Seguía despierto sobre la cama cuando las
luces del amanecer entraron con lentitud consciente y una mirada inquisidora en
mi habitación. Llamé por teléfono a la Guardia Civil del puerto, para
adelantarles, que en el muelle de contenedores encontrarían un hombre hecho
pedazos, y otro desaparecido en las aguas del puerto. Sería interesante que los
identificaran y se pusieran en contacto con la Cabo 1º de la P.J. de.. , para que
les tuviera al tanto. Me pidieron que me acercara a firmar una declaración.
Antes
de acudir al puerto y de que el Sr.
Ridruejo se enterara por otros conductor, al fin y al cabo siempre acababa por
enterarse de todo, me acerqué al despacho y le conté lo de mis perseguidores y
lo de los fiambres.
–No
te quiero en el caso –me ordenó el Sr. Ridruejo en un todo autoritario y
convencido de me había perdido en el caso–,
o puedes ir por ahí matando a tipos que te persiguen como en las
películas americanas.
-Pero
Sr. Ridruejo, si eran dos tíos fuertes y duros que querían matarme, ellos matar
a mí. ¿entiende? Además, se han matado accidentalmente.
–Pero
acaba la persecución con dos fiambres. No estamos en el Norte. No quiero líos
de este tipo. La agencia se verá implicada. Mi buen nombre. Manchada mi
reputación con sangre. Olvídate del caso, renunciamos a él.
–Olvidar
es un lujo al que no tengo acceso, ya quisiera yo poder olvidarme de muchas
cosas... Sabe qué le dijo, querido jefe, que si su nombre sale en la prensa o
perjudicado, yo me auto-inculpo y me auto-despido. Cuando llegan los palos es
que la película está muy próxima a su
fin. Además necesito un anticipo de tiempo.
No
había considerado la posibilidad de una respuesta negativa. Le pedí una semana
más. Si tras esa semana no conseguía nada lo dejaba. Me dio 72 horas.
Tras
dos o tres horas de declaración en el Cuartel de especialistas, el cuerpo me
pedía chocolate con churros: onzas de Valor. Mi metabolismo me pide calorías
ante las situaciones de estrés, en cambio, a otras personas, los nervios se le
meten en el estómago y no comen en tres días. Padecía un síndrome de
restitución de energías por medio de la saciedad por chocomanía.
Luego
acudí a ver a mi amigo Silva. Ya sabía
lo del puerto. Le aseguré que le contaría el caso como para rellenar la tercera
página durante varios días, con una sola condición, que no apareciera el nombre
de Ridruejo & Brother. Aceptó la condición, y le conté pormenorizadamente
la persecución. Además me interesaba que al asunto se le diera aires de
espectáculo macabro, posiblemente un ajuste de cuenta, tortura para hacer
hablar al despedazado pues de esta forma si llegaba a oídos de quien debía, me
colocaba en una situación favorable.