miércoles, 31 de agosto de 2016

La batalla del Peñón de Frigiliana o Fregiliana. Historia del rebelión y castigo de los moriscos el Reino de Granada, 1600. Luis de Marmol Carvajal.

 

 

                                           (Peñón de Frigiliana es El Fuerte (976 mt.)

 

 

Capítulo XVIII. Libro XI.

Cómo Arévalo de Zuazo juntó la gente de su corregimiento y fue contra los alzados de la sierra de Bentomiz; y la descripción del peñón de Fregiliana


Cuando el beneficiario (cura) Cristóbal de Frías se vio en Vélez, dio muchas gracias a Dios por haberle librado del peligro en que se había visto; y hallando la ciudad   —269→   alborotada, que se andaba la gente (de Velez, para hacer rapiña o botin de esclavos según las leyes, si un moro se ponía rebeldes te podías quedar con él) aprestando para salir aquella noche a la sierra, no teniendo aun perdido el miedo, exageraba las fuerzas de los alzados mucho más de lo que eran, diciendo que estaba la tierra llena de moros forasteros. Y aunque algunos de los compañeros que venían con él   (cura beneficiario Cristóbal de Frías) deshacían aquel temor, afirmando que la gente que había pasado al derredor de la iglesia tantas veces estando ellos dentro, eran unos mesmos hombres, que habían conocido muchos dellos, y que el astuto moro lo había hecho de industria para que la ciudad entendiese que había venídoles socorro de la Alpujarra; el Corregidor suspendió la salida por aquella noche, no se determinando a quién daría más crédito.
Mas otro día luego siguiente, haciendo instancia la ciudad sobre ello, y habiendo venido dos compañías de la ciudad de Málaga, cuyos capitanes eran don Pedro de Coalla, y Hernando Duarte de Barrientos, con esta gente y la de la ciudad, que eran otros ochocientos infantes y cien caballos, y capitanes de la infantería Alonso Zapata, Beltrán de Andía, Marcos de la Barrera y Juan Moreno de Villalobos, y de la caballería Luis de Paz (hijo), los unos y los otros regidores de aquellas ciudades, partió de la ciudad de Vélez a 27 días del mes de mayo de este año, y aquella noche fue al lugar de Torrox, que está en la marina, donde despunta la sierra de Bentomiz en la mar, y los moriscos deste lugar se habían recogido con su ropa, mujeres y hijos en la iglesia (Encarnación), diciendo que eran cristianos; y cuando vieron asomar las banderas con tanto número de gente, quisieron meterse en el castillo (en Torrox había dos castillo el Alto y el Bajo); y no los queriendo acoger los cristianos que había dentro, caminaron la vuelta de la sierra y se fueron a juntar con los alzados.
Nuestra gente se alojó aquella noche en Torrox, y allí llegaron ciento y sesenta saldados de Almuñécar, que, según ellos decían, habían salido a cobrar una manada de ganado que les llevaban los moros; y alargáronse tanto, que no se atrevían a volver, por temor de alguna emboscada. Otro día bien de mañana partió Arévalo de Zuazo la vuelta del peñón de Fregiliana, que estaba legua y media de allí (8 kilómetros); y llegó al pie dél a las diez horas del día por la parte de una fuente que llaman del Álamo, que cae entre poniente y mediodía, (el Pedregal) donde está un llano espacioso para poderse revolver la caballería.
Allí hallaron algunos bagajes, ropa y bastimentos, que no habían tenido lugar de poderlo subir arriba los moros que iban a meterse en el fuerte (hoy peñón del Fuerte); de donde se entendió que si los de Vélez no se detuvieran tanto en salir, los alcanzaran fuera del peñón, y con cualquier número de gente se pudiera hacer mucho efeto. Este peñón está entre el lugar de Competa y la mar; tiene a levante el río de Chíllar (Higuerón), que corre por asperísimas quebradas de sierras; a poniente el de Lautín (pedanía del Mayarin), que con igual aspereza se va a meter en la mar; a tramontana hacia la sierra de Bentomiz una quebrada muy honda, de donde comienza a subir el peñón en mucha altura (960 mt.); y al mediodía vuelve a bajar con otra descendida muy áspera, que se parte en dos lomas: la una va entre levante y mediodía a dar al lugar de Frigiliana, y la otra, más a poniente, al castillo de Nerja (castillo alto); y quedando el peñón mucho más alto que ellas, sin padrastro que de ninguna parte le señoree, tiene las entradas tan fragosas de riscos y de peñas tajadas, que poca gente puesta arriba las puede defender a cualquier numeroso ejército.
