sábado, 27 de enero de 2018

Varias veces me leído el lbro de viajes de T. Longstaff

Recuerdos de viaje: del Himalaya al Ártico


Tom Longstaff, uno de los exploradores de la cordillera del Himalaya, pone todo el gusto de la época dorada en su libro Recuerdos de viaje, donde se puede viajar por los Alpes, el Cáucaso, los diferentes Himalayas, el Hindu Kush, las Rocallosas, las islas Spitzberg, Groenlandia y muchos otros sitios. Pero más que libro de viajes, es un anecdotario de un viajero y su posición como montañista.

Tom Longstaff. Recuerdos de Viaje: del Himalaya al Artico. Labor, Barcelona, s/f. (aprox. 1950). 362 páginas.
. . A finales del siglo XIX y principios del XX, aquel que deseara practicar el alpinismo se encontraba con un mundo totalmente desconocido, no sólo para él sino para la humanidad. Quedaban por explorar las grandes cordilleras del mundo y por escalar las grandes paredes de los Alpes. Era el final de la época de oro de la exploración, que terminara con la conquista del Polo Sur y, un poco más lejos, en la conquista de los "ochomiles", iniciada por la expedición francesa al Annapurna el 3 de junio de 1950.

¿Qué era ser alpinista en ese tiempo? "El montañismo no es más que una expresión del instinto primario de explorar lo desconocido." (p. 10) Es decir: se podía ir a cualquier parte del mundo y encontrar montañas vírgenes. "La palabra Himalaya, de origen sánscrito, significa «Morada de la Nieve»... La sección más grandiosa y más bella de la cordillera es el Himalaya central... No cabe duda que se trata de un auténtico paraíso para el montañero. Sin embargo, cuando yo llegué allí por primera vez no había sido escalada ninguna de las grandes cumbres." (p. 75)

Pero además de tener el mundo entero para explorar y escalar, se lucha también con los problemas de su tiempo, como el uso de las nuevas herramientas para ascender montañas: "Oskar Eckenstein... había sido el paladín adelantado del uso de los crampones entre los montañeros británicos; llegaba en su entusiasmo hasta afirmar que su empleo hacía innecesario el piolet de reglamento. La adopción del invento era en aquella época objeto de una oposición de carácter típicamente inglés; los alpinistas daban a los crampones el desdeñoso nombre de «auxilios artificiales», como si en realidad no fuese igualmente artificial el uso de unos clavos especiales en las botas de los escaladores o el empleo del piolet." (p. 24) Otro de tales puntos de inflexión era el montañismo sin guía: "...creo que solamente el montañero desprovisto de guía puede saborear la auténtica esencia del placer del montañismo. Para el alpinista sin guía, toda nueva cumbre es, en realidad, una «primera ascensión», y tiene todo el sabor de lo desconocido." (p. 27)

Sin embargo, Longstaff no centra su libro en la discusión ética ni filosófica sino que presenta una remembranza de sus expediciones y lo que en ellas pasó. Contrariamente a lo esperado en un libro de esta clase, no es aburrido, sino muy ameno y lleno de información histórica, desde las primeras exploraciones al Himalaya ("En 1624 el misionero jesuita portugués Antonio d'Andrade pasó por aquel camino a la India a Tsaprang, en el Tibet. Este sacerdote fue, de tal suerte, el primer europeo que franqueó la muralla del Himalaya." [p. 137]) hasta la mitología de ciertas montañas ("El punto culminante de aquel grupo es el Nanda Devi (7,816 metros)... Es la montaña más cargada de leyendas del mundo y aparecía rodeada por el mito de su inaccesibilidad... El «Mahabharata»... cuenta que en Bageswar, en las montañas de Komaon, Siva se unió en matrimonio con Parbati, es decir, «nacida de la montaña», hija de Himachal. El Nanda Devi es el santuario de Parbati. Y el Trisul, su muralla exterior, es el tridente del propio Siva." [p. 75-76]).

Pionero en el Himalaya y en las grandes cordilleras del mundo, se topa con los problemas de la altitud: "A semejantes alturas [alrededor de los siete mil metros] se considera hoy [1950] que son precisos unos campamentos de apoyo; pero en aquellos tiempos [1900], antes de la experiencia adquirida en el Everest, nos lanzábamos al asalto de los picos del Himalaya siguiendo la tradición de las expediciones alpinas. Aun teniendo en cuenta la monumental escala del escenario en que nos movíamos, continuábamos empleando la táctica de la improvisación. Alguna vez triunfábamos, pero fracasábamos las más." [p. 93])

El libro nos lleva por los Alpes, el Cáucaso, el Himalaya de Kumaon, el Himalaya Garhwal, el Tibet, Nepal, su participación en la segunda expedición al Everest (1922), una gran exploración a la cordillera del Karakorum ("Las montañas de Bolor, el Belut Tagh de los escritores musulmanes del Medievo, fueron bautizadas con el nombre de Karakorum por aquel ilustre explorador que fue William Moorcroft, en 1820. Karakorum significa en turco «piedras negras y resquebrajadas». Los indígenas aplican este nombre solamente al paso oriental, de tanta trascendencia histórica; a las montañas las conocen con el apelativo de Muztagh, es decir, Montañas de Hielo. [p. 193]), al Hindu Kush y finalmente a las Montañas Rocallosas, Spitzberg, Groenlandia y las montañas de Inglaterra.

