El invierno sangriento de 1936 del Frente Popular. (EL PSOE celebra los 50 años de la muerte del dictado Franco)
El PSOE ignora lo que pasó tras ganar irreguarrmente la elecciones en febrero del 36 el Frente Popular de Manuel Azaña. En
 los primeros meses de la Guerra Civil española, El Frente Popular aprovechando el 
desorden y la impunidad y caos que se adueñaron de Madrid, se procedió a matar 
cientos de militares, civiles y a muchachos derechas y de acción católica por el simple hechos de llevar al cuello una cruz. Varios documentan apuntan a 
quiénes fueron los responsables de aquellas célebres «sacas».

Primeros «paseos»
Cuando el Ejército de África aún no 
amenazaba Madrid, ya se cometieron numerosos asesinatos de los 
madrileños que no se mostraban partidarios del Frente Popular. Tras el 
asesinato de los defensores del Cuartel de la Montaña comienzan las 
primeras sacas y paseos que se llevarán por delante la vida del diputado
 Melquiades Álvarez -el héroe de la aviación y falangista Ruiz de Alda y
 el hijo del dictador Jose Antonio Primo de Rivera fusilado por los republicanos el 29 de noviembre del 36 en Alicante)y hermano del fundador de FE de las JONS Fernando 
Primo de Rivera. Criminales por delitos comunes como García Atadell 
fundarán checas y pequeñas milicias que se dedicaran a robar y asesinar a
 cualquiera que pudiera proporcionales un buen botín o tenga aspecto de 
fascista. La llegada a los arrabales de Madrid de los militares 
sublevados, llevó a que el responsable como Consejero de Orden Publico 
de la Junta Defensa, el antiguo socialista y recién afiliado al partido 
comunista Santiago Carrillo y su más directo colaborador, el director 
general de Seguridad Segundo Serrano Poncela y el taciturno y cruel, 
también comunista, José Cazorla planificasen la eliminación de una 
enorme masa de presos políticos detenidos desde antes del 18 de julio. 
Coordinándose con las milicias anarquistas de Madrid llevaron adelante 
el asesinato, primero en las tapias del cementerio de Aravaca, luego en 
Torrejón de Ardoz y, finalmente, en Paracuellos del Jarama, de varios 
miles de españoles.
En una entrevista de 
1986, citada por Paul Preston, el agente soviético en el Madrid de 1936 
Grigulevich cuenta cómo estuvo al mando de una brigada a las órdenes de 
Carrillo. Más de 20.000 madrileños fueron asesinados en estos meses.
El 18 de octubre de 1936, el presidente de la II 
República española, Manuel Azaña, abandonaba Madrid para trasladarse a Valencia ante las noticias 
de que el Ejército de África avanzaba sobre la ciudad. El 3 de 
noviembre, legionarios y regulares estaban en la Cuesta de Las Perdices 
junto a las vallas de la Casa de Campo. El 6 de noviembre, Largo 
Caballero y sus ministros huían convencidos de que la ciudad caería en 
pocas horas hacia Valencia. En Madrid, las milicias anarquistas desfilaban gritando 
«¡Viva Madrid sin Gobierno!», mientras los comunistas se preparaban para
 tomar el poder. El general Miaja quedó encargado de la defensa de la 
capital. Nacía la Junta de Defensa que, contra todo pronóstico, logrará 
defender la ciudad hasta casi el último día de la guerra, en la 
primavera de 1939. El Madrid del años 1936 era una ciudad en la que 
primero el gobierno había perdido el control. Las milicias del Frente 
Popular imponían su propia ley por medio de la violencia indiscriminada.
 Proliferaban las «checas», cárceles privadas en las que se cometían 
todo tipo de tropelías y que convivían con las grandes prisiones en un 
ambiente de alegalidad.
