miércoles, 8 de enero de 2025

50 años sin Franco. Dolores Ibárruri Gómez, "La Pasionaria"/ Líder del Partido Comunista en la Guerra Civil

 

Dolores Ibárruri Gómez, "La Pasionaria"/ Líder del Partido Comunista en la Guerra Civil
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50 años sin Franco. Tiempo para recordar:

 

Cuando Franco despidió a la Legión Cóndor

Franco habla de las “heroicas hazañas” realizadas por la aviación alemana en España y de la sangre vertida.
Francisco Franco en León en la despedida a la Legión Cóndor del 22 de mayo de 1939.
Francisco Franco en León en la despedida a la Legión Cóndor del 22 de mayo de 1939.

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Terminada la Guerra Civil, la Legión Cóndor regresó a Alemania. Franco dedicó a sus aliados un discurso en mayo de 1939. El fragmento del mismo que aquí exponemos es un texto significativo que nos permite comprobar la enorme importancia que esta unidad militar tuvo en la guerra civil. El dictador español era consciente de esta importancia y expresaba su agradecimiento al propio Hitler:

"Esta afinidad en el pensamiento, ahora y en los tiempos pasados, resurge en sacrificio vuestro, en vuestras heroicas hazañas, en estas hazañas escritas en tierra española, donde tanta sangre ha sido vertida, donde tanta sangre habéis dejado, y donde, al brotar esta primavera las flores y las amapolas de la Paz, reconocemos a nuestros camaradas alemanes y a vuestra Nación y al Führer, el gran conductor de vuestro pueblo. Y no fue sólo esto, no fueron sólo vuestros sacrificios en los campos de batalla. Disciplinados vinieron también los artífices de los motores, vinieron los forjadores del acero a darse la mano con nuestros obreros, a hablarles de trabajo y también de una alegría. En esto hay también un sentimiento en nuestra patria, hay ese sentimiento de grandeza que forma los pueblos (...).

Yo quiero deciros hoy, en los momentos de gloria y de triunfo que siento el orgullo de haber tenido este conjunto de jefes, oficiales y soldados a mis órdenes. Y lo mismo que tenemos una infantería, una caballería y una artillería que han formado a vuestro lado, siento el orgullo de que hayáis estado en España y siento el orgullo de haberos mandado"

Franco aludía a su papel de jefe de la propia Legión, por lo que como tal, sería responsable de todas esas "hazañas", incluida la de Guernica

Además de lo expuesto sobre el agradecimiento, es importante destacar que Franco habla de las “heroicas hazañas” realizadas por la aviación alemana en España y de la sangre vertida. Debemos recordar que la Legión Cóndor bombardeó muchas ciudades españolas, junto con las aviaciones italiana y franquista y, efectivamente, se vertió mucha sangre de españoles y españolas. Franco constata una realidad innegable, aunque, por supuesto, considera esas acciones como hazañas.

Por otro lado, Franco aludía a su papel de jefe de la propia Legión, por lo que como tal, sería responsable de todas esas "hazañas", incluida la de Guernica, por mucho que la propaganda franquista inventara y propagara versiones inverosímiles sobre aquel terrible episodio. Franco dejaba muy claro que era el jefe de todas las unidades militares, incluida la Legión Cóndor, aspecto que debemos relacionarlo también con las tensiones que siempre hubo con los aliados de los sublevados que, sin negar la ayuda, siempre intentaron tener su propio espacio de maniobra.


Nota.- el texto está sacado de la obra de Vilanova, F., 1939. Una crónica del año más terrible de nuestra historia, Barcelona, Península, 2007, págs. 49 y 50. El autor consultó el texto en la edición de "La Vanguardia Española" de 23 de mayo de

sábado, 4 de enero de 2025

Los crímenes del Frente Popular en el invierno del 36, antes de la guerra civil

 

El invierno sangriento de 1936 del Frente Popular. (EL PSOE celebra los 50 años de la muerte del dictado Franco)

El PSOE ignora lo que pasó tras ganar irreguarrmente la elecciones en febrero del 36 el Frente Popular de Manuel Azaña. En los primeros meses de la Guerra Civil española, El Frente Popular aprovechando el desorden y la impunidad y caos que se adueñaron de Madrid, se procedió a matar cientos de militares, civiles y a muchachos derechas y de acción católica por el simple hechos de llevar al cuello una cruz. Varios documentan apuntan a quiénes fueron los responsables de aquellas célebres «sacas».
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Primeros «paseos»

