La aventura del caballo de madera es una de las más
ingeniosas de Cervantes
Entre muchas de la aventuras del Quijote, además de la famosa de los molinos de viento, hay otras como la del caballo de madera llamado “Clavileño el Aligero”, porque tenía en la frente una clavija que manipularla el caballo se frenaba o volaba. Dicho caballo había sido fabricado por el sabio Merlín, que se lo prestara a su amigo Pierre para raptar a la linda Magalona. No sabemos cómo el gigante Malambruno aparece montado sobre “Clavileño” y sobre la sepultura de la reina Maguncia que acaba de fallecer.
En un lugar de la Mancha que Cervantes no nombra, donde residían unos duques, y que, propongo, por ejemplo, que pudieran ser los del Infantado de Guadalajara, porque en la historia real de la vida de Cervantes sabemos que su tía María de Cervantes, quedó embarazada en 1537 de Martín de Mendoza, clérigo arcediano o vicario hijo de los duques del Infantado, que no se pudo casar con María y hubo de indemnizarla con 600.000 maravedíes, que le sacó el abuelo Juan Cervantes que era abogado en leyes, por incumplir una promesa de matrimonio. Vivían unos duques que se entretenían con la plebe haciendo bromas.
Bien, ya tenemos identificados a los duques aburridos y ociosos en Guadalajara, que a falta de cine, televisión smartphones se dedicaban a montar bromas vivientes. Esta broma del con el caballo de madera, aparece en los capítulos 39 al 41 de la II parte de El Quijote, que voy a resumir. Según contaba la duquesa Trifaldi, también llamada Dolorita, porque Cervantes era así de enredador con los nombres de sus personajes. Cuando apareció el gigante Malambruno le hizo un encantamiento a las damas del palacio de los duques, en ponerles, por brujería, barbas masculinas. Y como Don Quijote y Sancho eran huéspedes en el palacio, la duquesa Trifaldi les propone a nuestros dos lelos, que viajen sobre el caballo de madera al reino de Candaya, situado a 5.000 leguas, en los cielos, para deshacer el encantamiento de las barbas de las damas.
La negativa de Sancho para montar en “Clavileño” es patente, asegurando que él no era caballero, pero al final es obligado por su amo, y se montan los dos: Don Quijote delante sobre una almohada en forma de silla de montar, y Sancho Panza detrás en la grupa, montado a la jineta (dos pierna a un lado), que Cervantes llamaba “a la mujeriega”. El extraordinario dibujo que ilustra El Quijote que yo leo, es de la imprenta de Barcelona Antonio Bergnes y Cía (1839-1840), y que aparece en la portada de este artículo.
Una vez los dos lelos montados en el caballo de madera le vendaron los ojos, y les hicieron creer en el engaño de que volaban por la “segunda región del aire”. Sin haber despegado del suelo, unos criados les pusieron unas antorchas encendidas cerca de los rostros, que por el calor pensaron que ya estaba cerca del Sol, y además les chamuscaron las barbas. En la grupa del caballo encendieron unos cohetes de pólvora que les habían puestos, y el caballo “Clavileño” fue cuando salió volando de verdad, y cayeron estrepitosamente al suelo. Cuando se quitaron las vendas de los ojos vieron que unos mozos estaban desmallados en el suelo, y a que a las damas habían desaparecido. Y los duques se rieron por la aventura. A partir de aquí empieza el gobierno de la ínsula de Barataria concedida a Sancho.
Don Quijote y Sancho se creyeron los efectos especiales, por esto digo que El Quijote fue antecesor y precursor de las ideas ingeniosas de los efectos especiales del cine de hoy en día. Las ideas no nacen solas sino que son continuación de otra primera, que a la vez nos podíamos retrotraer al caballo de Troya, pues Cervantes cita en el capítulo 40-II a Héctor el troyano, por lo que demuestra que había leído La Ilíada de Homero. @mundiario