Por Ramón Fernández Palmeral
Recordando algunas lecturas sobre La Semántica que no es otra cosa es el estudio del sentido de las palabras, de cuyos tema hay una extensa bibliografía de la cual no me voy a ocupar aquí, sino de extraer algunas notas o razonamientos prácticos para escribir mejor y que nuestro lector entienda y comprenda lo que nosotros escribimos porque la escritura no es otra cosa sino un código de signos convencionales, palabras como emblemas, símbolos o estímulos de un acuerdo entre los hablantes de un idioma, que comprendemos a través de la conductividad y de la observación del mismo mundo que percibimos.
Para ello hay que tener muy en cuenta unos principios fundamentales y saber que:
LENGUAJE. Sistema de signos que nos sirven para comunicar nuestras ideas y sentimientos, evocando (traer a la memoria) en la mente de otra persona las imágenes conceptuales y complejas que se forman en nuestra propia mente. Por ello nos ha de quedar evidentemente y claro que las palabras NO transmiten las cosas, sino la imagen de la cosas, es decir, que la palabra evoca el sentido de la cosa, y el sentido de la cosa evoca las palabras, por ello el lenguaje es recíproco y bipolar, una doble articulación de las asociaciones de las ideas.
No sabemos muy bien cual es el proceso psíquico que logra esta maravilla de la comunicación entre las personas, pero la poseemos como seres inteligentes que somos.
Partiendo de estos principios lógicos y que hemos de comprender su mecánica, continuaremos con otros puntos.
DOBLE FUNCION DEL LENGUAJE: Si hemos visto que el lenguaje tanto hablado como escrito, sirve para comunicar conceptos y evocar en la mente del interlocutor las imágenes que se forman en la nuestra, es lógico articular esta maravilla de mecanismo psicológico a nuestros intereses de escritor, que comunicaremos mensajes don doble intención, o sea, la de conseguir que el lector reaccione según nuestros deseos, obtener respuestas a lo que preguntamos, o inducimos o damos a entender, pero para ello hemos de darle información, ser sus confidentes, sus chivatos.
Porque según el modo en que dominemos el arte de escribir conseguiremos preocupar, indagar, incordiar, hacer llorar o reír a nuestro antojo. Este dominio empieza por tratar de hablar con claridad, exponer nuestras argumentos con precisión ayudará luego a escribir también con claridad. Si nosotros decimos que temenos un coche y ya está, el lector no sabe cómo es ese coche. Nos falta decir la marca y el modelo, también el color, o cómo es la tapicería interior, así y todo no puede ver el coche pero posee una gran aproximación.
Para conseguir estos efectos hay que conocer muy bien la regla de los signos para comunicar: pasión, fervor, colorido, atmósfera, ambiente, urgencia, angustia... Porque la palabra no es la cosas sino lo que indirectamente evoca o el rector recordará al decir de nosotros. Comunicamos conceptos que es le caso de la poesía, y luego el lector descibra en su mente los concpetos recibidos, o las palabras asociadas o asociativas
VALORES EXPRESIVOS: Lo novatos en la escritura suelen generalizar cuando quieren comunicar. Suelen decir esto es maravilloso, genial, estupendo interesante, cuando en realidad esto no significa nada. Para decir que una cosas es maravillosa hemos de emplear más palabras, un día no puede ser simplemente bonito y se acabó, en cambio sí podemos decir: «El sol reverbera en los cristales, la flores abrieron su caritas, la mar se puso de un violeta violento, la gente caminaba en mangas cortas, los perros orinaban al pie de las cornisas y un olor a pinos entraba por los sentidos...» He aquí el lenguaje literario escrito, diferente al oral, más pobre y decadente cada vez.
Por ello, según los lectores que hemos elegido así les hablaremos, no es lo mismo un lenguaje para un público infantil, adolescente, técnicos en informática o un grupo de agricultores o ganaderos. Hay que tener muy en cuenta los calores socio contextúales de nuestros interlocutores porque si fallas los signos que emitimos, los resultados variarán. Porque cada palabra contiene cuatro tipos de asociaciones: sentido base, valor expresivo, sentido contextual y valor sociocultural. Por ello es necesario dominar bien el diccionario y conocer bien las acepciones de una palabra. por ejemplo la palabra: discutir, tiene varias acepciones, como examinar con cuidado o hablar para llegar a un acuerdo.
El escritor ha de ser un experto en palabras o mejor dicho un mago de las palabras con la que juega sin darnos cuenta de que es mejor jugador que nosotros. Por ello la retórica, la paciencia en el expresarse, el rectificar y el recomponer frases para buscar sentidos determinados es oficio que al que no podemos renunciar, la ayuda posterior del estudio de los términos estilísticos: metáforas, sinécdoques, metonímica, alegoría, hipérbaton..., son herramientas básicas del escritor.
LA POESÍA. Como a la poesía se le considera el arte del lenguaje que explota las virtudes de representación del mundo de los sentimientos, a través de una compleja red de mecanismos: conceptos, asociaciones, abstracción, música, ritmos y evocaciones en la mente del lector, estos ejercicios siempre son recomendables para quienes empiezan a escribir, ha sido siempre anteriores a una obra narrativa. Por ello el ejercicio de la poesía es imprecindible para empezar a escribir con cierto estilo personal.
En definitiva hemos de ser lógicos y tener claro que nuestro lector verá por donde nosotros le llevemos, somos sus lazarillos, y si somos buenos lazarillos él verá colores, luz, pasión o sentimiento si se lo explicamos bien, con acumulación de detalles, no seamos concisos en literatura, otra cosa es redactar un contrato o un informe. Está prohibido empezar un texto pidiendo excusas y diciendo que eres un afincinado, un escritor a tiempo parcial.