Cuando el Ejército de África aún no amenazaba Madrid, ya se cometieron numerosos asesinatos de los madrileños que no se mostraban partidarios del Frente Popular. Tras el asesinato de los defensores del Cuartel de la Montaña comienzan las primeras sacas y paseos que se llevarán por delante la vida del diputado Melquiades Álvarez -el héroe de la aviación y falangista Ruiz de Alda y el hijo del dictador Jose Antonio Primo de Rivera fusilado por los republicanos el 29 de noviembre del 36 en Alicante)y hermano del fundador de FE de las JONS Fernando Primo de Rivera. Criminales por delitos comunes como García Atadell fundarán checas y pequeñas milicias que se dedicaran a robar y asesinar a cualquiera que pudiera proporcionales un buen botín o tenga aspecto de fascista. La llegada a los arrabales de Madrid de los militares sublevados, llevó a que el responsable como Consejero de Orden Publico de la Junta Defensa, el antiguo socialista y recién afiliado al partido comunista Santiago Carrillo y su más directo colaborador, el director general de Seguridad Segundo Serrano Poncela y el taciturno y cruel, también comunista, José Cazorla planificasen la eliminación de una enorme masa de presos políticos detenidos desde antes del 18 de julio. Coordinándose con las milicias anarquistas de Madrid llevaron adelante el asesinato, primero en las tapias del cementerio de Aravaca, luego en Torrejón de Ardoz y, finalmente, en Paracuellos del Jarama, de varios miles de españoles.
En una entrevista de 1986, citada por Paul Preston, el agente soviético en el Madrid de 1936 Grigulevich cuenta cómo estuvo al mando de una brigada a las órdenes de Carrillo. Más de 20.000 madrileños fueron asesinados en estos meses.

El 18 de octubre de 1936, el presidente de la II República española, Manuel Azaña, abandonaba Madrid para trasladarse a Valencia ante las noticias de que el Ejército de África avanzaba sobre la ciudad. El 3 de noviembre, legionarios y regulares estaban en la Cuesta de Las Perdices junto a las vallas de la Casa de Campo. El 6 de noviembre, Largo Caballero y sus ministros huían convencidos de que la ciudad caería en pocas horas hacia Valencia. En Madrid, las milicias anarquistas desfilaban gritando «¡Viva Madrid sin Gobierno!», mientras los comunistas se preparaban para tomar el poder. El general Miaja quedó encargado de la defensa de la capital. Nacía la Junta de Defensa que, contra todo pronóstico, logrará defender la ciudad hasta casi el último día de la guerra, en la primavera de 1939. El Madrid del años 1936 era una ciudad en la que primero el gobierno había perdido el control. Las milicias del Frente Popular imponían su propia ley por medio de la violencia indiscriminada. Proliferaban las «checas», cárceles privadas en las que se cometían todo tipo de tropelías y que convivían con las grandes prisiones en un ambiente de alegalidad.

Primeros «paseos»

Cuando el Ejército de África aún no amenazaba Madrid, ya se cometieron numerosos asesinatos de los madrileños que no se mostraban partidarios del Frente Popular. Tras el asesinato de los defensores del Cuartel de la Montaña comienzan las primeras sacas y paseos que se llevarán por delante la vida del diputado Melquiades Álvarez, el héroe de la aviación y falangista Ruiz de Alda y el hijo del dictador y hermano del fundador de FE de las JONS Fernando Primo de Rivera. Criminales por delitos comunes como García Atadell fundarán checas y pequeñas milicias que se dedicaran a robar y asesinar a cualquiera que pudiera proporcionales un buen botín o tenga aspecto de fascista. La llegada a los arrabales de Madrid de los militares sublevados, llevó a que el responsable como Consejero de Orden Publico de la Junta Defensa, el antiguo socialista y recién afiliado al partido comunista Santiago Carrillo y su más directo colaborador, el director general de Seguridad Segundo Serrano Poncela y el taciturno y cruel, también comunista, José Cazorla planificasen la eliminación de una enorme masa de presos políticos detenidos desde antes del 18 de julio. Coordinándose con las milicias anarquistas de Madrid llevaron adelante el asesinato, primero en las tapias del cementerio de Aravaca, luego en Torrejón de Ardoz y, finalmente, en Paracuellos del Jarama, de varios miles de españoles.
En una entrevista de 1986, citada por Paul Preston, el agente soviético en el Madrid de 1936 Grigulevich cuenta cómo estuvo al mando de una brigada a las órdenes de Carrillo. Más de 20.000 madrileños fueron asesinados en estos meses.
 
