lunes, 17 de septiembre de 2012

En el hemitórax derecho

A las 17.30 del día 10 del actual, Ramon Jackson de 23 años de edad, blanco, entró en la farmacia Caffarem de la calle 33 del barrio de Brooklyn Nueva York y disparó contra el dependiente Elias Fernández, de 27 años edad, de origen puertorriqueño, causándole la muerte por disparo en el hemitórax derecho. Las puertas de la farmacia se cerraron automáticamente y Jackson quedó encerrado dentro de la farmacia como un zorro en un cepo. Cuando llegaron los coches de policía con sus sirenas al mando del oficial Daniel Bouricam, del Departamento Forest Hill Polices, Sección Atracos, Jackson puso el arma en el suelo, un revólver cromado Mangum calibre 38, aún estaba caliente, se subió los brazos a la cabeza y, sin resistirse, se entregó, se dejó esposar por el sargento David Newman, un veterano policía con treinta años de servicio.
Al salir el preso esposado con las manos atrás el público curioso que acordonaba la zona, increpó a la policía con insultos para que le soltaran. Una vez en la Comisaría Forest Hills, y tras leerle sus derechos, el oficial teniente Boirucam le interrogó “¿Por qué lo has hecho, qué te ha llevado a cometer un crimen?” Jackson, tenía las manos atrás y sentía el dolor de las esposas de plástico blanco en las muñecas. “Si me da un cigarro y se lo contaré todo”. Hubo un momento de silencio, la habitación de interrogatorios estaba acolchada de un gris plomizo y con algunas manchas de sangre en las paredes.
Cuando Jackson le dio la primera calada al cigarro respondió con descaro “Le disparé
porque cuando le pedí que me diera el dinero de la caja, me lo tiró a la cara con desprecio, y yo no le aguanto a nadie semejantes humillaciones”.
En la ficha policial de Jackson contaban múltiples delitos menores por tráfico de drogas, tirones y algunos robos. Cuando su padre se separó de su madre le metieron en un Orfanato, pertenecía a una familia desestructurada, cuando salió acabó en un Reformatorio de menores, nunca había cometido un delito de esta gravedad.

Por Ramón Fernández Palmeral

sábado, 15 de septiembre de 2012

LA MANO QUE ME ENCONTRÉ

Por Ramón Fernández Palmeral

Una vez me encontré una mano. Bueno pero no sé muy bien dónde estoy, la habitación es como un laboratorio de un blanco algodón, me hallo aturdido, las luces son demasiado fuertes, noto calor. Hola... hola... dicen que me llamo....me llamo... Ra... Ramón Jackson. Me miro, me encuentro distinto, levitando. Miro mi documentación, hay un nombre y una foto que es la mía, me llamo Ramón, una silueta gastada, eso es lo que soy, una silueta en un documento. A los cinco munutos miro otra vez mis manos, me doy cuenta de que no son las mías, este cuerpo no lo conozco como propio, no sé quien soy, ni lo que hago aquí, en esta casa-laboratorio en este folio en blanco, dos niños me llaman papá o Rámon y me veo obligado a responder. No me acuerdo de nada. ¿Quién soy y qué hago en esta casa? Hay dos jóvenes de veinte años que me llaman papá, una mujer morena que me llama Rámon –acentuado en la “a”-, tengo una venda en la cabeza, y un dolor en la rodilla derecha que me impide caminar.
No recuerdo nada de mi pasado, sé hablar, escribir, pero no soy capaz de recordar nada, he olvidada cómo se hace, cómo se recuerda, no puedo sintonizar con mi pasado. Pregunto qué me ha ocurrido, la mujer que dice ser mi esposa, me asegura que me dispararon unos delincuentes para robarme, me dispararon en la cabeza con suerte no me mataron, me hirieron en la sien derecha, la bala me pasó de refilón, de suerte no me mataron, pero he estado en coma profundo cerca de dos meses en un Hospital, puedo recordar desde que desperté en una habitación rodeado de tubos, sueros, una bládula o aguja larga hipodérmica para sueros en una vena del brazo, respiración artificial y enfermeras. Me siento como si tuviera la personalidad de otra persona, como si me hubieran mudado el cerebro en otro cuerpo.
Un flash de imágenes se me vienen a la cabeza, son gentes de un submundo que veo azul, una azul muy intenso, veo a un grupo de hombres que me persiguen y no sé porqué, me buscan por todas partes, soy el único ser vivo en un planeta desconocido, me parece todo desconocido. Alguien me habla, siento que alguien me manipula, que quiere que haga cosas, que recuerde momentos de otra mente, alguien me está creando nuevos recuerdos y me resisto, ese alguien debes ser tú: Ramón un se en paro que escribe novelas para evitar tener que buscar trabajo, un creador, un escritor de novela fracasado, estoy en tus manos, me has a creado a tu capricho, lo sé. No te ofendas por lo que digo, has de seguir amueblando mi cabeza de recuerdo, darme una memoria con la que me identifique, no puedes dejarme aquí en un boceto, sin terminar, sin memoria.
Tengo imágenes de un cura que tienen una goma en la mano, me da vergajazos, no sé porque, delante de alumnos impasible, es una clase, una aula de un colegio que no sé ni donde está ni a donde pertenece, pero yo soy el crío de once o doce años, al que están pegando...
El olor de un puchero, me trae el recuerdo de una mujer mayor con pelo blanco, estoy en una cocina de un piso pequeño. Cómetelo todo, come, que te vas a quedar como..., no sé que más quiere decirme.. Me duermo y me despierto en medio de un sueño donde me he quemado con la leche.
Cuando saqué el cubo del pozo de agua dentro venía una mano, para mi asombro tenía una anillo, era un anillo de casado, por un momento dudé que fuera mi propia mano, en el anillo venía la fecha de mi casamiento: 2 de Mayo de 1990. Salí huyendo, la casa tenía un jardín, la gente casi no se daba cuenta de mi presencia, vuelvo a tener sueños. Hola, hola, soy Ramón Jackson producto de un relato de un escritor fracasado... no hay que preocuparse solo soy ficción, un personaje literario de un relato extraño, y sin acabar, un proyecto, nada más.
Me encontré una mano y no sé si era la mía hibernada o la mía de un siglo atrás.

