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HACE UN DÍA MARAVILLOSO
Está demostrado empírica y científicamente
que sentimos lo que pensamos. Partiendo de esta verdad nosotros hemos de situarla,
posicionarla en nuestra zona de existo. Nos hemos de valer de este
descubrimiento eficaz y demostrado contra aquellas personas pesimistas y que lo
ven todo negro. Es cierto que tenemos momentos de decaimiento por muy diversas
razones desde familiares, personales, laborales y de salud, y la vedad es que
se pueden poner sucedáneos o parches que no nos hagan pasar malos ratos mentales y
físico.
En la cabecera de mi cama tengo muchas
frases escritas, pero la primera es la que dice. «Hace un día maravilloso y
estoy estupendamente», aunque esté nublado, venteando o cayendo chuzos y yo esté
que no me pueda mover. Y cuanto peor
estoy más veces la repito, incluso hasta 20 veces. Pues ¡vaya tontería!, me dirás.
Pues no tienes razón. Resultado que nuestro pensamiento (no que es nuestro
cerebro, el cerebro es otra cosa) reacciona ante los estímulos, y como nuestro
pensamiento es medio tonto, entonces le mandamos repetidos mensajes positivos,
y de tanto repetirlo él (nuestro pensamiento) se lo cree. Son pensamientos
placebos.
Estas reacciones de nuestro pensamiento las
vemos todos los días. Por ejemplo, estamos en casa triste, cansados del trabajo,
aburridos, y a media tarde nos llama un amigo o amiga, y nos dice que salgamos
a dar un vuelta o a ir de compras, entonces a nuestro cuerpo le entra una
inyección de adrenalina y nos vamos de marcha, más contentos que Justiniana,
que era una vecina mía de Málaga que se ponía contenta por casi nada. Lo mismo sucedería
si un día de los llamados «para no levantarse», te dicen que te ha
tocado la Lotería, y ya no hay quien te controle. Lo mismo sucede con las
buenas noticias o las buenas cosas que les pasan a los demás, por ellos si a un
hijo o a un familiar las cosas les van bien nosotros, por empatía también no
alegramos.
Luego, cuando estamos en la calle resulta
que es el día de nuestro cumpleaños o santo y nos felicitan y nos hace un
regalo, nosotros debemos de saltar de alegría y decirles «El mejor regalo es tu
persona» y la otra persona se pondrá muy contenta y te contagiaría de su alegría,
porque la alegría como la risa son contagiosas, igual que la depre, es
contagiosa. Por eso, una de las formas de potenciar tus zonas de éxito es alimentar
el pensamiento ideas positivas y repetitivas de optimismo. Llegará a un momento
que tu corazón siente lo que piensas, y como ve que son buenas tocias se pone
contento y se minimiza el estado negativo. Tú sabes que es mentira pero tu pensamiento no
lo sabe (son dos conceptos distintos: tú
y tu pensamiento, el yo y el cerebro).
Por ello, sin que suceden momento de Lotería o
de alegría, nosotros le damos a nuestro pensamiento «chutes» o pequeñas dosis
de alegrías mentales com o por «hace un día maravilloso y estoy estupendamente» y encima la gente me quiere,
que eso ya debe ser el colmo. ¿Por qué nos
gustan las redes sociales y Facebook, porque en cuanto uno de esos amigos virtuales
que no conocemos, no dice que le gusta lo
que hemos puesto en el muro, recibido una pequeña dosis de satisfacción.
Es como cuando cree que te has tomado una
pastilla, sin habértela tomado, entonces, el pensamiento procesa la información
y te sentirá bien, es lo que se llama en medicina: efecto los placebos.
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LA RUEDA PERSA
El
agua es una riqueza que, los que la tenemos corriente en nuestros grifos, no la
sabemos apreciar cuando vale. La extracción de agua se inicia en Persia con una
especie de noria de tracción animal, por ellos los egipcios y romanos llamaban a
la noria la «rueda persa», cuya etimología es «saquieh» o noria de tiro de
tracción animal de un burro con los ojos vendados dando vueltas. En Marruecos se llama «noria de
sangre». Los árabes nos trajeron la
noria en el siglo VIII. También la cenia o azud que es una rueda para extraer agua de
los ríos o acequias que se mueve por la corriente.
