La Constitución de 1978 aparenta ser un híbrido
entre el texto de 1931 y el ordenamiento jurídico-político franquista,
pero ideológicamente se acerca mucho más al primero.
27 de Diciembre de 2018 (11:50 h.)/ MUDIARIO, por Adrían Rosales Rodríguez
Este año se han cumplido cuatro décadas desde la promulgación de la actual Constitución de 1978. Su fruto fue el resultado de un amplio consenso político y social.
Si prestamos atención a sus características ideológicas, vemos como el texto actual se parece bastante a las propuestas esgrimidas por el ala derecha del PSOE: democracia representativa en forma de parlamentarismo, monarquismo, aconfesionalidad del Estado, descentralización territorial, amplio reconocimiento de derechos individuales más la defensa de la economía social de mercado.
Si echamos un vistazo a los rasgos de la Carta Magna de 1931, observamos que esta también muestra una línea ideológica parecida, salvo, principalmente, en lo relativo al carácter republicano y laicista de la penúltima Constitución. En términos consensuales, sí hay notorias diferencias entre una y otra, pues la promulgada hace ya casi ochenta y ocho años tuvo un marcado carácter izquierdista para la época.
En lo que se refiere al análisis comparativo de contextos históricos, aquí se percibe una clara analogía (la difícil situación económica de ambos momentos), pero también tres distinciones entre 1931 y 1978 a favor del último año (clima de entendimiento entre las grandes fuerzas políticas, menor conflictividad social por motivos políticos y auge de la clase media desde la década de los 60). En contraposición, la sociedad española de los años 30 era esencialmente rural, desigual y presentaba una baja cultura política democrática.
En lo que respecta al análisis comparativo de los actores políticos de los años 30 y 70, apreciamos como hace casi nueve décadas casi toda la izquierda parlamentaria, así como los centristas y los nacionalistas periféricos, aceptaban y apoyaban el régimen de 1931. Por su parte, prácticamente toda la derecha rechazaba el sistema político republicano.
Prosiguiendo con el apartado anterior, hace cuarenta años la actual Constitución únicamente recibió el rechazo: de los extremos políticos, del ala derecha de AP y del soberanismo.
Así, ambas derechas de la época eran partidarias como forma política ideal de un régimen autoritario conservador (CEDA) o bien de una democracia limitada (AP); es decir, rechazaban una plena democracia. No ocurría así en el centro ni en la izquierda representada institucionalmente de ambos períodos (con la excepción del comunista pero antisoviético POUM), defensoras de la democracia.
En relación con esto, la principal fuerza de derechas durante la II República fue la CEDA, contraria a ese régimen y desconfiada de la democracia, mientras que en 1978 la principal fuerza derechista -aunque bastante centrada- fue UCD. Si a ello le sumamos el explicado contexto de atraso social, así como el carácter excluyente de la ley fundamental de 1931, entendemos por qué fue inevitable la confrontación en los años 30, entre otras causas.
En conclusión, las constituciones de 1931 y 1978 son bastante parecidas entre sí desde el punto de vista ideológico, pero el mayor desigualitarismo de la derecha de la época, el contexto de atraso social y conflictividad, así como la actitud intransigente de la izquierda impidió el largo desarrollo cronológico de la norma de 1931. En todo caso, pasando ya a historia-ficción, lo que seguramente hubiese sido cierto es que si un dirigente socialista de los años 30 les presentase a las fuerzas de derecha una constitución exactamente igual que la de 1978, seguramente la rechazaría, ya que la asunción por el conservadurismo español de los pilares del Estado social no llegaría hasta la década de los 60, mientras que la aceptación de las bases democráticas por parte de estos no tendría lugar hasta los años 80 (cuando la dictadura era ya inaceptable en Europa occidental como régimen político).
Curiosamente la derecha conservadora actual (PP), que se muestra oficialmente equidistante entre el régimen franquista y el republicano, se encuentra hoy en día de facto bastante más cerca del segundo que del primero. @mundiario
Si prestamos atención a sus características ideológicas, vemos como el texto actual se parece bastante a las propuestas esgrimidas por el ala derecha del PSOE: democracia representativa en forma de parlamentarismo, monarquismo, aconfesionalidad del Estado, descentralización territorial, amplio reconocimiento de derechos individuales más la defensa de la economía social de mercado.
Si echamos un vistazo a los rasgos de la Carta Magna de 1931, observamos que esta también muestra una línea ideológica parecida, salvo, principalmente, en lo relativo al carácter republicano y laicista de la penúltima Constitución. En términos consensuales, sí hay notorias diferencias entre una y otra, pues la promulgada hace ya casi ochenta y ocho años tuvo un marcado carácter izquierdista para la época.
En lo que se refiere al análisis comparativo de contextos históricos, aquí se percibe una clara analogía (la difícil situación económica de ambos momentos), pero también tres distinciones entre 1931 y 1978 a favor del último año (clima de entendimiento entre las grandes fuerzas políticas, menor conflictividad social por motivos políticos y auge de la clase media desde la década de los 60). En contraposición, la sociedad española de los años 30 era esencialmente rural, desigual y presentaba una baja cultura política democrática.
En lo que respecta al análisis comparativo de los actores políticos de los años 30 y 70, apreciamos como hace casi nueve décadas casi toda la izquierda parlamentaria, así como los centristas y los nacionalistas periféricos, aceptaban y apoyaban el régimen de 1931. Por su parte, prácticamente toda la derecha rechazaba el sistema político republicano.
Prosiguiendo con el apartado anterior, hace cuarenta años la actual Constitución únicamente recibió el rechazo: de los extremos políticos, del ala derecha de AP y del soberanismo.
Así, ambas derechas de la época eran partidarias como forma política ideal de un régimen autoritario conservador (CEDA) o bien de una democracia limitada (AP); es decir, rechazaban una plena democracia. No ocurría así en el centro ni en la izquierda representada institucionalmente de ambos períodos (con la excepción del comunista pero antisoviético POUM), defensoras de la democracia.
En relación con esto, la principal fuerza de derechas durante la II República fue la CEDA, contraria a ese régimen y desconfiada de la democracia, mientras que en 1978 la principal fuerza derechista -aunque bastante centrada- fue UCD. Si a ello le sumamos el explicado contexto de atraso social, así como el carácter excluyente de la ley fundamental de 1931, entendemos por qué fue inevitable la confrontación en los años 30, entre otras causas.
En conclusión, las constituciones de 1931 y 1978 son bastante parecidas entre sí desde el punto de vista ideológico, pero el mayor desigualitarismo de la derecha de la época, el contexto de atraso social y conflictividad, así como la actitud intransigente de la izquierda impidió el largo desarrollo cronológico de la norma de 1931. En todo caso, pasando ya a historia-ficción, lo que seguramente hubiese sido cierto es que si un dirigente socialista de los años 30 les presentase a las fuerzas de derecha una constitución exactamente igual que la de 1978, seguramente la rechazaría, ya que la asunción por el conservadurismo español de los pilares del Estado social no llegaría hasta la década de los 60, mientras que la aceptación de las bases democráticas por parte de estos no tendría lugar hasta los años 80 (cuando la dictadura era ya inaceptable en Europa occidental como régimen político).
Curiosamente la derecha conservadora actual (PP), que se muestra oficialmente equidistante entre el régimen franquista y el republicano, se encuentra hoy en día de facto bastante más cerca del segundo que del primero. @mundiario