PD.- El día 23 de Abril del año 2080, sacaron de un cilindro de hibernación la cabeza congelada de Ramón Palmeral, fallecido en 1995. Se ignora si la cabeza sigue pensando.


NOTA PARA INERNAUTAS.-
Todos mi relatos son antiguos y están registrados en la Propiedad Intelectual.




lunes, 3 de septiembre de 2012

¿Cómo escribir relatos? LA BAÑERA MÁGICA

¿Cómo escribir relatos?

Si empezar bien es importante, el final lo es aún más. Hay que crear espectativas a la lectos, y luego dar una solución final inesperada con cierta lógica. Ten encuenta que escribir es como jugar al ajedrez contra otro, por eso has de ser más inteligente que él. El lector es tu rival.


ESPECTATIVAS:

Cada mañana al levantarme aparecía el mismo problema de siempre: agua en el suelo de la bañera, en el comedor y en la biblioteca. Primero recogía el agua con la fregona, después me lavaba, me afeitaba y me iba al trabajo. Por las tardes venía mi amiga Julia a casa, leíamos, veíamos la televisión o charlábamos un rato sobre nuestros proyectos futuros. Cuando descubrimos lo que pasaba, lo vimos como lo más normal, incluso me preguntaba ¿Quiénes se bañaron anoche? Y yo le contestaba: pues Dikens, Cervantes, Muñoz Molina o Kafka...

Y así pasaban los días, cada mañana la misma faena, me tocaba limpiar con la fregona el agua del suelo, un agua enjabonada y resbalosa.

Una noche que no podía dormir por culpa del estómago, pesadez, me levanté para tomar bicarbonato y al pasar por el cuarto de aseo me encontré a un grupo de escritores del romanticismo en la bañera: Espronceda, Larra, Zorrilla y el Duque de Rivas, no me dieron ni las buenas noches, ellos a lo suyo, a bañarse. Luego me dormí y desperté, a las 8, una hora más tarde de lo normal, me había quedado dormido, llegaría tarde al trabajo y no limpié al agua de la bañera, como siempre, ni del comedor, ni la que inundaba la biblioteca.


Cuando por la tarde llegué del trabajo, Julia me echó la bronca.

- Tu sabes que esto no puede seguir así, esto es una locura. Además no limpias el agua y alguien se puede dar un resbalón.

- Tienes razón, hay que ser realistas, razonemos, pidamos consejo a un psiquiatra, porque esto es de psiquiatría, ¿digo yo, o no?

La casa se llenó de especialistas en parapsicología. Nadie entendía que mi bañera se hubiera convertido en unos baños termales para escritores. Pero no encontraron solución alguna al caso y todo siguió igual.



RESOLUCIÓN INESPERADA:

Julia volvió a la carga, lo que no puede ser -me regañó- es que cada noche los libros salgan de las estanterías, se bañen tranquilamente y al salir no se sequen, y mojados vuelvan a sus sitios. Lo normal es que cuando se bañen se sequen con la toalla. No pido más, esto es muy peligroso, un día me voy resbalar y me voy romper la espalda. Chantaje emocional.



PARA AMPLIAR INFORMACION, OS DIO ESTA DIRECCIÓN: ¿Cómo escribir novelas y relatos?

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