domingo, 23 de febrero de 2020

El lector indigente en Alicante

Así es la vida de Fernando: el indigente que devora libros en el centro de Alicante para luchar contra el abandono

Perdió el empleo, pero no la dignidad. Para pasar sus horas muertas, se entrega con pasión a la lectura en plena calle y con una linterna en la frente mientras confía en la generosidad de la gente

22.02.2020 | 19:50
Fernando, en plena lectura con una linterna en la frente a las puertas de una sucursal bancaria de la avenida de la Estación de Alicante una tarde-noche de mediados de mes.
El lector paciente. Fernando duerme al raso en la pinada del Castillo de Santa Bárbara desde que se quedó sin trabajo hace 14 años. Se aficionó a leer de niño con los tebeos de «El Jabato» y ahora solo los libros llenan su vida.
Fernando tiene 56 años, pero aparenta bastantes más por las múltiples heridas de una vida casi rota. Cántabro de Reinosa, bajó hasta Alicante a comienzos de este siglo para buscar trabajo en la construcción o la hostelería, pero no tuvo suerte entre la crisis, su edad y algún duro revés personal. Desde hace 14 años duerme al raso en la pinada del Castillo de Santa Bárbara y por las tardes se sienta en el suelo de la avenida de la Estación a las puertas de una sucursal bancaria de capital alemán junto a sus pertrechos recogidos en dos bolsas de supermercado y un cubilete con algunas monedas por si alguien deja alguna (raramente).
Pero Fernando no pide ni mendiga caridad; Fernando lee. Provisto de una linterna que sujeta a su frente con una badana, porque la luz de las farolas es insuficiente, devora con paciencia los libros que le regalan o que va consiguiendo como puede. Se abstrae de las monedas, de la indiferencia generalizada de la gente que va y viene y se consagra a la lectura como su principal vía de escape contra el abandono, el paso implacable del tiempo y los golpes bajos de la vida.
A su manera, casi parece feliz; es un hombre castigado, pero no derrotado, como demuestra con su conversación serena y una pasión por la literatura que refuerza su capacidad para resistir y sobreponerse a la desgracia.
La semana pasada terminó «El arte de la guerra», de Sun Tzu, un tratado sobre técnicas y estrategias de combate de las dinastías chinas escrito en el siglo IV antes de Cristo, aunque sus aficiones literarias son más mundanas y comerciales, las que suelen corresponder a una persona que, como él, sólo cursó la antigua EGB.
«Me gusta mucho el misterio; me encantan Ken Follet y Agatha Christie; y también me interesan las biografías de gente importante», relata con voz ronca de fumador. «¿Tú sabes lo que son 24 horas en la calle?», pregunta con serenidad, sin autocompasión. «Con la lectura busco una manera de pasar el tiempo y de evadirme». Lee con fruición, pero sin prisa, y en dos días ya va por la página 237 de «Todo esto te daré», de Dolores Redondo, una novela que le prestó un vecino del centro. Cuando la acabe, se la dejará de vuelta en una cafetería cercana.
«Me pareció una imagen insólita y conmovedora la de un indigente leyendo de noche con una linterna un título tan complejo y especial como «El arte de la guerra», explica el dueño del libro prestado. «Casi me devolvió la fe en el ser humano; una luz en medio de la miseria; un lector entre los ciegos, ese río de gente que va de compras y de cena, pasa a su lado y ni le mira, ni le ve».
El libro que más le ha impresionado a Fernando es «Un mundo sin fin», de Follet, y su autor español preferido es Arturo Pérez Reverte, «porque escribe mucha novela histórica y con un tono irónico». Su afición por la lectura no es de ahora, de estos largos días sin nada más que hacer, sino que la adquirió de pequeño con los cómics, especialmente con «El Jabato» y «El Capitán Trueno».
«Me vine a Alicante a trabajar en las obras o en la hostelería, lo que había hecho en mi tierra, pero la construcción se fue a la mierda y en la restauración me di cuenta de que sólo quieren gente joven y los que pasamos de 50 años no interesamos; sobramos en todos los sitios», relata sobre su dura peripecia personal.
En la pinada de la fortaleza de Santa Bárbara cuenta con un edredón para pasar la noche y con frecuencia se acerca a las dependencias de Cruz Roja junto al Rico Pérez para su aseo personal, lavar la ropa y desayunar. «Me he quedado siempre a dormir en el monte porque es una zona tranquila, pasa muy poca gente por allí y nadie se mete conmigo», añade Fernando, que no ha tenido ningún problema de inseguridad en estos 14 años.
Se siente seguro, pero vive solo; con la única compañía de los libros. «No quiero meter a la familia en estos rollos», prosigue Fernando, que mantuvo una relación sentimental en Alicante con una mujer, «que por desgracia murió». En todo este tiempo no se ha movido de la capital de la provincia y reconoce que son bastantes los indigentes del norte de España que se vienen a esta tierra por las buenas condiciones del clima.
Mientras lee, Fernando se olvida de todos estos golpes y no mira más allá del presente. «Es imposible plantearte un horizonte de vida con más dignidad o calidad porque si eres español, no te dan ninguna ayuda, tienes que ser extranjero y con hijos», comenta entre risas y resignación, con sorna. «Entonces te dan 400 euros y te pagan agua, luz, piso y la hostia si eres extranjero. Si eres español, te tienes que buscar la vida como tú puedas. Es la desgracia de ser español en España...».
Pero no se queja, ni tampoco va de víctima del sistema. Cabalga sobre la adversidad y cada tarde, a eso de las siete, saca su novela y se sienta en la calle a leer. La luz de los libros le alumbra y le ayuda a conocerse mejor a sí mismo y a la gente. Sólo la lectura llena su vida. Y bien sabe que quien lee nunca está solo.
« Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla».
Sun Tzu, «El arte de la guerra»