jueves, 21 de febrero de 2019

80º Aniversario de la muerte en el exilio de Antonio Machado



 80º Aniversario de la muerte en el exilio de Antonio Machado

Antonio Machado, es uno de los tres poetas llamados del sacrifico, junto a García Lorca y Miguel Hernández, murió en el exilio un miércoles de ceniza a  las tres y media del tarde del 22 de febrero de 1939, tenía 64 años, y además de las penalidades del vieja de huida de los Nacionales, era un gran fumador. Su madre que le acompañaba cumplió la promesa de sobrevivir a su hijo predilecto, y tres días después con 85 años,  el 25 de febrero, murió,ambos están enterrados en la misma tumba del cementerio francés del pueblo de Colliure.
Aquel verso póstumo, su últimos versos: «Estos días azules y este sol de la infancia», recuerdan «Retrato» 1906 que dice «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,y un huerto claro donde madura el limonero;…».  La estrofa final de «Retrato»:

    Y cuando llegue el día del último viaje,
    y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
    me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
    casi desnudo, como los hijos de la mar.


   Son los versos de su epitafio escrito en un azulejo al pie de su tumba donde siempre ondea una bandera republicana y claveles: rojos, amarillos y morados.
   Había la frontera francesa en condiciones espantosas, junto a miles y miles de personas, bajo la metralla de aviones alemanes e italianos matando a gente inocente mientras huía. La mañana del 28 de enero de 1939 los Machados llegan exhaustos al pueblo costero de Colliure. El ferroviario Jacques Baills les recomienda, por su economía, hospedarse el hotel Bougnol-Quintana, cuyos duelos eran afines a la República. Caminan bajo la gélida lluvia y el silbido a del últimas balas perdidas de la guerra. El escritor Corpus Barga porta en brazos a doña Ana Ruiz Hernández, quien pregunta si quedaba poco para llegar a Sevilla. 20 días después fallece en el Hotel Quintana, en cuya fotografía se aprecia que está cubierto por una bandera republicana.
   Perdida la batalla del Ebro y la entrada de los Nacionales en Cataluña, salieron Machado y su madre junto a unos amigos  de Barcelona para la frontera de Francia en un vehículo de la Dirección de Sanidad (ambulancia) conseguido por el doctor Puche, les acompañan, entre otros amigos, el filósofo Xirau, el filólogo Tomas Navarro Tomás, que hiciera el prólogo de Viento del pueblo, 1937, a Miguel Hernández)  y el novelista Corpus Barga y una interminable caravana de cientos de miles de republicanos  huyendo de su patria. Tras una última noche en suelo español, en Viladasense (Gerona), las cuarenta personas que componían salieron para un exilio. Apenas a medio kilómetro de la frontera con Francia, tuvieron que abandonar los coches de Sanidad, embotellados en el colapso de la huida.
    Allí quedaron también sus maletas y un montón de cartas de su amor platónico Guiomar (Pilar de Valderrama) le pusieron este nombre en clave, en recuerdo otra Guiomar de Castañeda que fuera la mujer del poeta Jorge Manrique, el  autor  de las «Coplas de la muerte de su padre» Rodrigo Manrique.  La  Aduana francesa, fue salvada, gracias a las gestiones de Corpus Barga (que disponía de un permiso de residencia en Francia) pudieron superar.     
    Unos coches les llevaron hasta la estación ferroviaria de Cerbère, donde gracias a las influencias de Xirau se les permitió pasar la noche en un vagón estacionado en vía muerta como si fueran sacos de harina o de patatas.
    Pienso que los restos mortales de Antonio Machado y de su madre, deben permanecer en Francia, porque en España, actualmente, no se dan las condiciones políticas requridas, para que venga a Soria, junto a su mujer Leonor Izquierdo Cuevas, fallecida el 1 de agosto de 1912 a los dieciocho años de edad. Quizá deban seguir en tierras napoleónicas como escarnio y recuerdo de una etapa de guerra civil que no debe  repetir jamás.