Tendido sobre alfombras de mágicos
colores
mientras el dulce sueño mis párpados
cerraba,
Narija, mi Narija, brotando entre las
flores,
con todas sus bellezas mi vista recreaba.
Bajo mis pies corría el murmurante río
que un canto de venturas alcanza en su
murmullo,
mezclaba sus endechas de inmenso poderío
de las pintaras aves al miedoso arrullo.
Narija de mis sueños, hermoso paraíso
donde el Adán ingrato en su extensión no
alienta,
en donde Alá su alcázar edificarnos
quiso,
y donde sus encantos el cielo nos
presenta.
Si al fin, de sus jardines me siento
desterrado,
si lejos de tus flores me lleva mi
destino,
tu nombre venturoso lo llevará grabado
y alumbrará el recuerdo a lo largo del
camino.
Yo sentiré los céfiros que rizan
dulcemente
las azuladas ondas del mar que te refleja,
y ellos desvaneciendo las penas de ausencia,
de nuevo, cuando tornen, te llevarán mi
queja.
Adiós, la más hermosa sultana de mi
cielo,
jamás de Alá te faltan las santas
bendiciones,
que nunca la abundancia retire de tu
suelo
y en tí colmadas mire sus nobles
ambiciones.
Haz que la muerte triste no corte con su
brazo
este anhelar constante para tu amor
nacido,
y así podré, Narija, volver a tu regazo
y allí morir dichoso donde dichoso he
sido.
Traducción de Narcisos Díaz de Escovar
Recogido en el libro de Alejandro Bueno García.1907