miércoles, 8 de mayo de 2024

Los 51 guardias civiles que fueron asesinados en el 36 en las tapias del cementerio de la Almudena


Beneméritos prisioneros en la "checa Espartacus", en Madrid.

     La mayor matanza de guardias civiles en Madrid, una “saca” de beneméritos en toda regla, se produjo en la madrugada del 19 al 20 de noviembre de 1936. Las víctimas fueron 51 guardias civiles que fueron asesinados en las tapias del cementerio de la Almudena, y, posteriormente, enterrados en el cementerio de Vicálvaro. Entre ellos iba el teniente coronel Royo Salsamendi. Uno de ellos pudo escapar milagrosamente; Severiano Sanz Zamarro, logrando desatarse y corriendo en la oscuridad como podía. Fue testigo de cómo bastantes de ellos se negaron a bajar del camión una vez llegados al cementerio de la Almudena, y se abrió fuego contra ellos allí mismo, junto al vehículo. Se les había engañado con la clásica mentira del traslado a Valencia o a cualquier otro lugar de la retaguardia roja. ¿Por qué los asesinaron? ¿De quién partió la orden? No se sabe a ciencia cierta. Es notorio que cuando llegaban los aviones nacionales a bombardear Madrid, los guardias civiles presos en la checa Espartacus se dedicaban a “vitorear y aplaudir”, según testimonios de sus carceleros, pero lo mismo hacían casi todos los presos nacionales de Madrid.

     Estos 52 guardias civiles fueron sacados de la checa Espartacus, situada en el convento de las Salesas Reales de Chamartín, en el número 18 de la calle Santa Engracia. Era una checa de la CNT, anarquista. Y servía para  purgar a los guardias civiles de la zona roja de toda España, denunciados por sus propios compañeros como desafectos al régimen del Frente Popular. La checa fue fundada por José Luzón Morales, elemento anarquista del que desconocemos su profesión. Este sujeto indeseable se suicidaría en una comisaría de policía de Toulouse, en 1948, donde había sido detenido al encontrársele en posesión de armas ilegales. Dirigía la checa “Espartacus” junto a Luzón, un guardia civil llamado Ambrosio Pasero Gómez (Toledo,1900-México D.F.,1972), típica criatura del Parque Móvil de la Guardia Civil de Madrid.

     Los 51 cadáveres de los guardias civiles fusilados fueron posteriormente colgados con ganchos de carnicero de las tapias del cercano cementerio de Vicálvaro y expuesto durante dos días, según testimonio de un sereno de esa localidad, apodado “el saluda”, que en los años 60 se lo contó al coronel retirado M.H.A. Fueron asesinados la madrugada del 19 de noviembre de 1936, y fueron enterrados el 22 de noviembre en una fosa común en ese mismo cementerio, próximo del de la Almudena, tras estar expuestos durante más de dos días a la maldad y a la curiosidad malsana de muchos miserables. Hoy, un monumento cerca del cementerio los recuerda. Esperemos que dure muchos años para recordar y honrar a esos honrados guardias civiles masacrados cobardemente por odios infames atizados por elementos incendiarios de las izquierdas.

Cementerio de Vicálvaro. Allí hay una gran fosa común de gente fusilada por los rojos en Madrid, durante el TERROR ROJO. 

 Monolito en el Cementerio de Vicálvaro que recuerda a los guardias civiles fusilados

     Para los guardias civiles que luchaban en el bando del Frente Popularla proximidad de las tropas nacionales era tan letal como para los prisioneros “facciosos”, puesto que muchos fueron asesinados para prevenir que se “pasaran” a los rebeldes y engrosaran sus filas. Así, sucedió en muchas ocasiones donde fueron ignominiosamente asesinados por sus compañeros de trinchera en pago por sus desvelos.

     La Guardia Civil compartió el negro destino de los españoles que cayeron luchando en el frente y en la retaguardia, pero con un innegable añadido de sadismo, de maldad, ¡más si cabe! Debido al uniforme que vestían y que concitaba unos odios muy profundos en las clases populares afines a la izquierda, ya que hasta que llegaron a los mandos de la Benemérita los aires de la logia y de la revolución marxista, la Guardia Civil siempre había tenido a gala defender el orden, la ley y la patria,  sobre todas las cosas.

      En el bando nacional, los guardias civiles corrieron mejor suerte, obviamente, pero los beneméritos que opusieron fuerte resistencia en el frente de batalla al bando nacional y cayeron después en manos de los nacionales no se salvaron del fusilamiento instantáneo. Esto sucedió en Málaga y en Guipúzcoa. En Beasaín, el 27 de julio de 1937, el coronel Beorlegui se enojó tanto a ver que la principal resistencia a su avance procedía de la columna de guardias civiles, que ordenó fusilarlos a todos una vez vencida la columna -nos cuenta López del Corral. (Cayeron 14 guardias civiles en esa ocasión). Tras la guerra, los guardias civiles que había luchado en el bando del Frente Popular sufrieron una purga. Algunos fueron readmitidos al cuerpo, otros apartados de él para siempre y los menos afortunados fueron fusilados.

      Debemos recordar también al famoso general Aranguren Roldán, que dirigía a la Guardia Civil en Cataluña. Este general, a pesar de ser católico practicante, decidió ser perrunamente fiel a Companys y al bando frentepopulista e hizo fracasar el levantamiento nacional en Cataluña y en todo el Levante español. Dos de sus hijos lucharon en el bando nacional y tenían acaloradas discusiones con su padre, quien, impasible, siguió decidido a “defender  el orden constitucional”, aunque tal orden brillara por su ausencia en España desde abril de 1931, y, sobre todo, desde que las derechas ganaran con una mayoría arrolladora las elecciones en diciembre de 1933.

     “En la España del Frente Popular no regían las leyes ni había amparo más que para el crimen”- dejó dicho el escrito gallego Don Wenceslao Fernández Flórez, juicio que corroboran cientos de datos comprobables de la terrible anarquía desatada en España por los partidos y sindicatos de izquierdas a partir de febrero de 1936. De hecho, el valiente dirigente de Renovación Española, Don José Calvo Sotelo, fue asesinado el 13 de julio de 1936 por elevar su voz en esa casa de meretrices en que se había convertido el Congreso de Diputados y hacer la contabilidad exacta de las cifras de la anarquía revolucionaria en España, que el gobierno del Frente Popular escamoteaba a la opinión pública mediante una censura asfixiante en los medios de comunicación

     Aunque el general Aranguren apoyó el golpe del coronel Casado contra los comunistas  en los últimos compases de la guerra, y declaró el Estado de Guerra en Valencia, Franco lo hizo fusilar solo veinte días después del 1 de abril de 1939. Es célebre la frase del Generalísimo Franco de que fusilaran a Aranguren aunque estuviese postrado en una camilla, lo que es lógico, dadas las desastrosas consecuencias que tuvo su cerril actitud para el curso de la guerra y para la vida de miles de inocentes ciudadanos y religiosos, masacrados sin misericordia alguna por los rojos en Cataluña, en Valencia y en muchos otros lugares del Levante español.