Esta entrada a modo de prólogo frígido o frío,
viene a cuanto para demostrar nuestro desagradecimiento a la cultura árabe,
pues no solamente nos olivamos de cuáles son nuestras raíces culturales y agrónomas
sino que somos desagradecidos por naturaleza. Por ello si queremos tener una
zona más de éxitos debemos ser agradecidos, y no solamente agradecidos sino
amables y educados, sobre todo con nuestros clientes. Ellos pueden ir a donde quieran, pero si en tu
establecimiento se sientes especiales, entonces volverán, porque la gente tiene
una gran carga de soledad, y si acude al bar de siempre es porque se siente como
en casa, y el camarero se ha convertido en un amigo más.
Hace unos meses fui a una óptica de mi
barrio de Florida-Babel para que me graduaran la vista y tras el examen óptico me
dijeron que la gafas mías tenían ya más diez años. Por ello me recomendaron una
nuevas bifocales. Así lo hice. Cuando me llamaron para ir a recogerlas yo iba
tan contento. Al probármelas me di cuenta que de cerca no veía bien, me dijo la
dependienta que me tenía que acostumbra al nuevo enfoque. Me fui a mi casa y no
podía leer. La semana volví a reclamar, insistió
la dependienta que eso era que mis ojos se tenían que adaptar a los cristales.
Le dije que eso no podía ser. Ya no podía devolverlas porque las había pagado. Tuve
que ir a otra óptica a comprobar la graduación. Me dijeron que no estaban bien.
Volví a mi óptica para darle el peritaje del otro óptico, me dijeron que por
haber ido a otro, ya no me las podían cambiar. Al final me tuve que poner cabrón, le dije que
habían perdido un cliente, más la mala publicidad que le iba dar. A fuerza
martillo que quedaron con ellas, simularon cambiar la graduación, y no hicieron
nada. Las gafas están mal.
La óptica debió ser agradecida de que yo
fuera a su establecimiento donde hice una importante compra. A veces te
encuentras con personas que son tozudas como «la rueda persa», que sacan agua
con tracción animal. Son personas que no hacen nada por mejorar sus negocios. Yo
me sentí mal durante unos días. Incómodo, y cuando paso por la puerta de la óptica
ya no miro ni hacia adentro.
Cuanto peor se nos dan las cosas más pensamos. Y cliente no es siempre tenga que tener la razón, pero las escuelas de hostelería hay una asignatura de cómo tratar a los clientes difíciles, que también debería aplicar se las ópticas. A lo mejor yo también debería recibir unas clases para saber portarme con cliente modelo.
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EL CÓDIGO SAMURÁI
El
carnero de la Legión, ‘Pepe’, se jubila después de once años de vida militar.
Hace un mes fue trasladado al Santuario Refugio La Pepa, en el municipio
gaditano de Arcos de la Frontera, y a pesar de estar rodeado de animales y
tener más de cinco hectáreas para descansar de su servicio, «Pepe» no se
adapta. Está triste y deprimido porque echa de menos a su cuidador durante casi
doce años en la Legión en Almería.
¿A qué viene esto del carnero
de la Legión con el código samurái japonés? Sencillamente el código de conducta
de los samuráis se basa en el Bushido (武士道?).
Es un término traducido como "el
camino del guerrero", código estricto y particular por el que los
samuráis entregaban su vida, basado en la lealtad y en el honor hasta la
muerte. El honor perdido del samurái solamente se podía recuperar con el sepukky (el suicidio). Esta estricta
conducta paso a derivar en Yubitsume (指詰め corte del dedo), que es un rito
donde se amputa parte del dedo meñique con el fin de pedir perdón y manifestar
su lealtad al señor. Dice un poema de Hagahure de 1716: "Si
preparando correctamente el corazón cada mañana y noche, uno es capaz de vivir
como si su cuerpo ya estuviera muerto, gana libertad en El Camino. Su vida
entera estará sin culpa, y tendrá éxito en su llamado".
Bien, José Millán Astray, que fundaría la Legión española
en 1921, tradujo de una versión inglesa El
Bushidō
de 1905, con la colaboración de Luis Álvarez del Espejo. Del estudio de
este código ético guerrero japonés, Millán Astray tomó los principios de
lealtad y honor hasta la muerto de aquí parte la idea del grito guerrero: ¡Viva la muerte. A mí la legión! Y la canción
militar «El novio de la muerte». Conocido es el enfrentamiento de Miguel de
Unamuno y de Millán Astray en le Universidad de Salamanca en 1936, cuando el
recto le dijo más o menos: para convencer
hay que persuadir, y para persuadir hay que estar cargado de razón.
Ramón Palmeral. Libro "TUS ZONAS DE ÉXITOS". Ire publicando conforme los vaya escribiendo