domingo, 2 de octubre de 2016

Los defensores de la democracia: adherentes de la propiedad privada y la sociedad de clases

Los defensores de la democracia: adherentes de la propiedad privada y la sociedad de clases

En mi tercer artículo de polémica contra Nicolás González Varela sobre su artículo de "Nietzsche y el comunismo“ quisiera alejarme de la filosofía de Nietzsche y ocuparme más con el concepto político de G.V., su interpretación del comunismo y su compromiso con el sistema democrático.
Cuando Marx y Engels se declararon „comunistas“ lo hicieron para expresar su antagonismo hacia la propiedad privada que consideraron dañina para toda la sociedad, no solo para la clase obrera. Querían establecer una sociedad y un sistema económico basado en la propiedad común. Eso y nada más significan las palabras "comunismo“ y comunista“ originalmente.
En el siglo XX, sin embargo, al aparecer la Unión Soviética, el „comunismo“ recibe el significado de „propiedad estatal“. Eso también es una forma de propiedad común, pero no la única. De todas maneras, cada persona que se oponía – con cualquier razón – al sistema soviético era considerado un anticomunista, y por este motivo, era tachada automáticamente de ser partidaria del sistema capitalista – aunque los estados de la órbita soviética preferían llamarse „socialismo real“ y no comunismo real“. 

Al caer el Telón de Acero ya nadie quería ser comunista. Significaba ser adherente a un sistema fracasado: un perdedor en la sociedad global de competición donde todos quieren ganar.
Pero las razones que tenían Marx y Engels para criticar el capitalismo y la propiedad privada no han cambiado en absoluto. La explotación sigue en vigor. El sistema de libre mercado excluye a los obreros de la riqueza que producen. Los propietarios de empresas de cualquier índole contratan empleados mientras sacan de ellos provecho y les echan a la calle cuando se acaban los beneficios.
La sociedad de libre mercado también impone el reino del valor de cambio, del dinero, al mundo y así excluye a los que no tienen propiedad ni empleo de la riqueza que les rodea.
Lo único que ha cambiado desde los tiempos en que Marx escribió su „Crítica de economía política“ es el sufragio universal y, en general, el sistema democrático y el estado social que se ha establecido en Europa. En su establecimiento el pensamiento socialdemócrata [Alemán SPD) ha tenido un papel crucial. Los socialdemócratas también eran la base del partido bolchevique, así como del sistema soviético.
Al contrario de lo que G.V. quiere sugerir, Nietzsche no se opuso al pensamiento de Marx. Es casi seguro que nunca ha leído algo de él. Lo que conocía era la agitación socialdemócrata y se opuso a ella.


