jueves, 8 de agosto de 2019

"Sí es posible". artículo publicado en la revista "El Monárquico", digital de Madrid. Por Ramón Palmeral



jueves, 8 de agosto de 2019, 12:31
Elmonarquico2015


Elmonarquico2015






















Mi vida tanto laboral como personal me ha ido muy bien. Tengo la edad intermedia entre el aprendiz y el sabio, la de «viejo-joven». Estoy jubilado, escribo, pinto y doy conferencias. Tengo 40 libros publicados, de diferentes temas, que no voy a enumerar, entre ellos un opúsculo de frases seleccionadas titulado Pensamientos líkidos, (que no líquidos) compuesto por 333 pensamientos, libro que tendrán casi todos mis amigos, estos amigos me animan a seguir escribiendo sobre lo que ellos llaman un libro de autoayuda, aunque la idea principal no lo fuera, sino la de hacer una recopilación de frases y pensamientos que fui recogiendo a lo largo de años de lecturas y experiencias.
      Cada vez que empiezo un libro nuevo, nunca sé cuándo lo acabaré, porque lo importante es el camino, puesto que, en vida, nos hallamos en un estado de tránsito hacia lo eterno mortal, en un regreso siempre a la nostalgia de un pasado que nunca fue mejor que ahora. Y me digo que nunca podré escribir todos los libros que deseo escribir, me faltarían dos o tres vidas más, porque mi edad mental es la de un hombre de unos cuarenta años, porque mi idea o mi principal idea, es la de que siempre he de estar aprendiendo y metido en proyectos, porque además de escribir pinto, doy conferencias, soy rapsoda, he memorizado más de treinta poemas de varios poetas famosos y tengo un montón de lectores y de amigos.
He pasado años con molestias y dolores en una rodilla, que se ha empeñado ella en amargarme los días, pero bien sabe ella (la rodilla) que he aprendido a que mi rodilla no puede interferir en mis proyectos ni en mi vida. ¿Qué quiero decir con esto?...

Leer completo en El Monárquico


Firmado: Ramón Palmeral, para El Monárquico, Alicante 7-08-2019




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miércoles, 7 de agosto de 2019

DE RUIDERA A VILLANUEVA DE LOS INFANTE (Buscando a Azorín por La Mancha)








  Capítulo;  6.- DE RUIDERA A VILLANUEVA DE LOS INFANTE

Por Ramón Fernández Palmeral (del libro: "Buscando a Azorín por la Mancha". Amazon) 





      Sr. Azorín:



     Por la tarde del día 10 de mayo (2005) tomamos la carretera de los Infantes, que lo de Villanueva le sobra, por la N-430 hasta un cruce que se nos abre  en Casas Blancas, antes de llegar a Alhambra, por una carretera solitaria, la CM-3129, donde el paisaje es de tierras rojizas, que como usted sabe por eso le deben llaman Alhambra, que es un nombre árabe como  la Alhambra de Granada de los nazaríes a la que llamaban «La roja» por el color de las tierras del cerro donde se alza. (Quién dice si Cide Hamete Benengeli o Berenjena como le llamaba Sancho, no era de Alhambra).  Los eruditos y discretos especialistas de la ruta de don Quijote sitúan en este pueblo, de semejanza nazarí, las bodas del rico Camacho con Quiteria, relatadas en los capítulos 19-21 de la 2º parte.  Se pasa por el centro del vetusto pueblo de Carrizosa (la aldea de Basilio, cap. 21, 2º parte), situado en una especie de charnela por donde pasa el arroyo de Cañamares, la travesía tiene una curva a la derecha, continúan las tierras  rojizas de labrantío, buena tierra sobre ondulaciones y algún otero sobre el que aparecen los restos arqueológicos de una especie de torre, restos de lo que fue un molino de viento, manchas de viejos olivos y viñedos, sobre todo viñas que han empezado a enseñar su verdes pámpanos como billetes verdes, porque no sé el precio de la uva al viticultor pero el vino embotellado es oro tinto.

