martes, 1 de enero de 2019

Comentario a “La nada. ¡Qué frío!”: Poesía mística de Pilar Galán, por Ramón Palmeral







 
Comnetario crítico de: “La nada. ¡Qué frío!”: Poesía mística de Pilar Galán

La inmanencia consiste en la propiedad por la que una determinada realidad  se investiga a través de uno mismo, hacia adentro, ahondando,  agotando todos los caminos espirituales o del conocimiento metafísico, y la poesía mística es uno de los caminos de esa búsqueda o introspección del alma. El libro de Pilar es inmanente y profundo.

Pilar Galán me hizo llegar la feliz noticia de que su poemario La nada. ¡Qué frío, había quedado finalista del en la XXXVIIIª edición del Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, entre diez poetas (cinco hombres y cinco mujeres) procedentes de Argentina (2), Colombia (2), España (5) e Italia (1), seleccionadas de entre 226 poemarios de 28 países. La importancia de ser finalista en este importantísimo premio me impulsó a editarle el poemario en mi editorial de autor Palmeral.

Tras el fallo del premio el día 13 de diciembre, que recayó en el poeta español afincado en Colombia Antonio Martín de las Mulas, con el poemario Viernes Santo, Pilar Galán quedó sin el anhelado premio, por lo tanto, me puse en contacto con ella para ofrecerle una publicación on-line, de la que se editan bajo demanda, puesto que un poemario de 53 poemas místicos cristianos no podían pasar al cajón de los olvidos. Por lo que se ha publicado  bajo el sello de Editorial Palmeral, de Alicante, y ya se encuentra a la venta, lo cual es una gran noticia parta la poesía mística.

Dicho esto he realizado unos buzamientos en la poesía mística y encuentro que, la poesía mística cristiana, a pesar de ser hoy día, minoritaria, aún se construye y eleva, a pesar de que tuvo su auge en el siglo XVI, en contraposición del Protestantismo, donde la lírica religiosa se separó entre la ascética y mística, en poetas y santos tan señalados como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz o Fray Luis de León. La palabra mística  tiene su origen en el verbo griego myein-encerrar, que define una práctica compleja y difícil de lograr, con el objetivo de alcanzar la unión del alma humana con lo sagrado, es aquella que expresa la unión espiritual del hombre y mujeres con Dios en un acto de contemplación interior o inmanente.  

Pero hemos de entender  lo espiritual como la relacionado con la parte inmaterial del ser humano a la que se atribuyen los sentimientos, la inteligencia y las inquietudes religiosas o no, puesto que la espiritualidad se refiere a una entidad inmaterial del individuo como el alma, pero también depende de la doctrina filosófica, principalmente moral, psíquica o cultural, que posee quien tiende a investigar o experimentar en estados superiores del ser, a través de la fuerza del anhelo en su libro Filosofía del anhelo, del que nos habla tan acertadamente el filósofo afincado en Alicante José Antonio Suárez (1921-  2013).  Porque la práctica espiritual tanto a través de la oración, como la forma de actuar o, incluso de la poesía es un buzamiento interior que nos fortalece el estilo de vida para comprender que todo está atado y bien atado y nada surge por el azar. José Ortega y Gasset hizo la siguiente declaración: «El misticismo tiende a explotar la profundidad y especula con la abismático; por lo menos, se entusiasma con las honduras, se siente atraído por ellas. Ahora bien, la tendencia de la filosofía es la dirección opuesta. No le interesa sumergirse en lo profundo, como a la mística, sino, al revés, emerger de los profundo a la superficie».

