jueves, 17 de septiembre de 2020

Recuerdos de Madrid en los años 70 (I) (II) (III), por Ramón Palmeral, publicados en El Confidencial de Madrid

 


Recuerdos de Madrid de los años 1970 (I)

 

También se lee en El confidencia digital

 

Por Ramón Palmeral

 

Dentro de dos años, y si Dios quiere, cumpliremos mi mujer y yo las Bodas de Oro (50 años de matrimonio). El lector de esta crónica se preguntará cómo se llega a los 50 años de matrimonio con la misma. Pienso en nuestro caso que la regla es muy simple: «Estamos enamorados» desde el primer día que nos vimos en Sevilla. Y no fue el embrujo de la ciudad que, pudo ser, sino que creemos que fue el Gran Poder que nos unió. No te puedes casar, en ningún caso por conveniencia sociales, ni por otro sistema que no sea el amor. Y eso se puede encontrar o no. En el enamoramiento no ves defectos en el otro, sino virtudes y te parece siempre estupenda.

Nos  casamos en Sevilla, en septiembre de  1972  hicimos un corto viaje de luna de miel, como se llamaba antes, no fue a Cancún, ni a Bora Bora, ni a Tailandia, como se suele hacer hoy día, sino a Madrid, siete días porque no había para más. La capital del reino  tenía un atractivo especial y además  tenía el afortunado eslogan «De Madrid al Cielo» todavía vivía Franco.

En la conocida estación de Cádiz de Sevilla montamos en el tren de Renfe dirección Madrid, era un lunes  a eso de la 9 de la mañana. No sabíamos por qué, pero el tren iba abarrotado de gente hasta en los pasillos, y sin asiento fuimos en el pestante hasta Córdoba. El pestante en los vagones de ferrocarril estaba situado en la zona que se une con otro vagón. Mi ya mujer se sentó encima de la única maleta (sin ruedas) que llevábamos. En aquellos años no se vendían billetes numerados de vagón con asiento. A  partir de Córdoba nos pudimos sentar en un compartimento. Era un tren de vagones interminable  cada uno tenía diez compartimentos, los cuales tenían dos asientos continuos uno frente al otro, y una ventanilla. En la parte superior, sobre nuestras cabezas, se ponía el equipaje. No tenían bar. Al pasar por La Mancha vimos kilómetros y kilómetros de viñas: manantiales de placer. Recuerdo que la estación de Alcázar de San Juan paró media hora y me dio tiempo a bajar para comprar unos bocadillos. El bar de la estación era muy grande y estaba decorada con azulejos de escenas del Quijote. En cada parada se subían vendedores ofreciéndonos los productos locales, fruta, dulces, navajas, Lotería, o lo que fuera, era un como  mercadillo ambulante en tránsito. Los revisores no le decían nada, de vez en cuando pasaban picando billetes a los nuevos viajeros, y si no llevabas billete, llamaba a la pareja de la Guardia Civil de escolta de trenes y te hacían baja en la próxima parada. 

 Una mujer mayor decía sin parar: « ¿Dónde estás mis cojones, donde estás mis cojones…?» Y luego supimos que se refería de los cojines que llevaba ella, pensando que alguien se los había quitado.  Nos reímos todo lo que pudimos, éramos jóvenes,   Como el tren paraba en todas las estaciones llegamos casi de noche a la estación de Atocha, después de casi 12 horas de viaje. Una vez bajados en el andén se nos acercó un hombre alto y fuerte y nos preguntó  si buscábamos pensión. Le dijimos que sí, y sin más, el hombre nos cogió la maleta a pulso, que pesaba como un muerto, y nos llevó, después de caminar por lo menos un kilómetro hasta un hostal X, no muy lejos de un escalestrix, de los muchos que en aquel tiempo había por todo Madrid. Por lo general, no se hacían reservas de hoteles, porque no se conocían los teléfonos. Cada ciudad tenía su propia guía telefónica, y para llamar a otra ciudad había que ir a Telefónica para pedir una conferencia. 


    Después de dejar el equipaje y asearnos, nos fuimos andando de noche por Madrid, por el Paseo del Prado lleno de árboles hasta la Plaza de Neptuno, por allí había un bar muy elegante y cenamos con dos raciones de lacón con unos vinos. Después subimos por la Carrera de San Jerónimo pasamos por la puerta de un gran edificio con dos leones de bronce y unas columnas, que no sabíamos lo que era. Continuamos caminando hasta la Puerta del Sol que estaba casi solitaria con una gran farola en el centro, en una esquina había una pastelería y nos comimos unos dulces. Después callejeando llegamos a  Playa Mayor, y en el bar taberna de Luis Candelas tomamos unos vinos, bajamos las escaleras, no sabíamos dónde estábamos porque era la primera vez que habíamos ido a Madrid. Madrid de noche nos pareció tranquilo, seguro y señorial por aquellos edificios con fachadas modernistas. Estábamos perdidos, preguntado y callejeando. Tuvimos que buscar un taxi para  lograr llegar al hostal X, a eso de las 2 de la madrugada. Como no teníamos llave del portal tuvimos que llamar, con apuros, a la señora para que nos abriera. Por aquellos años todavía había serenos nocturnos, pero por Atocha no lo vimos. 