      Ya entramos en los Infantes cruzamos sus calles en las que se aprecian las piedras nobles, monacales, aristocráticas  de palacios, conventos  e  iglesias,  piedras cenobitas de arenisca rojiza, bermellones, ocres, todas ellas  convertidas en arte, piedras apretadas, quietas, hechas a besos de cinceles.  El origen de la villa es romano.   El Infante don Enrique de Aragón le concedió la Carta Puebla en 1421, y se independizó de Montiel,  y en honor de sus hermanos los Infantes don Juan y don Pedro, recibió el nombre de «Los Infantes» en 1480 y en 1491 se le dio el de Villanueva de los Infantes,  su censo siguió creciendo hasta sobrepasar los 5.000 habitantes a mediados del siglo XVI.  Esto le valió a Felipe II para proclamarla capital del Campo de Montiel en 1573 tanto política como eclesiásticamente, y capital de Gobernación de la Orden de Santiago, influyendo considerablemente en el Campo de Montiel y zonas de Albacete, Murcia y Jaén durante toda la Edad Moderna.  En el censo de 1998 tiene 5.801 habitantes.

      Estos datos históricos más las cinco citas que hace Cervantes del Campo de Montiel en El Quijote han valido a algunos investigadores para considerarla  que este es el enigmático «En un lugar de La Mancha». En este IV Centenario se está hablando de Villanueva de los Infantes en detrimento de Argamasilla. Por los datos aportados es evidente que esta ciudad ya se llamaba así un siglo antes de cuando se escribió El Quijote. Además si el Caballero del Verde Gabán era de aquí, no podía ser también don Quijote y Sancho.

      Cruzamos longitudinalmente la villa hasta llegar cerca del parque de la Constitución que fue remodelado  en 2002, donde se ve una Ermita del Santísimo Cristo. Aparqué el coche junto al monumento dedicado a don Francisco de Quevedo y Villegas, señor de La Torre de Francisco Abad que murió aquí el 8 septiembre 1645 en el convento de Santo Domingo, aunque fue enterrado en la iglesia de San Andrés, capilla de los Bustos.  Desde luego  que yo, ahora,  los Infantes le bautizaría como la Deseada (aquí desea uno vivir).  Entremos en la iglesia de Santo Domingo, dentro no había ni un alma, nunca mejor dicho, la foto que le hice a una estela de nombres medievales no salió por falta de luz o de un  encantamiento. Santuario de Nuestra Señora de la Antigua.

       Pero como el motivo de nuestro viaje era buscar sus huellas, señor Azorín, y a la vez, también la de don Quijote, tomamos la calle central peatonal llamada de Cervantes, una calle comercial, locales de souvenir, palacios y la casa del Caballero del Verde Gabán, aquí me hizo mi mujer una fotografía, no pudimos entrar al impedirlo una puerta cerrada y además es propiedad particular, lo dice el letrero en metacrilato que hay en la puerta. En la fachada de la casa es de piedra arenisca rojiza de la zona, tiene una puerta nueva de doble hoja, enmarcada entre dos columnas empotradas con capiteles erosionados, escudo en el dintel que no puedo describir porque no soy heraldista, hay un amplio balcón que toma  ángulo recto hacia la esquina de la calle Jacinto Benavente, alero amplio en el tejado de una robustez nueva.  Aquí estuvo don Quijote y Sancho, y aquí mismo, ahora, 400 años después estoy yo profanando un lugar casi sagrado y que además pinto Doré.

     Por un momento quiero acordarme, nos vamos a detener, porque quiero retroceder por el túnel del tiempo novelesco y el real, simbiosis que no se puede experimentar con tanta nobleza y dignidad que aquí, por asombroso que sea, esta casa la describe Cervantes en el Capítulo 18 de la 2º parte, cuando  llegó don Quijote con Sancho acompañados del dueño de la casa don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán al que encontraron en el camino después de una lid con el caballero del bosque. Invitación que les hizo  don Diego con la inequívoca pretensión de que don Quijote desengañara o desencantara a su hijo en la fantasía de ser un poeta. La descripción de la casa por Cervantes es la siguiente:

       «Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega, en el patio; la cueva, en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso…» (Cap.18, 2º.P). 



        Desde luego, ahora, estoy seguro de que el gran ilustrador francés Gustavo Doré no vio esta casa porque el dibujo que realizó de su patio interior es el de un palacio y no el de una casa manchega de la época.

