lunes, 29 de julio de 2019

Fragmento de un ensayo, de Ramón Palmeral



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RESPONSABILIDAD


          Vivimos unos tiempos en los que estamos encadenados a una rueda que gira sin parar. Esta rueda es la sociedad en la que vivimos, tal vez sin elegirla, pero es lo que tenemos, es la realidad cotidiana, que no es ni mucho menos perfecta. Tal vez te guste la vida del ermitaño, la del fraile misionero, o la de quien vive bucólicamente alejada en el campo en su cortijo y con su huerta ecológica propia. Por el contrario, el resto de los trabajadores no tenemos más remedio en integrarnos en la sociedad en la que vivimos. En esta sociedad se puede ser un miembro activo o pasivo. Los activos son los que desde jóvenes inventan cosas o participan o se apuntan a partidos políticos, a asociaciones como voluntarios, sería lo que llamamos la «sociedad juvenil participativa».
         La responsabilidad se empieza a aprender desde la infancia como, por ejemplo, cuanto te regalan una mascota, de la especie que seas, y el niño/a se ha de encargar de su alimentación y cuidado aleatorios, o te regalan una bicicleta, de la que tienes que ser responsable en cuidarla como algo tuyo y aprender a conducir y a respetar las normas de tráfico. Se aprende a ser responsable cuando se aprende a ser respetuoso con las normas generales de convivencia y con las personas.
        Los alumnos se portan en las escuelas como se portan en el seno familiar, ellos son espejo de sus padres o tutores. Antiguamente se criticaba la autoridad de los maestros y profesores que usaban la regla o palmatoria disciplinaria, no era más que un sistema de imponer autoridad, para que  el alumno aprendiera a obedecer y a respetar a los maestros y profesores, sin preocuparles mucho si aprendían o no. Lo importante, entonces, en mis años de alumno era obedecer y cumplir la autoridad del maestro, y forzar nuestra voluntad a prestar atención. Una de las cualidades humana que se aprende: prestar atención para aprender o intentar aprender. Lo que también llevaba a una gran tasa de fracaso escolar, porque lo que buscaban los padres era que aprendieras las cuatro reglas y ponerte a trabajar. Pero, sin duda alguna, aprendías a ser responsable, porque ser responsable es distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, entre otros asuntos, como el de estar callado cuando los mayores hablar, o habla un maestros o un conferenciante.
      A los hijos de ciertas burguesías o ciertas clases aristocráticas se les ponían preceptores para que no se contaminaran de tanta obediencia, es decir que se les preparaba para mandar, para ser aristócratas o príncipes. Era la idea de la insociabilidad para por mandar sobre los obreros. Estas ideas de la enseñanza restringida desaparecen cuando te das cuenta de que estaban educando a un monstruo insociable y peligroso, hasta el punto de ser irresponsable controlarlo. De los colegios públicos se pasó a los colegios y universidades privadas, que es donde siempre han estudiado las élites sociales, las clases mal altas, contra lo que luchó el comunismo y la socialdemocracia, la desaparición de las clases, que aún siguen y es evidente que persisten.
      Por ello, una de las zonas de éxito que debemos aprender es a respetar con responsabilidad, es decir, hasta donde se pueda y sea menester, porque no se puede ser siempre una obediente acémila con orejeras tirando de la almijara o palo del molino. A veces, el individuo ha de rebelarse y protestar, y contradecir o rebatir, pero hasta ciertos límites que impone la cultura y los modos, porque contra la responsabilidad de hacer está la paralizante obcecación de un ego que quizás no te lleve  a obtener beneficios materiales o personales, lo que se llama ahora «intereses particulares». 


Forma parte del libro: "Tu zonas de éxito"  LULU y AMAZON

Ramón Fernández Palmeral
 
            