La socialdemocracia

1. La crítica de Marx

Me gustaría aclarar las diferencias que existían entre Marx y los socialdemócratas ya en tiempos de Marx. La "Crítica del programa de Gotha" que Marx mandó en 1875, en forma de carta a un socialista  – como se llamaban entonces – alemán, Wilhelm Bracke, no se publicó hasta después de la muerte de Marx, por Engels en 1891, con motivo del congreso socialista de Erfurt.
Primero a Marx no le gustaba nada que los socialistas pensaran y propagaran el hecho de que al quien trabaja se le otorgara derechos. Marx llamaba a eso "pensamiento burgués“.
La primera parte del párrafo: "El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura".
El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre. Esa frase se encuentra en todos los silabarios… Pero un programa socialista no debe permitir que tales tópicos burgueses silencien aquellas condiciones sin las cuales no tienen ningún sentido. En la medida en que el hombre se sitúa de antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios y objetos de trabajo, y la trata como posesión suya, su trabajo se convierte en fuente de valores de uso, y, por tanto, en fuente de riqueza. Los burgueses tienen razones muy fundadas para atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural; pues precisamente del hecho de que el trabajo esté condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de civilización, esclavo de otros hombres, quienes se han adueñado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por consiguiente, vivir, más que con su permiso.“ (1)
„"Para preparar el camino a la solución del problema social, el Partido Obrero Alemán exige que se creen cooperativas de producción, con la ayuda del Estado bajo el control democrático del pueblo trabajador."
… En primer lugar, el "pueblo trabajador", en Alemania, está compuesto, en su mayoría, por campesinos, y no por proletarios.“ (2)
Marx ya sentía que sus supuestos adherentes glorificaban al trabajo para autodefinir a sus políticos representantes del pobre y explotado obrero y así hacer carrera política, haciéndose pasar por buenos pastores y dejando a sus seguidores en la misma situación miserable para tener siempre clientela.
Este hecho también le motivó a hacerse cargo de la idea de la „distribución“:
„Aun prescindiendo de lo que queda expuesto, es equivocado, en general, tomar como esencial la llamada distribución y poner en ella el acento principal.
La distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción. Y ésta es una característica del modo mismo de producción. Por ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución. Una vez que esta dilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la verdadera relación de las cosas, ¿por qué volver a marchar hacia atrás?“ (3)
Marx aquí quiere explicar que las clases se distinguen por su fuente de ingresos y no por su poder adquisitivo, sus posibilidades de consumir. Una vez repartida la propiedad de los medios de producción el asunto del consumo ya esta decidido: Unos disponen de estos medios y por este motivo tienen el poder de excluir a los otros de dichos medios y, así, forzarles a aceptar sus condiciones de empleo. Con el asunto del salario que recibe el obrero su poder adquisitivo ya está limitado a lo que necesita para su existencia como mano de obra.
Cuando en el mundo capitalista se habla de distribución, normalmente siempre se vincula con las palabras „justa“ o „injusta“, se niega el antagonismo entre obrero y empresario y se define el problema de pobreza y explotación como una mera diferencia de cantidades, haciendo caso omiso a su calidad perjudicial.
Existe otro motivo en conexión con esa idea de „distribución (in)justa“: Quien se queja de ella le gustaría ser repartidor, tener en sus propias manos el grifo del bienestar y decidir según los méritos del dichoso receptor en cuanto a los bienes o gratificaciones a otorgar. Son los dulces sueños de poder que motivan esos filántropos que lamentan la pobreza supuestamente generada por fallos en el sistema distributivo.
Cuando Marx escribió su crítica contra el programa de Gotha no aplicaba la dureza que usaba contra sus adversarios. Es una critica „constructiva“ que se hace con aliados. Hay que tener en cuenta la situación política de entonces: En 1871, se derrumbó la Comuna de París desencadenando una represión feroz en Francia contra los obreros rebeldes. Por este motivo, en 1972, se celebraron los congresos de Londres y La Haya que llevaron a la escisión de la Internacional y prácticamente dejaron a Marx sin organización. Como recompensa Marx puso su esperanza en los socialistas alemanes. Quería que ellos formaran un movimiento obrero y llevaran adelante la causa de la revolución.
Pero Marx se equivocó sobre las motivaciones de los socialistas alemanes, los Liebknecht, Bebel, Bracke y otros en promulgar un programa que el mismo Marx consideraba torpe. No se dejaron engañar por los seguidores de Lasalle como supone Marx, tampoco dieron „marcha atrás“. Por el contrario, establecieron su rumbo para el futuro, como partido político en el contexto del estado capitalista, como representantes del Cuarto Estado, del proletariado. Una vez alcanzada esta tarea se convirtieron en guardianes del status quo, de la sociedad de clase.