Uno de los aspectos más importantes del libro es que se muestra el pensamiento de un alpinista clásico que, sin ser de gran relevancia, llega a ser importante y no deja de plasmar sus comentarios, de los cuales el siguiente es una muestra:

"...«las Guías del escalador»... Cuando se leen estas guías, los árboles no dejan ver el bosque, es decir, las rocas no dejan ver la montaña. "Esto tiene una explicación lógica. La feliz escalada de una cara rocosa de aspecto inaccesible satisface intensamente la más pura emoción atlética. Por consiguiente, al escalador le asalta la idea de si habrá algo más hermoso que aquello. Llega incluso a preguntarse: «¿Será posible realizar en ninguna otra parte una escalada tan buena?» No puedo, en mi calidad de montañero, estar de acuerdo con este orden de ideas, porque a mi juicio la habilidad de escalar no constituye más que un medio para alcanzar un fin: las montañas sólo se entregan sin reservas a quienes las han escalado, a quienes han luchado para descubrir y recorrer sus caminos más recónditos y difíciles, a quienes han procurado, en suma, vencerlas en buena lid." (p. 335-336)
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Biografía:
 Tom George Longstaff (15 de enero de 1875 - 27 de junio de 1964) fue un médico, explorador y montañista inglés, famoso por ser el primero en escalar una cumbre de más de 7.000 metros de altura, Trisul , en el Himalaya India / Pakistán en 1907. También realizó importantes exploraciones y escaladas en el Tíbet , Nepal , Karakoram , Spitsbergen , Groenlandia y la isla de Baffin . Fue presidente del Alpine Club (británico) de 1947 a 1949 y miembro fundador de The Alpine Ski Club en 1908.

Primeros años de vida

Longstaff era el hijo mayor del teniente coronel. Llewellyn W. Longstaff OBE de Wimbledon , el primer y más generoso partidario de la Expedición Antártica Nacional del Capitán Scott . [1] Fue educado en Eton College , Christ Church, Oxford y St Thomas 'Hospital , Londres . [1]

Servicio de guerra

Longstaff fue comisionado en el 1/7 ° Batallón del Regimiento de Hampshire en 1914 y sirvió en el Estado Mayor en la Sede del Ejército, Simla , 1915-1916. Fue Comandante Adjunto del Cuerpo de Scouts de Gilgit, Milicia de la Frontera y Asistente Especial en Fort Gupis para el Agente Político en Gilgit , desde 1916, y fue ascendido a Capitán en 1917, retirándose del servicio en 1918. [1]
Durante la Segunda Guerra Mundial , sirvió con el 7 ° y 13 ° Batallón del KRRC de 1939 a 1941.

Montañero

Longstaff escaló en los Alpes , el Cáucaso , el Himalaya , Selkirk, las Montañas Rocosas , Groenlandia y Spitsbergen .
Antes de la Gran Guerra , viajó en el Tíbet en 1905, ascendió a Trisul en el Himalaya, en 1907, y en 1908 fue galardonado con el Gill Memorial por la Royal Geographical Society por su trabajo en el Himalaya y el Tíbet. Continuó explorando el Glaciar Siachen y descubrió los picos de Teram Kangri en 1909.
Después de la guerra, participó en una Expedición de la Universidad de Oxford a Spitsbergen en 1921 y fue director médico y naturalista en la expedición británica del Monte Everest de 1922 . Regresó a Spitsbergen en 1923 y al Garhwal Himalaya en 1927. Dirigió la Expedición de la Universidad de Oxford a Groenlandia en 1928 y ese mismo año recibió la Medalla de Fundador de la Real Sociedad Geográfica por su trabajo en el Himalaya, especialmente su descubrimiento de la Glaciar Siachen . En Groenlandia nuevamente, 1931 y 1934, y la isla de Baffin , 1934.
Vivió en Achiltibuie , en las Tierras Altas de Escocia , donde murió a la edad de ochenta y nueve años el 27 de junio de 1964. [2]

jueves, 25 de enero de 2018

Biografía poética de un místico: San Juan de la Cruz










Por Ramón Palmeral

La presente biografía poética de San Juan de la Cruz es la vez un estudio biográfico a cargo de Teófanes Egido López,  a cuyos capítulos le pone voz poética Pilar Galán García desde su concepción mística de la poesía.

