Prólogo de El Quijote.
Desocupado lector,
sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro,
como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el
más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse.
Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en
ella cada cosa engendra su semejante. Y así,
¿qué podrá engendrar el estéril y mal
cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco,
avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca
imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en
una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde
todo triste ruido hace su habitación? El sosiego, el lugar
apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el
murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu son grande
parte para que las musas más estériles se muestren
fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de maravilla y de
contento. Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna,
y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no
vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las
cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo, que, aunque
parezco padre, soy padrastro de Don Quijote, no quiero
irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con las
lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector
carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi
hijo vieres, pues ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma
en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado,
y estás en tu casa, donde eres señor della, como el
rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice, que
debajo de mi manto, al rey mato. Todo lo cual te exenta y hace
libre de todo respecto y obligación, y así, puedes
decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que
te calunien por el mal ni te premien por el bien que dijeres
della.
Sólo
quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de
prólogo, ni de la inumerabilidad y catálogo de los
acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los
libros suelen ponerse. Porque te sé decir que, aunque me
costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por
mayor que hacer esta prefación que vas leyendo. Muchas veces
tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por
no saber lo que escribiría; y estando una suspenso, con el
papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano
en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora
un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual,
viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa, y, no
encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo
que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me
tenía de suerte que ni quería hacerle, ni menos sacar
a luz las hazañas de tan noble caballero. «Porque,
¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el
qué dirá el antiguo legislador que llaman vulgo
cuando vea que, al cabo de tantos años como ha que duermo en
el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis años a
cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de
invención, menguada de estilo, pobre de concetos y falta de
toda erudición y doctrina; sin acotaciones en las
márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que
están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan
llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de
toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes, y
tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y
elocuentes? ¡Pues qué, cuando citan la Divina
Escritura! No dirán sino que son unos santos Tomases y otros
doctores de la Iglesia; guardando en esto un decoro tan ingenioso
que en un renglón han pintado un enamorado distraído
y en otro hacen un sermoncico cristiano, que es un contento y un
regalo oílle o leelle.
De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué acotar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del A B C, comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoilo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos; aunque, si yo los pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo sé que me los darían, y tales, que no les igualasen los de aquéllos que tienen más nombre en nuestra España. En fin, señor y amigo mío -proseguí-, yo determino que el señor don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan; porque yo me hallo incapaz de remediarlas, por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos.
De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué acotar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del A B C, comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoilo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos; aunque, si yo los pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo sé que me los darían, y tales, que no les igualasen los de aquéllos que tienen más nombre en nuestra España. En fin, señor y amigo mío -proseguí-, yo determino que el señor don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan; porque yo me hallo incapaz de remediarlas, por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos.
De aquí
nace la suspensión y elevamiento en que me hallastes:
bastante causa para ponerme en ella la que de mí
habéis oído.»
Oyendo lo cual mi
amigo, dándose una palmada en la frente y disparando en una
larga risa, me dijo:
-Por Dios,
hermano, que ahora me acabo de desengañar de un
engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os
conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en
todas vuestras acciones. Pero agora veo que estáis tan lejos
de serlo como lo está el cielo de la tierra.
¿Cómo que es posible que cosas de tan poco momento y
tan fáciles de remediar puedan tener fuerzas de suspender y
absortar un ingenio tan maduro como el vuestro, y tan hecho a
romper y atropellar por otras dificultades mayores? A la fe, esto
no nace de falta de habilidad, sino de sobra de pereza y penuria de
discurso. ¿Queréis ver si es verdad lo que digo? Pues
estadme atento y veréis cómo en un abrir y cerrar de
ojos confundo todas vuestras dificultades, y remedio todas las
faltas que decís que os suspenden y acobardan para dejar de
sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso don Quijote,
luz y espejo de toda la caballería andante.
-Decid -le
repliqué yo, oyendo lo que me decía-: ¿de
qué modo pensáis llenar el vacío de mi temor y
reducir a claridad el caos de mi confusión?
