lunes, 29 de julio de 2019

Fragmento de un ensayo, de Ramón Palmeral



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RESPONSABILIDAD


          Vivimos unos tiempos en los que estamos encadenados a una rueda que gira sin parar. Esta rueda es la sociedad en la que vivimos, tal vez sin elegirla, pero es lo que tenemos, es la realidad cotidiana, que no es ni mucho menos perfecta. Tal vez te guste la vida del ermitaño, la del fraile misionero, o la de quien vive bucólicamente alejada en el campo en su cortijo y con su huerta ecológica propia. Por el contrario, el resto de los trabajadores no tenemos más remedio en integrarnos en la sociedad en la que vivimos. En esta sociedad se puede ser un miembro activo o pasivo. Los activos son los que desde jóvenes inventan cosas o participan o se apuntan a partidos políticos, a asociaciones como voluntarios, sería lo que llamamos la «sociedad juvenil participativa».
         La responsabilidad se empieza a aprender desde la infancia como, por ejemplo, cuanto te regalan una mascota, de la especie que seas, y el niño/a se ha de encargar de su alimentación y cuidado aleatorios, o te regalan una bicicleta, de la que tienes que ser responsable en cuidarla como algo tuyo y aprender a conducir y a respetar las normas de tráfico. Se aprende a ser responsable cuando se aprende a ser respetuoso con las normas generales de convivencia y con las personas.
        Los alumnos se portan en las escuelas como se portan en el seno familiar, ellos son espejo de sus padres o tutores. Antiguamente se criticaba la autoridad de los maestros y profesores que usaban la regla o palmatoria disciplinaria, no era más que un sistema de imponer autoridad, para que  el alumno aprendiera a obedecer y a respetar a los maestros y profesores, sin preocuparles mucho si aprendían o no. Lo importante, entonces, en mis años de alumno era obedecer y cumplir la autoridad del maestro, y forzar nuestra voluntad a prestar atención. Una de las cualidades humana que se aprende: prestar atención para aprender o intentar aprender. Lo que también llevaba a una gran tasa de fracaso escolar, porque lo que buscaban los padres era que aprendieras las cuatro reglas y ponerte a trabajar. Pero, sin duda alguna, aprendías a ser responsable, porque ser responsable es distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, entre otros asuntos, como el de estar callado cuando los mayores hablar, o habla un maestros o un conferenciante.
      A los hijos de ciertas burguesías o ciertas clases aristocráticas se les ponían preceptores para que no se contaminaran de tanta obediencia, es decir que se les preparaba para mandar, para ser aristócratas o príncipes. Era la idea de la insociabilidad para por mandar sobre los obreros. Estas ideas de la enseñanza restringida desaparecen cuando te das cuenta de que estaban educando a un monstruo insociable y peligroso, hasta el punto de ser irresponsable controlarlo. De los colegios públicos se pasó a los colegios y universidades privadas, que es donde siempre han estudiado las élites sociales, las clases mal altas, contra lo que luchó el comunismo y la socialdemocracia, la desaparición de las clases, que aún siguen y es evidente que persisten.
      Por ello, una de las zonas de éxito que debemos aprender es a respetar con responsabilidad, es decir, hasta donde se pueda y sea menester, porque no se puede ser siempre una obediente acémila con orejeras tirando de la almijara o palo del molino. A veces, el individuo ha de rebelarse y protestar, y contradecir o rebatir, pero hasta ciertos límites que impone la cultura y los modos, porque contra la responsabilidad de hacer está la paralizante obcecación de un ego que quizás no te lleve  a obtener beneficios materiales o personales, lo que se llama ahora «intereses particulares». 


Forma parte del libro: "Tu zonas de éxito"  LULU y AMAZON

Ramón Fernández Palmeral