Biografía

En estos tiempos de agnósticos y ateos, viene muy bien recuperar a Juan Yépez Álvarez (San Juan de la Cruz), nacido en Fontíveros -Ávila, (España), se supone que el 24 de junio de 1542, falleció en Úbeda el 14 de diciembre de 1591. Quedó huérfano de padre a los pocos años, hijo  una familia humilde (pobre de limosna). Fue reformador de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos con Santa Teresa de Jesús. Su vocación religiosa lo llevó a estudiar con los Padres Jesuitas, luego ingresó a la Orden de los Carmelitas. Se ordenó sacerdote en 1567, dedicándose a reformar la orden religiosa a la que pertenecía, junto con su compueblana Santa Teresa de Jesús. Parece increíble, que con tantas obligaciones sacerdotales tuviera tiempo para escribir. Su obra poética está compuesta por tres poemas considerados mayores: Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva. En prosa escribió cuatro comentarios a sus poemas mayores: Subida del Monte Carmelo y Noche oscura para el primero de estos poemas, y otros tratados homónimos sobre el Cántico espiritual y Llama de amor viva.
Del 4 de diciembre de 1577 hasta el 15 de agosto del 1578 estuvo prisionero en Toledo. Tras un nuevo enfrentamiento doctrinal en 1590, es destituido en 1591 de todos sus cargos, y queda como simple súbdito de la comunidad. Durante su viaje de vuelta a Segovia, cae enfermo en el convento de la Pañuela de La Carolina (Andalucía) y es trasladado a  Úbeda (Jaén) donde muere de una infección en el pie. Como escribe Teófanes Egido López: “ Las calenturillas iniciales de una herida en el pie derecho causante de la infección galopante que, dada la situación de la medicina por entonces, no hizo sino progresar…” Herida que sin los antibióticos actuales, le causó una septicemia y falleció.
Reparto de las reliquias y beatificación
Inmediatamente tras su muerte, su cuerpo es despojado y se inician los pleitos entre Úbeda y Segovia, por la posesión de sus restos. En 1593, los restos cadavéricos, mutilados, se trasladan clandestinamente a Segovia, en cuyo Convento de los Carmelitas Descalzos reposan actualmente. Dicen las crónicas que cadáver olía perfumado. Fue beatificado en 1675 por el papa Clemente X y canonizado por  Benedicto XIII en 1726. Desde 1927, los restos del cuerpo incorrupto del santo descansan en un mausoleo erigido en una capilla del segoviano Convento de los Carmelitas Descalzos, junto al Santuario de la Fuencisla, en el valle del Eresma.
Datos en la contraportada del libro “Biografía poética de un místico”.

Todas estas vivencias de san Juan de la Cruz son las que vierte en sus escritos y sobre todo en sus poemas por eso su obra poética está llena de los símbolos más brillantes, audaces y elevados, para poder expresar su pensamiento, porque aquello que nos quiere transmitir es la experiencia mística del alma que se une en esponsales con Dios.
Esta biografía poética de san Juan de la Cruz es simultáneamente un estudio de los acontecimientos que rodearon su existencia, así como de sus vivencias y de su obra. Teófanes Egido se encarga de hacerlo con gran precisión y competencia.
Es también una recreación hermosa de su vida en versos sencillos de leer pero llenos de sentimiento para que el lector quede captado por la grandeza y la espléndida espiritualidad del Santo.
Los poemas de gran sentimiento y lirismos son obra de Pilar Galán, que sigue la sintonía de su obra anterior (n° 15 de la colección Edibisa): Santa Teresa de Jesús, biografía poética de una pasión.

Acercamiento a San Juan de la Cruz

Se esconde tras estas páginas la intención de transmitir el deseo de acercarse a san Juan de la Cruz, la figura cumbre del misticismo cristiano.
Son de destacar los poemas de Pilar Galán titulados “Cánticos de amor “, subdivido en varias partes, así como “La noches simbólica” de las páginas 140 a 142, donde escribe por ejemplo lo versos sublimes: “¡Seré yo, noche clara, /quien guía a mi Amado hasta mi lecho!/ ¿Seré yo, la adorada alondra que en su pecho/ cobija al esposo en nudo estrecho!
El libro que me ha enviado Pilar Galán es una delicia de lectura lírica, de altas concepciones espirituales para las que hay que estar predispuesta y en su preparación tanto mística como religiosa. Pilar nació en Valladolid se licencio en Filología Románica y es profesora de Lengua y Literatura castellana. Finalista del Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo 2008.
La prosa del libro se divide en 41 capítulos es Teófanes Egido, nacido en Gajetes (Salamanca), catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Valladolid. Renombrado investigador especializado en figuras como Juan de la Cruz, Martín Lutero, Carlos V y Felipe II.
           
 Ediciones EDIBESA, (166 páginas), 2017
c/ Adaptación 62 28906 Getafe (Madrid) Tf. 91 345 19 92 www.edibesa.com