domingo, 28 de julio de 2019

DICCIONARIO POLÍTICO PARA CIUDADANOS CONSCIENTES, de Ramón Fernández

Para el curioso lector
  Hace muchos años en 1977, empecé a recortar artículos de prensa diaria de España, antes la Constitución. han sido 15 años, hasta hacer un curioso diccionario muy curioso (no publicado). Al final lo he llaamdo: "Diccionario político para ciudadanos conscientes", de la A a la Z, hay de todos los temas inimagibles, que iré publicando periodicamente, dependiendo del aburrimiento que yo tenga. Los recortes se ha ordanado con el criterio de buscar en ellos, una palabra que sirva para el orden alfabético, no tiene otro intereés.
   La idea es mostrar en edición facsímil los recortes, según la páginas, tiene 54.
   Se puede observar el tiempo el cambio politico de la Transición a grandes rasgos, lo que supone un estudio tipo hemeroteca curioso, sin más pretensiones.
   Al no tener los recortes fechas, y leerlos fuera de su contexto es curioso como ha ido cambiando la forma de pensar de los españoles. Lo más lejos de mi intención es la de informar, sino que es la de divertir, por los años pasados. Cuando más tiempo pasa más nos sorprenden lo que se decía.
   Aquí os muestro la portada y dos páginas, que será por entregas:






sábado, 27 de julio de 2019

Historia de la Axarquía Oriental en 4 libros, por >Ramón Fernández Palmeral

Ramón Fenández Palmeral es autor de tres libros sobre la historia de la Axarquía Oriental (Málaga):
Los tres primero libro se encuentra a la venta en Amazon

-Reseña histórica de la villa de Frigiliana




-Resela histórica de la puebla de Nerja


-Reseña histórica de Torrox


Y un libro en colaboración con Vicky Fernández:



-La aldea de El Acebuchal

sábado, 20 de julio de 2019

BUSCANDO A JUAN BENET EN EL PANTANO DEL PORMA



            BUSCANDO A JUAN BENET EN EL PANTANO DEL PORMA
             Por Ramón Fernández Palmeral

(Proyecto alfa)
Juan Benet fue ingeniero de caminos, participó en las obras del Pantano del Porma en el norte de León, su libro Región se escribe aquí.  Hice un viaje para recuperar la memoria de autor y su obra.
  Con un whisky o sangre de dioses celtas, me relamo los labios y subo hasta la pluma de los recuerdo encontrados con otros recuerdos cuando me mandaron como ingeniero de camino por una larga estancia a El Bierzo es un paisaje enlutado de verde, fuerte, muy hercúleo, casi vacuno, que con un aire singular del que te rompe las costillas si respiras demasiado, se te apoderas de mucho volumen, un aroma de encías de pino, castaños,  gigantes y torturados castaños, una claridad estival y un húmedo y lluvioso largo invierno, una nueva manera de ver que te lleva a sentir la presencia de lo mágico, lo brujo y lo ancestral, extraño como algo digno de conservarse aunque sus gemelas torres de las térmicas se desangren en humos blancos sin ser capaces de teñir el cielo, chimeneas que horadan el cielo Posee un sentimiento de orgullo fuera del común como el que se puede sentir al ser único heredero, único lugar habitable de la Tierra o manantial balsámico que cura todas las enfermedades: incluida la del deseo de volver al origen. Sus gentes la adoran como a un santo milagroso, no ya Santiago que  es seguro de eternidad del alma si ganas el jubileo, sino de devoción, de agradecimiento a las bondades que a cambio se reciben. Uno tiene en la  mente la reproducción de un retrato o la litografía de un almanaque de aquellos  con paisajes suizos con lago, barco, pinos y abetos, sierra con nieve, casas con tejados inclinados de pizarras, una imagen de un antiguo almanaque en el cortijo de mi tía Dolores posiblemente regalo de la cooperativas de pasas. Paisajes de encantamiento que por desventura se había encastrado en mis sueños para no separarme jamás.  Por el azar me encontraba un domingo en la pueblo del  Manzanal, puerto y puerta de el Bierzo, a más de mil metros de altura, niebla baja, la carretera húmeda, las gentes en sus casas, un pastor con el rebaño de ovejas, una cantina Serafín del caminante, iba solo, a la puerta se asomó una mujer con delantal que esperaba mi entrada triunfante, al fin no entro, es temprano para comer.  Gente recia, mineros jubilados, que exigen sus derechos con movilizaciones, es una cultura, o cortar carreteras, son gente que no se deja pisar, se une en fuertes grupos, hacen sus asambleas y deciden por mayoría cualquier asunto del Concejo vecinal, Pedanías o Ayuntamientos.  Camino de Santiago. Tierra de Gil y Carrasco, Bembibre pueblo de la  poetisa Pilar Blanco, ¿dónde está el Señor de bembibre? Empecé una suave bajada con túneles de asfalto, manchas de escombros de carbón, valles de brezos escribiendo sobre los abuelos montes, obras paralelas de una autovía que llaman del Noroeste, volando sobre los tejados de pizarras negras, enlutados cuervos de una rapiña no reconocida, paso muy cerca de Albares, y de Bembibre del Sil. No volveré al recuerdo de tu rostro. Pensé  en el camino autoviado que había dejado como una obsesión, me propuse olvídalte como un cabrón adormecido, no sentir la humillación de tus palabras.
         Allí, me hiciste pasar por un templario que le daba consejos a un niño, un relato infantil al que titulaste “Raúl y el templario”.  El castillo templario del siglo XII, con sus reformas de los Castro y Lemos, sus torres, sus almenas, sus matacanes, sus paso elevado, escaleras de caracol, sus muros como canteras para abastecer la construcción de las villanas casas. La tierra leonesas, y el Camino de santiago ye hezio por un tiempo sentirte Templario, gótico, románico y hasta degustador de vinos de la tierra, pero me hiciste visible a un niño, pero invisible a los demás.