Primeros «paseos»
Cuando el Ejército de África aún no 
amenazaba Madrid, ya se cometieron numerosos asesinatos de los 
madrileños que no se mostraban partidarios del Frente Popular. Tras el 
asesinato de los defensores del Cuartel de la Montaña comienzan las 
primeras sacas y paseos que se llevarán por delante la vida del diputado
 Melquiades Álvarez, el héroe de la aviación y falangista Ruiz de Alda y
 el hijo del dictador y hermano del fundador de FE de las JONS Fernando 
Primo de Rivera. Criminales por delitos comunes como García Atadell 
fundarán checas y pequeñas milicias que se dedicaran a robar y asesinar a
 cualquiera que pudiera proporcionales un buen botín o tenga aspecto de 
fascista. La llegada a los arrabales de Madrid de los militares 
sublevados, llevó a que el responsable como Consejero de Orden Publico 
de la Junta Defensa, el antiguo socialista y recién afiliado al partido 
comunista Santiago Carrillo y su más directo colaborador, el director 
general de Seguridad Segundo Serrano Poncela y el taciturno y cruel, 
también comunista, José Cazorla planificasen la eliminación de una 
enorme masa de presos políticos detenidos desde antes del 18 de julio. 
Coordinándose con las milicias anarquistas de Madrid llevaron adelante 
el asesinato, primero en las tapias del cementerio de Aravaca, luego en 
Torrejón de Ardoz y, finalmente, en Paracuellos del Jarama, de varios 
miles de españoles.
En una entrevista de 
1986, citada por Paul Preston, el agente soviético en el Madrid de 1936 
Grigulevich cuenta cómo estuvo al mando de una brigada a las órdenes de 
Carrillo. Más de 20.000 madrileños fueron asesinados en estos meses.
La Matanza de Paracuellos
 Cerca de la localidad de  Paracuellos se produjo el fusilamiento de más de 4.500 hombres, de los 
que un 25% eran militares, entre el 50 y 60% civiles y el resto frailes y
 curas. Entre esos asesinatos más de 300 eran adolescentes. Entre estos 
muertos existen 105 beatos pendientes de su canonización por no 
renunciar a su fe católica. Los asesinatos fueron una operación en la 
que el general Miaja dejó hacer, dado que si quería defender Madrid no 
podía enfrentarse a comunistas y anarquistas. El historiador Jorge 
Martínez Reverte ha encontrado las actas de una reunión entre el Partido
 Comunista y los responsables de las milicias anarquistas en la que se 
acuerda el modo de realizar las «sacas» y el traslado hasta Paracuellos 
de presos. Las actas van firmadas por Ricardo Amor Nuño, uno de los 
anarquistas más importantes de Madrid. En ellas se cuenta cómo se acordó
 que los comunistas sacasen a los presos de las grandes cárceles y que 
los anarquistas facilitarían el viaje.
Todo 
esto ocurría ante los ojos de los madrileños, que veían cruzar los 
convoyes por la calle de Alcalá. El cónsul noruego Félix Schlayer fue 
testigo. Amigo del ex ministro de Alfonso XIII Ricardo de la Cierva, se 
fue a interesar por su situación, ya que había sido detenido. Habló con 
Miaja y poco después con Santiago Carrillo, garantizándole ambos que De 
la Cierva estaba bien. Mientras mantenía una charla con Carrillo, De la 
Cierva estaba siendo enterrado en una fosa común en Paracuellos. Había 
sido asesinado unas horas antes, ya que su nombre se encontraba en una 
de las listas en las que constaban los presos que iban a ser asesinados.
 El anarquista Melchor Rodríguez, responsable de prisiones durante unos 
días, puso freno a sus compañeros de la CNT-FAI e impidió que Carrillo y
 Serrano Poncela continuasen con su plan. Pero en el Madrid de 1936 
imperaba la ley del más fuerte, y las sacas a Paracuellos volvieron a 
reanudarse. Rodríguez salvo muchas vidas. Al acabar la guerra salió de 
la cárcel y a su entierro en 1972 asistieron generales y políticos 
falangistas como Muñoz Grandes. Su muerte parecía indicar que las 
heridas de la guerra se comenzaban a cerrar, pero no era cierto.
La lógica del exterminio
Desde
 la Revolución Rusa, Lenin y sus colaboradores formularon la necesidad 
de eliminar a los enemigos de la revolución. Sobre esta premisa los 
comunistas, desde 1917 y hasta muy avanzado el siglo XX, procedieron de 
forma fría a la eliminación de sus enemigos. En 1939, en Katyn 
asesinaron a más de 22.000 polacos. En la URSS, Stalin asesinó a 20 
millones de rusos mientras que Mao eliminó a 65 millones de sus 
compatriotas. El Che Guevara tiene sobre su conciencia el asesinato 
directo de más de 2.000 personas. En menos de cien años, los comunistas 
han masacrado en nombre de la libertad a 100 millones de seres humanos.