Publicado en Mundiario 
25-01-2018

miércoles, 24 de enero de 2018

Despedida sentida de mi amigo y mentor Gaspar Peral Baeza


Martes 23 de enero de 2018 LETRALIA de VenezuelaCompartir14


Gaspar Peral Baeza y Ramón Fernández Palmeral
Gaspar Peral Baeza y Ramón Fernández Palmeral.
La mañana del 23 de diciembre de 2017 hemos despedido a una buena persona con serenidad y reflexión, y con pena contenida, como era Gaspar Peral Baeza, un amigo y también mi mentor en temas hernandianos. A las 11:15 horas se inició la homilía en la capilla que tiene el tanatorio La Siempreviva, en el Vial de los Cipreses, situado a un kilómetro al sur del Cementerio de Nuestra Señora del Remedio. Un camino por donde pasó hace 75 años, un domingo del 29 de marzo de 1942, el paupérrimo féretro de Miguel Hernández sobre un coche fúnebre tirado por caballos negros, tal vez, sin la típica cresta de plumas de cuervos.
La homilía la ofició un sacerdote de color, lo hago tonar por ser la única persona de este color que había entre los cientos de files asistentes. El sacerdote, tranquilo, pausado y sabio ofició una misa en la versión larga de 45 minutos, en la que antes de terminar llamó al atril del altar para dar un responso a Aitor L. Larrabide, director de la Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela que a título personal dijo que conoció a Gaspar en los años noventa para poder hacer su tesis de licenciatura sobre el poeta de El rayo que no cesa, y a continuación leyó unos versos del Cancionero y romancero de ausencias: “Sigo en la sombra, lleno de luz ¿existe el día?”, en tono emocionado y casi con lágrimas en los ojos (una copia de los versos va metida dentro del ataúd). A continuación José Antonio Charques, y en nombre del Grupo Poético Miguel Hernández de Alicante, recitó de memoria —una memoria excepcional que posee— un poema propio, que sin apartar los ojos de ataúd nos emocionó a todos por su contenido elegiaco.
Luego el sacerdote roció con el hisopo el agua bendita sobre el ataúd con toda solemnidad y dio la mano a los hijos: Paco, Gaspar y Adela Peral Ribelles, presentes en primera fila, junto a sus nietos (y recuerdos de flores por sus bisnietos).
Se abrió el ala lateral de la capilla y pasó muy cerca del mí, casi rozándome, el féretro, hasta meterlo en el coche fúnebre, sin poder resistirme a dar, sobre el pino barnizado en caoba, un par de sordos golpes como una adiós definitivo y para siempre. No quise ir hasta al camposanto donde lo iban a enterrar en el panteón familiar, porque dejó dicho antes de morir que no quería que lo incineraran.
Allí mismo me despedí dolorido de algunas caras conocidas como Paco Esteve, Rosa Monzó Seva, José Luis Ferris, Joaquín Santo Matas y esposa, del pintor Carrasco, que había venido desde Játiva, de Charques y de los hijos de Gaspar, que en cuerpo de cadera rota tomó el camino del tétrico cementerio, detrás de su alma ya huida.
De regreso a mi casa, en mi coche, yo solo, recordé que a Gaspar lo conocí en la Senda del Poeta del año 2002 a la entrada del cementerio; me lo presentó Manuel Parra Pozuelo, también amigo y escritor hernandiano, con el que me unía y me une una gran amistad relacionada con la poesía. Desde aquel año, Gaspar al enterarse de que yo estaba preparando mi primer libro sobre Hernández, me invitó a consultar notas en su “oceánico archivo”, que así lo llamaba desde que lo bautizara, años atrás, el famoso hernandiano Eutimio Martín, autor de El oficio de poeta, 2010.
No solamente consulté su archivo en su casa de la Torre de las Águilas, en la mítica calle Virgilio 5 de la Albufereta, sino que cultivé su amistad muchas tardes, y además le serví de conductor para llevarlo a Orihuela muchas veces como en 2006, cuando le dieron la Medalla al Mérito Hernandiano de la Fundación Miguel Hernández; otras veces para el III Congreso de Miguel Hernández inaugurado en la Lonja de Orihuela en 2010, o para el curso de verano sobre Ramón Sijé, en Orihuela en 2013, donde compartimos mesa de oradores. Así podría seguir contando viajes y anécdotas, y horas de impagable magisterio.
Solamente me queda resaltar que Gaspar Peral Baeza había nacido el 21 de diciembre de 1924, el día de santo Tomás (Apóstol, el Incrédulo), y falleció a los 93 años, el mismo día que los cumplía, y empieza para nosotros el invierno. Gaspar me decía algunas veces: “Soy por naturaleza incrédulo como el apóstol santo Tomás, santoral de mi nacimiento”.
Cuando ibas a la casa de Gaspar en Torre de las Águilas de Alicante, en la Albufereta te podías encontrar a cualquiera de los famosos estudiosos hernandianos, rebuscando entre sus miles de libros, y no sólo hernandianos, sino de otros autores como Carlos Arniches o la colección completa de Estudios Alicantinos de la primera época. En medio de la casa hay una torre de defensa de la huerta de San Juan (siglos XVI y XVII), donde siempre contaba que cuando su padre compró la casa encontraron enrollado en una alfombra el esqueleto sin cabeza de un moro.



Gaspar Peral Baeza en retrato de Ramón Fernández Palmeral
Gaspar Peral Baeza en retrato de Ramón Fernández Palmeral.