La inmanencia consiste en la propiedad por la que una determinada realidad  se investiga a través de uno mismo, hacia adentro,  agotando todos los caminos espirituales o del conocimiento de uno mismo.
Por cuestiones de espacio, me limitaré a comentar uno de los poemas del poemario La nada. ¡Qué frío de la poeta vallisoletana Pilar Galán García, que se compone de 53 poemas recogidos en tres apartados: Primero “El hombre hace oídos sordo a Dios”, segundo “Dios habla en el silencio”  y  tercero “Dios abraza nuestra soledad”. Un libro que contiene 72 páginas, con una portada del pintor Palmeral que evoca la nada del Cosmos, como si através de la portada se no abriera una ventana interior hacia el libro y a un espacio azul congelado de frío. Resalto el comentario que se hace de este poemario en la Fundación Rielo: «Se produce en esta obra un choque entre el deseo de absoluto y la desposesión, entre el ímpetu hacia Dios y la experiencia de su privación”. Efectivamente Pilar es valiente y acomete esta disciplina de hablar con lo divino con gran acierto, de alguien casi monacal.

El poema IV, de la parte primer «El hombres hace oídos sordos a Dios”, sin título, pero si tomamos como referencia el primer verso: “Creo el tiempo me ha ido enseñando”, en la segunda estrofa nos dice: “Son ese puñado de sensaciones/las que se apoderan de mí cada día/ y me hacen concebir el tiempo/como un eterno presente,/en el que Dios jamás se muda”.

Este «eterno presente» de Pilar Galán, me hace pensar a la vez en la muerte, porque nada es eterno e inmortal sino en Dios. Pero jamás pronunciemos la palabra “muerte”. Pues la muerte no existe, únicamente es una fase transitoria más de la existencia.  No debemos preocuparnos, pues solo es un temor,  un pensamiento traidor,  un encendido fuego en el alma humana.  Nuestros temores luchan contra la felicidad de nuestra existencia. Nadie nos ha susurrado que somos eternos como quien nos creó en su fuego frío del crisol de la creación. Y  vos Señor hunde en vuestro silencio de siglos que presiden la oscuridad de nuestro pensamiento laico. Como nos mienten los falsos profetas que nadan en los volcanes y vuelan entre los hielos desprendidos de los glaciares.

En el poema IX de la tercera parte “Dios abraza nuestra soledad”, donde escribe: “Yo pagué el billete de la vida/con la divisa del sufrimiento...” donde identifica su propia imagen con la imagen de Dios, supone una de las más altas visualizaciones de este poemario, pues si aceptamos el panteísmo como que todos este mundo, ha sido creado por Dios, nos hallamos antes una de las bases de la creación religiosa: “creados a su imagen y semejanza”. Somos como dijera el teólogo Teilhard de Chardin: “No somos seres humanos en busca de una experiencia espiritual, sino seres espirituales en busca de una experiencia humana” o sea, somos ángeles, al menos en nuestra alma interior. Sin embargo, a pesar de los teólogos y filósofo y de los místicos,  hemos de aclarar que espiritualidad y religión  son conceptos diferentes, la espiritualidad nada tiene que ver con el alma, sino con nuestra conciencia, que podría ser una esencia de las cosas, por eso en Derecho hablamos del espíritu de las Leyes, que es la  esencia de algo en pureza, en estado larvario. Pero el espíritu no es el viento que nos viene del Universo, sino de nuestra conciencia que nos hace distinguir entre el bien y el mal, por medio de nuestra educación.

   Y para dar por finalizada esta breve crónica, pues hablar de la esencia de este mensaje místico de Pilar Galán, nos llevaría a un discurso largo y metafísico.  Hemos de vanagloriarnos de haber rescatado La nada. ¿Qué frío de una posible destrucción u olvido, puesto que todo aquello que no se publica, queda en el eterno limbo de la oscuridad y de las sombras. Porque lo que no se puede ver o leer, en caso de los libros, no existen pasaría a un Purgatorio eterno de las biblioteca celestiales de las intenciones. Hoy de venta en Editorial Palmeral.

    Desde estas líneas deseo que Pilar Galán continúe con las creaciones de poesía mística que tanta necesidad tenemos en contactar con el Alabado a través de los inmanentes sentidos de la espiritualidad, porque los premios, sí, son económicamente rentables, pero son solamente eso: vil metal, y no tienen espíritu.

Ramón Fernández Palmeral

Para Mundiario, 31-12-2018