A lo cual
él dijo:
-Lo primero en que
reparáis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan
para el principio, y que sean de personajes graves y de
título, se puede remediar en que vos mesmo toméis
algún trabajo en hacerlos, y después los
podéis bautizar y poner el nombre que quisiéredes,
ahijándolos al Preste Juan de las Indias o al Emperador de
Trapisonda, de quien yo sé que hay noticia que fueron
famosos poetas; y cuando no lo hayan sido y hubiere algunos
pedantes y bachilleres que por detrás os muerdan y murmuren
desta verdad, no se os dé dos maravedís; porque ya
que os averigüen la mentira, no os han de cortar la mano con
que lo escribistes.
En lo de citar en
las márgenes los libros y autores de donde sacáredes
las sentencias y dichos que pusiéredes en vuestra historia,
no hay más sino hacer, de manera que venga a pelo, algunas
sentencias o latines que vos sepáis de memoria, o, a lo
menos, que os cuesten poco trabajo el buscallos, como será
poner, tratando de libertad y cautiverio:
Non bene pro toto libertas venditur auro. |
Y luego, en el
margen, citar a Horacio, o a quien lo dijo. Si tratáredes
del poder de la muerte, acudir luego con:
Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas, | |||
Regumque turres. |
Traduccion al cristiano libre: (la pálida muerte hiere con pie igual las chozas de los pobres y los palacio de los reyes). O, como escribe Iriarte « La muerte con pies iguales mide la choza pajiza y los palacios reales».
Si de la amistad y
amor que Dios manda que se tenga al enemigo, entraros luego al
punto por la Escritura Divina, que lo podéis hacer con
tantico de curiosidad, y decir las palabras, por lo menos, del
mismo Dios: Ego autem
dico vobis: diligite inimicos vestros. (Yo so digo: amad a vuestros enemigos).(Matero 5.44.)
Si tratáredes de malos pensamientos, acudid con el Evangelio: De corde exeunt cogitationes malae. (Será feliz hasta que tienen muchos amigos, los tiempos de si son las nubes, usted estará solo). Si de la instabilidad de los amigos, ahí está Catón, que os dará su dístico:
Si tratáredes de malos pensamientos, acudid con el Evangelio: De corde exeunt cogitationes malae. (Será feliz hasta que tienen muchos amigos, los tiempos de si son las nubes, usted estará solo). Si de la instabilidad de los amigos, ahí está Catón, que os dará su dístico:
Donec eris felix, multos numerabis amicos, | |||
Tempora si fuerint nubila, solus eris. |
Esta
canción quiere hacernos entender que a pesar de que nos pasen muchas
cosas en la vida , por muchos golpes que tengamos o bien, por esos
momentos en los que uno se siente vacío , tendremos a alguien
"reparándonos" - fix you. Canción muy emotiva que recomiendo siempre para dedicársela a un buen amigo
Y con estos
latinicos y otros tales os tendrán siquiera por
gramático, que el serlo no es de poca honra y provecho el
día de hoy.
En lo que toca al
poner anotaciones al fin del libro, seguramente lo podéis
hacer, desta manera: si nombráis algún gigante en
vuestro libro, hacelde que sea el gigante Golías, y con
sólo esto, que os costará casi nada, tenéis
una grande anotación, pues podéis poner: El
gigante Golías, o Goliat, fue un filisteo a quien el pastor
David mató de una gran pedrada, en el valle de Terebinto,
según se cuenta en el libro de los Reyes, en el
capítulo que vos halláredes que se escribe.
Tras esto, para
mostraros hombre erudito en letras humanas y cosmógrafo,
haced de modo como en vuestra historia se nombre el río
Tajo, y veréisos luego con otra famosa anotación,
poniendo: El río Tajo fue así dicho por un rey de
las Españas; tiene su nacimiento en tal lugar y muere en el
mar Océano, besando los muros de la famosa ciudad de Lisboa,
y es opinión que tiene las arenas de oro, etc. Si
tratáredes de ladrones, yo os daré la historia de
Caco, que la sé de coro; si de mujeres rameras, ahí
está el obispo de Mondoñedo, que os prestará a
Lamia, Laida y Flora, cuya anotación os dará gran
crédito; si de crueles, Ovidio os entregará a Medea;
si de encantadores y hechiceras, Homero tiene a Calipso, y Virgilio
a Circe; si de capitanes valerosos, el mismo Julio César os
prestará a sí mismo en sus Comentarios, y
Plutarco os dará mil Alejandros. Si tratáredes de
amores, con dos onzas que sepáis de la lengua toscana,
toparéis con León Hebreo, que os hincha las medidas.