2. Derechos y dignidad

Según González Varela, Bismarck tenía rasgos socialistas:
Bismarck promulgó una legislación social extraordinaria para la época, modélicamente populista, incluso en comparación con EE.UU. Decretó … un seguro por accidentes de trabajo, seguro de enfermedad, invalidez y vejez. Por primera vez amplias clases de trabajadores tenían cubierto el riesgo a lo largo de su vida y una vejez más o menos digna. Además suprimió el derecho patrimonial de la nobleza terrateniente e impuso un Código Civil inspirado en el napoleónico. Esto era acompañado de una política represiva contra la naciente y cada vez más poderosa socialdemocracia inspirada en Engels y Marx“. (4)
Mientras que los socialdemócratas más o menos reivindicaron lo mismo, según sus programas.
El Código Civil establece una relación entre propietarios. Ajusta las condiciones en que se firma un contracto. De este modo el que tiene propiedad puede contratar a alguien que no tiene otra cosa a vender que su propia fuerza de trabajo, y así tiene que conformarse con las condiciones que establece el comprador por su mano de obra. En el mundo legal la gran diferencia respecto a su pertenencia de clase entre los dos contratantes se convierte en completa igualdad entre dos individuos libres. Por eso era esencial abolir el derecho patrimonial que otorgaba a la nobleza la jurisdicción sobre el campesinado y así impedía su contratación como obreros a sueldo, – así la legislación social de Bismarck fue fundamental para establecer el capitalismo en Alemania.
A pesar del hecho de que con las leyes se persiguen a los infractores, a base del sistema judicial se llenan las cárceles, se prohíbe el robo y los pobretones son forzados a vender su mano de obra (o, en casos extremos, bastante común en países pos-socialistas, como no hay empresario que les contrate, incluso su cuerpo, sus hijos o sus riñones), la palabra „derecho“ conserva una reputación muy buena, casi intocable y religiosa. Reivindicar derechos, luchar por derechos se considera una ocupación muy rebelde y noble para los quienes no tienen nada. No hay consciencia del simple hecho de que tener derechos equivale ser ciudadano, súbdito y preso dentro del sistema de la propiedad privada. Luchar por los derechos es lo mismo como conformarse con o, aún más: confirmar ese estado de ser.
Algo parecido sucede con la dignidad.
Hoy día se ha convertido en moda o casi en el deber de cada persona que se considera „progresista“ o „izquierdista“ de prestar atención a la „conducta políticamente correcta“ y a no insultar a nadie con una palabra descuidada. A los gitanos, que siguen viviendo en infraviviendas y nadie les quiere dar trabajo, hay que llamarles „roma“ o „sinti“, por lo menos en Europa Central. Los indios en América Latina se quedan sin tierras o algunos ladrones siguen robando las pocas que aún les quedan, pero ahora hay que llamarles indígenas, porque „indio“ supuestamente demuestra desprecio hacia estos individuos. Los negros de EE UU siguen en sus guetos y se encuentran frecuentemente en las cárceles, pero hay que llamarles „gente de color“. Uno puede ser un pobretón, un proletario, un parado sin recursos, pero a esta gente hay que llamarles „empleados“, „colaboradores“, „en busca de empleo“ etc. ¡Hombre! ¡No tienes para comer, pero todavía te queda tu dignidad!
El autoengaño es peor todavía cuando no se trata de la dignidad de la persona sino de la dignidad del trabajo. Dejarse explotar, ayudar a aumentar la riqueza del patrón – eso sí, pero por este motivo el trabajador merece un trato respetuoso, ser palmoteado de vez en cuando, como reconocimiento de su utilidad y docilidad.