 


 

Al día siguiente, martes, fuimos a ver el Museo del Prado, cuando llegamos de buena mañana había solo una pareja delante de nosotros, entramos en el museo gratis, y estábamos solos nos fuimos directos a «Las Meninas» de Velázquez, la pudimos contemplar sin japoneses, sin reyes y sin nadie. Todo Velázquez para nosotros solo, y sentado en los bancos. Pero los cuadros que más me impresionaron fueron «La rendición de Breda» y «La fragua de Vulcano», no me podía imaginar cómo unos dioses mitológicos estaban desnudos en una fragua con la cantidad de chispas que sueltan los hierros candentes. Luego los Goya, Madrazos, Zurbaranes y un Rembrandt. En el bar restaurante del museo  comimos unos bocatas.  Mi mujer no paraba de sentarse y decirme «cuándo salíamos» y llegó un momento que mi mujer me tuvo que sacar  arrastrando. Salimos por la tarde, nos habíamos dado una paliza como si fuera el último día de la creación.

Por hoy es suficiente, en el próximo artículo más Madrid, de cuando estuvimos en el recién inaugurado Templo de Debod, Casa de Campo, Cibeles,  el Escorial y Valle de los Caídos, etc.

 

Ramón Palmeral

Alicante, 26 de agosto de 2020

 

 


 

 

Recuerdos de Madrid de los años 1970 (II)

Ramón Palmeral

En el artículo anterior conté nuestro viaje en tren desde Sevilla a Madrid en septiembre de 1972, un largo paseo por la noche madrileña por Neptuno, Puerta del Sol, Plaza Mayor, Cuevas de Luis Candelas y regreso a las 2 de la madrugada al hostal dando tumbos los dos mi mujer y yo como si Madrid fuera el cielo estrellado, luego, perdidos  tuvimos que tomar un taxi. Al día siguiente visitamos al Museo del Prado, donde pasamos el día porque como pintor aficionado que soy, me gustaba mucho ver a los grandes maestros que solo había listo en las enciclopedias.

Al tercer día ya estábamos cansados y no dejamos la cama del hostal por lo menos  hasta la diez de la mañana, era tarde, pero los cuerpos de unos recién casados se tienen que recuperar…, además era nuestra luna de miel y estábamos los dos solos. Bajamos a desayunar a un bar en Atocha, unas tostadas con aceite de oliva virgen y unos pasteles con café con leche, luego en un kiosco compré un mapa de Madrid, que todavía conservamos, para no perdernos en nuestras nuevas aventuras y conocer cuáles eran las paradas del metro. Nunca habíamos viajado en metro y desde luego que fue una experiencia muy gratificante por la rapidez que  nos desplazábamos por todo Madrid, y de esta guisa no tener que usar taxis como unos guiris, porque la noche de la Cueva de Luis Candelas hasta el hostal nos costó 50 pesetas, y si seguíamos así nos íbamos a tener que volver a Sevilla andando. El metro nos gustaba mucho.

El primer viaje en metro fue a eso de las 11 h. en Atocha, en la línea 1 hasta la plaza de España con trasbordo en Sol para tomar línea 2. La verdad es que merecía la pena viajar bajo tierra a tanta velocidad, las estaciones estaban muy limpias, era barato y viajaban todo tipo de personas y ejecutivos con sus maletines de trabajo. En la plaza España pasamos gran parte de la mañana, nos espantó sobradamente el monumento a Cervantes, teniendo detrás la torre de Madrid (era el rascacielos más alto de España) y uno se quedaba mirándolo y se decía «esto parece Nueva York». El monumento a Cervantes estaba rodeado de un estanque de agua, y el príncipe de los ingenios se nos mostraba sentado como una Cibeles, presidido por las figuras ecuestres de Don Quijote y Sancho Panza, hablando de sus cosas, con dos alegorías laterales. Según el mapa se había inaugurado el 13 de octubre de 1929, obra del arquitecto Rafael Martínez Zapatero (el bueno) y del escultor sevillano Lorenzo Coullaut Valera. Nos hicimos fotos, y no sé cuantas vueltas le dimos para ver bien a Miguel de Cervantes majestuoso, altivo, en su trono mármol con un libro en la mano derecha porque la izquierda, como sabes atento lector,  la tenía inutilizada desde la memorable batalla de Lepanto. Y no éramos solo nosotros los únicos visitantes absortos, sino que había muchas parejas más, y palomas, eso sí palomas por todas partes comiendo de la mano.

 


 

Desde la Plaza de España caminos hasta los jardines de la plaza de Oriente, allí había unos policías municipales de uniforme dando vueltas, detrás  se alzaba el Teatro Real, que en el 36 fue medio destruido porque a algún militar republicano que se le ocurrió, sí oyen bien, se le ocurrió utilizarlo como polvorín durante la defensa de Madrid, y medio edificio salió volando a los cielos velazqueños. Cruzamos la calle Bailén con tráfico, aún no estaba construido el paso subterráneo para los vehículos. La gran verja de hierro forjado del  Palacio Real  estaba cerrada y no pudimos entrar, desde fuera se veía el patio de armas. Según datos de la guía de Madrid es el más grande del mundo incluso que el de Versalles o Buckingham o el de Viena. Este palacio fue  mandado construir por orden del rey Felipe V, el primer Bordón tras la guerra de sucesión (tras la muerte del rey Carlos II en 1700 sin dejar herederos) sobre el solar del antiguo Real Alcázar y los jardines de Moro. Fue la residencia oficial de los reyes de España.  Alfonso XIII último monarca en habitarlo hasta de que abandona España el proclamarse la II República.  Pues bien según leo en libros de historia, al Palacio Real se le cambió el nombre por Palacio Nacional, y  se instaló, por un tiempo, Manuel Azaña presidente y jefe del Estado de la República junto a si esposa Dolores Rivas Cherif. Con el Palacio Real de Madrid pasó más o menos como con el Palacio de Invierno de los zares de Rusia que tras la Revolución de febrero de 1917, durante un breve tiempo el palacio fue la sede del Gobierno Provisional Ruso, liderado por el abogado y revolucionario  Alexander Kerensky, luego los bolcheviques asaltaron el palacio en octubre, lo que se conoce como revolución de octubre y se instaló Lenin líder del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia.