Y si no queréis andaros por tierras extrañas, en
vuestra casa tenéis a Fonseca, Del amor de Dios,
donde se cifra todo lo que vos y el más ingenioso acertare a
desearle en tal materia. En resolución, no hay más
sino que vos procuréis nombrar estos nombres, o tocar en la
vuestra estas historias que aquí he dicho, y dejadme a
mí el cargo de poner las anotaciones y acotaciones; que yo
os voto a tal de llenaros las márgenes y de gastar cuatro
pliegos en el fin del libro.
Vengamos ahora a
la citación de los autores que los otros libros tienen, que
en el vuestro os faltan. El remedio que esto tiene es muy
fácil, porque no habéis de hacer otra cosa que buscar
un libro que los acote todos, desde la A hasta la Z, como vos
decís. Pues ese mismo abecedario pondréis vos en
vuestro libro; que, puesto que a la clara se vea la mentira, por la
poca necesidad que vos teníades de aprovecharos dellos, no
importa nada; y quizá alguno habrá tan simple que
crea que de todos os habéis aprovechado en la simple y
sencilla historia vuestra; y cuando no sirva de otra cosa, por lo
menos servirá aquel largo catálogo de autores a dar
de improviso autoridad al libro. Y más, que no habrá
quien se ponga a averiguar si los seguistes o no los seguistes, no
yéndole nada en ello. Cuanto más que, si bien caigo
en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa
de aquéllas que vos decís que le faltan, porque todo
él es una invectiva contra los libros de caballerías,
de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada
San Basilio, ni alcanzó Cicerón; ni caen debajo de la
cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad,
ni las observaciones de la Astrología; ni le son de
importancia las medidas geométricas, ni la
confutación de los argumentos de quien se sirve la
retórica; ni tiene para qué predicar a ninguno,
mezclando lo humano con lo divino, que es un género de
mezcla de quien no se ha de vestir ningún cristiano
entendimiento. Sólo tiene que aprovecharse de la
imitación en lo que fuere escribiendo; que cuanto ella fuere
más perfecta, tanto mejor será lo que se escribiere.
Y, pues esta vuestra escritura no mira a más que a deshacer
la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los
libros de caballerías, no hay para qué andéis
mendigando sentencias de filósofos, consejos de la Divina
Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos,
milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras
significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra
oración y período sonoro y festivo; pintando, en todo
lo que alcanzáredes y fuere posible, vuestra
intención; dando a entender vuestros conceptos sin
intricarlos y escurecerlos. Procurad también que, leyendo
vuestra historia el melancólico se mueva a risa, el
risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto
se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el
prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta a
derribar la máquina mal fundada destos caballerescos libros,
aborrecidos de tantos y alabados de muchos más; que si esto
alcanzásedes, no habríades alcanzado poco.
Con silencio
grande estuve escuchando lo que mi amigo me decía, y de tal
manera se imprimieron en mí sus razones que, sin ponerlas en
disputa, las aprobé por buenas y de ellas mismas quise hacer
este prólogo, en el cual verás, lector suave, la
discreción de mi amigo, la buena ventura mía en
hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en
hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso don
Quijote de la Mancha, de quien hay opinión por todos los
habitadores del distrito del campo de Montiel, que fue el
más casto enamorado y el más valiente caballero que
de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos. Yo
no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer
tan noble y tan honrado caballero; pero quiero que me agradezcas el
conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su
escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias
escuderiles que en la caterva de los libros vanos de
caballerías están esparcidas. Y con esto, Dios te
dé salud, y a mí no olvide.
Vale.
Vale.
.........................
Comentario de texto.
Nos hallamos con un prólogo original que es como un relato, pero complejo de entender hoy en día, por ello, he creído conveniente hacer un análisis de texto fácil de comprender por los alumnos de literatura sobre el Siglo de Oro, que quieran hacer una cata de lectura en el Quijote de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616). El prólogo es una verdadera clase de escritura creativa actual.
Por lo
general, los prólogos de los libros se escriben una vez se ha terminado
de escribir el libro y se va a dar la imprenta, por ello, el prólogo para la
Primera parte del Quijote se debió escribir en el otoño de 1604 en Valladolid,
puesto que la primera edición es de enero de 1605.