3. El sufragio universal

Para los socialdemócratas fue muy importante la introducción del sufragio universal, como herramienta para llegar al poder.
Como el sufragio universal significa „una persona, un voto“ en el acto de elegir elimina la diferencia entre noble y humilde, rico y pobre, y solamente decide la cantidad de votos. Esa igualdad que concede el acto de votar regularmente llena de orgullo a los votantes de clase baja que ejercen su derecho con mucha – si, ¡dignidad! – y se sienten importantes con su voto singular, pudiendo decidir qué representante popular llega a las palancas del poder y a los bien llenados comederos.
Pero también los ricos y poderosos acuden a las urnas con cierta solemnidad y entusiasmo: Saben muy bien que el sistema electoral y la legitimación del gobierno a través de este proceso les concede y conserva el poder económico y político de que disfrutan.
Con elecciones, por supuesto, no cambia nada en el sistema de propiedad, la existencia de las clases sociales: Todo sigue igual, solamente los administradores del antagonismo de las clases cambian. Y eso asegura a la democracia su ventaja sobre otras formas de gobierno: Los descontentos siempre tienen la opción de votar por otra persona en que mejor confían . Después pueden quejarse algunos años de que los políticos no cumplen con su deber y en las siguientes elecciones votan por otra persona, y así sucesivamente. El sistema permanece y queda confirmado en cada acto de elección, que al mismo tiempo es un acto de afirmación de las instituciones democráticas.
Para el partido socialdemócrata alemán en 1875 la situación se presentaba de la siguiente manera:
Una creciente masa de proletarios atraídos por el desarrollo tempestuoso de la industria y sin representación en la política. Después de la unificación alemana se introdujo el sufragio para cada hombre cumplido los 25 años. ¡Adelante! Los socialistas convencieron a las masas proletarias que su única esperanza de mejorar sus condiciones de vida era su representación en el parlamento. En 1890, a pesar de las restricciones de la propaganda impuesta por la „ley socialista“ el partido socialdemócrata fue el que más votos recibió. Dos décadas más tarde las reformas de la ley electoral hicieron que se convirtiera en el partido más fuerte del parlamento. Todavía faltaban dos años hasta dar su visto bueno a los créditos de guerra y así a la I. Guerra Mundial.

Conclusión
La socialdemocracia como movimiento político tenía como fin, y finalmente lo consiguió, integrar el proletariado en el estado burgués/capitalista y de esta manera mantenerlo como clase explotada y explotable a disposición de los propietarios.
El sufragio universal y la igualdad ante la ley eran hitos en este proceso y siguen siendo fundamentos de la democracia, la representación política de los propietarios de esa tierra.
Marx llama las ilusiones sobre ella
„… la democracia vulgar que ve en la república democrática el reino milenario y no tiene la menor idea de que es precisamente bajo esta última forma de Estado de la sociedad burguesa donde se va a ventilar definitivamente por la fuerza de las armas la lucha de clases.“ (5)