Me he desviado mucho de mi viaje de luna de miel en Madrid de 1972, y para finalizar con el Palacio Real, que también fue atacado en la guerra civil, he de decir que Franco no lo utilizó porque su residencia fue el Palacio del Pardo. El rey Juan Carlos I tampoco residió en el palacio, salvo algunas recepciones oficiales,  porque residía en el Palacio de la Zarzuela hasta ser invitado a machar de España por los socialistas-podemistas a Dubai, hasta que se celebren juicios por lo que dice la prensa.

 A pesar de que Manuel Azaña residía en el Palacio Nacional, la aviación franquista nunca lo bombardeó, en cambio, la aviación republicana sí bombardearon y destruyeron el Alcázar de Toledo defendido por el general franquista Moscardó o el Santuario de la Virgen de la Cabeza en Andújar (Jaén), defendido por el capitán Cortés de la Guardia Civil.

 Desde el Palacio Real nos acercamos a la catedral de la Almudena, en la entrada había una mujer en un puesto provisional vendiendo rosarios, estampas y medalla del Cristo de Medinaceli,  compramos uno de plata porque nos dijo la mujer «Este Cristo de  Madrid es muy milagrero» y le hicimos caso porque la fe en lo divino no hay que perderla nunca, por si acaso.

Después nos acercamos caminando hasta el recién reconstruido, piedra a piedra, del templo egipcio de Debod, regalado a España por Egipto por su colaboración en salvar monumentos para poder construir la mega presa de Asuán para regular las crecidas del Nilo. El templo de Debod fue abierto al público e inaugurado el 18 de julio de 1972. Tuvimos ocasión de entrar mi mujer y yo dentro y ver en directo las decoraciones egipcias en las paredes, recuerdo que en suelo había unos tablones de maderas para evitar ser pisado directamente con los zapatos sobre la piedra original.

   Desde el templo de Debod nos acercamos al funicular y subimos en él, aunque mi mujer no estaba muy conforme, pero accedió entre regañadientes para complacerme. En el funicular pasamos por encima del río Manzanares, que llevaba un hilo de agua, desde arriba se veía panorámico el Parque de Atracciones de  la Casa de Campo, foto que adjunto. En un bar restaurante que había en el Parque comimos unas patatas bravas que picaban como escorpiones en la boca, unos calamares fritos y unas cervezas bien frías y postre. Luego nos adentramos por de la Casa de Campo para descansar a la sombra de los pinos.

 


 

Por la tarde-noche fuimos paseando por la Gran Vía, la de los teatros y cines hasta llegar a plaza de Callao donde entramos a ver una película española, regresar en metro. Visita al Escorial y Valle de los Caídos,  pero esto lo dejaremos para el próximo capítulo.

Ramón Palmeral

Publicado en El Confidencial de Madrid 09-09-2020

 

 


Recuerdos de Madrid de los años 70 (III)

 Ramón Palmeral/ La voz del lector. El Confidencial Digital

 

Plaza del Callao

Ya decidido a poner fin a este pequeño Spleen de Madrid  (con melancolía de la  angustia vital por el tiempo pasado), en esta última entrega de los recuerdos de nuestra luna de miel de septiembre de  1972 en Madrid. En el capítulo II nos quedamos en la plaza de Callao. Entramos el cine del mismo nombre, era una gran sala de cine, y  vimos un estreno de una película española que, lamentándolo mucho para los cinéfilos,  no recuerdo su nombre, o quizás nosotros tampoco estuvimos muy atentos a la película, porque eran los cines los únicos lugares oscuros donde, en aquellos años,  uno se podía dar un morreo. Cuando salimos del cine  todavía había luz del atardecer en la plaza del Callao.

Nos acercamos a la hoy famosa cafetería «Rodilla» (antes era más pequeña) compramos varios sándwiches con rellenos variados que, por cierto, estaban muy ricos y tiernos.  En 1972, la plaza del Callao tenía una fuente en el centro como se puede ver en la foto de la portada de este artículo posando mi mujer ante la mirada atenta e indiscreta de algún señor de provincias, un señor con chaqueta,  que no conocíamos de nada. Tenía la fuente un refrescante chorro de agua de vida y un rumor musical, y un brocal de  granito que servía como asiento para los peatones asediados por el calor.  El tráfico descendía de la Gran Vía y había una especie de rotonda. Actualmente, toda la plaza es peatonal, y ha perdido aquel encanto de la fuente con ninfas.  El antiguo cine Callao es hoy día  uno de los pocos cines que ha resistido a la voraz dentadura de  las recalificaciones de espectáculos y se ha convertido en un multicines.