Para un estudio global del prólogo lo hemos de
dividir en tres grandes bloques. A,B y C
El bloque
A, comprende desde las palabras "Desocupado" hasta "caballero", última palabra del
segundo párrafo.
En este primer bloque encontramos:
1.-Cservsntes se dirige al lector y se disculpa al decir que si
no gusta el libro es por culpa de su mal ingenio.
2.-Se excusa advirtiendo que si el libro es malo, no
puede ser de otra manera aporque se «engendro en una cárcel» (Sevilla 1597), pero sin embargo, a pesar de
la incomodidad de la cárcel hasta la «musas mas estériles», pueden ser
fecundas.
3.-Se disculpa comparando a su libro con «un hijo
feo y sin gracia alguna», pero a pesar de estas faltas un padre quiere a su
hijo, y Cervantes que es padre de una hija, en lugar de decir soy padre nos
dice «padezco padre», y que es padrastro de Don Quijote, y le suplica al lector
«con lágrimas en los ojos» que le perdone y le disimule las faltas del libro su
hijo feo. Y como el lector en su casa ejercer el libre albedrío, pude criticar
al libro libremente en sin esperar que lo calumnien o premien por su opinión.
4.-Opina Cervantes que le hubiera gustado dar a
publicar el libro sin un prólogo, por eso dice quisiera darla «mondada y
desnuda», sin el catálogo de los sonetos, epigramas y elogios, que era costumbre
pedir a autores famosos para encabezar los libro de forma laudatoria. Cervantes
que llevaba veinte años fuera de los círculos literarios no disponía o no
quería buscar a esos amigos, para los sonetos laudatorios. A pesar de ello
dudaba si pedias los favores o no. A esto que llega a deshoras (tarde) un amigo
posiblemente el edito Robles o alguien entendido en libros, que viéndole
atribulado le da unos consejos.
5). Se inicia con un guión de diálogo y empiezan hablar
Cervantes con amigo que ha llegado a deshoras a su casa de Valladolid. Le dice cómo quieres que no esté confuso con
lo que pueda pensar «algún antiguo legislador» cundo vea mi libro y se dé
cuenta que estoy:
en el olvido de los demás autores,
que estoy seco como un esparto,
sin
invención,
menguado de
estilo,
pobre de
conceptos,
falto de erudición y doctrina.
Cuando vea que no he puesto sin acotaciones ni
anotaciones en los márgenes del libro, como «veo que están en otros libros»,
que están llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón, y de otros muchos
filósofos clásicos, que son admirados
por los lectores. O citas de la Santas Escrituras «Divina escritura» (sic por Santas
Escrituras), que tanto contento y regado dan a los oídos de los lectores.
En
párrafos siguiente se queja Cervantes de todo esto (de las anotaciones y
acotaciones) va a carecer Don Quijote, porque no tengo nada que anotar, salvo
que ponga un abecedarios de autores de la A a la Z, empezando por Aristóteles y
acabado por Zoílo (famoso filósofo por
tener una diatriba con Homero) o Zeuxis (pintor).
Se queja
Cervantes de que también carecerá su libro de los sonetos laudatorios de gente
principal, pues adelanta que no quiere pedirnos, porque se considera «poltró y
perezoso», o sea, cómodo.
B). Este segundo bloque recoge los consejos del
amigo con el que está hablando y con el que se queja de no poner acotaciones ni
sonetos laudatorios, como era costumbre.
El amigo debe ser persona de confianza pues llama a
Cervantes: «hermano». Donde le dice que
tal postura pesimista no es discreta ni prudente y le dice: ¿cómo es posibles
asunto tan baladí y «fácil de remediar» puede preocupar a un ingenio tan maduro como
el vuestro, y no es habilidad lo que os falta sino que os sobra pereza.
1) El
amigo le pide atención que le va a dar unos consejos, para ponee remedio a las
dificultadas creativas a «la pájara» por la que está pasando Cervantes.
2) Si
no encuentras personas «graves» o principales para que te escriban los sonetos, lo escribes
vos y le ponéis nombres rimbombantes con Preste Juan de las Indias o Emperador
de Trapisonda, que fueron famosos poetas. No va a pasar nada si os descubren la
mentira.