           El odio es enfermedad imaginaria, la venganza enfermedad imaginaria, el dolor enfermedad imaginaria, el amor enfermedad imaginaria, quererte, sentirte a mi malo, vivir sin ti... sí todo ese mundo que  existe fuera de nosotros resulta imaginario, irreal ¿qué es la muerte, la reconciliación, la protección de una madre hacia sus hijos? Siempre las mismas pasiones en el ser humano, que viva el amor furtivo, la reconciliación, el vino, y todas las enfermedades imaginarias. Te vas de mi lado te levantes y te sigo, quieres salir por la ventana nadando, vasos café mucho café borrachos soportaremos mejor la existencia, vasos café no, copas alcohol, noche oxidadas, y tú lector que haces ahí escuchando sin decir nada, cobarde, sin ayudarnos, soy como la imagen del espejo no puede venir a visitarme, soy el reflejo de un ser, ¿o no estoy seguro de ser? El premio que quisiera es ganar la vida o que me quitaran veinte años de encima, de este encima que no estoy seguro de si es ilusionismo o prestidigitación. Mentiras que se hacen pasar por verdad, la realidad de las palabras, salir del valle de la muerte,  el poder de persuadir, la verosimilitud de quien soy y no puedo ser o he sido. Elaborar un nivel de realidad para mí,  busco a un autor que me de nombre, quiero vivir entre los seres de ficción, quiero que el narrador me de un nombre, quiero emerger a la realidad de la irrealidad. Suplico al autor que me de un nombre o una simple inicial qué más le cuesta, unos ojos para mirar, un pensamiento para sentir, un pasado para hablar de mí mismo o desde dentro de mí hacia fuera, querer enamorarme de palabras, crear palabras nuevas verosímiles que me hacen nacer en el manantial de una novela, un cuerpo o un simple relato, sí quisiera dejar de ser una conciencia, un reflejo de una personalidad, un ente en la punta de un bolígrafo, quiero que me den vida, que me busquen un lugar, un espacio un tiempo, un estilo para surgir, y si tengo suerte inmortalizarme con una historia o con une estilo narrativo, pues es más importante ese estilo que el tema en sí, las historias pueden ser buenas o malas, pero el estilo personal es quien las salva del anonimato.  Quiero ser un personaje que envidie en distintos grados, que dude en distintos niveles, que desee lo que no tiene o por el contrario sea deseado, que tienta el ridículo de ser abucheado, que la vanidad le encarcele y le reduzca, que lo olviden por un tiempo, que sienta un poco de soberbia, que tenga ira, que sea perezoso al madrugar, que tenga pasiones, rebose de sentido común, que el autor le del poder de la aventura, que se sienta culpable por lo que no hizo, que sea perverso y esto son los personajes que más me gustan convertido es tragedia de un Ricardo III, que sienta el placer de la estética, miedo, terror, la lujuria del sexo, el deliro o la amenaza, o la delación y sentirse vendido traicionado. Todo estos sentimientos y más son los que necesito, es lo que quiero, y lo que podría ser, y lo que interpretaría, y lo que gozaría, tener para poseer una vida así como la de un Lazarillo de Tormes, claro que es mucho pedir, me conformaría con ser un personaje de segunda, como si todo aquello que el sobra a unos pudieran dármelo a mí. Y son esa vida ficticia poder percibir los olores aunque sean de alcantarillas, frutas podridas, estiércol de flores, estiércol de palabras como amor, placer, sombras, sensitivo, me conformaría con un poco de estiércol de libertad. Quiero un nombre, aunque en realidad, ¿qué son los nombres?, una definición, porque mucha gente se llama igual hasta con apellidos y no son las mismas personas por poseerlo, la gente no es el nombre, es lo que presenta ese nombre dentro de un conjunto de la sociedad que le conoce, pues si es desconocido es anónimo y no existe como me puede pasar a mí, sin embargo, floto en la gruta profunda, en el miserable agujero,  donde zanjan los espíritu ebrios de conocimiento, ebrios horas inútiles, ebrios de vino del conocimiento, quiero vino dulce y beber, y por que no seguir bebiendo, y despertar otra vez en otro espacio sin sustentación, en la punta de un bolígrafo que patina sobre la pista de hielo donde se ha congelado el  llanto de muchos hombres solos y desesperados, llenos de gloria como
 Continuación un líquido color güisky                     





