbre y así secos o medio secos aparecer en el cortijo como si nada hubiera pasado.

    He de contaros, que sin ser yo torroxeño de cuna, pasé muchas fatiguitas cargando uva moscateles en las viñas con cestos en la cabeza para llevarlas a los paseros y solearlas hasta madurarlas y obtener las ricas y dulces pasas largas de moscateles. La vendimia se hacía sobre el mes de septiembre. Algunas noches solía llover y había que levantarse corriendo para echar las tablas o lienzos sobre los paseros, así se evitaba que se mojaran las pasas. Nuestra vida urbana se desarrollaba entre los pueblos de Torrox, Frigiliana y Cómpeta, ya que el pago del Mallarín (Al-Mayarín de origen árabe) equidistaba tanto de uno como de otro. A Nerja se iba poco.

     Cuarenta años después de estas aventuras labriegas de mi infancia y juventud, tuve la suerte de conocer en Nerja a Javier Núñez Yáñez, un cronista torroxeño afincado en Nerja con su mujer María Ángeles Lozano. Me «prevelicó» mucho su trilogía de La Caja de los Hilos, sobre la historia de Torrox del siglo XX contada con anécdotas y alto nivel memorístico. Desde esta amistad y conversaciones con Javier empecé a interesarme por la historia de la Axarquía, y empecé a comprar libros de nuestra historia. Empecé a escribir la Reseña histórica de la villa de Frigiliana, además he colaborado en el libro Las aldeas de la Acebuchal con mi hermana Vicky Fernández, con gran éxito de ventas, pues demuestra el evidente interés de la gente de estas tierras por conocer nuestra historia.

    Desde mi actual residencia en Alicante he recopilado una importante bibliografía sobre la historia de la Axarquía y sus pueblos, además de haberla visitado y pateado siempre que he podido, por ello, y una vez recopilado una importante documentación sobre Torrox me pongo en la faena de hacer una reseña de la muy noble y muy leal villa de Torrox, desde el neolítico a los tiempos actuales.

    Mi agradecimiento a historiadores Ciriaco Fernández Acevedo, Antonio Navas Acosta, Purificación Ruiz Acosta, Javier Núñez Yáñez, Salvador Márquez Galindo, Francisco Capilla Luque, Enrique Zattara, por sus textos a los que he tenido acceso.    A pesar de ello, nunca un libro puede sustituir una visita a Torrox-pueblo, caminar por sus calles, visitar templos religiosos, hacer compras y tomarse un vino del terreno con  una tapa de migas, y de camino llevarse un souvenir a casa.

    Y como escribía la poeta torroxeña Juana López Manjón: No toquéis campañas, / no toquéis a duelo, / José está dormido, / despertó en el cielo. /  José despertó en el cielo de Torrox que goza como dice su eslogan: «Del mejor clima de Europa».



                                                                            El autor

                          Ramón Fernández Palmeral. 21 de agosto de 2016

Me es muy grato saber la aceptación que ha tenido este libro. Ello demuestras el interés que existe por la historia de Torrox, Frigiliana o Nerja, un rincón de la Axquñia con abundante historia. Sin olvidarnos de Vélez-Málaga.