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Si la muerte de Lange, ocurrida en 1996, marcó su vejez e inspiró la novela que cierra su obra narrativa —Telón de boca (2003)—, su infancia estuvo marcada por otra muerte: la de su madre, Julia Gay, en 1938 durante un bombardeo de la aviación franquista sobre la Ciudad Condal. Aquella desaparición dejaría al cuidado de su padre a los hermanos Goytisolo (Marta, José Agustín, Juan y Luis) y funcionaría como hito sentimental en la obra de los tres varones cuando se convirtieron en escritores.
Debutante como narrador en los años de la literatura social de posguerra —su primera novela, Juegos de manos, es de 1954—, Goytisolo siempre estableció una relación directa entre su abandono del realismo y la asunción de su homosexualidad. A contar esa evolución personal, remontándose a la infancia, consagró en los años ochenta del siglo pasado dos magistrales libros autobiográficos: Coto vedado y En los reinos de taifa.
Goytisolo será enterrado en el cementerio civil de Larache, en Marruecos
EFE
Juan Goytisolo será enterrado en el cementerio civil de Larache
(norte de Marruecos), según informaron a Efe fuentes consulares
españolas que se han hecho cargo del cadáver.Goytisolo había dejado claro que quería ser enterrado en Marruecos y que no deseaba que fuera un cementerio católico, con lo que no quedaban muchas opciones, ya que la mayor parte de cementerios son camposantos musulmanes, judíos o cristianos.
La familia "ha considerado que el cementerio civil de Larache es una buena opción", señalaron las fuentes. Allí está enterrado el escritor francés Jean Genet, por quien Goytisolo siempre profesó admiración.
Goytisolo vivía en Marrakech con lo que él llamaba su “tribu” —la familia de Abdelhadi— pero nunca dejó de viajar a París para visitar a Carole, la hija y a la nieta de Monique Lange (anterior matrimonio9 o a Barcelona para hacer lo propio con sus sobrinos, de los que hablaba con una devoción doblemente conmovedora en alguien poco dado a las efusiones.
En 2008 publicó El exiliado de aquí y allá, una secuela –“tal vez innecesaria”, decía él mismo- de Paisajes después de la batalla, su novela más parisina. Cuatro años más tarde vio la luz una breve colección de poemas: Ardores, cenizas, desmemoria. En marzo de 2015, semanas antes de recibir el Cervantes de manos del Rey Felipe VI, depositó en la Agencia Balcells un libro inédito con la orden de que se publique 10 años después de su muerte. Cuando se le preguntaba por el contenido, Goytisolo contestaba, lacónicamente, que trata “sobre asuntos sociales y personales”. Nunca una respuesta tan plana habrá retratado mejor la obra de alguien que cruzó hasta el final sus zozobras vitales con las de su tiempo.
Juan Goytisolo, el nómada disidente
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El heterodoxo escritor barcelonés, premio Cervantes y autor de 'Señas de identidad', muere en Marrakech a los 86 años
Murió Goytisolo «por causas naturales», en su propia casa, en la medina de Marrakech y acompañado por los suyos -«mi tribu», llamaba a la familia Abdelhadi-. Tras una fractura de cadera su salud se había deteriorado en los últimos meses y se movía en silla de ruedas. Dejó dispuesto que no quería descansar en un cementerio católico y que sus restos permanecieran en Marruecos. Recibirán así sepultura en los próximos días en el cementerio civil de Larache, según acordó su familia, el mismo lugar en el que está enterrado su admirado Jean Genet.
Juan Goytisolo Gay nació en Barcelona el 5 de enero de 1931, en una familia vasco-cubana. Hermano de los también escritores Luis -narrador y académico- y José Agustín -poeta fallecido en 1999-, estudió Derecho en la Universidad de Barcelona. La muerte de su madre, Julia Gay, en un bombardeo franquista en 1938 marcó su infancia. Autor de medio centenar de títulos, transitó por la novela, el ensayo, la literatura de viajes, el cuento y las memorias en una obra cuyo denominador común es el compromiso y la libertad. El legado del iconoclasta narrador y ensayista es una obra exigente, arriesgada e independiente, con títulos legendarios como 'Campos de Níjar', 'Señas de identidad', 'Juan sin tierra', 'Reivindicación del Conde don Julián' o 'Coto Vedado', un duro autorretrato en el que afrontó sin tapujos su homosexualidad y que completo con 'En los reinos de Taifa'.
Dijo en 2001 que no aceptaría distinciones como el Cervantes o el Príncipe de Asturias. Pero no cumplió su palabra. Ni rechazó el Nacional de las Letras en 2008, ni rechazaría luego el más alto premio institucional, que dedicó a sus vecinos de la medina y recibió de 'traje civil', con la única corbata que tuvo en su vida. Ganó el Cervantes «por su capacidad indagatoria en el lenguaje», por «su voluntad de integrar a las dos orillas, a la tradición heterodoxa española» y por «su apuesta permanente por el diálogo intercultural».
Puentes
Ya en pleno franquismo se convirtió en uno de los escritores más
incómodos y comprometidos de la segunda mitad del siglo XX. Lúcido
interlocutor entre la cultura europea e islámica, jamás se apearía de su
excéntrica posición intelectual y de tender puentes sobre el
Mediterráneo y el Atlántico.
Conocedor y estudioso del mundo árabe -llegó a Marrakech en 1976 para estudiar el árabe dialectal-, con sus artículos, ensayos y series de televisión dio a conocer su realidad a Europa. Muy pesimista ante la democratización real del mundo árabe y la crueldad del Estado Islámico, equiparó la situación en los países que lo soportan a la Europa del siglo XV.
Abominaba «de cualquier nacionalismo, sea árabe, catalán, español, vasco o gallego». Juzgaba «viciado» el debate soberanista en Cataluña y afeó a Europa y a Bruselas su nefasta gestión del drama de la inmigración. «Desde que existe la especie humana existe la inmigración. Hay un flujo imparable de todo el continente africano que quizá sea una carga excesiva para Italia. Se necesita un esfuerzo común para frenar esta tragedia», señaló.
Comunista fugaz y contestatario, defensor de los derechos de las mujeres, los emigrantes, los homosexuales y de todas las minorías, azote del racismo y los abusos del poder, no dejó nunca de reclamar «una transición cultural» en España que debía, a su juicio, haber acompañado a la transición la política, «que se hizo todo lo bien que se pudo».
Su obra, apreciada antes fuera de nuestras fronteras que en casa, mereció premios como el Nacional de las Letras, el Formentor, el Europalia de Literatura, el Octavio Paz y el Juan Rulfo otorgados en México, el Rachid Mimumi, concedido en Francia a la tolerancia y a la libertad, y el Nelly-Sachs en Alemania.