miércoles, 8 de enero de 2025

50 años sin Franco. Dolores Ibárruri Gómez, "La Pasionaria"/ Líder del Partido Comunista en la Guerra Civil

 

Dolores Ibárruri Gómez, "La Pasionaria"/ Líder del Partido Comunista en la Guerra Civil
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50 años sin Franco. Tiempo para recordar:

 

Cuando Franco despidió a la Legión Cóndor

Franco habla de las “heroicas hazañas” realizadas por la aviación alemana en España y de la sangre vertida.
Francisco Franco en León en la despedida a la Legión Cóndor del 22 de mayo de 1939.
Francisco Franco en León en la despedida a la Legión Cóndor del 22 de mayo de 1939.

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Terminada la Guerra Civil, la Legión Cóndor regresó a Alemania. Franco dedicó a sus aliados un discurso en mayo de 1939. El fragmento del mismo que aquí exponemos es un texto significativo que nos permite comprobar la enorme importancia que esta unidad militar tuvo en la guerra civil. El dictador español era consciente de esta importancia y expresaba su agradecimiento al propio Hitler:

"Esta afinidad en el pensamiento, ahora y en los tiempos pasados, resurge en sacrificio vuestro, en vuestras heroicas hazañas, en estas hazañas escritas en tierra española, donde tanta sangre ha sido vertida, donde tanta sangre habéis dejado, y donde, al brotar esta primavera las flores y las amapolas de la Paz, reconocemos a nuestros camaradas alemanes y a vuestra Nación y al Führer, el gran conductor de vuestro pueblo. Y no fue sólo esto, no fueron sólo vuestros sacrificios en los campos de batalla. Disciplinados vinieron también los artífices de los motores, vinieron los forjadores del acero a darse la mano con nuestros obreros, a hablarles de trabajo y también de una alegría. En esto hay también un sentimiento en nuestra patria, hay ese sentimiento de grandeza que forma los pueblos (...).

Yo quiero deciros hoy, en los momentos de gloria y de triunfo que siento el orgullo de haber tenido este conjunto de jefes, oficiales y soldados a mis órdenes. Y lo mismo que tenemos una infantería, una caballería y una artillería que han formado a vuestro lado, siento el orgullo de que hayáis estado en España y siento el orgullo de haberos mandado"

Franco aludía a su papel de jefe de la propia Legión, por lo que como tal, sería responsable de todas esas "hazañas", incluida la de Guernica

Además de lo expuesto sobre el agradecimiento, es importante destacar que Franco habla de las “heroicas hazañas” realizadas por la aviación alemana en España y de la sangre vertida. Debemos recordar que la Legión Cóndor bombardeó muchas ciudades españolas, junto con las aviaciones italiana y franquista y, efectivamente, se vertió mucha sangre de españoles y españolas. Franco constata una realidad innegable, aunque, por supuesto, considera esas acciones como hazañas.

Por otro lado, Franco aludía a su papel de jefe de la propia Legión, por lo que como tal, sería responsable de todas esas "hazañas", incluida la de Guernica, por mucho que la propaganda franquista inventara y propagara versiones inverosímiles sobre aquel terrible episodio. Franco dejaba muy claro que era el jefe de todas las unidades militares, incluida la Legión Cóndor, aspecto que debemos relacionarlo también con las tensiones que siempre hubo con los aliados de los sublevados que, sin negar la ayuda, siempre intentaron tener su propio espacio de maniobra.


Nota.- el texto está sacado de la obra de Vilanova, F., 1939. Una crónica del año más terrible de nuestra historia, Barcelona, Península, 2007, págs. 49 y 50. El autor consultó el texto en la edición de "La Vanguardia Española" de 23 de mayo de

sábado, 4 de enero de 2025

Los crímenes del Frente Popular en el invierno del 36, antes de la guerra civil

 

El invierno sangriento de 1936 del Frente Popular. (EL PSOE celebra los 50 años de la muerte del dictado Franco)