El nombre de la plaza del Callao, me sonaba de algo histórico, pero en aquel tiempo no teníamos ni idea de dónde le venía el nombre. Ha sido ahora cuando me he preocupado de leerlo en el chivato de Wikipedia. Y bualá más Eureka, he encontrado el origen del nombre de esta emblemática plaza madrileña. Debe su nombre al llamado combate del  Callao de Perú del 2 de mayo de 1866. A pesar de que un 28 de julio de 1821, el general criollo José de San Martín proclamó la independencia oficial del Perú del Imperio Español. Tras el bombardeo de Valparaíso (Chile) la escuadra española se dirigió al puerto del Callao de Lima. Fue un enfrentamiento en aguas del puerto peruano entre una escuadra de la Armada Española, al mando del almirante Castro Méndez Núñez y las defensas del Callao, bajo mando del entonces Jefe Supremo de la República del Perú, Mariano Ignacio Prado, en el transcurso de la guerra hispano sudamericana que los repelieron.

 

Puerta del Sol o Kilómetro Cero

   Seguidamente tomamos la peatonal y elegante calle de Preciados toda de comercios, sin títeres, músicos ni pedigüeños y, al final, cerca de Sol, a la derecha estaba El Corte Inglés llamado de Preciados, a todo lujo. Y cruzando de transversal de la calle Tetuán  desembocabas en la histórica  Puerta del Sol o Kilómetro Cero de España. Una gran losa de granito en el suelo, frente a la Dirección General de Seguridad decía: «Origen de las carreteras radiales»  de 1950. VI radiales o Nacionales tiene entonces la península. La Dirección General de Seguridad fue antes Real Casa de Correos (doy sede el gobierno autonómico de Madrid)  y en ella destaca una espadaña o torreta con el «Reloj de Gobernación», el que nos da las 12 campanadas de fin de año, que fue construido y donado en el siglo XIX por el relojero José Rodríguez de Losada, e inaugurado en 1866 por la reina Isabel II. La Puerta del Sol era sin duda un lugar de visita turística obligada para todos aquellos que nos acercábamos a Madrid, sin olvidar, por supuesto los bares y antiguos restaurantes típicos de Carretas y Plaza Mayor, que te atrapaban por la nariz por el olor de sus famosos orejas a la plancha, patatas bravas, cocidos madrileños, jamones, o los famosos y únicos calamares a  la romana, dignos del mejor gourmet. Yo creo que el logotipo de los MacDonald son dos calamares a la romana en forma de «M».

Allí, en la Puerta del Sol,  continúa  la famosa administración Loterías y Apuestas del Estado de «Doña Manolita» dando la suerte a sus muchos clientes.  No compramos ningún décimo porque en aquellos años de recién casados había muchos gastos como para ponernos a jugar como  ludópatas (en aquellos años no se hacían cola). Siempre he estado convencido de que  la Lotería en un timo legal, aunque en Navidad siempre suelo comprar algunos décimos por la tradición y por compromisos.  Cada tarde acabábamos entrando en cafetería La Mallorquina de la Puerta del Sol a merendar sus ricos pasteles y tomando un manchado, ya que mucha es la energía que consumen unos recién casados. En Sol estaba robando madroños, en una parada de autobuses, el  Oso y del Madroño que es del escultor Antonio Navarro Santafé que representa las armas heráldicas de la villa y corte de cuando campaban osos en la sierra de Guadarrama. Fue colocada el 10 de enero de 1967.

Por la Avenida  de Alcalá, había un paso subterráneo con tiendas, una de ella era una agencia de viajes,  contratamos una excursión para el día siguiente para visitar El Escorial, Valle de los Caídos y Casita del Príncipe con comida picnic. Luego  tomamos la línea 1 del metro y regresamos al hostal. El metro fue nuestro gran descubrimiento para un transporte rápido, limpio y seguro.

El Escorial, Valle de los Caídos y Casita del Príncipe

A la nueve de la mañana del día siguiente ya estamos haciendo cola para subir en el autobús en la Avenida de Alcalá para iniciar nuestra excursión, observamos que había muchas otras parejas jóvenes, lo que nos alegró.

La visita al monasterio Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y residencias reales, requiere una mañana, pero cuando vas con guía tiene que ir a su veloz ritmo. Fue mandado construido en el siglo XVI entre 1563 y 1584 por Felipe II, entre otras razones, para conmemorar su victoria en la Batalla de San Quintín (al norte de Francia), el 10 de agosto de 1557 (festividad de San Lorenzo) contra los franceses, tras haber sido invadido en 1556  el reino español  Reino de Nápoles por las tropas francesas del  duque de Guisa. Es un complejo que incluía visitas al palacio real, dormitorios  basílica y panteón de los reyes. Nos llamó la atención es escusado de Felipe II, y la silla de mano en la que lo llevaban porque padecía de gota. Este monasterio fue considera en el siglo XVI como la Octava Maravilla del Mundo, tanto por su tamaño y complejidad. En el recorrido turístico. Al salir a la calle teníamos nuestras fotos colgadas en una cuerda para comprarlas, voluntariamente. A pesar de que yo llevaba una cámara de fotos analógica, compramos la foto como recuerdo que se muestra.

