'La Guerra Civil en Málaga', un ejemplo de investigación histórica rigurosa
'La guerra civil en Málaga' es un alegato contra una memoria hemipléjica que no quiere recordar ni comprender por qué se llegó a una Guerra Civil.
Este
próximo día 25 de septiembre tendrá lugar el homenaje a las 270 víctimas
de la "saca" de la vieja cárcel de san Rafael de Málaga entre el 22 de
agosto y el 24 de septiembre de 1936 y, por extensión y decisión, a las
3.406 personas civiles, religiosas y militares,
vinculadas o relacionadas con las derechas y el bando nacional, muertas
en la provincia de Málaga durante el mandato de los gobernantes
republicanos.
Es el primer acto de homenaje a estas víctimas que se recuerda en los más de 40 años de democracia. Si buscan en las páginas web dedicadas
a relacionar los acontecimientos previstos en Málaga para el próximo
día 25 no lo encontrarán anunciado en parte alguna. Es como si no
existiera el acto ni hubieran existido nunca las 3.406 personas que
murieron víctimas de la represión republicana.
Para que nos hagamos idea de la virulencia con que reaccionaron los
milicianos y autoridades de Málaga a la inminencia de la llegada de las
tropas de Franco, digamos que, desde febrero de 1937 a al 14 de junio de
1940, tres años largos, el bando nacional ejecutó a muy poco más de 2.500 personas que estaban encarceladas, estando todas ellas documentadas. En sólo seis meses, los ejecutados bajo el mando republicano fueron 2.306.
Ciertamente las víctimas del bando republicano fueron bastantes más
porque a las ya referidas hay que unir las hoy por hoy desconocidas de
los que se opusieron a la entrada del Ejército de Franco, como
seguramente las hay igualmente desconocidas en el bando franquista, y a
las que se produjeron entre quienes huyeron de Málaga a la zona
republicana que comenzaba en Motril por la conocida como "carretera de la muerte" que llevaba a Almería.
En un ejemplo evidente de doble rasero e injusta parcialidad, desde
2014, un monolito situado en la puerta de esta antigua prisión
provincial de Málaga, recuerda a los republicanos que
fueron encarcelados, muchos de ellos fusilados como ya hemos
anticipado, por las nuevas autoridades franquistas. La inauguración
contó con la presencia del director general de la Memoria Democrática de
la Junta de Andalucía, Luis Naranjo; el delegado del Gobierno andaluz
en Málaga, José Luis Ruiz Espejo, e incluso del alcalde de la ciudad y
ex presidente de la Diputación de Málaga durante el franquismo,
Francisco de la Torre, del Partido Popular.
Naturalmente el acto fue apoyado por la presencia de dirigentes de
Izquierda Unida, como su coordinador andaluz, Antonio Maíllo, su
portavoz en el Parlamento andaluz, José Antonio Castro, y el portavoz
municipal de IU en el Ayuntamiento de Málaga, Eduardo Zorrilla, así como
miembros de la Asociación contra el Silencio y el Olvido y por la
Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga.
Que estamos ante una enfermedad moral e intelectual lo
demuestra, no sólo el deseo de impedir la investigación de todos los
hechos, de no tener en cuenta a todas las víctimas, de no asumir la
responsabilidad que se tuvo en el desencadenamiento de la contienda,
sino en la obstrucción a todo intento de equilibrio y reconciliación
arrinconando de ese modo el llamado espíritu de la Transición.
El alcalde de Málaga, el popular Francisco de la Torre, intentó estos días en Twitter, como hizo el año pasado, aludir a la concordia y al recuerdo de las víctimas de una y otra represión, la republicana y la franquista. De hecho, fue dentro de la prisión de Málaga donde se ejecutaron a unos y a otros.
Pero Daniel Pérez, portavoz municipal del PSOE de Málaga, ya le ha
dejado claro que hablar de concordia nacional y de respeto a las
víctimas de uno y otro bando es hacer cesiones a la extrema derecha
porque la Ley de Memoria Histórica - no digamos nada la
que se avecina de la Memoria Democrática -, está pensada para
dignificar únicamente la memoria de los represaliados por el franquismo y
de nadie más.