Una vez lo vi detrás de mí por el espejo del cuarto de aseo, era un ser de mi estatura, piel escamosa y cabeza de dinosaurio.  Me llevé un susto de muerte y huí del apartamento, al bajar por la escalera vi a mi amiga hablar con dos enfermeros de la clinica universitaria, sospeché que venían a cazar el dinosaurio invisible pero que dejaba huellas de su existencia.  Cuando en el portal llamé a mi amiga, los dos enfermeros vinieran directamente a por mí, me cogieron de los brazos sin darme explicaciones y me netieron en una ambulancia, odiaba a mi amiga, y sospeché que ella colaboraba con la clínica, a la que yo no podía regresar. ¿Cómo líbrarne de ellos, si no habla duda de que mi sangre era un arma nueva, un arma letal deseada por cualquier gobierno, por una vez iba a utilizar ese arma en mi beneficio para escapar de la ambulancia antes de que me pusieran camisa de fuerza.
Me mordí en el canto de la mano para absorber ese liquido monstruoso color whisky y comprobar su sabor, una simple gota me dejó dormida la boca con una sabor amargo indescriptible, escupí en un estornuda que espurre6 toda la ambulancia. y empecé a escuchar el ta-ta~ta metálica de mordiscos al aire de dentaduras postizas que daban bocados, luego empezaron a moverse y a atacar a todo lo que encontraba a su alcance, como pirañas mordieron al enfermera y al conductor que se vio obligado a detener la ambulancia, a los botes de suero, las asientos, mis zapatos, hasta que salga de la ambulancia, mientras las dentaduras postizas mordían todo como si tuvieran vida propia, al principio eran dentaduras humanas luego de tiburones, de toda clase de animales.  La ciudad se había llenado de fieras, todas las gentes eran fieras de una selva evacuada, la selva de la ciudad, y yo era el única ser humano entre ellas.
No sabia donde esconderme, cada taxi lo conducía un .jaguar, el Ketro lo ocupaban manos colgados de las barras sujetadoras o ulanzabuses", los autobuses los conducían Draguntanes e iban llenos de Thelémacos que asoman sus cuellos de pértigas por las ventanillas, cada coche la conduce un tigre, en los bancos de los parques rugen los elefantes e "hipopótamos" celosas con sus crías, jamás como en aquella ocasión deseé tanto ser una fiera.
Aparecí en el extramuros de la ciudad, en las chabolas, cuyas paredes estaban formadas por muros de libros amontonados, los tejados forrados por hojas sueltas de incunables, la Biblia de Gutemberg, Betato de Liábana, manuscritos todos llenos de bestias monstruosos de la imaginación medieval, y nada de esta encontraba explicación, en una chabola salió una mujer con bata blanca parecía mi amiga a la cual yo creía en mi apartamento, en la mano me enseñaba un folio con un dibujo que era una pirámide egipcia y sobre ella un gota de sangre, todo ella podía tener explicaciones a mi Irrealidad, a mi fantasía a los efectos de algún alucinógeno a medicamento, presagié una advertencia como que la próxima gota de sangre se yo derramara se convertirla en pirámide en un inmenso pisapapeles aplastando ciudades, coma meteoritos sobre los mares, bombardeando el planeta desde el espacio.  Ni amiga enfermera no decía una palabras se ocultaba el rostro con el perfil que tenía la pirámides, no me decía nada, me Indicaba la pirámide que venían del cielo como proyectil y la gota de sangre encima...

