Una visita a Confrides
Por ramón Fernández Palmeral
Por ramón Fernández Palmeral
El domingo 7
de agosto de 2011 me levanté temprano
con una temperatura exterior de 28.7
grados, en el reloj digital aparecían
los dígitos 7.07 AM, fui a la terraza,
enciendí el ordenador leí los “emilios” casi todos eran spam, ninguna amistad se había dignado a escribirme. Así que apagué el ordenador enfurecido y me
puse a leer uno de mis libros favoritos que tengo entre mano, Años y leguas un libro que el prosista
alicantinos Gabriel Miró Ferrer, había publicado en 1928, donde cuenta las
andanzas de Sigüenza, su alter ego su
otro yo literario, personaje que usa el alicantino para escribir en tercera
persona y no en primera, quizás por pudor para no parecer narcisista y hablar sobre
sí mismo.
Años y Leguas es la más alta cumbre de
la prosa mironiana, donde combina la descripción de paisajes, estampas, prosa
poética, el artículo, el cuento, los recuerdos, la anécdota y la historia de una
zona concreta: “La Marina de Alicante”. Es una obra narrativa más que novela en
la línea de La Voluntad de Azorín,
donde pasan las páginas y no pasa nada, porque no hay argumentos. Años y leguas es una colección de artículos
publicados ya en prensa. Nos dice que está en la Marina, sin concretar pueblo,
hizo Cervantes con su Quijote, implicar a toda La Mancha, haciendo que el
caballero de la Triste Figura cabalgara junto a Sancho por multitud de pueblos, aldeas y ventas, cuantas más mejor.
Hecha esta
necesaria introducción, Años y Leguas
se me abrió al azar por el final, por la página 186, de la edición Biblioteca
Básica Salvat, 1979 y leo:
“Confrides, tallado en limpidez de invierno de los
últimos recintos de la sierra. Su torre, como un ademán de persuasión para
contener el ímpetu de la ruta de la mar. Desde Confrides ya no se ve el mar”.
Empecé a
pensar que era muy genérica la descripción sobre el pueblo de Confrides. Desde luego que no se
ve el mar, el mar queda a más de 50
kilómetros. Nombra también otra aldea L´Abdet,
a dos kilómetros de Confrides, de la que solo dice que es una “panal en
el corte de la quebrada”. Busqué más
referencias sobre Confrides, me parece otra en la página 380, de la presente
edición:
“Más cuesta arriba, quietud
y silencio de Aitana en Sigüenza. Años y leguas
en una contemplación estructurada, denominada y comprendida desde la
última piedra del cabo Toix, que se comba en el mar, hasta la hoz de Confrides.
¿Y ya
está, no se habla más de Confrides? Me viene a la memoria que en la segunda
quince del mes de junio de 2008, hice un viaje por tierras de la Marina Alta,
en coche con mi mujer, que titulé «Por
tierras de Gabriel Miró» donde agregué textos de otros autores. Aquella vez no subimos
a Confrides.
Ante estas
dudas cambió mi espíritu lector por mi espíritu de viajero aventurero, y decidí
subir a Confrides en mi coche para verlo, solo esta vez sin mi mujer y escuadra.
Así que a eso de las 8.00 desayuné una tostada de aceite con ajos un vaso de
soja, después mastique cáscara de limón para disuadir el clamoroso olor del ajo y no ahuyentar a
mis interlocutores mecánicos: mi coche. Fuerte por dentro, le dije a mi mujer
que me iba a recorrer los pueblos de Alicante y a hacer videos como documentos.
Y por lo tanto, armado con mi cámara de fotos, tomé la autovía A-7 dirección
Alcoy, llego un momento en que la autovía se cortó y empezaban obras, a la
altura de la bifurcación de la antigua N-340 carretera que viene del puerto de
La Carrasqueta y Xixona. Se inician una
serie de cerradas curvas como látigos enfadados hasta tomar la CV-70, que
anuncia Benillosa y Banasau. Esta es la carretera comarcal dirección Levante
que hay que tomar. No tiene arcén, pero tiene buen asfalto y está marcada en el
centro con señales horizontales y en los extremos con quitamiedos que son
dientes que cierran los precipicios del valle.
Mi
intención era no parar hasta Confrides, luego a la vuelta me pararía en Benasau
y en Benilloba. Lo importante era llegar primero al destino, pues de lo
contrario te entretienes en un lugar u otro y no llegar al final con tiempo
suficiente, ante estos paisajes que embrujan. Sin embargo, al subir las cuestas de los primeros kilómetros
veía a lo lejos el valle montañoso del Alcoy, Muros de Alcoy y Cocentainas,
amplio extenso, unas torres de
vigilancia y ruinas de castillos árabes, por la ventanilla entraba un olor
potente de pinos, no era el ambientador de mi coche, era un olor a pino natural
como sacado del bote de la madre Naturaleza. Y de repente vi la silueta altiva
de una torre enjuta y orgullosa. Paré en un arcén, para sacar unas fotos. El visor de mi cámara digital Sony es
enturbiada por el paso veloz de unas motos, eran los moteros disanteros que
suben por estas carreteras a toda pastilla. A bandera tendida se decía antes.