La Matanza de Paracuellos
 
 Cerca de la localidad de  Paracuellos se produjo el fusilamiento de más de 4.500 hombres, de los que un 25% eran militares, entre el 50 y 60% civiles y el resto frailes y curas. Entre esos asesinatos más de 300 eran adolescentes. Entre estos muertos existen 105 beatos pendientes de su canonización por no renunciar a su fe católica. Los asesinatos fueron una operación en la que el general Miaja dejó hacer, dado que si quería defender Madrid no podía enfrentarse a comunistas y anarquistas. El historiador Jorge Martínez Reverte ha encontrado las actas de una reunión entre el Partido Comunista y los responsables de las milicias anarquistas en la que se acuerda el modo de realizar las «sacas» y el traslado hasta Paracuellos de presos. Las actas van firmadas por Ricardo Amor Nuño, uno de los anarquistas más importantes de Madrid. En ellas se cuenta cómo se acordó que los comunistas sacasen a los presos de las grandes cárceles y que los anarquistas facilitarían el viaje.
Todo esto ocurría ante los ojos de los madrileños, que veían cruzar los convoyes por la calle de Alcalá. El cónsul noruego Félix Schlayer fue testigo. Amigo del ex ministro de Alfonso XIII Ricardo de la Cierva, se fue a interesar por su situación, ya que había sido detenido. Habló con Miaja y poco después con Santiago Carrillo, garantizándole ambos que De la Cierva estaba bien. Mientras mantenía una charla con Carrillo, De la Cierva estaba siendo enterrado en una fosa común en Paracuellos. Había sido asesinado unas horas antes, ya que su nombre se encontraba en una de las listas en las que constaban los presos que iban a ser asesinados. El anarquista Melchor Rodríguez, responsable de prisiones durante unos días, puso freno a sus compañeros de la CNT-FAI e impidió que Carrillo y Serrano Poncela continuasen con su plan. Pero en el Madrid de 1936 imperaba la ley del más fuerte, y las sacas a Paracuellos volvieron a reanudarse. Rodríguez salvo muchas vidas. Al acabar la guerra salió de la cárcel y a su entierro en 1972 asistieron generales y políticos falangistas como Muñoz Grandes. Su muerte parecía indicar que las heridas de la guerra se comenzaban a cerrar, pero no era cierto.

La lógica del exterminio

Desde la Revolución Rusa, Lenin y sus colaboradores formularon la necesidad de eliminar a los enemigos de la revolución. Sobre esta premisa los comunistas, desde 1917 y hasta muy avanzado el siglo XX, procedieron de forma fría a la eliminación de sus enemigos. En 1939, en Katyn asesinaron a más de 22.000 polacos. En la URSS, Stalin asesinó a 20 millones de rusos mientras que Mao eliminó a 65 millones de sus compatriotas. El Che Guevara tiene sobre su conciencia el asesinato directo de más de 2.000 personas. En menos de cien años, los comunistas han masacrado en nombre de la libertad a 100 millones de seres humanos.

martes, 1 de octubre de 2024

La II República Española y Lázaro Cárdenas vive en el corazón de hombres y mujeres

 

Lázaro Cárdenas y su compromiso con la II República Española

La II República Española y Lázaro Cárdenas vive en el corazón de hombres y mujeres que lucharon y siguen luchando para que la justicia y dignidad de los pueblos no sea un mero adorno estético en las declaraciones de principios, sino la razón de ser de la humanidad.
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Lázaro Cárdenas

Los republicanos españoles siempre estuvieron agradecidos a México y a Lázaro Cárdenas, un presidente que supo entender lo que estaba sucediendo en la España de la II República. El Presidente Cárdenas vio cómo la guerra había prendido en España después de un intento fallido de golpe de Estado. En aquellos trágicos momentos, su principal pensamiento fue para la infancia e hizo un ofrecimiento al Presidente de la II República Española: “Traigan los niños para acá”. Azaña agradeció tan noble gesto. El gobierno de Cárdenas fue fiel a la II República Española y lo demostró en todo momento. Según avanzaba la guerra en España, el gobierno de Cárdenas fue abriendo las puertas de México; y mujeres y hombres se abrazaron a la tierra que les acogía. Lázaro Cárdenas bien sabía el valor de la II República Española al enfrentarse al caciquismo que impedía vivir dignamente a las clases populares. Él también tuvo que hacerlo para arrancar México de las garras de quienes habían exprimido sus recursos naturales durante tanto tiempo.