(Continuará)

miércoles, 17 de julio de 2019

El milagro de El Acebuchal. Historia escrita por María del Mar López


El Acebuchal, la vieja aldea recuperada del abandono


El Acebuchal
En la Axarquía de Málaga son muchos los que conocen la historia de El Acebuchal, una vieja aldea de la sierra de Cómpeta y muy cercana a Frigiliana. Esta pequeña aldea se abandonó y pasó al olvido durante muchas décadas, pero gracias a unos vecinos que volvieron a este lugar y lo reconstruyeron, hoy día es un lugar de ensueño ideal para el turismo rural. 

La historia de El Acebuchal

El Acebuchal historia
El Acebuchal se fundó en el siglo XVII y nunca fue demasiado grande, solo lo habitaban 180 habitantes de familias que vivían tranquilas y se buscaban la vida en este lugar de la sierra como antiguamente. Tenían sus huertas, sus animales, y trabajaban de arrieros y temporeros en los pueblos cercanos.
Pero tras la guerra civil sus vidas cambiaron para siempre, y es que en esta sierra se resguardaron los maquis, que hacían su guerrilla contra el régimen franquista. Esto complicó la vida en este lugar, se volvió inseguro, había redadas de la guardia civil buscando a los maquis, ya que estos solían ir a por comida a la población. Los encuentros entre la guardia civil y los maquis muchas veces eran sangrientos cuando había tiroteos y los caminos hacia las poblaciones cercanas también se volvieron inseguros.
Todos estas circunstancias fueron continuas durante la dictadura, provocando que se diera la orden de desalojar la zona definitivamente en el verano de 1949.
El Acebuchal acabó siendo una aldea abandonada con casas en ruinas durante décadas, pero en 1998 unos vecinos decidieron volver para rehabilitar su antigua casa de la aldea. Con el tiempo fueron rehabilitando las casas de toda la aldea, y transformaron este lugar abandonado en un bonito lugar, repleto de casas rurales para alquilar y ventas para comer.
El Acebuchal
Incluso en 2007 construyeron su propia capilla, en la que se guarda la imagen de la Inmaculada Concepción, la patrona que procesionan el primer sábado después del día de San Juan. Este día es de fiesta en El Acebuchal y tras la procesión se reparte paella para todos los visitantes.
El Acebuchal capilla

Actividades al aire libre en El Acebuchal

El Acebuchal es el lugar perfecto para realizar senderismo, ya que desde este lugar parten numerosas rutas senderistas. Se puede llegar hasta Cómpeta y Frigiliana andando, o adentrarse en el Parque Natural Sierras Tejeda, Almijara y Alhama.
Estos senderos también se pueden realizar en bicicleta, quad, motocicleta de montaña o a caballo. Pero sería conveniente hacerlos primero a pie para asegurarse de la dificultad de cada tramo.
Para comer hay varias ventas en la parte alta de la aldea que hacen comidas típicas de la zona con productos autóctonos y carne de caza. Y si queréis pasar la noche hay muchas casas rurales preciosas para pernoctar. Sin duda El Acebuchal es un sitio ideal para pasar un día en la naturaleza con la familia, la pareja y hasta el perro. ¡Seguro que si lo visitas te enamorará!
El Acebuchal

Cómo llegar a El Acebuchal

El Acebuchal está en plena Sierra Almijara, a 13 kilómetros de Cómpeta y a 5 Kilómetros de Frigiliana, por lo que se puede acceder desde las dos localidades. El camino más fácil para llegar es desde Frigiliana, siguiendo la carretera que sube desde la parte alta del pueblo, y a unos 2 km se coge un desvío hacia la derecha. El desvío se reconoce por un gran cartel de publicidad de una venta de El Acebuchal.
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Soy una joven malagueña amante de los animales, el arte y de Andalucía. Me considero artesana, soy blogger y en mis ratos libres me gusta pintar, coser y hacer manualidades.
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El Acebuchal, una aldea desalojada por Franco, convertida ahora en paraíso turístico

La casas fueron rehabilitadas a principios de la pasada década. /EC
La casas fueron rehabilitadas a principios de la pasada década. / EC

Se cumplen 70 años de la orden de despoblarla, por ser refugio del maquis. El enclave fue recuperado hace 15 años y recibe a miles de visitantes