3) En
lo de citar acotaciones o márgenes de sentencias, es bien fácil escribes las
sentencias latinas que sepas de memoria como sobre la libertad y el cautiverio,
como por ejemplo: Non bene pro toto
libertas venditur auro (1) y luego al margen citas a Horacio. Y si por ejemplo
es sobre la muerte escribes: Pallida mors
aequo pulsat pede pauperum tabernas. Tegumque Turres(2).
4) Si
quieres hacer alguna sentencia de amistad y amor, te remites a las Escritura
Divinas (sic por Santas Escrituras), y podéis escribir: Ego autem dico vobis: diligite inimicos vestros.
5) Si
se trata de malos pensamientos, acudís al Evangelio, y escribes: De corde exent cogitationes malae.
6) Sobre
la inestabilidad de los amigos, ahí está Caton con: Donce eris feliz,multos numerabis amicos, Tempora si fuerint nubilia,
solus eris. (3) [Los versos no son de Catón sino de Ovidio (Tristia, I,IX,5-6]
7) Y
con estos latinismo os tendrán por hombre rudito y gramático. Si hablas de un
gigante escribes a Goliat y su historia que te la sabes, y su es un río pones
el Tajo, que también te los sabes.
8) Si
quieres tratas de ladrones, tienes la historia del Caco.
9) De
rameras, ahí tiene al obispo de Mondoñedo que te prestará a Lamia, Laika y
Flora.
10) Si
es un tema de crueles tienes a Ovidio y te entregará a Medea [La metamorfosis. Eurípides
tiene otra Medea.El mito de la madre que mata a sus propios hijos para vengarse
del adulterio de su marido Jasón].
11) Si
quieres hablar de encantadores y hechiceras. Homero tiene a Calipso, y Virgilio
a Cirse.
12) Su
el tema son capitanes valerosos tiene a Julio Cesar y Plutarcos os darás mil
historias de Alejandro [Magno].
13) Si
se trata de amores con dos onzas y sabiendo toscano [italiano] toparás con León
Hebrero [escritor y filósofo sefardí (1460.1521)]. Y si queréis, lo tienes más
cerca tiene a Fonseca, Del amor de Dios [Cristóbal Fonseca, escritor, místico
(1550-1621) .
14) No os preocupéis de nombrar esto nombres, y
dejadme a mi cargo que yo ponga las anotaciones y acotaciones al final de
libro, aunque gaste cuatro pliego más. [por esta frase debemos sobreentender
que los consejos de tal amigo son los de su editor Francisco de Robles].
15) Vuestros libros no tienen necesidad de acotaciones
ni sonetos, ni cosas de aquellas, porque todos son inventivas sobre libros de
caballerías, cuyos caballeros nunca se acordaron de Aristóteles, San Basilio o
Cicerón, ni observaciones de Astrología, ni son importantes las medidas
geométricas, porque los libros de caballería son para el vulgo, para qué
mendigar sentencias filosóficas, consejos de las Santas Escrituras, sonetos de
otros poetas. Lo importante es el estilo, las palabras honestas y bien
colocadas, pintando y describiendo todo lo que fuera posible, dando a entender
vuestros conceptos sin oscurecerlos.
16) Procura
también que el humor mueva a la risa al lector, el risueño lo acrecentará, el
simple n o se enfadará, el descrito se admirará de la invención y de la
fantasía, el grave o serio no lo despreciará y el prudente lo alabará. Tiene
vos que derribar la máquina de los aborrecidos libros de caballería.
C) El tercer bloque vuelve Cervantes a tomar
vos propia parta dirigirse al «lector suave», pues te divertirás pues hay opinión
en los habitantes del Campo de Montiel, que don Quijote fue casto y valiente
caballero, y también tendrás cumplido conocimiento de Sancho Panza, su escudero
que tiene todas las gracias de los escuderos.
Y se despide Cervantes de con «Vale» que equivale a un Adiós.
1). La libdertad no se vende ni por todo el oro del mundo.
2). La pálida muerte visita por igual las chozas de los pobres y las torres de los reyes.
3). Mientras seais dichosos, contarás con muchos amigos, pero si los tiempos se nublan, estarás solo.