Nietzsche, González Varela y el comunismo

Todo este procedimiento socialdemócrata no tiene nada que ver con el comunismo, con la abolición de la propiedad privada.
Nietzsche se oponía al procedimiento socialdemócrata porque lo consideraba contra la naturaleza. No entendía la astucia pérfida del sistema democrático que, promulgando la libertad por los cuatro vientos, a la vez cimienta la subyugación del trabajo bajo el capital y pone al proletario a la merced del propietario.
„La cuestión obrera. La estupidez, en el fondo; la degeneración de los instintos, que hoy día es la causa de todas las estupideces, reside en que exista una cuestión obrera. Hay cosas de las que no se hace cuestión: imperativo primordial del instinto. Yo no veo en absoluto qué quiere hacerse con el obrero europeo, una vez que se le ha convertido en cuestión. Se encuentra en una situación demasiado ventajosa como para no plantear su cuestión de una manera cada vez más categórica e imperiosa. Cuenta, en definitiva, con la ventaja de la superioridad numérica. Se ha desvanecido por completo la esperanza de que en el obrero se cristalice como clase un tipo humano modesto, y que se baste a él mismo, al modo de los chinos, lo cual hubiera tenido sentido, pues resulta francamente necesario. ¿Qué se ha hecho? Se ha hecho todo por matar en germen hasta la idea de tal evolución; por obra de la más irresponsable despreocupación y ligereza se ha causado la destrucción total de los instintos, gracias a los cuales el obrero es factible, factible para sí mismo, como clase. Se ha desarrollado en el obrero la capacidad militar, se le ha acordado el derecho de coalición, el sufragio; no es de extrañar así que el obrero sienta en realidad su existencia como un apremio (moralmente hablando, como una injusticia). ¿Qué es lo que, en definitiva, se quiere? Si se intenta un fin, hay que procurar también los medios conducentes a su logro; si se quiere esclavos, es una locura educarlos para amos.“ (6)
Nietzsche quería una „jerarquía natural“ en que cada uno reconoce su posición dentro de este orden y se conforma. Aquí se equivoca de manera grave. Si el esclavo tuviera consciencia cierta de que es esclavo jamás se conformaría con eso. Exactamente por eso es el deber de la educación democrática, y los medios de comunicación lo promulgan con fuerza al proporcionar al ciudadano la ilusión de que él es el dueño de su suerte, de que todo depende de él, de que con esfuerzos se gana sobre los demás, de que puede ascender en la política, de que tiene derechos que le otorgan superioridad sobre moros, sudacas y otros forasteros pobres, y un largo etcétera de ilusiones que en EE UU se denomina „la búsqueda de la felicidad“.
Nietzsche era elitista, pero sincero. No se puede decir lo mismo de sus críticos, como González Varela. González Varela, en su crítica contra Nietzsche, elogia a la democracia, de manera indirecta, en forma de juicios negativos y evidencias imputadas.
„¡El pobre quiere derechos! ¡Qué escándalo, nos dice Nietzsche!“ (7)
Con eso, sin dar un argumento, solamente con unos signos de admiración y la certeza de que el lector está convencido también que los derechos son una cosa buena, satanizando a Nietzsche que se opone a la concesión de derechos para el obrero – se afirma de manera clandestina el Estado de derecho.
Otra manera de González Varela es el enfrentamiento de palabras como „moderno“ y „reaccionario“. Así introduce un sistema de valores superiores a cualquier lógica, un bien y un mal evidente, y declara que el mundo de hoy y la democracia es lo mejor de todos los mundos. Es también una afirmación encubierta del status quo.
Finalmente, se nota una vez más que los autoproclamados amigos del obrero y del pobre, los humanistas y defensores de derechos humanos hay que temerlos más que a los declarados reaccionarios: Se esfuerzan continuamente en echar tierra en nuestros ojos.

(1) Crítica del programa de Gotha, I (comienzo)
(2) Crítica del programa de Gotha, III
(3) Crítica del programa de Gotha, I/3
(5) Crítica del programa de Gotha, IV
(6) Crepúsculo de los ídolos, Correrías de un hombre inactual, 40.
(7) Nietzsche y el comunismo (I)

Artículos anteriores:
La gran relevación de Nicolás González Varela: ¡Nietzsche leía libros!

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Este artículo apareció en la revista CNT nº 361 en noviembre de 2009.
Lo agradezco muchísimo a mis compañeros que me han dado la posibilidad de publicar un artículo de tal índole, intentando de dar una opinión sobre las ideas de Marx que demuestra sus ideas en contra de los socialdemócratas.
En contra de los bolcheviques no se podía pronunciar, porque llegaron bastante de tiempo después de su muerte.

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La Socialdemocracias es:
 Corriente política moderada dentro del socialismo que defiende que la transformación de la sociedad puede llevarse a cabo desde una democracia parlamentaria y no necesariamente desde la revolución. Es decir, que la única forma que tiene el obrero o el proletariado de mejorar sus condiciones sociales y laborales, es votando a partidos que, de verdad, puedan defender a sus intereses es el parlamento. Pero que luegos no nos engañen con recortes, aumentos de impuesto, aumentando la edad laboral o con los despidos libres o no pagar las horas extras.