Eugenio Cabezas
EUGENIO CABEZAS
Los que hoy en día visitan El Acebuchal podrían pensar que se trata de una aldea más de las que salpican el interior de la comarca de la Axarquía. Sin embargo, este núcleo, con apenas una treintena de casas, situado en pleno corazón del parque natural de las Sierras Tejeda, Almijara y Alhama, dentro del término municipal de Cómpeta, tiene tras de sí una historia de lo más triste y dolorosa. En agosto de 1948 el dictador Francisco Franco ordenó el desalojo inmediato del poblado, que en esos momentos tenía unos 200 vecinos, porque sospechaba que estos daban apoyo logístico a la guerrilla del maquis, liderada por la agrupación de Roberto.
Durante cinco décadas las viviendas se fueron deteriorando, hasta quedar prácticamente en ruinas. Sin embargo, desde finales de la década de los noventa del pasado siglo, la familia de Antonio García 'El Zumbo', su mujer, Virtudes Sánchez, y los hijos de estos, Antonio, Sebastián y Virtudes, junto a Aurelio Torres 'El Obispo', decidieron restaurar los inmuebles, algunos de los cuales pertenecieron a sus antepasados. Ellos son los responsables de esta «aventura y de esta locura» –como les gusta llamarla– de querer recuperar un viejo poblado abandonado. Fueron más de diez años de esfuerzos y sacrificios, a principios de la pasada década, miles de euros invertidos para conseguir ofrecer un destino turístico único, en el que los visitantes se quedan «alucinados» con el paisaje.
«Unas 200 personas tuvieron que abandonar sus casas y tierras en una diáspora que aún no ha terminado para muchos. Su único delito fue vivir en el corazón de la Sierra Almijara, donde por aquellos años la guerrilla antifranquista se hacía fuerte y puso en serios apuros a las tropas enviadas para eliminarla», dice el historiador de Frigiliana Adolfo Moyano.
Los hermanos Vicky y Ramón Fernández son hijos de nacidos en la aldea competeña. Aunque no mantienen una propiedad, sí la tienen varios de sus primos. Su amor por la historia y sus recuerdos de infancia, cuando con apenas seis o siete años sus padres los llevaban allí para conocer a varios de sus tíos y primos, les llevaron hace dos años a recopilar en un libro los principales acontecimientos históricos de este enclave. En sus 75 páginas el lector puede encontrar un resumen muy completo de las primeras fuentes documentales que hacen referencia al poblado, así como numerosas fotografías históricas y testimonios de esos últimos pobladores.
Según Moyano, fueron agentes de la Guardia Civil, con el apoyo de Regulares delCuarto Tabor de Alhucemas, los que se encargaron de comprobar que la orden de Franco había sido atendida. «El Acebuchal pasó a ser un pueblo fantasma durante cerca de 60 años. Sus habitantes, repartidos por pueblos cercanos, la mayoría, nunca dejaron de sentirse de El Acebuchal, manteniendo sus raíces y un fuerte sentimiento de pertenencia a la aldea», describe el historiador, que trabaja como conserje en el colegio Enrique Ginés.

El último nacido en la aldea

«Fui el último que nació aquí», dice Torres, quien reconstruyó la antigua escuela convirtiéndola en una acogedora vivienda vacacional. Antonio García es nieto de nacidos en El Acebuchal, y uno de los que más esfuerzos ha puesto en convertir este poblado en un enclave turístico. «Uf, si me preguntas por dinero, no te puedo decir, porque nunca me he parado a echar cuentas. Sólo te digo que traer la luz desde Cómpeta nos costó casi 72.000 euros en el año 2003», explica. Sin embargo, la recompensa la reciben a diario, y especialmente los fines de semana, con decenas de visitantes, especialmente de nacionalidad extranjera. «Recibimos visitantes todo el año, y en noviembre o diciembre nos gusta hacer una recreación del antiguo oficio de los arrieros, que atravesaban con bestias la sierra para llevar el pescado y otros productos frescos hasta Granada, a través del llamado Puerto de Frigiliana», dice.
La treintena de viviendas de ambas aldeas han sido rehabilitadas y cuentan con todas las comodidades, aunque en la zona no hay cobertura de telefonía móvil. El bar que regenta la familia García es el único punto donde es posible disponer de una conexión wifi vía satélite. En pleno verano, la ocupación es máxima, y las familias disfrutan de un auténtico paraíso residencial en plena naturaleza. «La persistencia y la esperanza vencieron a la sinrazón fascista y muchos pudieron volver a sentir aquellas calles nuevamente pobladas. Setenta años después recordar aquel momento trágico es un homenaje a los que nunca pudieron volver, pero que nunca quedarán en el olvido», expresa el historiador frigilianense.