El PSOE ignora lo que pasó tras ganar irreguarrmente la elecciones en febrero del 36 el Frente Popular de Manuel Azaña. En los primeros meses de la Guerra Civil española, El Frente Popular aprovechando el desorden y la impunidad y caos que se adueñaron de Madrid, se procedió a matar cientos de militares, civiles y a muchachos derechas y de acción católica por el simple hechos de llevar al cuello una cruz. Varios documentan apuntan a quiénes fueron los responsables de aquellas célebres «sacas».
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Primeros «paseos»

Cuando el Ejército de África aún no amenazaba Madrid, ya se cometieron numerosos asesinatos de los madrileños que no se mostraban partidarios del Frente Popular. Tras el asesinato de los defensores del Cuartel de la Montaña comienzan las primeras sacas y paseos que se llevarán por delante la vida del diputado Melquiades Álvarez -el héroe de la aviación y falangista Ruiz de Alda y el hijo del dictador Jose Antonio Primo de Rivera fusilado por los republicanos el 29 de noviembre del 36 en Alicante)y hermano del fundador de FE de las JONS Fernando Primo de Rivera. Criminales por delitos comunes como García Atadell fundarán checas y pequeñas milicias que se dedicaran a robar y asesinar a cualquiera que pudiera proporcionales un buen botín o tenga aspecto de fascista. La llegada a los arrabales de Madrid de los militares sublevados, llevó a que el responsable como Consejero de Orden Publico de la Junta Defensa, el antiguo socialista y recién afiliado al partido comunista Santiago Carrillo y su más directo colaborador, el director general de Seguridad Segundo Serrano Poncela y el taciturno y cruel, también comunista, José Cazorla planificasen la eliminación de una enorme masa de presos políticos detenidos desde antes del 18 de julio. Coordinándose con las milicias anarquistas de Madrid llevaron adelante el asesinato, primero en las tapias del cementerio de Aravaca, luego en Torrejón de Ardoz y, finalmente, en Paracuellos del Jarama, de varios miles de españoles.
En una entrevista de 1986, citada por Paul Preston, el agente soviético en el Madrid de 1936 Grigulevich cuenta cómo estuvo al mando de una brigada a las órdenes de Carrillo. Más de 20.000 madrileños fueron asesinados en estos meses.

El 18 de octubre de 1936, el presidente de la II República española, Manuel Azaña, abandonaba Madrid para trasladarse a Valencia ante las noticias de que el Ejército de África avanzaba sobre la ciudad. El 3 de noviembre, legionarios y regulares estaban en la Cuesta de Las Perdices junto a las vallas de la Casa de Campo. El 6 de noviembre, Largo Caballero y sus ministros huían convencidos de que la ciudad caería en pocas horas hacia Valencia. En Madrid, las milicias anarquistas desfilaban gritando «¡Viva Madrid sin Gobierno!», mientras los comunistas se preparaban para tomar el poder. El general Miaja quedó encargado de la defensa de la capital. Nacía la Junta de Defensa que, contra todo pronóstico, logrará defender la ciudad hasta casi el último día de la guerra, en la primavera de 1939. El Madrid del años 1936 era una ciudad en la que primero el gobierno había perdido el control. Las milicias del Frente Popular imponían su propia ley por medio de la violencia indiscriminada. Proliferaban las «checas», cárceles privadas en las que se cometían todo tipo de tropelías y que convivían con las grandes prisiones en un ambiente de alegalidad.

Primeros «paseos»

Cuando el Ejército de África aún no amenazaba Madrid, ya se cometieron numerosos asesinatos de los madrileños que no se mostraban partidarios del Frente Popular. Tras el asesinato de los defensores del Cuartel de la Montaña comienzan las primeras sacas y paseos que se llevarán por delante la vida del diputado Melquiades Álvarez, el héroe de la aviación y falangista Ruiz de Alda y el hijo del dictador y hermano del fundador de FE de las JONS Fernando Primo de Rivera. Criminales por delitos comunes como García Atadell fundarán checas y pequeñas milicias que se dedicaran a robar y asesinar a cualquiera que pudiera proporcionales un buen botín o tenga aspecto de fascista. La llegada a los arrabales de Madrid de los militares sublevados, llevó a que el responsable como Consejero de Orden Publico de la Junta Defensa, el antiguo socialista y recién afiliado al partido comunista Santiago Carrillo y su más directo colaborador, el director general de Seguridad Segundo Serrano Poncela y el taciturno y cruel, también comunista, José Cazorla planificasen la eliminación de una enorme masa de presos políticos detenidos desde antes del 18 de julio. Coordinándose con las milicias anarquistas de Madrid llevaron adelante el asesinato, primero en las tapias del cementerio de Aravaca, luego en Torrejón de Ardoz y, finalmente, en Paracuellos del Jarama, de varios miles de españoles.
En una entrevista de 1986, citada por Paul Preston, el agente soviético en el Madrid de 1936 Grigulevich cuenta cómo estuvo al mando de una brigada a las órdenes de Carrillo. Más de 20.000 madrileños fueron asesinados en estos meses.
 
