No
se sabe bien en esta vida en donde se puede hallar el éxito que todos
perseguimos afanosamente. Yo creo que el éxito es la felicidad, el
encontrarse bien con uno mismo, el hacer y vivir lo más aproximadamente
posible a como deseamos vivir.
Ser triunfador es, posiblemente,
alcanzar difíciles objetivos. Ser feliz es, nada más y nada menos, que
encontrarse bien con lo logrado. Eso me está sucediendo a mí. Llevo una
vida espléndida en realizaciones singulares.
Pero no sabía yo que mi
expedición « OLD SPICE 95 » a las selvas de Borneo y Nueva Guinea
pudiera nunca llegar a tener el éxito que ha alcanzando. Y todo por el
descubrimiento de los poblados de aborígenes caníbales, en las selvas
meridionales de Nueva Guinea. Cualquier estudioso de la antropología
sabe, que en aquellas latitudes, es donde pueden hallarse gentes
primitivas que no han podido modificar - por influencias externas - su
comportamiento "animal".
La constatación de esta realidad
y el relato de las peripecias vividas con aquellas gentes ha sido una
curiosa experiencia, que esta sociedad « morbosa » y especialmente
hipócrita, ha concedido una importancia excesiva, aun cuando el que
escribe comprende bien que se trata, por fin, de una noticia distinta,
libre de aspectos cotidianos de corrupciones, políticas y demás
vulgaridades. Para mí, aquellas gentes, posiblemente felices e
integradas en aquellos parajes bellos y atroces, solo son la
comprobación de que hay que respetar la variedad étnica y al fin la
biodiversidad que fue declarada en la última y famosa reunión mundial de
Río de Janeiro en 1992.
La antropofagia, también
conocida como homofagia: comer carne de la misma especie, ha sido y es
practicada por diferentes culturas a lo largo de la historia. La carne
humana, para muchos pueblos tiene la misma consideración que si fuera de
otros animales.
El hecho de que los aztecas
sacrificaran sistemáticamente a seres humanos, no debió sorprender
demasiado a los soldados de Hernán Cortés en 1519, acostumbrados a las
crueldades de la Inquisición, y a ver el sufrimiento de los condenados
al « potro » que se les quebraban los huesos por el método del
descuartizamiento.
Los dioses aztecas - también los
toltecas y mayas - devoraban seres humanos. Los sacerdotes comían
corazones humanos y bebían sangre. El historiador Fray Bernardino de
Sahagun cuenta:
"No todas las víctimas eran prisioneros de guerra. También se sacrificaba una cantidad considerable de esclavos...
"No todas las víctimas eran prisioneros de guerra. También se sacrificaba una cantidad considerable de esclavos...
“... Y vimos que llevaban por
la fuerza a nuestros compañeros, que los subían a sacrificar... y les
ponían plumajes en las cabezas, y como con unos navajones de pedernal
les aserraban los pechos y les sacaban los corazones buyendo, y se los
ofrecían a sus ídolos. Los cuerpos los tiraban después por las gradas de
las pirámides, y abajo los aguardaban otros indios que les cortaban los
brazos y las piernas, trasladando los cuerpos hasta las casas " capulli
" en donde dividían los restos... "
"Después del sacrificio los guerreros celebraban un gran festín con muchas danzas, ceremonias y canibalismo... "
Diego Duran dice que la receta favorita era un estofado humano condimentado con pimientos y tomates. Comían carne humana para conseguir proteínas animales.
Diego Duran dice que la receta favorita era un estofado humano condimentado con pimientos y tomates. Comían carne humana para conseguir proteínas animales.
La antropofagia no fue una
invención religiosa. Parece ser que se practicaba de forma natural en
determinadas culturas primitivas en distintos puntos de la Tierra. En
América desde Brasil hasta los Lanos, las sociedades indoamericanas
sacrificaban ritualmente víctimas humanas. Y en las aldeas, después de
los combates y la muerte ritual, se producía la ingesta colectiva de la
totalidad del cuerpo de la víctima.
En la isla de Borneo hasta que
llegaron a principios de este siglo los colonizadores, en los mercados
se vendía carne humana para el consumo. En esos días los medios de
información divulgaron largamente los resultados de la expedición « OLD
SPICE » narrando mis peripecias en Borneo y Nueva Guinea, que, en esta
última isla, se sigue practicando la antropofagia sin ninguna conciencia
de culpa. E incluso los “asmat”, cultura más desarrollada que los
“korowais”, “konwais” y otras muchas etnias y tribus de la misma región,
siguen siendo “cortadores de cabezas" de enemigos, y consumiendo su
carne como acredita su costumbre.
La tradición freudiana sostiene
que el sacrificio y el canibalismo son expresiones de instintos de
agresividad y amor. Amor y odio. Eli Sagan dice que el canibalismo es la
forma fundamental de la agresividad humano, un compromiso entre el amor
y la muerte.
La antropofagia ritual, el
endocanibalismo, el exocanibalismo, el canibalismo bélico, el
canibalismo famélico, son solo algunas de sus clasificaciones, en estos
complejos reductos de la mente primitiva, aún presente en los hombres
del siglo XXI.
Ojalá todos los « canibalismos »
sean como los de los sencillos aborígenes desnudos y arborícolas de las
selvas remotas de Nueva Guinea, y no como los que se practican en esta
sociedad que algún político actual, posiblemente influenciado por las
crónicas de esta expedición, ha calificado también de
« canibalismo político ».
« canibalismo político ».
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