 


 

 

 

Visita al Valle de los Caídos

Seguidamente nos acercaron en el autobús al Valle de los Caídos, cerca de Guadarrama. En aquel tiempo del nacionalcatolicismo era una visita obligada en todas las excursiones. En aquellos años eran visitas continuas. Subimos hasta los 4 apóstoles por una escalera, era un privilegio verlos tan cerca y colarlos. Las vistas desde el píe de la cruz de 150 metros eran extraordinarias. Las esculturas son un cóctel químico de Juan de Ávalos. La basílica tallada bajo la roca granítica es una hermosa obra de minería y cantería por presos políticos republicanos. Por algunas partes del techo goteaba agua. Bajo la cúpula central cuelga un gran Cristo crucificado en un tronco de madera de pino que, según las explicaciones del guía, lo había cortado el propio Franco. Las dos sepulturas visibles en el suelo eran las de Franco y la José Antonio Primo de Rivera fundador de la Falange. No voy a hablar de la exhumación de Franco, por parte del gobierno socialcomunista, en octubre de 2019, porque el lector lo tiene memoria reciente. 

 


 

Por lo que me contaron los soldados nacionales supervivientes de la guerra civil, que conocí, ellos estaban convencidos que la guerra era contra el comunismo que se apoderó de media España, no contra el gobierno la República que, en realidad estaba al dictado de Moscú, pero no altruista ni gratis, sino pagándoles en oro. Hago un enlace con el oro de Moscú para que el lector lea, si le interesa. Con ese oro del Banco de España (oro que no era propiedad del Gobierno de la República, sino de todos los españoles), compraron armamento, tanques, y aviones rusos (700 aparatos), y los gasto de los niños enviados Rusia. Vinieron unos 900 pilotos rusos, y comisarios. Por eso decían que era "rojos", como el color de la bandera de la Unión Sovietica. Stalin asesinó a unos 25 millones de rusos y ucranianos.

  Los presidentes del gobierno responsables del robo del oro del Banco de España fueron Largo Caballero y Juan Negrín (médico fisiológico, su primera mujer era la rusa María Mijailova), bajo la supervisión y presidencia de Manuel Azaña. Robo equivalente  uno 20.000 millones de euros de hoy. La República actuaba al dictado de Moscú, cuyo genocida Stalin y secretario general del Comité Central de la Unión Soviética entre 1922 y 1952. Tanques y aviones que no tiraban precisamente peladillas, y si no que se lo pregunten a los paisanos de la vicepresidenta Carmen Calvo, en Cabra, que quiere otra Ley de Memoria Histórica ampliatoria a la de Zapatero de 2007.  

La Casita del Príncipe

Este un palacete es una monería neoclásica de finales del siglo XVIII, que se encuentra en el interior del recinto del Palacio de El Pardo, en el barrio madrileño. Fue erigido en 1794 para uso de Carlos IV, por entonces príncipe de Asturias, por encargo de su padre, el rey Carlos III, y se debe al arquitecto madrileño Juan de Villanueva. A mi mujer se hizo una foto en el interior  de una estancia, entrando la luz por una ventana. Después todo el grupo excursionista cominos el picnic en unos jardines, la bebida no estaba incluido en el paquete. Y regresamos a Madrid centro, y a nuestro hostal en Atocha, y salimos para cenar. Fue un día memorable para el recuerdo, menos mal que lo hicimos.

 


Conclusión

Podía seguir contando la visita de los jardines del Retiro y al Botánico. Otra vez será.

 Lo que sí recordaré siempre  es  cuando estando haciendo un curso en Madrid  (curso de varios meses que al lector no le interesa). Me cogió el magnicidio  por la ETA con un artefacto en el subsuelo  del almirante Luis Carro Blanco (presidente del gobierno y figura de confianza de Franco). Aquello fue muy gordo muy desconcertante. Nos movilizaron a miles de funcionarios, por los puntos estratégicos de la provincia de Madrid protegiendo a autoridades, energía, comunicaciones etc., Ocurrió la mañana del 20 de diciembre de 1973, «Operación Ogro». El asesinato provocó un hondo impacto en la sociedad española de la época, ya que suponía el mayor ataque contra el régimen. Esa mañana todos mis compañeros teníamos las maletas hechas para tomar las merecidas  vacacione de Navidad, que se perdieron, no regresé a casa hasta febrero del 74. Esto es lo malo de hacerse viejo que sabe uno demasiado como para que me engañen estos socialcomunista. Quien olvida su historia está condenado a repetirla, com decía el poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana.

  

Publicado en ElConfidencia de Madrid, 9 de septiembre de 2020

 

 

 

lunes, 14 de septiembre de 2020

El juego de la manipulacion de la imágenes. Por Ramón Palmeral en Hoja del lunes.com

 

¿Nos alimentamos por los ojos? (El juego de la manipulación de las imágenes)

Reina Letizia (Fuente: Presidencia de El Salvador, Flick, Wikimedia); Irene Rosales (Fuente: Tele 5); Chabelita Pantoja (Fuente: YouTube) y Stephen Hawking (Fotografía: Paul E. Alers, NASA; Fuente: Store norske leksikon).

Has entrado en un experimento

Has entrado a formar parte de un experimento sociológico, ya no tienes vuelta atrás, porque han seleccionado la imagen de portada, y has marcado una visualización, es una imagen-gancho. Ya estás lector en el juego de las vanidades y en la pregunta de ¿por qué nos atraen las fotos de los famosos, gente guapa que sonríe? Y pregunto, ¿acaso el público únicamente ve lo que se le pone delante?