Breve currículum

Gaspar Peral Baeza fue empresario del ramo agroalimentario. Licenciado en derecho por la Universidad de Murcia. El 30 de marzo de 1949 se casó con Adela Ribelles, los casó el famoso jesuita padre Vendrell (quien asistiera espiritualmente en el Reformatorio de Adultos de Alicante al poeta Miguel Hernández), ceremonia oficiada en la concatedral de san Nicolás. En los años cincuenta fundó Teatro de Cámara del Instituto de Estudios Alicantinos y escribió varias obras dramáticas. También entonces comenzó a dar conferencias sobre temas o autores teatrales (Brecht, Rattigan, O’Neill, griegos, españoles de la posguerra, etc.) Publicó las obras titulada Cartas en voz alta, escrita en colaboración con su tío Lorenzo Peral Sempere, que consiguió el primer premio de teatro “Manuel Baeza”, aparecida en Revista Española, Nº 6 y último, 1955, publicación fundada por el académico de la Lengua doctor Antonio Rodríguez-Moñino. El reloj no vuelve atrás, emitido por el teatro invisible de la emisora La Voz de Alicante en 1958. La obra en tres actos Un rincón donde dormir, Nº 100 de la colección que editó la Caja de Ahorros Provincial de Alicante, 1983.
Fue fundador en 1953, con el poeta José Albi y el director de escena Antonio Ribes, del Teatro de Cámara del Instituto de Estudios Alicantinos, así como de la “Tertulia Teatral” que impulsó el crítico literario Dámaso Santos. Formé parte de otras aventuras teatrales como la Compañía La Escena, con el profesor José Ferrándiz Casares, o La Carreta Teatral, que anduvo por el Salón de la Caja de Ahorros Provincial. Participó, 1955, en los coloquios que se celebraron en la Universidad Menéndez y Pelayo, de Santander, invitado por Alfonso Sastre, sobre “Problemas actuales del teatro en España”, colaboró con el Grupo Alba y fue presidente de honor del Grupo de Teatro Independiente Alba 70, que dirigió Luis de Castro. Conoció al dramaturgo Alfonso Sastre. También dedicó tiempo a coleccionar libros sobre el comediógrafo paisano Carlos Arniches (1866-1943), colección que alcanza unos 3.000 volúmenes.
Desempeñó funciones como teniente de alcaldía de Cultura del Ayuntamiento de Alicante durante los años 1962 a 1967 y concejal de Cultura. Allí tuvo la ocasión de relacionarse con el mundo cultural alicantino de posguerra, cultivando amistad entre otros con Josefina Manresa, Vicente Ramos, Manuel Molina, Gastón Castelló, Polín Laporta, Margot, Vicente Mojica, Ángel Caffarena… En la segunda época del Instituto de Estudios Alicantinos (1968-1983) presidió la Sección de Publicaciones (1968-1973), fue secretario técnico del IEA (1973-1974) y después vocal secretario de la citada Sección de Publicaciones, donde se publicó la obra cumbre de Ramón Sijé, titulada La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas, 1973, que permanecía inédita desde 1935.
Era miembro de honor del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert desde 1984. La Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela le concedió la Medalla al Mérito Hernandiano en enero del año 2006 junto a Antonio Julián Ramírez y Antonio García-Molina, que acudió en representación de Vicente Ramos (que fue a quien le concedieron la medalla).
Fue vocal del Patronato de la Fundación Cultural Miguel Hernández, de Orihuela, y vocal de la Asociación Amigos de Miguel Hernández de Madrid. Publicó en casi todos los números de la revista Perito Literario-Artístico (2005-2008) dirigida por Ramón Palmeral (autor de esta reseña). Un gran referente hernandiano es su libro, que en realidad es índice general de miles de documentos que coleccionó hasta 2012, titulado Archivo Miguel Hernández de Gaspar Peral Baeza, prologado por Aitor L. Larrabide y editado por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, estando como director José Luis Ferris, de 461 páginas, y presentado en dicho instituto el 24 enero de 2013. Una obra imprescindible para los estudiosos de El rayo que no cesa.
La Universidad Miguel Hernández, de Elche, cuyo Consejo Social, a petición de su Cátedra Miguel Hernández, dirigida por el profesor Francisco Esteve, le concedió el Premio Cátedras UMH, Cátedras Institucionales, en otro mes de enero, el del año 2013. El 24 de febrero de 2015 se inauguró una exposición que llevaba por “Miguel Hernández y Alicante en el Archivo de Gaspar Peral Baeza” en la Casa Bardín del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, por la presidenta de la Diputación de Alicante Luisa Pastor, con publicación de catálogo hasta el 30 de marzo del mismo año. Concedió varias entrevistas a las revistas digitales El Eco Hernandiano y Alquiblaweb.
¡Que descanses en paz, amigo!


Ramón Fernández Palmeral

Ramón Fernández Palmeral

Escritor español (Piedrabuena, Ciudad Real, 1947). Realizó estudios universitarios de geografía e historia en Castellón de la Plana e inició estudios de derecho en Granada. Colabora en medios de comunicación y revistas especializadas con monográficos sobre Cervantes, Azorín, Miguel Hernández, Carlos Fenoll, Ramón Sijé y Manuel Molina. Fundó en Alicante las revistas ilustradas Palmeral (Poético-Artístico) y Perito (Literario-Artístico), las revistas digitales Nuevo Impulso y Miguel Hernández Multimedia-Centenario. Colabora actualmente con artículos culturales en Mundiario. Ha colaborado esporádicamente en prensa en Levante EMV, Diario Información, Alicante Press y Diario de Almería. Es autor de ensayos sobre Cervantes y el Quijote, poetas como Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández y Manuel Molina, o escritores como Azorín. Es historiador sobre temas malagueños: Frigiliana, Torrox y Nerja. Es autor de novelas históricas como El rey de los moriscos y El héroe de Nador, otras biográficas como El cazador del arco iris, novela negra como La mujer del Amadorio. Tiene 35 libro autopublicados en Amazon y Lulu, cuatro de ellos de poesía como Lágrimas ebrias de melancolía o La cólera de Aquiles (2017).