Cuando avancé
veía el cartel de situación que me anuncia que estaba en el castillo de
Penella, tiene unos andamios como si lo estuvieran reparando. Gran idea
recuperar los castillos en ruina de nuestro Patrimonio. Seguí la carretera y me
encontré con un grupo de ciclistas, eran de un equipo que se entrena. Porque si
fuera una carrera ciclista, lo primero que te encuentras es un coche escoba con
una bandera roja, que nos indica no adelantarles. Luego apareció el cartel de
Benilloba que crece entre galvanizados a mi izquierda. Luego unos kilómetros
más adelante el cartel de Benasau, que también crece en la misma posición que el anterior. Siguí, y
me encontré la señal de Ares del Bosque, y las curvas empezaron a cerrarse, a
ponerse cada vez más crudas, ya no sabía si estaba subiendo o bajando hasta
llegar a un collado, desde donde se veía a mi izquierda paredes de rocas
calcáreas desnudas, a la vista del mundo, altas como arbotantes de catedrales.
Entre la pinada aparece alguna calvas y sembrados de plantas amarillas
posiblemente girasoles o colza.
Cuando la carretera empezó a llanear te encuentras,
al fin el cartel de Confrides (dos carteles), he hecho uno 80 kilómetros desde
que salí de Alicante. Después de culminar las primeras casa descendí hasta
llegar a una zona con arcén. A las 11 de mañana ya estaba en Confrides (CP
03517), que se sitúa a 785 metros de altitud. El paisaje me gustaba, ahora me
hacía falta conquistarlo. La primera impresión me gusta A la izquierda tenemos
la Fonda-Restaurante “El Pirineo”, famosa es este lugar. Aparqué saqué a la
infantería, pues como dice la doctrina de la estrategia militar, ningún terreno
se puede considerar conquistado hasta que no llega al Infantería. Entré en “El Pirineo” para tomar una cerveza,
tiene comedor y terraza con vistas al valle, no me extrañaba que le pusieran “El
Pirineo”, porque esto es el Pirineo más
al sur que tenemos. La barra es pequeña, estaba llena de clientes, entre ellos
dos deportistas vestidos de ciclistas.
Era domingo y en la subida de la calle San Antonio,
los vendedores ambulantes habían instalado un pequeño mercadillo de ropas,
frutas, verduras y plantas. En el censo de 2010, le figuran a Confrides 276
habitantes. Hablan valenciano, pero no es problema porque también hablan castellano. Subí armado con mi cámara compacta de fotos y
de vídeo y mi trípode, por calle San Antoni empecé a grabar con el truco de
auto-filmarse con el trípode extendido y también en posición de reposo. El
video se puede ver en You Tube Confrides Videosalmeral. Avancé hasta el final,
y al escuchar unos toques de campana le pregunto a un lugareño que dónde está
la iglesia, me dice que subiendo por la calle Baix o Baja, que está a mi
derecha.
Aparecían
abundantes plantas en las puertas de las casas. Tras pasar la pileta de
una fuente pública, oculta la puerta de la Parroquia de San José, había misa a
las once y media. Volveré para sacar unas fotos del interior del templo.
Sobrepasada la iglesia se habría una plaza, y otra, en esta segunda se ubica el
ayuntamiento, y en el centro se yergue un nogal que como es agosto se encuentra
verde, porque como sabéis es un árbol de
hoja caduca.
Ramón
F. Palmeral bajo el nogal de la plaza de Confrides, en agosto de 2011.
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Desde una esquina, sin barandilla, me asomé al
campo, a los lejos observé la fortaleza
de un castillo sobre una peña, pegunté y me dice un entendido vecino, que
es el castillo de Aljofra o Alfofra fue una alquería musulmana conquistada por
Jaime I en 1264.
–Donó el
castillo y población a Vidal de Sarrià. Sus posteriores propietarios serían la
familia Sarriá, el infante Pedro y las familias Cardona y Ariza. Durante la guerra con Castilla en el s. XIV
fue conquistada por las tropas castellanas, que la mantuvieron en su poder
varios años hasta que Pedro IV la recuperó en 1364. Los habitantes de Aljofra
en su mayoría musulmanes se opusieron a la orden de expulsión de los moriscos
en 1609 y ofrecieron fuerte resistencia refugiándose en sus montañas.
El vecino cicerone me invita a pasar a su casa, metida en la roca,
entre rocas.