       Las tinajas toboseñas, ya fueron descritas en el siglo XVI, según don Martín de Riquer, famosas en La Mancha.

      Aquí vivía el matrimonio  don Diego de Miranda, rico labrador, con doña Cristina y   con su hijo don Lorenzo «estudiante de poesía» en Salamanca y que quería dedicarse a ser poeta, lo cual daba quebraderos de cabeza a su padre.  (El narrador del Quijote  equivoca al lector en el número de hijos, porque cuando en el diálogo de auto-presentación que hace don Diego de Miranda en el  Cap. 16, escribe: «…paso la vida con mi mujer, y con mis hijos,..» en plural, cuando en el mismo capítulo dice: «tengo un hijo (…) será de edad de diez y ocho años». Porque Cervantes, como decía el erudito cervantista murciano don Diego de Clemencín no tenía costumbre de repasar sus escritos.

        Madre e hijo salen a recibirles: al padre y a los dos personajes cuyas presencias habían sido ya escritas en  El ingenioso Hidalgo con Quijote de Mancha, según el bachiller Sansón Carrasco (cap., II, 2º parte).   Don Quijote, ayudado por su escudero se desarmó y «quedó en valones [calzones al estilo de Valonia] y en jubón de camuza, todo bisunto [sangriento] con la mugre de las armas».  A «fuerza de adulación» don Lorenzo de Miranda,  recitó a don Quijote versos glosados y un soneto, la insistencia propia del novel ante el consagrado maestro. Lorenzo dice del Caballero de la Triste figura que  «él es un loco bizarro, un entreverado loco, lleno de lúcido intervalos». En realidad don Quijote va tomando cordura en la II Parte, recordemos que es un loco que muere cuerdo. Habla don Quijote de los premios literarios, y ya entonces tenía las mismas sospechas y opiniones de tongo, que hoy en día:

       «…el primero siempre se lleva el favor o la gran calidad de la persona, el segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene a ser segundo, y el primero a esta cuenta será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades…».



       En la casa de don Diego de Miranda comieron, y pasaron cuatro días como huéspedes bien recibidos, don Quijote y Sancho.



      Usted dio una conferencia en el Ateneo de Madrid, en el mes abril 1905: Don Quijote en casa del caballero del Verde Gabán, esta conferencia  aparecerá en la recopilación de artículos Lecturas españolas, Madrid, 1912, y Con Cervantes, 1947 y   Con permiso de los cervantistas (Biblioteca Nueva, 1948),  habla de este caballero propietario de esta casa de los Infantes, en dos artículos: «La entrevista» y «En casa de Miranda».

      En la cabecera escribe usted: “Este es el trabajo que ha escrito Azorín para que sea leído aquí, en el Ateneo, con motivo del centenario del Quijote. No tiene importancia; carece de trascendencia; el autor no puede meterse en disquisiciones hondas, porque sabe muy pocas cosas». Firmado Azorín.   Usted habla de sí mismo en tercera persona, lo cual es llamativo.

      En la explicación de la conferencia, dice usted que Lorenzo es un mozo absurdo y fantástico, su padre no ha podido hacer nada para que estudiara leyes, «esto le granjea nuestra más calurosa simpatía». ¿Por qué le causa a usted simpatía Lorenzo?, quizás porque es la misma estampa de usted, que no  acabó leyes en Valencia como su padre quería, y acabó siendo tratante de palabras.  Y ve usted en Don Diego a don Isidro Martínez, con el mismo problema de hijo que no saca los estudios de Derecho.  Sin duda alguna don Isidro como don Diego no estaba contento con la decisión tomada por su hijo en ser poeta, cuando asegura en un diálogo: «tengo un hijo, que, a no tenerle, quizás me juzgara por más dichoso de lo que soy; y no porque él sea malo, sino porque no es tan bueno como yo quisiera», (Cap. 16, 2º parte).  Sin embargo, Lorenzo de Miranda no estudiaba leyes en Salamanca sino «las lenguas latina y griega», y no quería estudiar otras ciencias.