Hagamos una prueba con la foto de la portada. ¿Han entrado en este artículo por curiosidad o por la hipotética relación entre estas tres mujeres famosas y bellas? ¿Qué te sugieren los rostros de la reina Letizia, Irene Rosales, Chabelita Pantoja, juntas?O imágenes de famosos por la televisión como en el programa de «Sálvame» emitido desde hace once años. ¿Por qué nos preocupan más las vidas de los famosos que de la gente normal o anónima? ¿Cómo creen que son sus vidas? ¿Por qué se siguen vendiendo miles de revistas de las llamadas de corazón?

 

Leer compleo en Hoja del lunes.com 

 

Reina Letizia

Irene Rosales

Isabel, Kiko Rivera, Chabeli,  Pantoja

Antonio Banderas

Belén Esteban

Stepfen Hawking

Penélope Cruz

Rock Hudson

 

domingo, 13 de septiembre de 2020

¿Cuánto tiempo le dedica por día a escribir la novela?. Qué le gusta a los editores. Quieres escribir una novela. Extensión


Esta es una pregunta incontestable, por supuesto: Escribir una novela tomará tanto tiempo como sea necesario, ni más ni menos. Hay demasiadas variables como para poner una ventana de tiempo definida en la escritura de una larga obra de ficción.


¿Cuánto tiempo le dedica por día a escribir la novela?
¿Es usted un escritor lento, constante y preciso, o uno rápido, furioso y anárquico?
¿Necesita innumerables correcciones o elabora los textos bastante bien desde el principio?
¿Quiere ir de A a B lo más rápido posible, o piensa en disfrutar del paisaje a lo largo del camino?
¿Estás escribiendo una obra de ficción corta con una sencilla trama de género, o piensa en una segunda biblia con 130 personajes complejos y unas 60 densas subtramas desarrolladas en 1.500 páginas?

Hablando de novelas cortas y largas, la primera pregunta que realmente necesitamos abordar es ¿cuál es la longitud de una novela típica?, al menos en promedio. La respuesta es:
Una novela tiene entre 70.000 y 110.000 palabras.
Saliendo de estos márgenes los editores podrían pensárselo dos veces antes de aceptarla, y esto es debido a que la publicación es un negocio sujeto a sus particulares leyes de mercado: Las novelas muy cortas podrían ser más baratas de producir, pero los compradores de libros no sienten que están recibiendo lo justo por su dinero,  un libro de 150 páginas no se vende por la mitad del precio que uno de 300 páginas.


Las novelas demasiado gruesas serán más caras para imprimir, lo que significa que se deberán vender más unidades para llegar a la misma cantidad de beneficio, un libro de 600 páginas no se vende por el doble del precio que uno de 300 páginas.
En resumen, entre 70 y 110.000 palabras parece ser el «punto justo» de longitud novela, sobre todo para un novelista primerizo (que representa además una apuesta para los editores).
Si aun así se desea salir de estos límites, es mucho mejor escribir una novela larga que una demasiado corta. Las novelas cortas son difíciles de ampliar sin una reescritura completa, pero las novelas largas pueden ser podadas por un buen editor, o tal vez incluso lanzarlas como dos libros. Si insiste en la producción de otra Rebelión en la granja (30.000 palabras en su original en inglés) o La Guerra y la Paz (500.000 palabras), espere hasta que su nombre tenga más influencia comercial.

Volviendo al tema, si quedamos en que una novela promedio tiene 90.000 palabras, ¿cuánto lleva escribirla?

Buscando por Internet encontramos algún curso o programa alegando que le enseña a escribir un libro en tan sólo 30 días, con ésta lógica: Si escribe unas 3.000 palabras por día tendrá una novela de 90.000 palabras al final del mes, suponiendo que deje de lado familia, amigos y toda otra actividad social y/o productiva. El libro será una basura total, por supuesto.

El problema es que muchos de los nuevos escritores creen que es técnicamente posible escribir una novela en tan poco tiempo. No ayuda nada contra esta creencia lo del NaNoWriMo, o National Novel Writing Month norteamericano, donde lo primero que dicen es “¡Escriba una novela en un mes!”. Ahora a los hechos: el NaNoWriMo es escribir un primer borrador en 30 días. Los propios organizadores se apresuran a señalar que se necesita mucho más de un mes para escribir una novela completa.

¿Qué pasa con el tiempo que dedica a dar con una idea en primer lugar?
¿Dónde queda el tiempo de planificación y de investigación para el libro?
¿Y el tiempo de aprendizaje de las reglas de escritura o el de lectura de novelas para ver cómo lo hacen otros escritores?

Incluso cuando usted empiece realmente a escribir, ¿qué pasa con la revisión ortográfica, gramatical y de estilo de la cuota de 3.000 palabras por día? Confíe en mí, a menos que sea un verdadero genio, tendrá que hacer un montón de corrección.

¿Qué pasa con los días en que simplemente no está funcionando a toda máquina y usted termina desperdiciando su sesión de trabajo en Facebook, jugando al Apalabrados, Candy Crush o al solitario? (todos tenemos días así).

Siendo optimistas, estoy seguro de que es posible escribir una novela en, digamos, seis meses, si realmente se empeña en ello y no tiene inconvenientes inesperados.
Pero yo creo que 12 meses es el tiempo mínimo más realista, y de dos a tres años si usted no quiere precipitarse.

No se convierte nadie en médico o abogado en unos pocos meses. No se convierte nadie en un experto en cualquier cosa en un espacio tan corto de tiempo. Entonces, ¿por qué habría de ser diferente con la escritura de ficción?

¿Cuánto tiempo le toma a los escritores profesionales escribir una novela?

