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martes, 26 de abril de 2016

Juan Antonio Cabezas. Periodista, escritor y cervantista destacado.

APUNTE BIOGRÁFICO

        

  Escritor y periodista, nacido en Asturias, en el concejo de Cangas de Onís, el 16 de marzo de 1900. Con antecedentes campesinos desde varias generaciones y tras una adolescencia en trabajos agropecuarios, a los diecisiete años emigra a La Habana donde unos parientes lo dedican al comercio.

El contacto con una gran ciudad, su prensa y los libros puestos a su alcance, despiertan primero un apasionado afán por leer, por adquirir la cultura que le falta y después una gran vocación  literaria sin ningún antecedente biológico. Estudia literatura, historia y filosofía y adquiere conocimientos que más tarde consigue revalidar. En 1922 ya forma parte de la redacción de la revista Juvencia que dirige el poeta asturiano también emigrante José María Uncal. Sus colaboraciones en El Diario de la Marina, y en El Progreso de Asturias supusieron en realidad el inicio de sus actividades periodísticas.
            El año 1924 regresa a España con una irrenunciable vocación literaria. En sus propias palabras “trae de América la única fortuna que en realidad había ido a buscar sin saberlo: su  credencial de periodista y escritor”.
Tras una corta estancia en Cangas de Onís, donde dirige el periódico El Orden, es en 1926 cuando ingresa en la redacción del periódico ovetense El Carbayón -el más importante del Principado en aquel momento- como corrector de pruebas, para terminar el año 1928 siendo director del mismo.
            Antes de la guerra inicia su vocación literaria, publicando en 1935 la editorial Espasa Calpe de Madrid la biografía de Clarín, Clarín, un provinciano universal. En 1936 el periodista se describe a sí mismo como alguien “no adscrito a ninguna redacción ni a ninguno de los partidos militantes, un ‘liberal sin partido’, colaborador de El Sol y de La Voz de Madrid[1].
Durante la guerra civil es redactor del (primero ovetense y luego gijonés) diario Avance, y ya prisionero, es en el penal donde escribe las biografías de Cristo, Concepción Arenal y Rubén Darío. Su labor periodística se recoge en estos años en el periódico Redención del que es redactor recluso.
Libre en 1944, tras 32 meses con pena de muerte, comienza una intensa labor periodística hasta 1993, fecha de su muerte, que lleva a cabo en periódicos como ABC,  Ya, Pueblo, Alcázar, España de Tánger y en revistas como Medicamenta, Foco, Gaceta Ilustrada, Villa de Madrid, Blanco y Negro, Asturias semanal, Mundo Hispánico, Historia y Vida, Época y otras, llegando a publicar más de 6.000 artículos casi todos en periódicos madrileños, nacionales y más de 700 en la América de habla hispana. Paralela a esta labor periodística, discurre su dilatada trayectoria literaria que comprende la publicación de más de 60 obras de variados géneros: novela, biografía, libros de viajes…
            Desde 1945 y durante veinte años fue redactor del periódico España de Tánger, diario y semanal fundado por Gregorio Corrochano el año 1945 y del que Cabezas fue redactor fijo hasta que desaparece en 1965, firmando con su propio nombre y con el seudónimo “Juan Nadie”. “El verdadero director en Madrid, -dice Cabezas- era Fernando Vela, el gran periodista asturiano, secretario de la Revista de Occidente.

En 1966 ingresa en la redacción del diario ABC, en el que además de reportajes y artículos, mantuvo durante cinco años la columna diaria “Madrid al día” y simultáneamente hasta trece años, la popular columna “Mentidero de la Villa”. Supone por tanto esta etapa de posguerra, 50 años de periodismo activo, centrado en gran parte en crónicas madrileñas que reflejaron el pulso inconfundible de la Villa y Corte y en artículos y reportajes con gran valor informativo. Sus páginas incluyen la historia, la anécdota, la arquitectura, las artes, los tipos y las costumbres populares: todo aquello que ha dejado huella en el alma y en el cuerpo de Madrid.