      «Don Diego, su padre, no ha podido hacer que se aplique a más provechosas y sólidas especulaciones; pero hasta ahora sus ímpetus, sus gustos, sus tendencias, se hallaban reprimidas, tenidas por el ambiente sosegado y regular de esta vivienda…». Al final de la conferencia hay una defensa de los ideales ante los prosaicos:   « ¿Qué creéis que importa más para el aumento y grandeza de las naciones: estos espíritus solitarios, errabundos, fantásticos y perseguidores del ideal, o estos otros prosaicos, metódicos, respetuosos con las tradiciones, amantes de las leyes, activos, laboriosos y honrados, mercaderes, industriales, artesanos y labradores?»

     La grandeza del Quijote es la capacidad humana de presentarnos problemas de antaño que son vigentes actualmente,  porque los hijos   «son pedazos de la entraña de sus padres, y así, se han de querer, o buenos o malos que sean».

    

       En el artículo «La entrevista», usted nos cuenta:

      «La entrevista que han celebrado Don Quijote y Lorenzo de Miranda se ha desenvuelto, como decimos ahora, en un ambiente de entera cordialidad». No faltaba más sino que hubiera sido de otro modo. Ocurre con Don Quijote que, siendo un hombre de acción, es, en ocasiones, un intelectual; no retrocedamos ante este sustantivo moderno».

      En «La casa de Miranda», usted se refiera, sin duda a la casa de don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán, aunque no le nombre, y nos cuenta:

    «La casa de Miranda es bonita; lo dice todo el mundo; no podemos nosotros menos de asentir; asentimos, desde luego, con mucho gusto. ¿Y cómo nos describe Cervantes la casa de don Diego de Miranda? No nos da de la casa sino cuatro rasgos. Y no nos da más porque, en puridad, no puede darnos más. Y no puede darnos más porque el arte, en su tiempo, no lo permite».



      En la calle Cervantes de esta villa puebla de los Infantes, se abren puertas de tiendas de souvenir, son típicas las figuras de don Quijote y Sancho forjadas en  hierro con pie como si fueran pisapapeles, valen de 25 a 30 €, hay que empezar a comprar recuerdos. Seguimos por la barroca fachada de la Encarnación, hasta el final donde a la derecha aparece una farmacia que fue botica desde finales el siglo XIX, allí se abre la Plaza Mayor, cuadrada,  con soportales con arcos neoclásicos, bancos de piedra  donde se sienta doña Julia, doña Paquita con niños que juegan a montar en bicicleta, y en un banco de piedra nos sentamos mi mujer y yo, he hice unas fotografías y tomé notas en mi bloc.

     Lo que más llama la atención del viajero ya cansado de caminar a cojetadas, es ver la torre y la puerta de la  parroquia de San Andrés, soberbia  catedral con puerta enmarcada en grandioso arco de medio punto, y ante el paño de la catedral un monumento dedicado al patrón Santo Tomas de Villanueva (1486-1555), cuando el santo murió, se repartieron entre los pobres todo el dinero que había en su casa.  La patrona es la Virgen de las Angustias. Junto al Ayuntamiento hay una tienda con venta de prensa, compré La Tribuna del día 10, número 5.260.  En primera página FENAVIN (Feria del vino) promete, en la foto vemos al presidente regional: José María Barreda, brinda junto a Manuel Juliá, Clementina Díez de Baldeón, Ángel Amador, Mercedes Gómez, Nemesio de Lara y Francisco Gil Ortega. El vino es sin duda la mayor riqueza de la Mancha, 600.000 hectáreas de viñedo lo que supone el 50% de la superficie nacional. También aparece en la portada un suceso: la muerte, siempre lamentable, de un trabajador en Daimiel de 55 años al caer de un andamio de cuatro metros de altura.



       -Tengo hambre, tú mucho monumento y mucha foto, pero las piedras, las iglesias y los soportales no alimentan.

       Se quejó mi mujer de cierto apetito crepuscular, aunque ella es de poco comer, por eso mantiene el tipo y la figura de modelo.

     -Anda, pregunta tú donde hay una cafetería que esté bien.

     Una amable chica de los Infantes, hospitalaria, porque iba vestida de enfermera, nos estuvo indicando varios lugares cercanos, y nos mandó a la plaza de San Juan donde se erige el monumento a Quevedo. Allí hay varios bares de pueblo, donde todos los clientes son varones. Tomamos una merienda cena en la terraza de un bar con pizzas. Las gentes son muy mironas porque no están muy acostumbrados a ver a dos turistas comiendo «ruideritos», detrás de unas pizzas.

