jueves, 18 de mayo de 2017

Fotos de Yegen, el pueblo del "Al Sur de Granada" de Gerald Brenan. Visita del escritor Ramón Fernández Palmeral estuve el año 2006









                        Juliana Martín Peregrina, con la que Brenan tuvo una hija llamada Mirando Helen




Al sur de ‘Al sur de Granada’


Alrededor de la obra de Gerald Brenan hay otras historias, que explican, con más o menos fortuna, el encuentro del escritor con mi tía bisabuela Juliana Martín Pelegrina en Yegen. Ahondamos en ellas o haciendo servir una metáfora, vamos más al sur.



Vista de Yegen, por Letícia Castellsaguer [CC-BY-NC-SA]

No recuerdo que hubiera una primera vez en que me hablaran sobre Al sur de Granada. La obra de Gerald Brenan era un murmullo familiar cíclico, quizá avivado por mi abuelo. Un volumen descansaba entre las novelas de misterio de Agatha Christie de mi madre, guardando para la posteridad un puñado de impresiones e historias sobre el pueblo de La Alpujarra granadina donde el escritor llegó por primera vez en 1919, Yegen, y de donde proviene mi familia.
El esfuerzo del inglés por cambiar el nombre de los yegeros en su intento de monografía antropológica no sirvió de nada; todos los nativos sabían qué personaje era quién en el pueblo, que para Brenan parecía “construido por insectos”. Y claro, el libro fue objeto de zumbidos.

Esta no es una historia de amor

En las páginas de Al sur de Granada, Brenan relata la visita de su querida Dora Carrington junto a quién acabaría siendo su esposo, Ralph Partridge, y el gran amor no correspondido de la pintora, Lytton Strachey, que era homosexual. Pero no encontraréis mención alguna al hecho que Brenan dejara embarazada a su criada, Juliana Martín Pelegrina, que tenía 15 años.
Fernando Colomo se inspiró con poco rigor en esta relación en su película Al sur de Granada, un biopic sobre el escritor y ex capitán inglés, que resulta de lo más inverosímil e insoportable para quienes hayan pasado tiempo a la sombra de Sierra Nevada. Recuerdo ver el filme con vergüenza ajena y notar que nada encajaba, ni el paisaje, ni el acento de los lugareños, ni mucho menos Verónica Sánchez como mi tía bisabuela.
No hay nada de comedia en una historia que sí bien recoge el periodista Antonio Ramos Espejo en Ciega en Granada: Murió buscando a su hija. La hija de Brenan, que incluye una entrevista íntegra con mi bisabuela que pone los pelos de punta, por su crudeza, por articular cosas que llevaban calladas, por el dolor que esconde su jerga.
Incluso hay que dudar de que hubiera amor entre la dispar pareja, por lo que puede leerse en un texto del hispanista recogido en Autobiografía: Una Vida Propia. Memoria Personal:
“Hacia medianoche fui a su habitación y me metí en la cama con ella. Estaba, o parecía estar, profundamente dormida. Traté de despertarla sacudiéndola pero no lo conseguí. Hice entonces lo que había venido a hacer -es decir, el amor- y durante todo el tiempo fingió dormir….”
Este no es el gesto más violento de Don Geraldo —así le llamaban en Yegen— hacia Juliana. Tres años después del nacimiento de la hija de ambos, Elena, éste se la llevó a Inglaterra, le cambió el nombre a Miranda Helen, su madre nunca más la volvió a ver y él se casó con otra. El pretexto era un futuro mejor para la pequeña.

Rumores y saladuras

Fue entonces cuando el cuchicheo tomó fuerza, provocando, dicen, que Juliana se marchara para instalarse en la capital, huyendo del escándalo y, seguro, de otras cosas. Los rumores cuentan que sí consiguió ver a su hija, ya de mayor, en una zapatería de Granada. Otro cotilleo afirma que incluso se la presentaron, aunque ella no confesó ser su madre. Lo único que es cierto es que Juliana se quedó ciega y con ella, todo el mundo.
Hasta que hace un par de años se reeditó Ciega en Granada y se puso una placa que recuerda a Juliana en la plaza de la Ermita, donde nunca ha habido una ermita que se recuerde. En el distintivo puede leerse que ella fue “la ‘sal’ de la vida de Gerald Brenan”. La frase es de lo más desafortunada. Ninguna mujer debería ser la ‘sal’ de la vida de ningún hombre, y de serlo, que fuera tan salada que no hubiera agua con la que se le apagara la sed.
Si bien Al sur de Granada contribuyó a que se conociera Yegen, lo hizo a costa de un retrato desviado que ha dado lugar a otros relatos disparatados, desde la película de Colomo al redactado de una placa homenaje que hace poca justicia a lo que ocurrió. En resumidas cuentas, no va haber quien acabe con el runrún.
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Buscando de Gerald Grenan al Sur.
 
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