viernes, 12 de julio de 2019

Gabriel Miró: Figuras de la Pasión del Señor, de gabriel Miró por Rafael Narbona

Gabriel Miró: Figuras de la Pasión del Señor

Gabriel Miró

La literatura de Gabriel Miró refleja la huella de los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. La meditación ignaciana apunta que «no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente». Miró nunca se desvió de esa consigna. Publicadas entre 1913 y 1917, las quince estampas que componen las Figuras de la Pasión del Señor son una síntesis de su credo estético: neomodernismo, impresionismo, sensualidad bíblica, sensibilidad pictórica y espiritualidad teresiana. Entre 1914 y 1915, Miró dirigió la Enciclopedia sagrada católica, que no llegó a terminarse. Su trabajo mejoró sus ya hondos conocimientos del Antiguo y Nuevo Testamento, incitándole a escribir una obra sobre los últimos días de Cristo. Las quince Figuras de la Pasión incluyen a los personajes principales de los Evangelios, pero también se demoran en personajes secundarios o insignificantes. Cada figura es un relato con una leve trama argumental. Miró no pretende hacer teología. Profundiza de forma indirecta, adentrándose en los paisajes y en el mundo interior de los que siguen o se oponen a Cristo. «Sanhedritas amigos de Jesús» es una de las figuras más conmovedoras, pues contiene la muerte en la Cruz. Miró cede el protagonismo a Josef de Arimathea y Nicodemus. Ambos pertenecen al Sanedrín, pero son hombres buenos y justos.
Miró nos presenta al rico e ilustre anciano de Arimathea deambulando por sus maizales y sus campos frutales. El alboroto de las acequias, el esplendor de las huertas y los manzanos de Samaria contrastan con el desierto. La vida y el vacío forman el pliegue escogido por Dios para irrumpir en la historia, quizás porque lo pequeño será lo primero en el Reino de los Cielos y la herida del pecado se sanará mediante el escándalo de la Cruz, un tormento reservado a sediciosos y esclavos rebeldes. Josef observa el «afán de las abejas, afán sin angustias», semejante al de los pájaros y los lirios de la parábola referida por el Evangelio de San Mateo. Seguidor clandestino de Jesús, no cuestiona al Dios del Antiguo Testamento, sino que ahonda en el drama de la creación, gravemente herida por el pecado original: «Y la mano divina, después que tocó en los orígenes de las cosas los sufrimientos de la creación, hizo al hombre… En todos los seres era posible lo que apetecieran para su bien. Y el más grande bien de los hombres: vivir, vivir sin dolor, no se hallaba en su voluntad…».
Josef conoce las profecías, pero no puede imaginar que la Cruz será el precio de una nueva alianza. Jesús sudará sangre en el huerto de Gethsemaní, bajando hasta la penumbra más oscura del dolor físico y psíquico.  Ajeno a su tormento, Josef contempla «la mañana maravillosa, regocijada infantil», temblando sobre un horizonte de «montes remotos», con «una tonalidad dulce, de carne húmeda, recién modelada». La belleza del paisaje sólo agrava el pesar por su propia caducidad «dentro de esa vida palpitante, briosa». Cuando abandona el campo y se interna en un jardín umbrío, su aflicción crece: «Allí la luz llegaba trabajada, envejecida, pálida, como si tamizara la frente de la Humanidad». En las sendas de mirtos, sauces, adelfos y acacias, «había una quietud grave que desnudaba la vida». Entre el follaje, se halla el sepulcro que ha preparado para acoger sus restos mortales. Sin hijos, sabe que sólo le esperan «postreras lágrimas alquiladas». Su tristeza se hace más tolerable al observar unas «rosas carnales», «jaspeadas», de un «rojo púrpura». Son las rosas que le regaló la adúltera salvada por Jesús de una multitud colérica. Miró completa el hecho narrado por el Evangelio de San Juan, con una hermosa fantasía. Jesús cogió su mano y la condujo hasta la quinta del venerable anciano de Arimathea, con el objeto de asegurar su vida.
