El Acebuchal, una aldea desalojada por Franco, convertida ahora en paraíso turístico
Se cumplen 70 años de la orden de despoblarla, por ser refugio del maquis. El enclave fue recuperado hace 15 años y recibe a miles de visitantes
Durante cinco décadas las viviendas se fueron deteriorando, hasta quedar prácticamente en ruinas. Sin embargo, desde finales de la década de los noventa del pasado siglo, la familia de Antonio García 'El Zumbo', su mujer, Virtudes Sánchez, y los hijos de estos, Antonio, Sebastián y Virtudes, junto a Aurelio Torres 'El Obispo', decidieron restaurar los inmuebles, algunos de los cuales pertenecieron a sus antepasados. Ellos son los responsables de esta «aventura y de esta locura» –como les gusta llamarla– de querer recuperar un viejo poblado abandonado. Fueron más de diez años de esfuerzos y sacrificios, a principios de la pasada década, miles de euros invertidos para conseguir ofrecer un destino turístico único, en el que los visitantes se quedan «alucinados» con el paisaje.
«Unas 200 personas tuvieron que abandonar sus casas y tierras en una diáspora que aún no ha terminado para muchos. Su único delito fue vivir en el corazón de la Sierra Almijara, donde por aquellos años la guerrilla antifranquista se hacía fuerte y puso en serios apuros a las tropas enviadas para eliminarla», dice el historiador de Frigiliana Adolfo Moyano.
Los hermanos Vicky y Ramón Fernández son hijos de nacidos en la aldea competeña. Aunque no mantienen una propiedad, sí la tienen varios de sus primos. Su amor por la historia y sus recuerdos de infancia, cuando con apenas seis o siete años sus padres los llevaban allí para conocer a varios de sus tíos y primos, les llevaron hace dos años a recopilar en un libro los principales acontecimientos históricos de este enclave. En sus 75 páginas el lector puede encontrar un resumen muy completo de las primeras fuentes documentales que hacen referencia al poblado, así como numerosas fotografías históricas y testimonios de esos últimos pobladores.
Según Moyano, fueron agentes de la Guardia Civil, con el apoyo de Regulares delCuarto Tabor de Alhucemas, los que se encargaron de comprobar que la orden de Franco había sido atendida. «El Acebuchal pasó a ser un pueblo fantasma durante cerca de 60 años. Sus habitantes, repartidos por pueblos cercanos, la mayoría, nunca dejaron de sentirse de El Acebuchal, manteniendo sus raíces y un fuerte sentimiento de pertenencia a la aldea», describe el historiador, que trabaja como conserje en el colegio Enrique Ginés.
El último nacido en la aldea
«Fui el último que nació aquí», dice Torres, quien reconstruyó la antigua escuela convirtiéndola en una acogedora vivienda vacacional. Antonio García es nieto de nacidos en El Acebuchal, y uno de los que más esfuerzos ha puesto en convertir este poblado en un enclave turístico. «Uf, si me preguntas por dinero, no te puedo decir, porque nunca me he parado a echar cuentas. Sólo te digo que traer la luz desde Cómpeta nos costó casi 72.000 euros en el año 2003», explica. Sin embargo, la recompensa la reciben a diario, y especialmente los fines de semana, con decenas de visitantes, especialmente de nacionalidad extranjera. «Recibimos visitantes todo el año, y en noviembre o diciembre nos gusta hacer una recreación del antiguo oficio de los arrieros, que atravesaban con bestias la sierra para llevar el pescado y otros productos frescos hasta Granada, a través del llamado Puerto de Frigiliana», dice.La treintena de viviendas de ambas aldeas han sido rehabilitadas y cuentan con todas las comodidades, aunque en la zona no hay cobertura de telefonía móvil. El bar que regenta la familia García es el único punto donde es posible disponer de una conexión wifi vía satélite. En pleno verano, la ocupación es máxima, y las familias disfrutan de un auténtico paraíso residencial en plena naturaleza. «La persistencia y la esperanza vencieron a la sinrazón fascista y muchos pudieron volver a sentir aquellas calles nuevamente pobladas. Setenta años después recordar aquel momento trágico es un homenaje a los que nunca pudieron volver, pero que nunca quedarán en el olvido», expresa el historiador frigilianense.