martes, 10 de noviembre de 2015

Tres minirrelatos de moscas



 Conozco varios mini relatos de  moscas inteligentes. Una de ella una mosca y un burro. “Atrapada una mosca en la jaula de la boca del burro, ésta le lisonjeó ¿qué dientes más bonitos tienes?, el burro abrió la boca para darle las gracias y la mosca se escapó.”
  También he leído otro gracioso mini-relato de una mosca parlante que al ser atrapada en la mano de un campesino, ésta le dijo: “no me mates soy la única mosca que sabe hablar, mi nombre es Hida”, y cuando el campesino abrió la mano asombrado de lo que oía, la mosca se fue volando, pero confundida entre todas la moscas el campesino cuando veía una mosca le preguntaba ¿tú eres Hida?, y  no se atrevió a matar ninguna mosca más, por si era Hida, la mosca parlante.
 Como en los campos las moscas son epidemia existen muchas historietas de moscas y humanos. Una vez atrapé una mosca en mi mano veloz como una chispa, ella volaba dentro haciéndome cosquillas, hasta que no la oí, la creí muerta, abrí la mano y estaba en mi palma de la mano boca arriba con sus patitas temblando y su alitas transparentes como de ángel pegadas al sudor de mi mano, la llevé a la calle para verla bien en el sol, estaba muerta del susto, pero cuando le dio un rayito de sol se despabiló y salió volando, la muy sinvergüenza me había engañado con el recurso más viejo del mundo: hacerse el muerto para que el depredador desista de matar. 
        En el invierno las moscas se hacen invisibles porque comen flores del olvido que nadie puede ver sino ellas.  Yo comí de esa flor y estuve invisible casi cuatro días, sin poderme hacer presente.  Lo malo de ser invisible es que escuchas lo que hablan de ti sin que puedas defenderte ni intervenir. En verano se usaban en los cortijos unos mosquiteros hechos de una cinta con  liga donde se pegaban a cientos y luego que quitaba la cinta y se ponía otras, pero al vivir con animales domésticos, cuadras y semovientes, era imposible acabar con ellas. 

Ramón Fernandez Palmeral