Barbara Cartland (una de las escritoras con más éxito de novela romántica del siglo XX) empleaba unas pocas semanas para escribir novelas cortas de unas 45.000 palabras en promedio, pero hay escritores que han empleado más de diez años en escribir una obra (sin juzgar su calidad).

Lo importante aquí es no extraviarse por el camino. Un escritor que saca un libro al año se dice que es prolífico. Si no se pierde de vista el objetivo (que es acabarla de escribir) una novela lleva en promedio unos dos o tres años a la mayoría de los autores consagrados (aunque cuatro cinco y hasta seis años no son infrecuentes.) Hay que recordar que los novelistas profesionales, por lo menos los famosos, tienen el lujo de poder escribir a tiempo completo, si además sumamos que son buenos en lo que hacen y tienen años de experiencia, escriben más rápido y más eficientemente que el resto de nosotros.

Si usted está escribiendo una novela por primera vez, y tiene un trabajo normal de unas cuarenta horas semanales, entonces no tiene ni la experiencia de su lado ni un montón de horas al día para dedicarle a su libro, los dos o tres años que dimos como tiempo para hacerlo sin precipitarse podrían quedarse cortos.

Conclusión
Sólo usted sabe sus circunstancias y la novela en particular que usted tiene en mente, y sólo usted sabe si usted es prolífico o una tortuga del teclado. Por lo que solo se puede hacer una conjetura en cuánto tiempo le llevará escribir ficción a un nivel publicable. Lo seguro es que no debe fijarse objetivos imposibles o siquiera poco razonables. La verdad es que no debería fijarse ningún plazo, sino objetivos de producción. Terminar la novela sería el objetivo final.

Tómese su tiempo y vaya paso a paso.

Disfrute el proceso, al fin y al cabo usted escribe porque le gusta hacerlo.

Escriba todas las veces que pueda, y sea muy productivo durante las sesiones de trabajo. Pero no ponga presión sobre si mismo con un reloj. Eso sólo le hará correr y es poco probable que así escriba su mejor novela.

Habiendo dicho todo lo anterior, estoy totalmente seguro que algunos de ustedes van a querer tener un calendario en mente antes de comenzar algo tan trascendental como escribir un libro y terminaremos poniéndole números a nuestro plan de avance. Suponiendo que los meses tienen cuatro semanas y restándole el tiempo de vacaciones y otros menesteres (unas 4 semanas), así como asumiendo que no tenemos todo el tiempo para dedicarlo a la escritura, aquí va un esquema de 48 semanas, sólo para darse una idea:

Calendario para escribir una novela en un año:

(si quiere pasar al plazo más asequible de dos años, duplique los tiempos)

1. Preliminares (4 semanas)

¿Se acuerda de cómo en la escuela nuestros maestros nos dijeron que empleáramos los primeros 10 minutos de un examen en la lectura de las preguntas? Bueno, es lo mismo con la escritura de una novela. Tómese su tiempo en los pasos iniciales del proceso de escritura. No se apresure a tomar una decisión sobre en qué categoría de ficción va a escribir, sobre el tipo de libro al que le va a dedicar tanto esfuerzo. No se conforme con la primera idea que se le venga a la cabeza. Esto último es importante, hay que poner a prueba las ideas para saber si son valiosas.

Por otro lado, todos los extremos son malos, no hay que llegar al punto de no comprometerse con ninguna idea. Vale la pena tomarse su tiempo en la búsqueda de la idea correcta, pero si se llega a un punto en que todo se convierte en lluvia de ideas contraproducente hay que aceptar simplemente una, la que más nos guste, y desarrollarla.

2. Planificación de la novela (8 semanas)

La principal tarea que se enfrentarán en la fase de planificación es la definición de un argumento completo. Dibujar un esbozo inicial no debe tomar mucho tiempo, pero la elaboración de los acontecimientos en detalle si.
Si usted es uno de esos escritores que prefieren no planificar con gran detalle antes de comenzar con la escritura, ocho semanas debe parecer un montón de tiempo. Sin embargo es conveniente planificar en detalle antes de escribir una sola palabra de la prosa y el diálogo, y este esquema para escribir una novela en un año simplemente no es viable si no tiene la intención seria de escribir una novela publicable.
No olvide que usted tendrá que asignar tiempo suficiente para la investigación previa, la creación de sus personajes, la construcción del entorno, decidir el punto de vista correcto, el tema principal y los temas secundarios durante este período y no son cosas que se puedan hacer a las apuradas.

3. Escribir un primer borrador (18 semanas)

Lo peor que puede pasar en esta etapa es que la magnitud del objetivo final lo abrume. El truco es dar pequeños pasos y saber que, con el tiempo, la tarea mayor se va completando. Y debe elegir el método de escritura que más se adapte a su forma de trabajar, a su manera de crear.

¿Cuántas palabras tiene que escribir en una semana?

Dado que la longitud promedio de una primera novela típica es de aproximadamente 80.000 palabras, usted tiene que escribir 4.000 palabras por semana. Eso es alrededor de 600 palabras al día, dicho de otra forma, sólo dos lados de una hoja A4. De repente no suena tan mal, ¿no?

Sin embargo, tenga cuidado con el establecimiento de cuotas. Escribir ficción es un acto creativo, y tratar de atenerse a un programa de producción artificial hace estragos con su artista interior. Simplemente hay que dedicarse a trabajar todos los días el tiempo asignado, y tratar de ser lo más productivo posible durante esa sesión de trabajo.