A lo largo de su vida realiza diversos viajes por Cuba, Bélgica, Francia, Italia, Israel, Puerto Rico, Méjico y Estados Unidos, durante los cuales pronunció numerosas conferencias en diversos foros e instituciones. Hay que destacar también que durante más de 40 años envió sus colaboraciones a la American Literary Agency de Nueva York que, con el título genérico “Desde España”, publicó y distribuyó más de 700 artículos entre los periódicos más prestigiosos de la América de habla hispana.
Merece especial mención el interés demostrado a lo largo de toda su carrera sobre la figura y la obra de Cervantes. Autor de "Cervantes del mito al hombres" Biblioteca Nueva. 1967.

 Esta devoción le lleva a pertenecer a la Sociedad Cervantina de Madrid desde su fundación en 1953 por Luis Astrana Marín y en la que tras varios cargos en su junta directiva, es nombrado presidente en 1980. Desde esta fecha comienza las gestiones de levantamiento de un edificio en el solar de la calle Atocha de Madrid, lugar donde estuvo la imprenta de Juan de la Cuesta, de la que salió la edición príncipe de El Quijote. Es en 1987 cuando el edificio es inaugurado y desde entonces constituye la sede de la Sociedad Cervantina que Cabezas presidió hasta su muerte en 1993.

miércoles, 20 de abril de 2016

RESUMEN de la VIDA de MIGUEL CERVANTES






   RESUMEN VIDA de MIGUEL CERVANTES

Ramón Fernández Palmeral

    Miguel de Cervantes Saavedra nació el 29 de septiembre de 1547 en la calle Imagen nº 2 de Alcalá de Henares (Computo de los romano de tiempos de Adriano), la casa era propiedad de su tía María (había hecho fortuna por haber tenido una hija en Guadalajara con Martín de Mendoza, hijo de duque de Infantado, era arcediano o vicario, tuvo que pagar uno 20.000 ducados para que el asunto se olvidado, tuvo a la hija Martina de Mendoza) por ello compró la casa de Alcalá. El padre Juan Cervantes vivía en calle «Las Calzonas» era abogado, licenciado, padre se va a Córdoba, toda la familia se pasa a vivir a C/. Imagen 2, así como Rodrigo y su mujer Leonor Cortina.
    Juan de Cervantes había venido a Alcalá, llamado por su tío Pedro Cervantes que fu corregidor de Alcalá en tiempos del cardenal Jiménez de Cisneros, cuando estaba construyendo la Universidad Complutense.

   Juan Cervantes era  (azote de judíos y moriscos) en Córdoba y Cabra. Un personaje. Además tenía buenos contactos, y también se vio en vuelto en denuncias por apropiaciones indebida y estuvo en la cárcel, como todo buen financiero, usurero prestamista, oficio de conversos.

   Miguel el 4º era hijo de Rodrigo y de Leonor de Cortinas, Miguel llevaba los dos apellidos de su padre, no el de su madre, pues parece ser que no existía la costumbre de llevar el apellido de su madre, Leonor procedía de una familia de agricultores, posiblemente originaria de  Arganda. Se casaron por amor. Tuvieron 7 hijos, Andrés el mayo que se murió, Andrea, Luisa (monja), Miguel, Rodrigo, Magdalena nacida en Córdoba y Juan nacido en Sevilla

    Rodrigo Cervantes de Saavedra (padre) era el segundo hijo de Juan, que tuvo 4 hijos: Juan, Rodrigo, María y Andrés  con Leonor Fernández de Torreblanca (médico), que fue dotada por su padre con 50.000 maravedíes (bachiller y cirujano Juan Díaz Fernández de Torreblanca).  Estando viviendo en Alcalá dejó  al mujer y se fugó con su hijo menor y su criada a Córdoba, que con arreglo a los contacto de su padre, el hijo Andrés sería alcalde de Cabra.  Huyendo también de la justica que le acusada de robo. Murió en Córdoba en 1556.

    D. Rodrigo se pasó la vida de pleito en pleito, ejercía de cirujano barbero, pero colmo había tanta pobreza y picaresca en el siglo XVI, casi no cobrada, vivía de pedir favores y préstamos.  Se mudó de Alcalá a Valladolid donde fue denunciado por usurero y no pagar deudas y estuvo en la cárcel de Valladolid. A pesar de que utilizaba las famosas clausuras de la limpieza de sangre.
   En 1553 viajó con su familia Córdoba, Miguel tenía 9 años.  Su padre Juan Cervantes con la influencia que tenía le colocó como médico cirujano en la cárcel de Santo Oficio y en el hospital de la ciudad. Su formación solamente le permitía curar la cuatro enfermedades, porque claro era un verdadero “matasanos”, nunca mejor dicho. Había un tratado de Lobera de Ávila, que se llama Tratado de la cuatro enfermedades, y otros.