De este modo, no se puede hacer referencia a nada de lo que ocurrió
desde 1930 a 1936, hechos que, al parecer, no tuvieron nada que ver con
el conflicto. Sólo tuvo que ver con él la decisión del general Franco y
su cúpula militar de levantarse contra la II República, lo que conduce
al absurdo de no entender ni explicarse nada y a hacer desaparecer
hechos reales para “blanquear” el comportamiento de muchos de los
partidos de la izquierda.
Así, por poner un único ejemplo, los memoriosos de esta sinrazón
histórica no harán jamás mención de que ya se intentó quemar el Palacio
Arzobispal de Málaga en 1930 y que el mismo 14 de abril se asaltó un
periódico La Unión mercantil y se intentaron asaltar la
residencia de los jesuitas y el Seminario. Y así sucesiva y copiosamente
hasta el 18 de julio de 1936.
Se trata, pues, de imponer la creencia de que la II República fue una arcadia política y democrática feliz que
colmó de seguridad y prosperidad a la sociedad española. Así, la
sublevación franquista no puede ser otra cosa que una operación fascista
de destrucción de la democracia obviando el golpe de estado de las
izquierdas y el separatismo catalán en 1934 y otros hechos lamentables.
El problema es que, como ya señaló el periodista Manuel Chaves Nogales e
intuyeron algo antes Unamuno, Ortega y otros muchos, no había apenas
demócratas en aquel régimen de nacimiento irregular, de inclinación a la
imposición y a la eliminación del adversario y trágico final.
El rigor frente al mezquino sectarismo político
Es la existencia de este libro, La guerra civil en Málaga,
editorial Arguval, colección Alcazaba, Málaga, 1993, cuyo autor es el
catedrático de Historia contemporánea de la Universidad de Málaga, Antonio Nadal Sánchez,
el que evidencia que la intención de la pretendida e inquisitorial
"memoria histórica" no es recordar sino seleccionar los recuerdos que
deben ser tenidos en cuenta y hacer desaparecer en los agujeros
orwelianos de la memoria aquellos que no conviene tener presentes.
A la historia le compete comprender, tras la exposición de todos los
hechos reales acaecidos y comprobados sin ocultar los que no encajan en
una estrategia política. El intento no es nada nuevo porque está en la
raíz del totalitarismo la deformación de la realidad. De hecho, el
libro de Nadal es un alegato contra una memoria hemipléjica
que no quiere recordar ni comprender por qué se llegó a una Guerra
Civil, limitando el período a considerar desde julio de 1936 y borrando
hechos decisivos.
Pero es que ni siquiera se respetan los hechos ocurridos desde tal
fecha, sino que se apartan todos aquellos que hacen dudar de la visión
oficial de la izquierda. El libro del profesor Nadal consuma una
detallada investigación documental sobre la guerra civil en Málaga que
incluye el nombre y los apellidos de todos los asesinados en la cárcel
de Málaga de uno y otro bando.
Si los represaliados y ejecutados por Franco tienen un monolito en la
antigua cárcel de san Rafael, los 3.406 ejecutados y muertos en la
provincia por orden, con permiso o complicidad de las autoridades
republicanas, no tienen ningún monolito ni símbolo público que los recuerde. Se quiere, pues, que sus nombres sean relacionados y conocidos por todos los malagueños y españoles.
Dice el profesor Nadal en su libro que el total de las ejecuciones
ocurridas durante el gobierno republicano en la provincia de Málaga fue
de 2.306, alcanzándose el total de 3.406 entre muertes de guerra y ejecuciones.
Es por ello que el catedrático de Historia, Antonio Nadal, con la Coordinadora de Familiares de las Víctimas, pidió al alcalde Francisco de la Torre hace unas semanas que se celebrara un homenaje el próximo día 25 de septiembre para poner fin a un olvido sin justificación, 84 años y un día después de que tuvieran lugar las terribles sacas de 1936.