Sus textos publicados antes de 2015
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viernes, 19 de enero de 2018

Castillo de Aljofra (Confrides, Alicante)

Uno más de los numerosos castillos españoles en ruinas que, al menos, por no ser viable su reconstrucción cara al turismo, sí debemos conservar su historia.
Castillo de Aljofra o de Confrides.
Castillo de Aljofra o de Confrides.
El viaje a Confrides
Estaba leyendo el libro Años y leguas de 1928 del prosista alicantino Gabriel Miró, un libro de viajes sobre la Marina Baja de Alicante durante su residencia temporal en Polop de la Marina. El  domingo 7 de agosto de 2011 me levanté temprano y decidí viajar en mi coche a Confrides, y ver y admirar de primera mano el paisaje y el viejo nogal de la Plaza Mayor, frente al Ayuntamiento, del que hablaba el famoso prosista Gabriel Miró, que por culpa del Obispo leproso no llegaría a ingresar en la Real Academia de la Lengua, a pesar de que tenía el favor de su paisano el monovero Azorín, seudónimo de José Martínez Ruiz.
Tomé la autovía A-7 dirección Alicante-Alcoy, y luego el desvío de la CV-70 dirección Este, para pasar por Penella, Benilloba, Brensau, hasta llega a Confrides, situada en la Sierra de Aitana. Hay algunas curvas pero el viaje es un regalo de colores y de luz. Cuando la carretera empieza a llanear te encuentras, al fin con el cartel de Confrides, he hecho 80 kilómetros desde que salí de Alicante. Después de culminar las primeras casa desciende hasta llegar a una zona con arcén. A la izquierda tenemos la Fonda-Restaurante “El Pirineo”, famosa es este lugar de la montaña. En la puerta veo varias mesas con vecinos y visitantes toman algún refrigerio. Es hora de dejar el coche y caminar a pie, pues como dice la doctrina de la estrategia militar, ningún terreno se puede considerar conquistado hasta que no llega al Infantería. Entro en “El Pirineo” para tomar algo tiene comedor y terraza con vistas al valle, no me extraña que le pusieran El Pirineo, porque esto es el Pirineo más al sur que tenemos. La barra es pequeña, está llena de clientes, entre ellos dos deportistas vestidos de ciclistas.
Son las 11 de mañana estaba entrando en Confrides (CP 03517), que se sitúa a 785 metros de altitud. Según Sanchís y Sivera: “Confrides es un poblado erigido en villa por Felipe V, de 960 habitantes, del arciprestazgo de Callosa de Ensarriá, situado en las estribaciones del monte Aitana, el que con su vecino Serrella, se halla con frecuencia cubierto de nieve. El paisaje me gusta, lo he conquistado con mi cámara de fotos. La primera impresión es agradable, sobre un promontorio defensivo se alza imponente. En algunas calles se percibe la piedra caliza visible, salvaje, sin blanquear. Es domingo y en por la subida de la calle San Antonio, los vendedores ambulantes han instalado un pequeño mercadillo de ropas, frutas, verduras y plantas. En el censo de 2010, le figuran 276 habitantes. Hablan valenciano, pero no es problema porque también hablan español. Subo armado con mi cámara compacta de fotos y de vídeo y mi trípode por calle San Antoni. Uso el truco de auto-filmarse con el trípode extendido y también en posición de reposo. Avanzo hasta el final, y al escuchar unos toques de campana el pregunto a un lugareño que dónde está la iglesia, me dice que subiendo por la calle Baix o Baja, que está a mi derecha.
Subo  por las empinadas calles hasta la iglesia que está dedicada a la advocación de San José. El historiador español Pascual Madoz (1806-1870), se refiere a Confrides: “...Tiene 120 CASAS de no muy buena fábrica, la del ayuntamiento, cárcel, una escuela de niños a la que concurren 26, dotada con 480 reales, y una iglesia parroquial (San José), de entrada servida por un cura de provisión ordinaria y un dependiente. Tiene por anejo el antiguo pueblo, hoy caserío llamado Abdet, donde moran unos 60 vecinos y 200 almas, la cual forma con la villa que describimos, la baronía de Confrides y el despoblado Florent. Dentro de la población se encuentra una ermita dedicada a San Vicente Ferrer, y en los afueras seis u ocho fuentes de las que se surte el vecindario.”
Desde la plaza del Ayuntamiento, se divisa  a izquierda, sobre unos grises y altos cerros el antiguo castillo de Aljofra o Alfofra. De origen musulmán, situado en un espolón rocoso, llamado Penya del Castillo, que se sitúa a unos dos kilómetros al sureste de la localidad Confrides, perteneciente a la comarca de la Marina Baixa (Alicante). Lo ha estudiado el blog de “Guía de castillos, Torres y Fortificaciones de Alicante que dirige Ximo García Rico, del  que tomo algunos datos. Fue una alquería musulmana conquistada por Jaime I en 1264.Donó el castillo y población a Vidal de Sarriá. Sus posteriores propietarios serían la familia Sarriá, el infante Pedro y las familias Cardona y Ariza. Durante la guerra con Castilla en el s. XIV fue conquistada por las tropas castellanas, que la mantuvieron en su poder varios años hasta que Pedro IV la recuperó en 1364. Los habitantes de Aljofra en su mayoría musulmanes se opusieron a la orden de expulsión de los moriscos en 1609 y ofrecieron fuerte resistencia refugiándose en sus montañas. Después de la expulsión la zona cayó en una gran depresión agrícola, puesto que eran los moriscos quienes conocían los sistemas de riegos y era la mano de obra
También es conocido con el nombre de Castillo de Alfofra, como se conocía al poblado cercano a la fortaleza antes de la construcción de la actual Confrides. A él se accede a través de una pista forestal que sale de la propia localidad de Confrides y que nos deja a los pies de la fortaleza. Los últimos cientos de metros hasta ella hay que realizarlos necesariamente a pie.