Miguel empezó a ir a la escuela de Alonso de Vieras en Córdoba y luego  pasó a un colegio de Jesuitas, de la recién fundada Compañía de Jesús de Ignacio de Loyola  en 1534. Que se caracteriza por la obediencia absoluta al Papa. Ejercicios Espirituales de 1548, es su obra fundamenta. Gran aficionado de los libros de caballería. La vida de Loyola era aventura, estuvo en Tierra Santa. Fue un héroe para Miguel de Cervantes.

  Como d. Rodrigo no veía fortuna en su oficio de médico cirujano marcho a Cabra junto al hermano Amdrés que era alcalde de Cabra, tenía un hijo Juan primo de Miguel.   E1n 1564  se va toda la familia a Sevilla (donde estaba el dinero de las naos que venían de las Indias), El padre emprendió actividades financieras con los genoveses Pirro Bocchi y Francesco Musacchi. Amista con el músico y bailarín Lope de Rueda y Alonso Getino Guzmán. Siempre endeudado, porque es como ahora que no había poder adquisitivo.
Su padre muere  1585, el mismo año que su hijo publica La Galatea. En Alcalá de Henares.
   En Sevilla su hermana Andrea tiene un hija, Constanzan con Nicolás de Ovando estudiante de Derecho, familia ligada a la casa de Contración de la Indias.

     En 1566, cuando Miguel contaba 19 años toda la familia se traslada a Madrid. La Corte estaba aquí desde 1561. Bajo el magisterio de Juan López de Hoyo empezó a escribir versos, En Madrid tuvo amistad con los peotas Pedro Laínez (casado de Juana Gaitán natural de Esquivias (TO), con Gregorio López de Montalban  y con el novelitas Luis Gálvez de Montalvo. 

Tuvo la fortuna de que le publicaron cuatro composiciones que había escrito a la muerte de Isabel de Valois (princesa francesa hija de Enrique II de Francia, tercera esposa de Felipe II, que murió cuando tenía 23 años en 1568 con la que tuvo dos hijas, las mujeres no contaban. (De su cuarta esposa Ana de Austria era hijo Felipe III).

   En un duelo en 1569  que tuvo a espada por haberse batido en duelo con Antonio de Sigura, en el Patio Real de Madrid, fue buscado por la justica para cortarle una mano. En diciembre estaba en Roma bajo la protección. Pasó un año como secretario del cardenal Acquaviva. En 1970, se convierte enrola en los tercios como soldado y se le destina a la batalla de Lepanto bajo el mando de Diego Urbina, en la galera “la Marquesa” contra el Imperio Otomano de los Turcos. Las galeras de España salieron desde Barcelona:
    Fue arcabuceado en el brazo izquierdo. Recuperado de las heridas estuvo con d. Juan de Austria en barias batallas por Túnez contra los turcos. Llega a Génovaa y a Nápoles. Tuvo un hijo en Nápoles 1574., al que llama Promontorio lo cuenta en Viaje al Parnaso (1614).
Regresa España en la galera “Sol”. Apresado con su hermano Rodrigo en septiembre de 1575.

   Prisión en Argel, 5 años con 4  intentos de escapar… (Continaurá)

martes, 5 de abril de 2016

Comentario literario. Cervantes y Palmeral "Buscando a Azorín por La Mancha", por Julio Calvet Botella










CERVANTES Y PALMERAL BUSCANDO A AZORIN POR LA MANCHA

  El año 1605, y de la madrileña imprenta que en la calle de Atocha tenía Juan de la Cuesta, vio la luz la genial novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Tres  siglos después, trescientos años postreros, se cumplió el tercer centenario de su nacimiento, surgiendo a su socaire un número de publicaciones sobre el Hidalgo y su autor, Don Miguel de Cervantes, destacando según dicen ilustres y modernos autores  dos hondos y hermosos libros que se hayan escrito nunca sobre El Quijote, “Vida de Don Quijote y Sancho” de don Miguel de Unamuno, y “La ruta de Don Quijote”,  del gran escritor de Monóvar  Don José  Martínez Ruiz, Azorín. 