     No vi en los locales nombres dedicados a usted, señor Azorín, sin embargo, ha quedado engrandecido el nombre del caballero del Verde Gabán, gracias a usted.

     Al anochecer, porque en este mes de mayo los días son largos regresamos por la misma carretera al Hotel la Colgada, lo ideal hubiera sido pasar por Villahermosa donde se cuenta que camino de Montiel don Quijote alanceó a las ovejas y desde allí regresar a las Lagunas de Ruidera, pero tal vez uno se va volviendo precavido porque siempre puede haber una legua de mal camino, sobre todo de noche.



    


 



Por Ramón Fernández Palmeral (del libro: "Buscando a Azorín por la Mancha". Amazon)













lunes, 5 de agosto de 2019

O haces exhibicionismo de tu vida, — algo así como selfienarrativo— o estás fuera del mercado editorial.

Hablamos de Literatura con Isaac Rosa

Isaac Rosa y Eva Losada Casanova 2019 Foto de David Nade
Con la novela bajo el brazo, garabateada, llena de papeles de colores con anotaciones, me siento con el escritor y periodista Isaac Rosa en uno de los escenarios de su última novela: Feliz final. Mezclar la realidad con escenas de ficción no puede salir mal si entrevistas a un escritor que lo hace constantemente. Cuando se lo comento, sonríe. «Este lugar, a otra hora del día, está lleno de padres separados comiendo con sus hijos… la escena que aparece en el libro no es un recurso literario, cuando yo venía aquí, todos nos mirábamos con complicidad…». Hablamos del régimen de visita de los padres, hablamos de la culpabilidad. «Las relaciones familiares y sociales están dominadas por la culpa, esta ha sustituido a la responsabilidad… todas las relaciones están contaminadas de culpa, hay miedo a que tus decisiones hagan daño a los demás». «El sentimiento de culpabilidad acompaña a la crianza de los hijos siempre».
        Barajamos porcentajes de parejas separadas con niños en custodia compartida y régimen de visitas, repasamos algunas costumbres y anécdotas. «Este libro no es de escritura fácil, puede remover muchas cosas en el lector». No estamos hablando de un libro de autoficción, menos mal, porque parece que ahora o haces exhibicionismo de tu vida, — algo así como selfienarrativo— o estás fuera del mercado. Feliz final es ficción pura y dura, que parte de una misma «raíz social». «El punto de arranque soy yo mismo, y a partir de ahí voy abriendo el círculo, compruebo entonces cuánto de lo que yo siento y vivo es compartido con el resto».
       Kundera dice que el género de novela está denostado, muchos, en este país, hablan de la muerte de la novela. Algo absurdo, desde mi humilde punto de vista. Isaac habla de otra crisis de la novela, aquella que lleva al género a lo irrelevante. «El discurso de la novela tiene que buscar cierta relevancia social, interpelar al lector».
     Es un hombre risueño, hablador y aunque nadie me crea, su ego es el de un ser normal. Sí, así es, por fin, me tropiezo con un escritor, de mi generación que ha sabido domar su ego. Charlamos sobre el amor sereno como contrapunto al amor asfixiante del libro. «Cuando uno se enamora, a veces, construye un relato para justificar su relación».
      Le pregunto sobre el poliamor, un concepto que él maneja en la novela y que, en mi opinión, es algo que se aproxima más a ellos que a nosotras. «El poliamor es un bluf en el sentido cultural, mediático… para la mayoría de la población es algo anecdótico… es una curiosidad, algo minoritario, con poco futuro». Estamos ambos de acuerdo en que, el poliamor, deja a muchas damnificadas en esta sociedad.
