Comnetario crítico de: “La nada. ¡Qué frío!”: Poesía mística de Pilar Galán
La inmanencia consiste en la
propiedad por la que una determinada realidad se investiga a través de
uno mismo, hacia adentro, ahondando, agotando todos los caminos
espirituales o del conocimiento metafísico, y la poesía mística es uno de los
caminos de esa búsqueda o introspección del alma. El libro de Pilar es
inmanente y profundo.
Pilar Galán me hizo llegar la
feliz noticia de que su poemario La nada. ¡Qué frío, había quedado finalista
del en la XXXVIIIª edición del Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística,
entre diez poetas (cinco hombres y cinco mujeres) procedentes de Argentina (2),
Colombia (2), España (5) e Italia (1), seleccionadas de entre 226 poemarios de
28 países. La importancia de ser finalista en este importantísimo premio me
impulsó a editarle el poemario en mi editorial de autor Palmeral.
Tras el fallo del premio el día
13 de diciembre, que recayó en el poeta español afincado en Colombia Antonio
Martín de las Mulas, con el poemario Viernes Santo, Pilar Galán quedó
sin el anhelado premio, por lo tanto, me puse en contacto con ella para
ofrecerle una publicación on-line, de la que se editan bajo demanda, puesto que
un poemario de 53 poemas místicos cristianos no podían pasar al cajón de los
olvidos. Por lo que se ha publicado bajo el sello de Editorial Palmeral,
de Alicante, y ya se encuentra
a la venta, lo cual es una gran noticia parta la poesía mística.
Dicho esto he realizado unos
buzamientos en la poesía mística y encuentro que, la poesía mística cristiana,
a pesar de ser hoy día, minoritaria, aún se construye y eleva, a pesar de que
tuvo su auge en el siglo XVI, en contraposición del Protestantismo, donde la
lírica religiosa se separó entre la ascética y mística, en poetas y santos tan
señalados como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz o Fray Luis de León.
La palabra mística tiene su origen en el verbo griego myein-encerrar,
que define una práctica compleja y difícil de lograr, con el objetivo de
alcanzar la unión del alma humana con lo sagrado, es aquella que expresa la
unión espiritual del hombre y mujeres con Dios en un acto de contemplación interior
o inmanente.
Pero hemos de entender lo
espiritual como la relacionado con la parte inmaterial del ser humano a la que
se atribuyen los sentimientos, la inteligencia y las inquietudes religiosas o
no, puesto que la espiritualidad se refiere a una entidad inmaterial del
individuo como el alma, pero también depende de la doctrina filosófica,
principalmente moral, psíquica o cultural, que posee quien tiende a investigar
o experimentar en estados superiores del ser, a través de la fuerza del anhelo
en su libro Filosofía del anhelo, del que nos habla tan acertadamente el
filósofo afincado en Alicante José Antonio Suárez (1921-
2013). Porque la práctica espiritual tanto a través de la oración, como
la forma de actuar o, incluso de la poesía es un buzamiento interior que nos
fortalece el estilo de vida para comprender que todo está atado y bien atado y
nada surge por el azar. José Ortega y Gasset hizo la siguiente declaración: «El
misticismo tiende a explotar la profundidad y especula con la abismático; por
lo menos, se entusiasma con las honduras, se siente atraído por ellas. Ahora
bien, la tendencia de la filosofía es la dirección opuesta. No le interesa
sumergirse en lo profundo, como a la mística, sino, al revés, emerger de los
profundo a la superficie».
La inmanencia consiste en la
propiedad por la que una determinada realidad se investiga a través de
uno mismo, hacia adentro, agotando todos los caminos espirituales o del
conocimiento de uno mismo.