  Azorín, tal vez por la cercanía de su tierra natal o tal vez por su perspectiva limpia de España, quedo seducido por Cervantes y por El Quijote, y marchó a recorrer los caminos que siguiera el Ingenioso Hidalgo y emprender una hermosa ruta por la Mancha abarcando  los confines sin límites de aquellos lugares de los que el narrador no quisiera acordarse del nombre de la aldea donde justamente naciera el Hidalgo Don Alonso de Quijano, y así, como nos dejo dicho, “para que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre si por ahijárselo y tenerle por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero”, disputa que Azorín en su libro, zanjó definitivamente diciéndonos que aquel lugar forzosamente debía ser Argamasilla de Alba, porque  “el pueblo entero  de Argamasilla es lo que se llama un pueblo andante”. 

  Y en el año de 2005, cuatrocientos años después, y IV Centenario de la puesta de largo de nuestra gran Novela, Ramón Fernández Palmeral, volvió a recorrer la ruta de Don Quijote en un memorable libro “Buscando a Azorín por la Mancha”, que ahora tengo entre mis manos.  

  Yo creo que Ramón Fernández Palmeral es un Hidalgo español, con rasgos muy acusados de artista del Renacimiento. Escritor, poeta, pintor, recitador, y creación de ámbitos publicistas, es difícil acomodarlo a una sola expresión de la cultura. Y ese desbordamiento de su arte impecable, le hace salir de aquella adusta España de Don Quijote en la que difícilmente puede decirse que hubiera un Renacimiento tan  explendoroso como el que se produjo en la península itálica, y en el que Ramón Palmeral, tras un salto en el tiempo  de alguna manera participa.

  No ha mucho y en la presentación de mi ultimo libro, nos regaló a los presentes con su recitado de la Elegía a Ramón Sijé que Miguel Hernández le escribiera “En Orihuela su pueblo y el mío”, a su compañero del alma, llenando aquel acto de sentimiento y de su inquebrantable admiración al poeta. Y es que Ramón como dice en unos versos de un poemario antológico suyo, “Somos esencia de estrellas / que podemos pensar sobre las estrellas/.

  Y este año de 2016, un año después del nacimiento de la Segunda Parte de El Quijote, y como homenaje al centenario del fallecimiento de su autor Don Miguel de Cervantes Saavedra, ocurrido el día 23 de abril, nos regala la lectura con la publicación de la segunda edición de su libro “Buscando a Azorín por la Mancha”, tras una primera edición artesanal, tan del gusto y originalidad del autor, agotada definitivamente. Y lo hace en una cuidada y elegante edición, recordando aquella puesta en el camino y así procede a “Salir de los libros para entrar en los lugares míticos y venerables de una Mancha que nada tiene que ver con los descritos por Azorín en 1905 y menos aún con los inventados por Cervantes a través de su narrador Cide Hamete Benengeli, y de otros narradores más”. 

  Y se pone a recorrer aquellos lugares y pueblos, porque Ramón que es de Piedrabuena, y yo, que soy de Orihuela, y somos así hijos de lugares provincianos, vamos siguiendo a nuestro admirado Gabriel Miró, y podemos decir con él, “caminando por este huerto provinciano, me entré en las espesas y doradas mieses de la vida”.

  Nos contará Ramón su inicio del viaje diciendo que, “Y una mañana de mayo mi mujer y yo salimos sobre las nueve horas, el cielo mostraba ese azul cobarde y cobalto, limpio, característico del levante marino, ese azul comestible que nos regalan los cielos y no merecemos, mi mujer se santiguó como de costumbre…” y emprenden el camino de la ruta de Azorín y Don Quijote. Con una descripción impecable de personas, lugares, pequeños y grandes detalles, siguiendo acaso el libro, también de Azorín “Los pueblos”,  nos desliza por los caminos y rutas, manchegas y quijotescas: Monóvar, Ruidera, Montesinos y su cueva, Peñarroya y su castillo, Argamasilla de Alba, “El lugar”, donde Ramón, nos dice que “Yo saltaba de contento y de alegría no podía más e incluso me había olvidado el bastón con empuñadura de madera de algarrobo blanco dentro del coche, allí, con aquella temperatura de abrigo de visón, ya no estaba ni cojo ni me dolía nada, porque había entrado en una fantasía literaria, en la médula de La Mancha tan plana como una bandeja de plata”.