La Matanza de Paracuellos
 
 Cerca de la localidad de  Paracuellos se produjo el fusilamiento de más de 4.500 hombres, de los que un 25% eran militares, entre el 50 y 60% civiles y el resto frailes y curas. Entre esos asesinatos más de 300 eran adolescentes. Entre estos muertos existen 105 beatos pendientes de su canonización por no renunciar a su fe católica. Los asesinatos fueron una operación en la que el general Miaja dejó hacer, dado que si quería defender Madrid no podía enfrentarse a comunistas y anarquistas. El historiador Jorge Martínez Reverte ha encontrado las actas de una reunión entre el Partido Comunista y los responsables de las milicias anarquistas en la que se acuerda el modo de realizar las «sacas» y el traslado hasta Paracuellos de presos. Las actas van firmadas por Ricardo Amor Nuño, uno de los anarquistas más importantes de Madrid. En ellas se cuenta cómo se acordó que los comunistas sacasen a los presos de las grandes cárceles y que los anarquistas facilitarían el viaje.
Todo esto ocurría ante los ojos de los madrileños, que veían cruzar los convoyes por la calle de Alcalá. El cónsul noruego Félix Schlayer fue testigo. Amigo del ex ministro de Alfonso XIII Ricardo de la Cierva, se fue a interesar por su situación, ya que había sido detenido. Habló con Miaja y poco después con Santiago Carrillo, garantizándole ambos que De la Cierva estaba bien. Mientras mantenía una charla con Carrillo, De la Cierva estaba siendo enterrado en una fosa común en Paracuellos. Había sido asesinado unas horas antes, ya que su nombre se encontraba en una de las listas en las que constaban los presos que iban a ser asesinados. El anarquista Melchor Rodríguez, responsable de prisiones durante unos días, puso freno a sus compañeros de la CNT-FAI e impidió que Carrillo y Serrano Poncela continuasen con su plan. Pero en el Madrid de 1936 imperaba la ley del más fuerte, y las sacas a Paracuellos volvieron a reanudarse. Rodríguez salvo muchas vidas. Al acabar la guerra salió de la cárcel y a su entierro en 1972 asistieron generales y políticos falangistas como Muñoz Grandes. Su muerte parecía indicar que las heridas de la guerra se comenzaban a cerrar, pero no era cierto.

La lógica del exterminio

Desde la Revolución Rusa, Lenin y sus colaboradores formularon la necesidad de eliminar a los enemigos de la revolución. Sobre esta premisa los comunistas, desde 1917 y hasta muy avanzado el siglo XX, procedieron de forma fría a la eliminación de sus enemigos. En 1939, en Katyn asesinaron a más de 22.000 polacos. En la URSS, Stalin asesinó a 20 millones de rusos mientras que Mao eliminó a 65 millones de sus compatriotas. El Che Guevara tiene sobre su conciencia el asesinato directo de más de 2.000 personas. En menos de cien años, los comunistas han masacrado en nombre de la libertad a 100 millones de seres humanos.

martes, 1 de octubre de 2024

La II República Española y Lázaro Cárdenas vive en el corazón de hombres y mujeres

 

Lázaro Cárdenas y su compromiso con la II República Española

La II República Española y Lázaro Cárdenas vive en el corazón de hombres y mujeres que lucharon y siguen luchando para que la justicia y dignidad de los pueblos no sea un mero adorno estético en las declaraciones de principios, sino la razón de ser de la humanidad.
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Lázaro Cárdenas