Por cuestiones de espacio, me
limitaré a comentar uno de los poemas del poemario La nada. ¡Qué frío de
la poeta vallisoletana Pilar Galán García, que se compone de 53 poemas
recogidos en tres apartados: Primero “El hombre hace oídos sordo a Dios”,
segundo “Dios habla en el silencio” y tercero “Dios abraza nuestra
soledad”. Un libro que contiene 72 páginas, con una portada del pintor
Palmeral que evoca la nada del Cosmos, como si através de la portada se no
abriera una ventana interior hacia el libro y a un espacio azul congelado de
frío. Resalto el comentario que se hace de este poemario en la Fundación Rielo:
«Se produce en esta obra un choque entre el deseo de absoluto y la desposesión,
entre el ímpetu hacia Dios y la experiencia de su privación”. Efectivamente
Pilar es valiente y acomete esta disciplina de hablar con lo divino con gran
acierto, de alguien casi monacal.
El poema IV, de la parte primer «El hombres
hace oídos sordos a Dios”, sin título, pero si tomamos como referencia el
primer verso: “Creo el tiempo me ha ido enseñando”, en la segunda estrofa nos
dice: “Son ese puñado de sensaciones/las que se apoderan de mí cada día/ y me
hacen concebir el tiempo/como un eterno presente,/en el que Dios jamás se
muda”.
Este «eterno presente» de
Pilar Galán, me hace pensar a la vez en la muerte, porque nada es eterno e
inmortal sino en Dios. Pero jamás pronunciemos la palabra “muerte”. Pues la
muerte no existe, únicamente es una fase transitoria más de la existencia.
No debemos preocuparnos, pues solo es un temor, un pensamiento
traidor, un encendido fuego en el alma humana. Nuestros temores
luchan contra la felicidad de nuestra existencia. Nadie nos ha susurrado que
somos eternos como quien nos creó en su fuego frío del crisol de la creación. Y
vos Señor hunde en vuestro silencio de siglos que presiden la oscuridad
de nuestro pensamiento laico. Como nos mienten los falsos profetas que nadan en
los volcanes y vuelan entre los hielos desprendidos de los glaciares.
En el poema IX de la tercera parte “Dios abraza
nuestra soledad”, donde escribe: “Yo pagué el billete de la vida/con la divisa
del sufrimiento...” donde identifica su propia imagen con la imagen de Dios,
supone una de las más altas visualizaciones de este poemario, pues si aceptamos
el panteísmo como que todos este mundo, ha sido creado por Dios, nos hallamos
antes una de las bases de la creación religiosa: “creados a su imagen y
semejanza”. Somos como dijera el teólogo Teilhard de Chardin: “No somos
seres humanos en busca de una experiencia espiritual, sino seres espirituales
en busca de una experiencia humana” o sea, somos ángeles, al menos en nuestra
alma interior. Sin embargo, a pesar de los teólogos y filósofo y de los
místicos, hemos de aclarar que espiritualidad y religión son
conceptos diferentes, la espiritualidad nada tiene que ver con el alma,
sino con nuestra conciencia, que podría ser una esencia de las cosas, por eso
en Derecho hablamos del espíritu de las Leyes, que es la esencia de algo
en pureza, en estado larvario. Pero el espíritu no es el viento que nos viene
del Universo, sino de nuestra conciencia que nos hace distinguir entre el bien
y el mal, por medio de nuestra educación.
Y para dar por
finalizada esta breve crónica, pues hablar de la esencia de este mensaje
místico de Pilar Galán, nos llevaría a un discurso largo y metafísico.
Hemos de vanagloriarnos de haber rescatado La nada. ¿Qué frío de una
posible destrucción u olvido, puesto que todo aquello que no se publica, queda
en el eterno limbo de la oscuridad y de las sombras. Porque lo que no se puede
ver o leer, en caso de los libros, no existen pasaría a un Purgatorio eterno de
las biblioteca celestiales de las intenciones. Hoy de venta en
Editorial Palmeral.
Desde estas
líneas deseo que Pilar Galán continúe con las creaciones de poesía mística que
tanta necesidad tenemos en contactar con el Alabado a través de los
inmanentes sentidos de la espiritualidad, porque los premios, sí, son económicamente
rentables, pero son solamente eso: vil metal, y no tienen espíritu.
Ramón Fernández Palmeral
Para Mundiario, 31-12-2018