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Las condiciones laborales de los obreros en el siglo XIX



El número de horas de trabajo de los obreros en la Europa del siglo XIX fue muy variable, y sus condiciones laborales muy precarias, en función de la actividad desarrollada. En las fábricas algodoneras la duración de la jornada podía llegar a las quince horas. La duración de la jornada fue disminuyendo a lo largo del siglo XIX. Hacia 1870, los obreros ingleses trabajaban como media unas doce horas diarias y con pocos días de descanso. En la década de los años ochenta, la jornada se fue rebajando hasta las diez o nueve horas. Una de las grandes reivindicaciones de las organizaciones obreras durante todo el siglo XIX y los primeros años del siglo XX fue la jornada de ocho horas de trabajo, seis días a la semana. En algunos países de Europa se tardaron décadas en conseguirlo.
Mujeres y niños constituían una buena parte de la mano de obra de la época de la Revolución Industrial. En el año 1839, la mitad de la clase obrera británica estaba constituida por mujeres. En el inicio de la década de los años cincuenta, se sabe que trabajaba el 28% de la población comprendida entre los 10 y 15 años.
Los salarios eran muy bajos y muy ajustados para satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores. El trabajo infantil estaba mucho peor remunerado, lo mismo que el de las mujeres, que percibían alrededor de la mitad del salario de los hombres. A partir de los años cincuenta, los salarios tendieron a subir, especialmente para los obreros cualificados, pero el nivel de vida de los trabajadores continuó siendo muy bajo.
En las zonas industriales se pensó que sería conveniente que las viviendas de los trabajadores estuvieran cerca de las fábricas. Así surgieron los barrios obreros, con edificios de dos o tres plantas al principio, pero que aumentaron progresivamente en altura y volumen, a la vez que se extendían por los suburbios de las principales ciudades. Los barrios obreros crecieron de forma desordenada, sin que los poderes municipales se preocupasen de atender a los servicios como eran el trazado ordenado de calles, alumbrado público, conducción de aguas, alcantarillas, basuras, etc. Las calles y patios estaban muy degradados por el amontonamiento de basuras y desperdicios. Al no haber desagües, las aguas sucias se estancaban. Esa situación, unida al hacinamiento y la mala ventilación, aumentaban el peligro de infecciones. El interior de las viviendas era muy pobre, con pocas habitaciones, siendo frecuentes las cocinas y letrinas comunitarias.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX se extendieron por Europa las conocidas como colonias industriales fuera de las ciudades. Se trataba de una especie de barrios para los empleados de una fábrica, y se edificaban junto a la misma. Eran colonias construidas por iniciativa del empresario. El propietario vivía en una gran mansión, los directivos ocupaban casas amplias y los obreros tenían pequeñas casas. También tenían iglesias, tiendas, escuelas y hasta cementerios, en algunos casos.
Las primeras etapas de la industrialización trajeron consigo unas pésimas condiciones de vida para los obreros, como hemos comprobado. A finales del siglo XIX su situación mejoró en cierta medida, en parte debido al descenso de los precios agrícolas y también gracias a las conquistas sociales, y a una mayor preocupación de los poderes por la situación de los obreros, temerosos de la fuerza del movimiento obrero.
En relación con la dieta, el alimento principal siguió siendo la harina en forma de pan o de gachas, y la patata, que se difundió de forma extraordinaria hacia la mitad del siglo XIX. El consumo de carne, frutas, verduras y pescado fue, en cambio siempre muy escaso. El gasto en vestidos era muy reducido. La indumentaria del trabajador se diferenciaba claramente de la de los burgueses: la blusa y la gorra eran elementos distintivos de los hombres; y un vestido largo, era el atuendo de las mujeres.
El centro de ocio de los obreros era la taberna, único lugar que permitía relacionarse fuera del trabajo. Este hecho, junto con las duras condiciones labores, tuvo mucho que ver con el alto grado de alcoholismo existente entre las clases trabajadoras. El movimiento obrero intentó mejorar el ocio de los obreros a través de nuevos centros como las casas del pueblo, donde además de reunirse para debatir sobre aspectos laborales y políticos, se podía encontrar una alternativa a la taberna con clases, charlas, teatro, biblioteca, etc..

Por Eduardo Montagut Contreras. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea. @Montagut5