    Solo alguien con el dominio del lenguaje que él tiene, es capaz de mantener 336 páginas con un narrador como el de Feliz final. Un narrador vehemente, agresivo, indignado, enfurecido a veces, despechado otras, un narrador que se pregunta, que se retuerce. Que salta de un personaje a otro con la libertad y ligereza que el autor consiente. El tiempo narrativo de esta novela es tremendo. Maneja el orden, la velocidad y la frecuencia como un malabarista, incluso tiene el descaro de jugar con los formalismos del texto al más puro estilo Oulipo. Es decir, la estructura y el juego a favor del discurso. ¿Por qué? Supongo que es la manera de convertir esta historia, tan común a todos nosotros, tan sabida y manida, en algo distinto.          Creo que no se debería alertar al lector de cómo se ha manejado el tiempo en la escritura de esta historia, creo que es parte de la experiencia de lectura descubrirlo poco a poco. Así que, recomiendo a los futuros lectores de esta novela, que, a ser posible, no lean el texto de la contracubierta, sería una lástima no dejarse envolver por el juego temporal que su autor ha elegido para narrarla. A veces el marketing editorial no acierta, cuenta demasiado.
    Los personajes de esta novela son dos, dos partes de la misma moneda. Es un baile dialéctico fascinante, en ocasiones agotador, es cierto, pero en el que el lector baila con ellos, va y viene como un espectador ávido por no dejar de escuchar el argumentario de ambos, esa receta propia de lo que es el amor, o, mejor dicho, el compromiso amoroso. Esta novela no se lee, se oye. Compruébenlo ustedes mismos.
    Cualquiera de nosotros ha protagonizado alguna de las escenas que se suceden, yo misma me identifico, directamente, con varias. Es más, en ocasiones, el lector siente que puede reproducir, casi de memoria, muchas de las frases que vendrán a continuación, como si esta película ya la hubiéramos visto, como si conociéramos a Ángela o acabásemos de hablar con Antonio en el bar de debajo de casa. La realidad aparece observada bajo el cristal del microscopio, con una nitidez que asusta. Tanta que, a veces, necesitamos soltar el libro y respirar. En cada párrafo, nos podemos encontrar el inicio de otra novela, de otra historia,  un nuevo conflicto, un instante de reflexión; pero no se nos permite detenernos, ni escarbar. El texto nos va llevando por ese tiempo tan particular que Isaac Rosa ha creado para hacernos partícipes de lo que hay al otro lado del cristal, a la realidad ampliada del universo de Feliz final (o quizá, Feliz reproche). Antonio, el personaje principal, dice: «…el declive del deseo, el ciclo de la vida, el asimétrico desear de mujeres y hombres con los años… cualquiera lo aceptaría e integraría, sin demasiada melancolía, en su horizonte. Yo no.».
     Uno de los personajes secundarios, esos que ayudan a pensar a los protagonistas, y que en ocasiones brilla en la novelas sin que quizá el autor lo haya previsto, destaca por encima de los demás. Es un personaje que interesa más allá de la propia historia, una mujer (madreliberada) que se enfrenta a la protagonista (madrenatural)—mucho más joven que ella— durante unas vacaciones navideñas. «Este personaje está armado con muchas mujeres; para construir a los personajes secundarios, también he hecho un gran trabajo de observación, he tenido muchas conversaciones con mucha gente…no existe, aunque mi madre podría verse reflejada en algunas cosas…».