  Y tras continuar por la ruta, Tomelloso, Alcazar de San Juan, Campos de Criptana, El Toboso, Puerto Lápice, Villarta de San Juan… y por fin llegar a Almansa, acabar el viaje y volver a Alicante, “la ciudad del cetro de cal del Benacantil o Cara del Moro Juan”. Anexiona el libro con estudios posteriores: “Azorín el último romántico”, “Azorín y Machado con Castilla al fondo” y otros, con un álbum de fotografías del viaje entrañables, y una magnífica serie de grabados nacidos de su pluma con un último “retrato” de Sancho Panza, como “representante del pueblo llano”. Pueblo llano, que como se nos refiere en la novela llego a “sanchificar” a Don Quijote, tal y como éste llegó a “quijotizar”  a Sancho, con el que cierra la segunda edición de su libro.

 Gracias por este libro, Ramón. Gracias por todos y gracias por mi parte, pues me lo has dedicado muy cariñosamente y donde me dices: “Un viaje que te recomiendo hacer cuando puedas”. Te prometo, Ramón, que te haré caso. Y dejo constancia de ello aquí con mi felicitación y abrazo en Alicante en el mes de Abril del año de dos mil dieciséis, a pocos días de la efemérides del cuarto centenario de la muerte de Don Miguel de Cervantes Saavedra, que le sobrevino escasamente un año después de que naciera al mundo del papel la segunda parte del libro de los libros en lengua española, “El Ingenioso Caballero Don Quijote de La Mancha”.     

JULIO CALVET BOTELLA
(Escrito y poeta)




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domingo, 6 de marzo de 2016

En la cueva de Montesinos. Capitulos 4º "Buscando a Azorín en La Mancha". La Ruta de don Quijote. Cervantes


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  4.- EN LA CUEVA DE MONTESINOS.
     