Los republicanos españoles siempre estuvieron agradecidos a México y a Lázaro Cárdenas, un presidente que supo entender lo que estaba sucediendo en la España de la II República. El Presidente Cárdenas vio cómo la guerra había prendido en España después de un intento fallido de golpe de Estado. En aquellos trágicos momentos, su principal pensamiento fue para la infancia e hizo un ofrecimiento al Presidente de la II República Española: “Traigan los niños para acá”. Azaña agradeció tan noble gesto. El gobierno de Cárdenas fue fiel a la II República Española y lo demostró en todo momento. Según avanzaba la guerra en España, el gobierno de Cárdenas fue abriendo las puertas de México; y mujeres y hombres se abrazaron a la tierra que les acogía. Lázaro Cárdenas bien sabía el valor de la II República Española al enfrentarse al caciquismo que impedía vivir dignamente a las clases populares. Él también tuvo que hacerlo para arrancar México de las garras de quienes habían exprimido sus recursos naturales durante tanto tiempo.

El verano de 1936, España estaba ya frente a la barbarie fascista que recorría el continente europeo. El acuerdo de “No injerencia” de los países europeos la dejaron sola ante el peligro que se cernía sobre la humanidad: primero España, después Europa y más tarde el resto de continentes. El Presidente Azaña alzaba su dolida voz ante la Sociedad de Naciones esperando una respuesta que pusiera fin a lo que ocurría en nuestro país, pero ésta mostró su inoperancia: como el gobernador der Judea, Poncio Pilatos, ante el proceso de Jesús, el organismo internacional, alegando el Tratado de no intervención, se lavó las manos. Decepción, impotencia, rabia. ¿Qué sintió el Presidente Azaña aquel 18 de julio de 1937 cuando pronunció su discurso sobre lo ocurrido en La Sociedad de Naciones, en la Universidad de Valencia?:

A la Sociedad de Naciones fue la República, pero no fue a pedir, ni tenía porqué, que la Sociedad de Naciones le resolviera el problema, que es de su pura y estricta competencia y más fácilmente domeñable por él. Fuimos a la Sociedad de Naciones pretendiendo que esta Asamblea de derecho y guardián de los derechos de los pueblos allí congregados se enterase de que un Estado miembro de la Sociedad de Naciones estaba invadido por otros Estados, dos de los cuales, por lo menos, son también miembros de la Sociedad de Naciones. A esto fuimos a Ginebra. Fuimos allí y hemos vuelto y volveremos a ir, porque nos creímos entonces, nos creemos aún, que para ser oídos en el templo de la paz sea menester entrar en él haciendo ruido de guerra, porque no hemos creído ni creemos aún que para que le reconozcan a uno su derecho en aquella Asamblea-donde no se debe abrir la boca más que para invocar el derecho, porque a él debe la existencia, sea preciso entrar amenazando con que uno se va a tomar por la fuerza su derecho si no se lo reconocen, porque no creíamos ni creemos aún que la Sociedad de Naciones se haya convertido en una especie de Congreso de Viena de larga duración, manejado entre bastidores por dos o tres potencias, y en el cual los pequeños hacen un papel de comparsa; y hemos de ir a la Sociedad de Naciones porque hemos creído y seguimos creyendo que los pueblos de menor fuerza, los Estados de segundo orden– que además son la mayoría –tienen allí algo que hacer, que no consiste en contar las horas que les faltan para padecer ellos mismos la misma suerte que está padeciendo España.

Por eso hemos ido a la Sociedad de Naciones, porque creíamos esto. No se negará que nuestra fe es robusta. La Sociedad de Naciones, cuando acudió por primera vez España con este problema, no estaba enterada ni sabía que España estaba invadida por otros Estados miembros de la Sociedad. No lo sabía... Después de todo, si no lo sabía, ¿qué iba a hacer? A lo mejor, la invasión era una invención de los “rojos”; no había nada qué hacer como no fuera a enterarse. Han pasado meses; el gobierno español, los gobiernos españoles, unos tras otros, han vuelto allí a hacer oír su voz, y la Sociedad de Naciones ya se ha enterado, ya sabe que un Estado miembro de ella está invadido por ejércitos de otros Estados; se ha probado irrefutablemente, y la Sociedad de Naciones, después de hacer constar en una resolución solemne que en España hay tropas extranjeras que hacen la guerra al gobierno legítimo, acordó traspasar el asunto al Comité de No-intervención que funciona en Londres. Nuestra fe es robusta ante esta prueba”.