No se rinda si tiene un mal día. Le aseguro que el siguiente será mejor.

¿Recuerda que este calendario para escribir una novela es de 48 semanas, dándole cuatro semanas de vacaciones? Bueno, tome unos días libres ahora, es probable que los necesite. Y cuanto más alejado esté del proyecto, más fresco estarán sus ojos será cuando regrese a leer el primer borrador para el paso siguiente.

4. Revisión (otras 18 semanas)

Si usted es como la mayoría de los escritores, el manuscrito no se verá muy bien en esta etapa. Hay algunos genios (o mentirosos) por ahí que dicen poder producir una prosa perfecta al primer intento, el resto de nosotros los mortales nos tenemos que conformar con varias rondas de revisión.

La buena noticia es que la modificación de las palabras de una página completa es mucho más fácil que llenar una página en blanco. La mala noticia es que todavía es un proceso que consume bastante tiempo.

Comience por revisar el contenido de la novela, lo que usted ha dicho. Después pase a editar el estilo, cómo lo ha dicho. Esto básicamente significa pulir las palabras hasta que brillen.

Es necesario confiar en el oído en este proceso. Algunos pasajes puede ser que necesiten sólo un par de revisiones para hacerlos todo lo buenos que pueden ser. Con otros, hay que trabajar más. Es importante tener en mente el mensaje que se quiere transmitir y tallar la roca del párrafo en bruto, o la línea de diálogo, hasta lograr lo más cercano a la sensación buscada.

Eso es todo. Si este calendario le es útil de alguna manera, muy bien. Si usted decide ignorarlo por completo y dejar que su novela se tome el tiempo que necesite, ¡aún mejor!

 

Tomado de ESCRILIA

Hollywood se olvida de zurdos, pelirrojos y celíacos.

 

Hollywood se olvida de zurdos, pelirrojos y celíacos

Los Oscar imponen las cuotas de «minorías poco representadas». Golpe a la libertad de creación y un pasito más en la dictadura de lo políticamente correcto

Álvaro Martínez Actualizado:
  • Articulo de opnion de Álvaro Martínez en ABC, 13 de sptiemebrede 2020


  • Regresa este batallón de asombros cuando casi termina el verano de la pandemia y lo hace con idéntico pasmo con que se fue a estas extrañas vacaciones que no le han permitido recuperar su ánimo, sulfatado a base de sustos y espantos. Todo sigue su curso -o cómo sea esto por lo que ahora discurre nuestra vida-, prácticamente igual que en julio porque España no pasará página hasta que Simón, el surfista lusitano, deje de salir en la tele, que parece que llevara allí más tiempo que Jordi Hurtado. Entre todo lo ocurrido últimamente resulta difícil superar el pasmo de escuchar al presidente del Gobierno de España «profundamente» condolido en el Senado por la muerte de un terrorista. Como un

     punzón entró ese pésame por el oído de la nación de los casi mil muertos a manos de ETA. Menos lesiva, pero relevante por el destrozo que supone a la libertad, nos llegó esta semana la decisión de los organizadores de los Oscar de que en un par de años las películas que quieran optar al premio tengan cuotas «para minorías» en los elencos artístico y técnico. De tal forma que no serán seleccionadas si en el reparto o tras la cámara no hay un 30 por ciento de negros, de hispanos, de asiáticos, de nativos de Hawái o del Pacífico o «de otras etnias y razas poco representadas». Igualmente, la cinta candidata a la estatuilla deberá tener ese tanto por ciento de mujeres, del colectivo LGBTQ+ o de «personas con capacidad diversa». Como elefante en cacharrería entra lo políticamente correcto en el cine estadounidense, de donde los censores del siglo XXI quieren echar por ejemplo a «Lo que el viento se llevó» o donde la novela de Agatha Christie «Diez negritos» pasa a llamarse «Eran diez».

    No solo en la forma se meten estos torquemadillas de los Oscar, también en el fondo. Así, entrarán en el certamen aquellos filmes en los que no se cumplan las cuotas racionales o de género pero cuyo argumento se centre en la historia de alguno de esos grupos. No especifican los convocantes si la película debe tener un final feliz o terminar aquello como el rosario de la aurora. Pero todo se andará.

    Puestas así las cosas, y en esta larga maratón hacia el ridículo, por qué no pensar en otras minorías seguramente poco representadas en las películas. Los zurdos, sin ir más lejos. ¿Por qué Hollywood que está siempre a la que salta no tiene un poco más de mano izquierda con ellos y exige una cuota de zurdos en el reparto. ¿Y los pelirrojos? ¿Qué pasa con los pelirrojos? Hasta cuándo se va permitir esa lacerante postergación de los rubicundos, que los sacas de Dublin y no hay manera de que los contraten. ¿Y los cristianos coptos? ¿Cuándo recibirán su oportunidad? Metidos en arena hasta las cintura, ha llegado el momento de que el cine y el teatro salden su cuenta pendiente con los actores celiacos o los intolerantes a la lactosa y así ir sumando «minorías poco representadas» para que el mundo sea más justo y definitivamente mejor. No lo crean descabellado, al ritmo en el que la dictadura de lo políticamente correcto se hace hueco a codazos en nuestra vida, la libertad de los artistas quedará sepultada por las cuotas y las prescripciones impuesta, enterrada como un vestigio de los tiempos bárbaros en los que un chupatintas de Hollywood no dictaba ni con quién ni cómo debe hacerse una película.