       Aprovecho que a Isaac le gusta Edgar Allan Poe para preguntarle por el efecto que él buscaba causar en el lector con Feliz final. «Tengo muy presente la relación con el lector y me gusta que el lector también tenga en cuenta las creencias del autor, un libro no cae del cielo…me gusta desestabilizar al lector, el lector es muy cómodo, hay que incomodarlo, y asumo el riego de que se vaya, claro».
       Y ya, para terminar, me entero de que Virginia Woolf es su autor/a favorita como lector. Descubro que este escritor que tengo frente a mí, dice que le gusta todo de esta escritora y que le hubiera encantado poder escribir Al faro, manejar el tiempo como lo maneja ella en esa novela. Ambos tienen estilos contrarios: una es puro simbolismo e Isaac realismo sin anestesia. Pero hay algo que manejan muy bien los dos: el tiempo. «Yo no leo a autoras por ponerme al día como parece que hacen otros, como si fuera una tendencia, siempre he disfrutado leyéndolas, leo a muchas mujeres». «Esto no puede convertirse en ligas diferentes, escritores y escritoras, tenemos que estar en la misma liga…». «Hay muchas autoras que han sido mal leídas». Me confiesa que ha leído historias de amor, desamor y ensayo para construir la novela. Hablamos de la antropóloga y socióloga Eva Illouz, de la escritora Lydia Davis y su libro El final de la historia, publicado en 1995.
      Pese a vivir en Sevilla, Isaac Rosa, tiene mucho de madrileño, quizá por esos años que vivió en el barrio de Hortaleza, barrio que inspiró otra de sus novelas: La habitación oscura. «He cambiado muchas veces de barrio y de ciudad, mi hija mayor vive aquí, en Madrid. En Sevilla el entorno es más humano, llegué con el acelere madrileño, siempre iba deprisa…Echo de menos mi barrio madrileño, sí, llegamos sin familia a Madrid y encontré una tribu, una comunidad cercana, era gente a la que le dejábamos los hijos, nos apoyábamos…criar solo a los hijos es difícil, por eso si tienes un barrio que te apoya las cosas son más llevaderas».
    Continuamos hablando de la crianza de los hijos, la adolescencia, los hábitos de lectura y de la suerte que tiene Isaac de poder compartir la escritura con sus hijas. Es más, me cuenta que próximamente publicará una historia escrita con una de ellas. Me emociona la idea de que padre e hija escriban juntos. Hay hijas con mucha suerte.
     El último tema que quiero tratar con Isaac tiene que ver con la formación del escritor y sobre la importancia de la lectura parta escribir bien. «Da igual si te haces tres master en escritura, no sirve de nada si no has leído, para escribir bien hay que leer muchísimo». No puedo estar más de acuerdo, se lo repito una y mil veces a mis alumnos.
    Regreso a casa con la novela todavía fresca en mi memoria, y con una sola conclusión: no sabemos enamorarnos de personas que evolucionan, quizá, por ese motivo, no logramos hacer el camino completo, pero ¿en qué consiste exactamente hacer el camino completo? ¿Existe ese camino o el amor es solo una espiral? Lean, lean y saquen sus propias conclusiones. Pero si están nadando en las contaminadas aguas del desamor, cojan oxígeno, buenas aletas y un lapiz.
 Feliz final (2018) es la última novela de Isaac Rosa, está publicada por la editorial Seix Barral, del Grupo Planeta.
Foto: David Nade. www.davidnade.com info@davidnade.com.
Eva Losada Casanova. Escritora.