Por la parte del río de Chíllar (Higuerón)...
se saca una acequia de agua con que se regaban las tierras y hazas de Fregiliana, que estaba en este tiempo despoblada, y pasa la acequia al pie del peñón, que era la ocasión principal que los movió a meterse allí, porque no se les podía quitar el agua sin grandísima dificultad; y la fuente del Álamo, que está a estotra parte, entre poniente y mediodía, les caía algo arredrada.
En lo alto del peñón (El Fuerte) se hace un espacioso ámbito no muy llano ni muy áspero, donde pudieran caber todos los moradores de la sierra de Bentomiz (Sedella, Canillas, Competa, Torrox, Nerja, Frigiliana), y mayor número, si lo hubiera. Los moros pues, habiéndose retirado a lo alto, se pusieron en defensa, entendiendo que los cristianos, como hombres de guerra, asentarían su campo y después harían su requerimiento; y según nos certificaron algunos dellos, estuvieron tan desconformes y confusos cuando vieron ir tanto número de gente, que la mayor parte quería darse a partido; y por ventura se rindieran todos, y no costara tanta sangre cristiana como costó. Estando pues Arévalo de Zuazo tratando de lo que se debía hacer, una manga de soldados que había enviado a reconocer se alargaron más de lo que convenía la cuesta del peñón arriba, escaramuzando con algunos moros que les salieron al encuentro; los cuales fueron luego retirándose hacia lo alto, peleando tan tibiamente, que parecía ceder la entrada a los nuestros.
A este tiempo Arévalo de Zuazo hizo caminar la demás gente, y comenzaron a pelear, siguiendo a los que se retiraban; mas luego acudieron hacia aquella parte los caudillos, que se habían puesto a hacer su consejo, cuando vieron ir los cristianos a ellos, y el Darra vistoso delante de todos con un palo en la mano, dando grandes voces y muchos palos a los que se iban retirando (estos moros no eran soldados sino campesinos temerosos con sus mujeres, hijos y ancianos padres). Entre miedo y vergüenza los hizo volver sobre los nuestros, que todavía porfiaban por ir adelante con tan peligrosa como inconsiderada determinación, porque estaban más de tres mil moros puestos en ala a la parte alta; y aunque había entre ellos pocos escopeteros y ballesteros, tenían muchos honderos, y arrojaban tanta piedra, que parecía estar sobre nuestra gente una nube de granizo; y era tan grande el crujido de las hondas, que semejaba una hermosa salva de arcabucería; y las piedras venían con tanta furia, que aun las armas ofensivas eran poco reparo contra ellas. Vimos una rodela que pasó un moro este día con una piedra, teniéndola un soldado embrazada, y estaba una guija larga tan gruesa como el puño metida por ella, que pasaba la mitad de la otra parte. Acudiendo pues gente de un cabo y de otro, cargaron los enemigos de manera, que se hubieron de retirar los nuestros sin orden, dejando algunas banderas en peligro de perderse; y sin duda se perdieran las de Alonso Zapata y Juan Moreno de Villalobos, si ellos proprios no las socorrieran y retiraran peleando y resistiendo el ímpetu de los enemigos.
Valió mucho a nuestra infantería no osar salir los moros de la aspereza de su peñón por miedo de la caballería, que veían estar puesta en escuadrón, esperando que bajasen a lugar donde poderse aprovechar dellos, porque pelearan determinadamente hasta llegar a las espadas; y aunque murieron muchos de arcabuzazos, bajando descubiertos a la ofensa de nuestra arcabucería, que les tiraba de mampuesto, todavía mataron ellos veinte cristianos y hirieron más   —270→   de ciento y cincuenta, y hicieran mayor daño si tuvieran armas y osaran seguir el alcance. Retirada la gente y curados los heridos, Arévalo de Zuazo mandó tocar a recoger, y sin intentar más la fortuna de la empresa, volvió aquella noche bien tarde a Vélez con poco contento y mucho deseo de castigar a aquellos bárbaros (moriscos).