Historia del castillo
La población de la desaparecida alquería de Alfofra debió ser originariamente  musulmana, probablemente del siglo XII. El castillo originariamente pudo constituirse como una torre de vigía o de defensa de dicha alquería, que posteriormente se convertiría en la fortaleza islámica, que fue conquistada por las tropas del Rey Jaime I el Conquistador y donada, en el año 1.264, a Vidal de Sarriá, señor de Callosa, incluyendo a Confrides en territorio de su señorío hasta que muchos años después pasara a manos de su hijo Bernat de Sarriá, y con posterioridad éste lo cediera al Infante Pedro y más tarde a las casas señoriales de Cardona y Ariza.
En el transcurso de las guerras con Castilla, en el siglo XIV, los castellanos se apoderaron de la misma, manteniéndola en actividad durante largo tiempo.
La población y la fortaleza sufrieron las cruentas acciones de armas durante el periodo de la rebelión ocasionada por el decreto de expulsión de los moriscos  en el año 1609. A lo largo del siglo XX ha ido perdiendo población debido a la huida de los jóvenes a las zonas industriales de Alcoy.
Durante la Guerra de Sucesión, la población apoyaría en todo momento la causa borbónica, y su castillo tuvo una gran importancia estratégica dada su privilegiada situación.

 Lamentable esta actual
La fortaleza presenta un estado ruinoso, mantiene uno de los lienzos de la muralla. Aun así, se pueden observar una cantidad notable de los elementos del antiguo castillo, en especial sus amplios lienzos de muralla del tapial y un gran parte de la estructura cilíndrica de dos de sus torres de defensa, en construidas de mampostería.
También quedan restos bastante conservados de otra de las torres, en forma de cubo de planta rectangular, también fabricado en mampostería. La última torre, al norte de la fortaleza, presenta un estado más lamentable, estando casi toda ella desmochada.
El conjunto de torres y lienzos de muralla nos da una idea aproximada de las dimensiones de la fortaleza de Confrides, que en su tiempo debió ser considerada como una de las importantes de la comarca de la Marina Baixa.
Las últimas fotos que he visto han sido tomadas con un dron, y el paisaje colindante es de abrumadora belleza. Allí en la plaza se eleva como un ciprés el viejo nogal, cuyo tronco no podría ser abarcado por los brazos de dos hombres. Este noble vegetal es testigo de la historia de Confrides que si pudiera hablar nos contaría muchas verdades. @mundiario

domingo, 7 de enero de 2018

Los judíos en España o Sefarad

Vida entre líneas de los judíos medievales

Un proyecto del CSIC rastrea en documentos administrativos el quehacer cotidiano de las comunidades hebreas en la península entre los siglos XIII y XV