Comentario de Ramón Palmeral:
 Hoy en día lo que se lleva, efectivamente, es hacer una exhibición personal, y escribir en primera persona de la vida íntima, y es cierto lo que dice Isaac que hay que incomodar al lector, llevarle al estrés, ponerle octáculos, pero en toda gran novela como "Lo que el viento se llevó" el final siempre debe ser feliz, para que el lector te vuelva a leer en otra próxima novela.  Enhorabuena por la entrevista.

lunes, 29 de julio de 2019

Fragmento de un ensayo, de Ramón Palmeral



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RESPONSABILIDAD


          Vivimos unos tiempos en los que estamos encadenados a una rueda que gira sin parar. Esta rueda es la sociedad en la que vivimos, tal vez sin elegirla, pero es lo que tenemos, es la realidad cotidiana, que no es ni mucho menos perfecta. Tal vez te guste la vida del ermitaño, la del fraile misionero, o la de quien vive bucólicamente alejada en el campo en su cortijo y con su huerta ecológica propia. Por el contrario, el resto de los trabajadores no tenemos más remedio en integrarnos en la sociedad en la que vivimos. En esta sociedad se puede ser un miembro activo o pasivo. Los activos son los que desde jóvenes inventan cosas o participan o se apuntan a partidos políticos, a asociaciones como voluntarios, sería lo que llamamos la «sociedad juvenil participativa».
         La responsabilidad se empieza a aprender desde la infancia como, por ejemplo, cuanto te regalan una mascota, de la especie que seas, y el niño/a se ha de encargar de su alimentación y cuidado aleatorios, o te regalan una bicicleta, de la que tienes que ser responsable en cuidarla como algo tuyo y aprender a conducir y a respetar las normas de tráfico. Se aprende a ser responsable cuando se aprende a ser respetuoso con las normas generales de convivencia y con las personas.
        Los alumnos se portan en las escuelas como se portan en el seno familiar, ellos son espejo de sus padres o tutores. Antiguamente se criticaba la autoridad de los maestros y profesores que usaban la regla o palmatoria disciplinaria, no era más que un sistema de imponer autoridad, para que  el alumno aprendiera a obedecer y a respetar a los maestros y profesores, sin preocuparles mucho si aprendían o no. Lo importante, entonces, en mis años de alumno era obedecer y cumplir la autoridad del maestro, y forzar nuestra voluntad a prestar atención. Una de las cualidades humana que se aprende: prestar atención para aprender o intentar aprender. Lo que también llevaba a una gran tasa de fracaso escolar, porque lo que buscaban los padres era que aprendieras las cuatro reglas y ponerte a trabajar. Pero, sin duda alguna, aprendías a ser responsable, porque ser responsable es distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, entre otros asuntos, como el de estar callado cuando los mayores hablar, o habla un maestros o un conferenciante.
      A los hijos de ciertas burguesías o ciertas clases aristocráticas se les ponían preceptores para que no se contaminaran de tanta obediencia, es decir que se les preparaba para mandar, para ser aristócratas o príncipes. Era la idea de la insociabilidad para por mandar sobre los obreros. Estas ideas de la enseñanza restringida desaparecen cuando te das cuenta de que estaban educando a un monstruo insociable y peligroso, hasta el punto de ser irresponsable controlarlo. De los colegios públicos se pasó a los colegios y universidades privadas, que es donde siempre han estudiado las élites sociales, las clases mal altas, contra lo que luchó el comunismo y la socialdemocracia, la desaparición de las clases, que aún siguen y es evidente que persisten.
      Por ello, una de las zonas de éxito que debemos aprender es a respetar con responsabilidad, es decir, hasta donde se pueda y sea menester, porque no se puede ser siempre una obediente acémila con orejeras tirando de la almijara o palo del molino. A veces, el individuo ha de rebelarse y protestar, y contradecir o rebatir, pero hasta ciertos límites que impone la cultura y los modos, porque contra la responsabilidad de hacer está la paralizante obcecación de un ego que quizás no te lleve  a obtener beneficios materiales o personales, lo que se llama ahora «intereses particulares». 


Forma parte del libro: "Tu zonas de éxito"  LULU y AMAZON

Ramón Fernández Palmeral
 
            

domingo, 28 de julio de 2019

DICCIONARIO POLÍTICO PARA CIUDADANOS CONSCIENTES, de Ramón Fernández

Para el curioso lector
  Hace muchos años en 1977, empecé a recortar artículos de prensa diaria de España, antes la Constitución. han sido 15 años, hasta hacer un curioso diccionario muy curioso (no publicado). Al final lo he llaamdo: "Diccionario político para ciudadanos conscientes", de la A a la Z, hay de todos los temas inimagibles, que iré publicando periodicamente, dependiendo del aburrimiento que yo tenga. Los recortes se ha ordanado con el criterio de buscar en ellos, una palabra que sirva para el orden alfabético, no tiene otro intereés.
   La idea es mostrar en edición facsímil los recortes, según la páginas, tiene 54.
   Se puede observar el tiempo el cambio politico de la Transición a grandes rasgos, lo que supone un estudio tipo hemeroteca curioso, sin más pretensiones.
   Al no tener los recortes fechas, y leerlos fuera de su contexto es curioso como ha ido cambiando la forma de pensar de los españoles. Lo más lejos de mi intención es la de informar, sino que es la de divertir, por los años pasados. Cuando más tiempo pasa más nos sorprenden lo que se decía.
   Aquí os muestro la portada y dos páginas, que será por entregas:






sábado, 27 de julio de 2019

Historia de la Axarquía Oriental en 4 libros, por >Ramón Fernández Palmeral

Ramón Fenández Palmeral es autor de tres libros sobre la historia de la Axarquía Oriental (Málaga):
Los tres primero libro se encuentra a la venta en Amazon

-Reseña histórica de la villa de Frigiliana




-Resela histórica de la puebla de Nerja


-Reseña histórica de Torrox


Y un libro en colaboración con Vicky Fernández:



-La aldea de El Acebuchal