"Sacas", numerosas y simbólicas
Cuando se habla de la Guerra Civil en Málaga, pocas veces se habla de
estas "sacas" que fueron numerosas y simbólicas. Casi siempre, si la
perspectiva no es la de un historiador riguroso sino de propagandistas,
se habla, sobre todo, de la "carretera de la muerte", la tragedia
vivida por miles de milicianos y civiles con vínculos o ideas
republicanas que huyeron de Málaga cuando el ejército sublevado entró en
la ciudad. De lo que allí ocurrió hablaremos enseguida.
Pero las sacas, investigadas minuciosamente por Antonio Nadal, fueron de la manera que sigue:
22 de agosto de 1936 – 46 personas
30 de agosto de 1936 – 53 personas
20 de septiembre de 1936 – 47 personas
21 de septiembre de 1936 – 17 personas
24 de septiembre de 1936 – 107 personas
En total, 270 personas de las "derechas" fueron ejecutadas sin juicio en
poco más de un mes. Escandalosamente, a pesar de que una gran parte
(106 personas) de los “sacados” fueron sacerdotes o religiosos -junto
con la de Bobastro,
la Iglesia de Málaga fue la más castigada por los ataques de la
izquierda desde 1931 -, los organizadores del homenaje no han encontrado
por ahora a cura o religioso alguno que quiera representar a la Iglesia
en el homenaje del día 25.
El libro de Nadal, libro que ya tiene 27 años y sigue siendo un
desconocido, aunque fuese elogiado por su objetividad por el mismísimo
Ian Gibson, es un libro de historia elaborado con rigor científico y pretensión de servicio a la democracia española y
al conocimiento de los hechos. Por ello, se exponen todos los hechos y
se nombran todas las víctimas, las del mando republicano y las
ocasionadas por la represión franquista que siguió a la toma de Málaga.
Ataque por mar y aire
Naturalmente, el libro considera, cómo no y entre otros, los
terribles acontecimientos de la "carretera de la muerte" de Málaga a
Almería donde miles de personas, entre milicianos, tanto malagueños como
refugiados de otras provincias andaluzas, y población civil temerosa de
represalias, fueron atacadas por mar y aire por el ejército de Franco provocándose
un número elevado de muertos sin determinar con precisión a día de hoy.
Aun así, nadie cree, tampoco Nadal, que su número fuera inferior a los
3.000.
Si la democracia española estuviera sostenida por partidos de auténticas
convicciones democráticas y voluntad reconciliadora, ¿qué problema
podría haber en asumir la historia global de lo ocurrido en la España
del siglo XX hasta 1939 y exponer todos los hechos de modo que se
comprenda por qué esta nación llegó a un enfrentamiento civil tan cruel y
duradero? ¿Qué inconveniente habría en lamentar la muerte de todas las
víctimas y en rendir honor a todos los muertos?
En otra carretera de la muerte, esta vez la imaginada por Federico García Lorca, se desfiguró deliberadamente, como se pretende ahora, lo ocurrido en una reyerta:
Ahora monta cruz de fuego,
carretera de la muerte.
El juez con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
Señores guardias civiles:
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses.
El poeta granadino murió asesinado poco antes de las sacas de Málaga,
el día 18 de agosto de 1936. Su amigo, también poeta e introductor del
surrealismo en la generación del 27, José María Hinojosa, de derechas,
fue “sacado” de la prisión de Málaga el 22 del mismo mes, pocos días
después. De la muerte de Lorca se han escrito millones de páginas. De la
de su buen amigo Hinojosa, apenas unas pocas, entre ellas las muy
meritorias de Alfonso Sánchez Rodríguez.
La izquierda española y este gobierno siguen empeñados en que se hable
sólo de Lorca, pero que el mutismo sobre Hinojosa sea total. La libertad
y la decencia exige hablar de todo y de todos para que los ciudadanos
de la democracia tengan referencias, experiencia e inteligencia antes
que invidencias u ocurrencias. Antonio Nadal sí lo hace. Es la
diferencia entre la historia de verdad y la historieta ideológica de
quien quiere desfigurar el pasado para ocultar sus gravísimas
responsabilidades.