El verano de 1936, España estaba ya frente a la barbarie fascista que recorría el continente europeo. El acuerdo de “No injerencia” de los países europeos la dejaron sola ante el peligro que se cernía sobre la humanidad: primero España, después Europa y más tarde el resto de continentes. El Presidente Azaña alzaba su dolida voz ante la Sociedad de Naciones esperando una respuesta que pusiera fin a lo que ocurría en nuestro país, pero ésta mostró su inoperancia: como el gobernador der Judea, Poncio Pilatos, ante el proceso de Jesús, el organismo internacional, alegando el Tratado de no intervención, se lavó las manos. Decepción, impotencia, rabia. ¿Qué sintió el Presidente Azaña aquel 18 de julio de 1937 cuando pronunció su discurso sobre lo ocurrido en La Sociedad de Naciones, en la Universidad de Valencia?:

A la Sociedad de Naciones fue la República, pero no fue a pedir, ni tenía porqué, que la Sociedad de Naciones le resolviera el problema, que es de su pura y estricta competencia y más fácilmente domeñable por él. Fuimos a la Sociedad de Naciones pretendiendo que esta Asamblea de derecho y guardián de los derechos de los pueblos allí congregados se enterase de que un Estado miembro de la Sociedad de Naciones estaba invadido por otros Estados, dos de los cuales, por lo menos, son también miembros de la Sociedad de Naciones. A esto fuimos a Ginebra. Fuimos allí y hemos vuelto y volveremos a ir, porque nos creímos entonces, nos creemos aún, que para ser oídos en el templo de la paz sea menester entrar en él haciendo ruido de guerra, porque no hemos creído ni creemos aún que para que le reconozcan a uno su derecho en aquella Asamblea-donde no se debe abrir la boca más que para invocar el derecho, porque a él debe la existencia, sea preciso entrar amenazando con que uno se va a tomar por la fuerza su derecho si no se lo reconocen, porque no creíamos ni creemos aún que la Sociedad de Naciones se haya convertido en una especie de Congreso de Viena de larga duración, manejado entre bastidores por dos o tres potencias, y en el cual los pequeños hacen un papel de comparsa; y hemos de ir a la Sociedad de Naciones porque hemos creído y seguimos creyendo que los pueblos de menor fuerza, los Estados de segundo orden– que además son la mayoría –tienen allí algo que hacer, que no consiste en contar las horas que les faltan para padecer ellos mismos la misma suerte que está padeciendo España.

Por eso hemos ido a la Sociedad de Naciones, porque creíamos esto. No se negará que nuestra fe es robusta. La Sociedad de Naciones, cuando acudió por primera vez España con este problema, no estaba enterada ni sabía que España estaba invadida por otros Estados miembros de la Sociedad. No lo sabía... Después de todo, si no lo sabía, ¿qué iba a hacer? A lo mejor, la invasión era una invención de los “rojos”; no había nada qué hacer como no fuera a enterarse. Han pasado meses; el gobierno español, los gobiernos españoles, unos tras otros, han vuelto allí a hacer oír su voz, y la Sociedad de Naciones ya se ha enterado, ya sabe que un Estado miembro de ella está invadido por ejércitos de otros Estados; se ha probado irrefutablemente, y la Sociedad de Naciones, después de hacer constar en una resolución solemne que en España hay tropas extranjeras que hacen la guerra al gobierno legítimo, acordó traspasar el asunto al Comité de No-intervención que funciona en Londres. Nuestra fe es robusta ante esta prueba”.

Y ante aquella soledad apareció el Presidente Cárdenas, el hombre que supo estar al lado de la II República Española. Allí tuvieron cobijo los intelectuales que antepusieron la razón al servilismo y a la barbarie; el gobierno de Cárdenas abrió los brazos a quienes no podían vivir bajo la bota de la dictadura franquista. Hoy, cuando desde las catacumbas del franquismo se alzan voces que invocan aquel tiempo, cuando emerge la sinrazón y los puños para frenar las libertades civiles y los derechos sociales, cuando desde la iglesia  quieren gobernar nuestras vidas y conciencias, es necesario el recuerdo, porque el olvido es no ser, no haber sido. La II República Española y Lázaro Cárdenas vive en el corazón de hombres y mujeres que lucharon y siguen luchando para que la justicia y dignidad de los pueblos no sea un mero adorno estético en las declaraciones de principios, sino la razón de ser de la humanidad.

Lázaro Cárdenas nació en Jiquipán de Juárez (Michoacán), en 1895. Tomó parte en la revolución contra Victoriano Huertas y prestó servicios al gobierno de Obregón. En 1928 fue elegido gobernador constitucional de su estado natal. Durante su mandato se hizo muy popular en todo México; cargo que terminó en 1932. Presidente del Partido Popular Revolucionario, fue elegido Presidente de la República mexicana en el periodo 1934-1940. Durante su mandato se nacionalizaron las compañías petroleras extrajeras que se habían instalado en México. Más tarde, Cárdenas fue secretario de Defensa hasta 1945. Murió en 1970.

Teresa Galeote Dalama