La aparición de Nicodemus, fariseo y quizás oriundo de Galilea, disipa las melancólicas reflexiones de Josef. Nicodemus sabe que van a prender y juzgar a Jesús. Está dispuesto a dilapidar su fortuna para evitarlo. No le considera un farsante ni un blasfemo, sino un maestro y no comprende el odio que ha suscitado su predicación: «¿Por qué le aborrecen si hasta las rosas de tu huerto nos presentan la piedad y la gallardía de su alma? ¿Por qué odian al Rábbi Jeschoua?». Josef responde con tristeza: «¡Le odian porque pudo perdonar! ¡Hacer el bien presentado el alma limpia es acercar demasiado la lámpara a las vilezas de los otros!». Jesús es prendido, flagelado, escarnecido y crucificado. Nicodemus y Josef acuden al Gólgota, impotentes y abatidos. Al pie de la Cruz, no están sus discípulos, que se han escondido acobardados, sino la Virgen María, su hermana María de Cleofás, María de Magdala y María Salomé, madre de los apóstoles Santiago el Mayor y San Juan Evangelista, por entonces un adolescente que no se ha querido separar de Jesús en su última hora. Miró adopta una nueva licencia, incluyendo a Lázaro entre los presentes. «¡Mi casa era su escudo y él la abandonó para recogerse en Gethsemaní!”, exclama el resucitado, retorciéndose las manos. Mientras, María de Magdala balbucea: «¡El Señor resistirá menos que los otros; se le hincha el costado!… Al principio hablaba más… Encomendó su madre al discípulo; después tuvo angustia y gimió: “Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”». Entre los que se mantienen fieles en el Calvario, nadie destaca tanto como la Virgen: «La madre del Señor, postrada en la roca, miraba densamente hacia la cruz. Y semejaba que sus ojos se mirasen a sí mismos».
El genio de Miró resplandece al describir la agonía de Jesús: «Agonía del crucificado, que padece las angustias de todas las muertes. Dolor de peso de podredumbre de las meninges, del corazón, de la aorta, de los pulmones, que se entancan, se macizan de sangre parada. Las arterias, que llevan la dulzura de la vida, se vuelven dogales. La fiebre traumática le hunde sus uñas de sed y todo el cuerpo parece una lengua para sentirla». Miró no es un simple cronista, pues aprecia el profundo significado de la Cruz: «Jesús ha de pasar las soledades humanas de la muerte. En la tierra no puede ni el amor vencer la agonía del amado. El que muere está solo. De Dios a criatura era un tránsito de resignaciones, de sencillez, de piedad. De hombre a Dios, había de subir la jornada yerma, cegada, sin tierra y sin cielo. Jesús, solo».
Miró finaliza su estampa con una última licencia. La adúltera a la que salvó Jesús visita la casa de Josef y manifiesta su desconsuelo: «¡Yo prometí besar la sandalia del Señor cuando retoñaran mis rosales! ¡Mira las rosas en mi regazo, y ya no puedo dárselas!». Conmovido, Josef abre un cofre y extrae el cáliz de la última cena de Jesús: «Sintió que le temblaba la vida, que toda le acudía devotamente a sus dedos». La mujer se postra, solloza y sus rosas se esparcen por el suelo. Josef alza «el cáliz de ágata como una flor encendida». Miró no se limita a narrar poéticamente, sino que muestra la solidaridad de Dios con el sufrimiento del hombre. La agonía de Cristo no es un hecho aislado ni un acontecimiento cíclico. Es un «aquí y ahora». Cristo está vivo y se hace presente en la Eucaristía, llameante como una amapola. Y como dice Santa Teresa de Jesús en el Libro de la Vida: «Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus misericordias: no nos cansemos nosotros de recibir». Figuras de la Pasión del Señor es uno de los grandes clásicos de nuestra Edad de Plata, pero muy pocos lectores se asoman a sus páginas, quizás porque el hombre ha «absolutizado ciertos métodos que no son aptos para las grandes realidades», de acuerdo con las palabras de Benedicto XVI en 2009. Las ciencias naturales tienden a negar la existencia de Dios, pero los poetas aún creen en las «grandes realidades». Gabriel Miró nos acerca a Dios mediante la belleza. Una apuesta demasiada arriesgada para una época que ya no sueña con «estar en uno con el amor divino» (San Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales).