viernes, 13 de noviembre de 2015

La vida es un infierno sin ti. relato corto



Desde la ventanas de uno de los cuartos que daban a la calle se podía leer un grafitti en la pared de enfrente: “El camino es un infierno sin ti, te quiero, Herpi, te espero”, pintado con pintura blanca sobre un muro de ladrillo visto que marca el espacio de un local en venta.   Sobre el graffiti o letrero he de contar que todos los vecinos lo respetamos porque tiene un mensaje de amor y esperanza, sin esperanza no se puede vivir. Me parece que el tal Herpi (nombre extranjero) sufre desesperadamente. Ese Herpi era yo en Piedrabuena cuando no podía estar cerca de mi Carmela.  Porque mi vida era in infierno sin ella. Observé por casualidad que un hombre joven llegaba con una moto y se paraba todo los días bajo el letrero a distintas horas, tanto por la mañanas como por la tardes.  Una mañana en la que  vi al misterioso joven parado frente al graffiti como era de que costumbre, bajé y me acerqué al letrero disimuladamente, el hombre cabalgara ya sobre los treinta, cabello sano abundante, nariz helénica, esperaba  en la esquina a modo de los espías, me acerqué a él  ¿quién sería este poeta, no le parece una frase muy bonita?, comenté con intención de sonsacarle algo.  Yo soy Herpi, me contestó el hombres seguida de una explicación, es un diminutivo de Ulpiano, en el colegio empezaron a llamarse Erpi y yo le coloqué la “h”, por eso de la novedad de la firma cuando una empieza a probar garabatos.  Con un renovado interés insistí ¿quién escribió esta frase?  Rápidamente respondió no lo sé, ya quisiera yo saberlo, y con cierta pena, no vinculante, añadió:
–Creo, que debió ser una chica enamorada de mí, he estado viniendo muchos días a todas horas durante tres años, pero no ha aparecido la autora del mensaje de esa letra y de esa frase que me intriga y me preocupa, y me ha hecho llegar a la soltería, y es que no me deja dormir, espero, vengo y nada, no aparece.     
  El joven continuó sucesivos días parándose allí a repostar sentimientos a la esquina sentimental, hasta que tiraron los ladrillos del local vacío para hacer una Farmacia y el letrero ha  quedado solo en mi memoria.

Ramón Fernández Palmeral

2000. Alicante