Javier Castaño, en su despacho del CSIC.
La historia de los judíos medievales en la Península Ibérica es un puzle incompleto construido desde hace siglos principalmente a partir de fuentes documentales elaboradas por cristianos, las más accesibles para los investigadores. Las piezas que más escasean son las que nos hablan, desde dentro de las comunidades de judíos, de su día a día, sus mentalidades o sus valores. Un proyecto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) las rastrea en contratos matrimoniales, escritos de últimas voluntades, misivas, nóminas fiscales, actas de procesos judiciales o inventarios de propiedades porque, sorprendentemente, los documentos más sobrios y administrativos esconden en ocasiones retazos de vidas. El equipo los busca y analiza, en ocasiones tras encargarse de su restauración. “Se trata de crear de manera virtual un archivo documental de los judíos medievales, reuniendo textos y fragmentos que están repartidos por multitud de colecciones”, explica su responsable, Javier Castaño.
Libro de cuentas manuscrito del siglo XV en cuya cubierta hay capas de papel con escritura hebrea y latina.
Libro de cuentas manuscrito del siglo XV en cuya cubierta hay capas de papel con escritura hebrea y latina.
Aquí no hay grandes hallazgos que detallen en varias páginas la vida y cultura de los judíos peninsulares entre los siglos XIII y XV. Son más bien pistas que brotan de inventariar y escudriñar centenares de manuscritos, o incluso fragmentos en pésimo estado de conservación, escritos por lo general en lengua hebrea o en aljamía o solitreo (textos romances en caracteres hebreos). “A partir de un papel puedes ver datos que iluminan historias familiares o perfiles biográficos. Se pueden ver como anécdotas o como indicios de una historia más grande. Es otra manera de hacer historia. A veces, por un pequeño resquicio puedes ver un panorama muy amplio. No soy el primero ni el único que hace esto, pero el proyecto tiene una ambición de globalidad”, apunta en su despacho Castaño, científico titular en el CSIC de historia de los judíos.
La labor del proyecto Guinzé Sefarad (‘los archivos de Sefarad’, en hebreo), en el que trabajan cinco investigadores y varios colaboradores externos, tiene un punto detectivesco. Si bien la existencia de buena parte de estos documentos se conocía previamente, otros han ido apareciendo en visitas a archivos o bibliotecas. Bastantes de ellos reutilizados para encuadernar, víctimas del empuje de la imprenta y de la dispersión geográfica tras las expulsiones de la Península a finales del siglo XV.
'La expulsión de los judíos de Sevilla', de Joaquín Turina.
'La expulsión de los judíos de Sevilla', de Joaquín Turina.
¿Qué se puede extraer de un manuscrito administrativo? Mucho, en el caso de un registro contable que desglosa los pagos efectuados entre 1406 y 1407 por la aljama (como se denominaba entonces a la comunidad judía) de Tarazona, en el Reino de Aragón. Como que “cient e cinco sueldos e siet dineros” (sic) fueron a los guardas contratados para evitar que la judería fuese apedreada en Viernes Santo por cristianos. La importancia que otorgaban a la protección se ve también en las partidas para reparar los cimientos del muro que rodea el barrio judío, el arreglo de unas piedras para reforzar las puertas de acceso ante posibles asaltos o los regalos que entregaban por Navidad a prohombres y autoridades concejiles y reales. También aparece el coste de -tal y como figura- “la protección del senyor rey, Dios le bendiga”. Los judíos tenían una relación de dependencia directa del monarca, que les amparaba, por lo que solían vivir en recintos bajo protección real.
Hay gastos que nos hablan de la pervivencia de las tradiciones, como la compra a escote de las “cuatro especies” para la Fiesta de “Cabanillas”, es decir, de las cuatro plantas que los judíos siguen usando hoy para celebrar Sucot. O de las tensiones internas, como los asientos derivados de la condena a muerte y ejecución de un malsín, una de las pocas palabras de origen hebreo que ha entrado al castellano, como “cizañero” o “soplón”. Era un judío que causaba daño a otro al denunciarle ante autoridades no judías. “A finales del siglo XIV era uno de los delitos más graves y en Aragón había un tribunal especial para juzgar la malsindad. En realidad, bajo el paraguas de la acusación, se escondía el faccionalismo que aquejaba a esas comunidades en la época”, señala.
Otros documentos ejemplifican cómo las religiones en la España medieval no eran impermeables. Por ejemplo, escritos de judíos preocupados por la salvación del alma, un concepto bastante ajeno a su fe pero muy presente en el cristianismo. “Ahí se ven los traspases de conceptos de una cultura a otra”, precisa Castaño.
Cuerpo principal del contrato matrimonial de 1487 de una pareja judía de Jaca, oculto hasta fechas recientes en las cubiertas de un protocolo notarial del siglo XVI.
Cuerpo principal del contrato matrimonial de 1487 de una pareja judía de Jaca, oculto hasta fechas recientes en las cubiertas de un protocolo notarial del siglo XVI.
En el proyecto, iniciado en 2009, se ha analizado asimismo una copia de las últimas voluntades de un judío que muere en Tafalla en 1462 y que fue presentada en 1537 para reclamar la herencia familiar. Entre esas dos fechas se produjo la conversión forzosa de los judíos: el Reino de Navarra les obligó a abrazar el cristianismo cuando ya estaban rodeados de territorios que les impedían el acceso. Al juicio acudieron los descendientes, ya como cristianos nuevos, con unas últimas voluntades en hebreo encabezadas por la abreviatura "con la ayuda del cielo" en el lugar que suele ocupar una cruz en los documentos cristianos. "Estoy convencido de que el tribunal ya no lo pudo leer porque no contaba con nadie que lo entendiese", apunta el investigador. El documento, hallado en un legajo de un proceso judicial, es parte del rastro histórico dejado por cinco generaciones de una familia que habitaron la misma casa. Algo poco común y una muestra de que “la movilidad de los judíos es cierta, pero en algunos casos la sedentarización era mayor de lo que se creía”, agrega.
“Este tipo de detalles es difícil encontrarlos en fuentes cristianas. Un muro, a veces mental y a veces físico, les impedía ver lo que estaba pasando dentro”, asegura. Castaño insiste en que el proyecto no busca reivindicar voces apagadas por el paso de los siglos (“no es memoria, es historia”, matiza) ni lanzar una guerra de narrativas, porque los relatos cristianos y judíos se complementan. “Lo que pasa es que esa historia se ha hecho hasta ahora fundamentalmente a partir de fuentes externas. Es apoyarse en otra de las patas para hacerla. Tener -concluye- otros datos que nos dan una imagen de la vida interna judía mucho más rica”.