Le
pregunto cuál es el gentilicio de Confrides. Me respondió: confridencos. O sea, como «podencos», le dije en broma.
–Esta piedra
está aquí en el comedor -me cuenta Abundio- porque costaba más quitarla que
dejarla ahí. Y ahí está. ¿qué le parece?
–Tan
decorativa que nunca había visto piedra tan grande dentro de una casa.
Al
comentarle que yo era pintor, me comentó que en el pueblo vivían dos pintores
Carrasco y Santiago. Le dije que a Carrasco sí le conocía pues hizo una
exposición en la CAM en junio 2006.
Le
respondo que era muy original de alto diseño, que me recuerda una discoteca en
Enix (Almería) que también tenía una
piedra parecida, muy decorativas. Me presentó a su mujer, que era la de Encina,
una manchega muy guapa. Me enseñaron la casa, antigua pero nueva. La escalera era
de hierro forjado, en la macera tenía una cabeza de dragón de madera. Me invitan
a una cerveza y charlamos sobre el disfrute de las cosas y el dinero. Y es que
el dinero son números nada más en la libreta de ahorro, lo importante son las
cosas que podamos obtener del dinero, como esta casa impresionante, que
rehabilitada conserva solería antigua, vigas de madera, muebles antiguos
etc. Pienso, ¿cómo es posible que aquí
en Confrides existan un maravilla con
esta. Hablamos y hablamos hasta que llegó la hora de la misa, nos acercamos he
hice unas fotos de su interior. Es grande y se conserva muy limpia y muy bien.
Salí de
la casa de Abundio y su encantadora mujer,
Desde
la plaza que llaman del nogal, saqué unas fotos, hay coches aparcados, es
verano y hay turistas, que por lo que
oigo son franceses. Ya nada queda virgen a la mirada de los turistas, ni este
Confrides en el confín del mundo.
Continué por la calle Mayor, pienso bajar.
La calle está encajonada entre rocas de piedra vista como si fuera una
fortaleza de piedra natural vista, la calle desciende, en todas los umbrales de
las puertas haya macetas de plantas, están exultantes, si en este mes de agosto
están tan bien, cómo estarían en la primavera. Una mujer rubia, ya metida en
los setenta, al verme sacar fotos, me pregunta si me gustan las plantas, le
respondo afirmativamente.
-Si quiera
ver una planta rara vega a mi casa, que se la voy a enseñar una, vivo al lado
en el número diez.
-Desde luego
que sí, eso hay que verlo.
La
puerta de la casa estaba abierta, aquí nadie cierra la puerta, para qué, si
nadie roba nada. La puerta tiene una cortinilla corrida de cadenitas plateadas.
Y en la entrada misma sobre una consola retratos de la familia, un espejo, y en
el suelo tres macetas, una de ellas muestras una flores de tipo campanillas, al
preguntarle cómo le llaman me dice que “coral”.
Era una maceta de cerámica heredada de su madre. Sin duda estaba mimada.
Le dije que las plantas tienen cerebros múltiples en las puntas de las raíces,
según las últimas investigaciones. Por eso a las plantas hay que hablarles,
porque ellas sientes la voz de su amo y el cariño que estos le dan en los
pistilos.
Era la hora
de regresar a Alicante por la misma ruta.
Camino de
vuelta pasé pero Benasau, hice un corto video desde la torre hasta la iglesia
que tiene el mismo tamaño que la de Confrides, pero Benasau ya no es lo mismo que Confrides. Confrides me dejó
emocionado, para mí es el pueblo más bello de los que hasta ahora he visto de todos los de
Alicante. Algún día Confrides tendrá un vecino empadronado más.
Tras esta estampa o impresión que yo he
percibido y escrito, me consta que Gabriel Miró nunca estuvo en Confrides. El
padre D. Juan Miró que era del Alcoy fue ingeniero de Obras Públicas y que
precisamente a primeros años de siglo XX diseñó la que es hoy la CV-70 de Callosa
de Ensarriá a Alcoy. Pero, perdone que le diga, señor Miró, creo que usted no
estuvo en Confrides. Lo cita, como cita a Agres y otras pueblos, pero no estuvo
en todos ellos. Si hubiera ido a Confrides no podría ser que olvidara de nombrar el gran nogal de la
plaza de Ayuntamiento o hablaría del castillo de Aljofra o Alfofra, que se ve
desde la plaza del nogal, sobre una peña
viva que domina la sierra de Aitana y todo el valle de Guadalest hasta el mar
de Altea, a cuyo marquesado pertenecieron las alquerías de Beniardá,
Benimantell, Benifato, Benasau, Abdet y Confrides. Difícilmente usted estuvo en
Confrides, si hubiera sido así hubiera escrito más sensaciones.
Alicante, 11 de agosto 2011