       Señor Azorín:
      Por la tarde tocaba visitar la Cueva de Montesinos, ya le dije que iríamos.  Recordamos mi mujer y yo que hace años hicimos una excursión a esta misma cueva, pero en otras condiciones donde tuvimos que pagar la novatada, ahora hemos llegado en coche.  La carretera ha sido ensanchada, en el cruce para Ossa de Montiel y Ermita de San Pedro hay un cruce y hay que tomar a la derecha, muy cerca, a cien metros hay una explanada y un cartel que lo indica, donde han erigido una escultura moderna de hojalata oxidada de don Quijote y Sancho montados sobre Rocinante y el jumento. Al entrar al recinto, a la derecha se levanta una caseta de madera de Información y Turismo y un guía que te acompaña si lo pides, y además te proporciona una linterna para poder hacer un poco de espeleología. De Ruidera a la cueva contabilicé 12 kilómetros.
     Ahora 10-05-2005 la boca de la cueva nos parece más pequeña, rodeado del mismo encinar, hay unos asientos de madera y un cartel indicador de la fauna de la cueva y su historia, con las diferentes especies de murciélagos que la habitan. Cuando menos nos los esperábamos salió de la cueva y por sorpresa un fotógrafo  con  su cámara reflex, en vez de grajos como cuenta Cervantes: «…salieron por ella infinidad de grandísimos cuervos y grajos, tan espesos y con tanta priesa, que dieron con don Quijote en el suelo”. (Cap. XXII, II, parte).
     –¿Cómo está la bajada? –pregunté medroso.
     –Bien, se puede bajar, hay escalones, ¿quiere que le ayude?
     –No gracias, muy amable.
    Bajamos mi mujer y yo a la cueva, despacio, con lento cuidado de no resbalar  hay unos escalones en el terreno y es fácil su bajada, entre los grandes bloques de piedras caídos por desprendimiento que originaron la boca que está a nivel del suelo. No vimos el hornillo de cerámica que dice el cartel que es romano.  Llevaba abierto La Ruta…, por capítulo X «La cueva de Montesinos», que efectivamente como dice usted en su libro «es preciso sortear por entre ellos para bajar a lo profundo», empecé buscando los letreros esculpidos que usted vio: «Miguel Yáñez, 1854», «Enrique Alcázar, 1851», «Domingo Carranza,1870», «Mariano Merlo, 1883». Lamentablemente el tiempo, el humo de las hogueras de algún pastor, el de los hachones de los visitantes ha destruido estos carteles, ahora se leen otros. Son los llamados ahora graffiti, en todos los monumentos aparecen como una señal de auxilio, una profanación de lo sagrado, una estupidez de las almas pequeñas que necesitan dejar una marca para ser recordados.  Desde este punto intermedio más sima que cueva se pueden ver mazacotes de murciélagos colgados desde los techos cerca de las estalactitas, como el Myotis myotis o ratonero y el Rbinolophus ferrum equinum o de herradura, suelen vivir de 10 a doce años, se orientan y localizan a sus presas emitiendo ultrasonidos por la boca y la nariz, en lo que se llama ecolocación, suelen emigrar.
     Desde este punto recordé mis años mozo de espeleólogo en el grupo GEMA de Málaga, donde estuve unos cuatro años, recorrimos todas cada una de las cuevas y simas de esa provincia, en la sima  que llaman  «La Mujer», cerca del albergue del Torcal de Antequera, en el laberinto cárstico o kárstico, estuve a punto de tener un accidente trágico, y  me salvé gracias a la mano que me echó mi amigo y compañero apodado «El Güito», que en el argot caló significa «tener huevos» y él los tenía bien puestos.
    Los dos capítulos que cuenta la hazaña espeleológica de Don Quijote son el 22 y 23 de la II Parte del Quijote, donde se cuenta que don Quijote compró cien brazas de cuerda. Se cuenta en el capítulo 22, del Quijote  que a primeras horas de la tarde llegaron a la cueva de Montesinos, don Quijote, el estudiante y Sancho, cortadas las malezas que ocultaban la entrada de la cueva, ataron fuertemente a Don Quijote y comenzaron a bajarle.  Cuando el estudiante y Sancho se quedaron sin cuerda esperaron un rato y comenzaron a subir a Don Quijote. Hasta las ochenta brazas de cuerda no empezaron a notar peso en la cuerda y cuando a las diez brazas vieron a Don Quijote dormido, que tras despertarse comenzó a contar lo que había visto, y que  Sancho no creyó.    En este capítulo he hallado algunos faltas de equipo, Don Quijote baja por una cuerda, bien, pero no llevaba luminaria: tea, antorchas o hachones, pero hemos de entender que toda esta maravillosa novela no es una crónica del mundo real, sino una visión a través de la imaginación y la fantasía de un indiscutible adalid de la literatura fantástica.
       Y cuando don Quijote salió de la cueva contó que  en ella había visto al primo y amigo de Montesinos, Durandarte, el cual yacía en carne y hueso en un sepulcro de mármol debido a un encantamiento del mago Merlín.  Belerma, dama de Durandarte, se deshace en lágrimas en la tumba del amado y recibe el corazón de su amado de mano de Montesinos.  Su escudero, Guadiana, fue convertido en río y otros muchos amigos y parientes de Durandarte y las hijas de Ruidera convertidas en lagunas.
     En estos dos capítulos se cuenta la hazaña espeleológica de Don Quijote, porque en la época inquisitorial y supersticiosa de Cervantes, el hecho de bajar a una cueva era una verdadera proeza, no había medios técnicos para descender a ellas, y además, la gente, sumamente supersticiosa, temía encontrarse al diablo en los infiernos cavernarios. 
      Cuando Don Quijote sale de la cueva, cree haber pasado dentro tres  días con sus noches, cuando en realidad permaneció cerca de una hora, lo que se llama en literatura, según Jean Ricardou, tiempo de la ficción y tiempo de la narración. Ya  conocemos la narración, ahora analicemos la capacidad creativa y artística de Cervantes cuando es capaz de imaginar un mundo de fantasías por lo que se conoce como tiempo real de la novela y tiempo de la historia.  Los tiempos de la novela son tres: el de la aventura, el de la escritura y el de la lectura.
       Llegó un autobús de escolares, zagalones mal educados, y se acabó el encanto del paisaje quijotesco y azoriniano.  Visitar la cueva ya no es lo que era cuando la visitó don Quijote, o usted mismo, señor Azorín y un servido hace ya muchos años. Pero sin duda alguna allí en la cueva estaba su inmortal presencia, suya y la de don Quijote.

?estuvo Miguel de Cervantes alguna vez en la cueva de Montesinos, o tenía el nombre de oídas.

Yo Ramón Fernández Palmeral sí estuve allí, como demuestras estas fotografías de 2005, para escribir mi libro "Buscando a Azorin en La Mancha" Libro Total.

Ramón Fernández Palmeral es autor novela: El cazador del arco iris