Introducción (fragmento) De Glosada de Canto a Teresa de Espronceda
de Ramón Fernández Palmeral
Algunos lectores se preguntarán por qué razón he dedicado estos meses de 2020
a estudiar y analizar «Canto Teresa» (una historia trágica de amor) 181 años
después de que se escribiera en 1839 y publicado en el Canto II del poemario El diablo mundo (1840-41) de José Espronceda.
Mi interés adquiere dos vertientes: la literaria y la histórica. La vida y obra
de José de Espronceda y Delgado nacido en Almendralejo (Badajoz) es sumamente interesante y educativa, sobre todo por el
contexto histórico de la prima mitad del siglo XIX en que se desarrolló,
después de la Guerra de Independencia, la Constitución de Cádiz de 1812, el
absolutismo del Fernando VII, los exiliados liberales, la regencia de María
Cristina de Borbón-Dos Sicilias, Isabel II y la Ley Sálica, y la regencia del
general Baldomero Espartero, guerras carlistas, los pronunciamientos y, por
supuesto la llegada a España del Romanticismo desde Alemania e Inglaterra, cuya
verdadera etimología es revolución y tiempos de cambios en todos los órdenes:
socio-políticos, ecónomo-industriales, literarios, y apertura social hacia
constitucionalismo y la democracia, donde se abandonan, definitivamente, las
gobernanzas del Antiguo Régimen.
La poesía ostenta el record de poseer la capacidad de crear mundos
propios, metáforas, vivencias que constituyen una cosmovisión propia hasta
alcanzar el yo poético; es decir, el estilo personal salido de la capacidad
estética del poeta en su aventura lírica, entonces será cuando logre el clímax
de su arte. Debe conseguir la atracción impersuasible de una sinceridad que, a
través, una veces con la belleza y otras con el pulido lenguaje, atrapen al
lector (narratorio) como sucede con «Canto a Teresa» porque detrás de estas 44
octavas reales (352 versos) oculta una historia trágica y cierta del siglo XIX,
que perdura en el tiempo como toda obra de arte merecedora de ser estudiada y
mostrada.
En este extenso poema dedicado a la muerte de su amante Teresa Mancha, José
de Espronceda, de una forma sublime y a la vez sutil nos hace partícipes directos
de sus vivencias, de sus propios recuerdos, de sus frustraciones o de sus
desamores, a través de la poesía, de una de las más bellas elegías del
Romanticismo y de la Literatura española, junto a «Coplas a la muerte mi padre»
de Jorge Manrique (posterior a 1476), «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías» de Federico
García Lorca, Cruz y Raya, de
1935, o “Elegía a Ramón Sijé” de Miguel Hernández en El rayo que no cesa de 1936.
Escribe el profesor Juan Cano Ballesta que «El poeta no es un metafísico
y el poema no es un tratado filosófico» (La
poesía de Migue Hernández, (1962:54). Porque en realidad la poesía es una forma artística del contar una realidad o
un pensamiento, porque la poesía es sí una de las artes, que conlleva estudio,
trabajo y sobre todo estilo propio, como salida por la tangente de los
mortales, y no inspirado por musas, sino inspirado por el trabajo y el
esfuerzos de pulir emociones. Porque como decía el gran poeta Rainer Maria Rilke
«La poesía no se escribe para ser entendida y comprendida sino para ser sentida»,
no consiste es contar sino en emocionar a través de la exposición de
sentimientos y evocaciones, a veces abstractas otras surrealistas, por ello,
tanto las vanguardias como Poeta en Nueva
York de García Loca, o Espadas como
labios de Vicente Aleixandre lo que consiguen o logran es abrir nuevos
caminos o formas de expresión de la
mente del hombre a través de las palabras escritas y abrir vías de luz a
la semántica o significado de los
morfemas.
El
ser humano cabalga sobre sí mismo con una comprensión del ser y del existir con
una ostensible privilegiada opinión del yo. Todo el planteamiento existencial
radica en esta comprensión del ser como verdad subjetiva de uno mismo, y de la
proyección de radiar luz sobre los demás. El poeta es ónticamente independiente
de su autor, que son diferentes en esencia, puesto que quien transcribe los
pensamientos del poeta es un amanuense: un médium; es decir, el soporte físico
sobre el que el poeta se proyecta, y para entenderlo mejor, el poeta es un
espíritu inmaterial que usa al autor como soporte material o escribidor.
Como
un primer acercamiento, suficiente para los propósitos de esta monografía Glosada
de Canto a Teresa de Espronceda, digamos que vemos y comprendemos al ser
invisible del poeta desde fuera, desde
al autor, al que vemos, pero no al poeta quien se valdrá de metáfora, símbolos,
imágenes y, sobre todo, de fuerza emotiva y emocional. En
el gran poema de Espronceda, «Canto a Teresa» encontramos, pues, todos estas figuras
literarias, armas principales del Romanticismo como los sentimientos íntimos, el yo, el amor idealizado, el
dolor, la rebeldía, la pasión, el amor imposible, el abandono incomprensible
con deterioro de la honra, el sufrimiento por la muerte de la amada.
El
ente y el ser observados desde fuera
hacia adentro del impulsivo poeta Espronceda del primer Romanticismo
Español, en esta maravilla de 44 octavas reales consonantes. Que no es más que la
funda, la forma externa, la cáscara del maíz del oro interior que contiene. La
rima es una de las particularidades del poema clásico como el ritmo interior
para ser cantado. Sin embargo, en la poesía actual se prescinde de la métrica,
porque lo especial, la esencia del poema es lo que nos quiere contar que, sin
duda alguna, son sus valores peculiares y fundamentales.
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Contiene 44 ilustraciones:
Ilustraciones realizada por el pintor machego-alicantino de prestigio internacional Ramón Palmeral