viernes, 2 de marzo de 2018

Cómo aliviar las preocupaciones

Cómo aliviar las preocupaciones

"No es el león tan fiero como nos los pintan”. Este refrán castellano nos advierte que los problemas, los exámenes o esas entrevistas de trabajo que nos esperan, podrían ser menos grave de lo que pensamos.

Las preocupaciones. / RR SS.
Las preocupaciones. / RR SS.
“No es el león tan fiero como nos los pintan”. Este refrán castellano nos  advierte que los problemas, los exámenes o esas entrevistas de trabajo que nos esperan, podrían ser menos grave de lo que pensamos.
Las preocupaciones son inherentes a todos los seres vivos, que provocan inquietud y estrés, e incluso metamorfosis; pero os voy a hablar de las preocupaciones de los seres humanos por ser los de mi especie. He leído muchos libros sobre este tema, el primero de ellos fue el famoso: Como suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida del escritor y conferenciante Dale Carnegie (1888-1955), y verdad es que este libro en concreto me cambió la forma de afrontar o enfrentarme a mis preocupaciones diarias. Todos los manuales de autoayuda coinciden en que has de ver los problemas desde otra perspectiva, que es la del pensamiento positivo más dosis de saberes populares, pues nada es terrible como nos ha enseñado el psicólogo Rafael Santandreu. Uno ha de enfrentarse a las preocupaciones preguntándonos: “¿Qué es lo peor que me pudiera pasar si sucediera tal o cual cosa, y si sucediera en el peor escenario posible, qué haría yo o cual será mi actitud?” Porque por lo general, las situaciones no se resuelven como pensábamos tan temerosamente.
Todos los seres vivos, a largo de la creación, han solucionado sus problemas adaptándose a las circunstancias, y por ello han evolucionado según las teoría de Charles Darwin. Esto sería un ejemplo general de selección natural, pero es que los problemas, sobre todo los graves nos transforman.
Hace muchos años, yo tenía un terrible miedo a que me despidieran de un empleo juvenil de aprendiz administrativo, por no dejar mal a mi padre, que fue quien me recomendó en la empresa. Pasado cuatro años me despidieron, y fue terrible experiencia y no sabía qué camino tomar, con noches sin dormir, estrés y molestias en el pecho, así que pasado tras dos semanas me atreví a decirle a mi padre: “Papá me han despedido”. Tenía yo más miedo a la respuesta de mi padre que al jefe que me despidió. Y mi padre, con gran experiencia de la vida me dijo: “No te preocupes por el despido porque eres joven, trabajador y tienes toda una vida por delante y otras posibilidades”. Efectivamente, conseguí otro empleo, donde llegué a jubilarme. La normal debe  ser cambiar de empleos. La cuestión es que mi padre logró que viera el asunto del despido desde otro punto de vista. Porque  cuando nos agobian los problemas hemos acudir al consejo de otras personas más experimentadas o a otros profesionales del ramo que tengan experiencia.
Los problemas no nos dejan ver más allá del problema mismo, muchas veces porque hemos cometido errores, o no hemos sido capaces de dar una respuesta a tiempo, que es lo que suele pasar, no está uno habituado a responder, no somos respondones. Pero una de las cuestiones que he aprendido es que  cuanto más pronto se ataque un problema antes desparecerá. Cuando se solucionas ya no son problemas. El ser humano no puede vivir sin problemas, porque ellos componen nuestra vida. ”Son la sal de la vida”, me dijo una vez un hombre experimentado, empresario, que estaba todos los días resolviendo problemas, preguntas y situaciones económicas. A lo que yo llamo problemas él le llamaba chanzas de la vida. Lo que sin darse cuenta había hecho era cambiarle el nombre a los problemas por chanzas: eufemismo recurrente.
Hay personas despreocupadas, contras sin sentimientos, o lo que yo llamaría neutros, que pasan de todo olímpicamente. Pero tampoco se puede ser así, porque podríamos perjudicar, no ya a nosotros mismo, sino a otras personas. También podría tratarse de algo que va a suceder próximamente, como una operación quirúrgica de las llamadas graves, bien para nosotros o seres queridos. La posición sería la de afrontarla con optimismo, pensando que va a salir bien para estar mejor, y no estar peor. No podemos caer en el tornillo sin sinfín de la preocupación sin solución sin ansiedad ni estrés. También podemos situarnos en el punto de vista de que la vida es así, y por mucho que te preocupes o dejes de preocuparte la vida seguirá su curso normal, y hemos de aceptar y adaptarnos a la nueva situación. Porque es este el camino, el de la adaptación y dejar que la naturaleza siga su cursos de selección darwiniana. Nosotros tuvimos nuestra época de juventud y de gloria, hemos de dar pasos a otros jóvenes.
Otras posturas optimistas respecto a los problemas o chanzas son las del budismo, como que si va a suceder algo para qué preocuparnos o si no va a suceder para qué  preocuparnos, también. Además son aceptables y parta tener en cuenta las observaciones metodistas de Carles Wesley: «El pesimista sólo ve problemas. El optimista sólo ve soluciones». Por ello, solo cabe para la solución de los problemas, el punto de vista optimista como la del zapatero de Elche que la ver a los haitianos casi todos ellos descalzos, se dijo: “Aquí me voy a forrar”.
Otras de mis técnicas es la de usar una frase o refrán muy castizo: “No es el león tan fiero como nos lo pintan”. Porque podría ser que el león pudiera estar enfermo, con cataratas o desvalido.  @mundiario.
Publicado en Mundiario.