Y ante aquella soledad apareció el Presidente Cárdenas, el hombre que supo estar al lado de la II República Española. Allí tuvieron cobijo los intelectuales que antepusieron la razón al servilismo y a la barbarie; el gobierno de Cárdenas abrió los brazos a quienes no podían vivir bajo la bota de la dictadura franquista. Hoy, cuando desde las catacumbas del franquismo se alzan voces que invocan aquel tiempo, cuando emerge la sinrazón y los puños para frenar las libertades civiles y los derechos sociales, cuando desde la iglesia  quieren gobernar nuestras vidas y conciencias, es necesario el recuerdo, porque el olvido es no ser, no haber sido. La II República Española y Lázaro Cárdenas vive en el corazón de hombres y mujeres que lucharon y siguen luchando para que la justicia y dignidad de los pueblos no sea un mero adorno estético en las declaraciones de principios, sino la razón de ser de la humanidad.

Lázaro Cárdenas nació en Jiquipán de Juárez (Michoacán), en 1895. Tomó parte en la revolución contra Victoriano Huertas y prestó servicios al gobierno de Obregón. En 1928 fue elegido gobernador constitucional de su estado natal. Durante su mandato se hizo muy popular en todo México; cargo que terminó en 1932. Presidente del Partido Popular Revolucionario, fue elegido Presidente de la República mexicana en el periodo 1934-1940. Durante su mandato se nacionalizaron las compañías petroleras extrajeras que se habían instalado en México. Más tarde, Cárdenas fue secretario de Defensa hasta 1945. Murió en 1970.

Teresa Galeote Dalama

viernes, 30 de agosto de 2024

El cudillismo en la época dictadorial de Francisco Franco

 


(Madrid, 17-12-1970.- Manifestación de afirmación nacional en la Plaza de Oriente. En el balcón Franco, los Príncipes de España y miembros del Gobierno. EFE/Olegario Pérez de Castro/aa Foto Premio Nacional de Periodismo Gráfico 1970 SPAIN DEMONSTRATION OF SUPPORT TO FRANCO: MADRID)

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Artículo de Juan Giner Pastor en Diario Información, de 30 a abril de 2024

En la dictatorial época de Francisco Franco, cada vez que el régimen tenía dificultades nacionales o internacionales, se organizaban manifestaciones de apoyo en las que participaban entusiastas verdaderos o remunerados, llegados desde toda España para concentrarse en la madrileña plaza de Oriente, vitoreando al «caudillo», entonando laudatorios cánticos franquistas y de repulsa a las conjuras criptocomunistas y judeomasónicas que alteraban el sacrosanto sosiego del dictador, guía y modelo patrio. Aunque entonces era basta joven o un niño todavía, sin embargo recuerdo los reportajes que por Radio Nacional y el NODO en el cien, mostraban el fervor de aquellas masas que abarrotaban la Plaza de Oriente, para aplaudir con delirio a Franco cada vez que se asomaba a la balconada del palacio recayente a la plaza de Oriente, algo que si resultaba creíble aquí, no lo era fuera del país.

Espectaculares fueron las manifestaciones narradas en las siguientes crónicas: «En la mañana del lunes 9 de diciembre de 1946, Madrid fue centro neurálgico de la mayor manifestación jamás vista en la historia de España. El pueblo español se rebelaba de esa forma contra la perversa campaña desatada contra España y el gobierno del General Francisco Franco, por los seculares enemigos de España, entre ellos la masonería y el comunismo internacional, que no perdonaban que el Caudillo les hubiese hecho morder el polvo en la guerra de liberación española de 1936-39, convirtiéndose en el único militar en la historia que derrotaba al comunismo en el campo de batalla… Entre canciones patrióticas continuamente se escucharon los gritos de «Ni Rusia, ni comunismo» y el de «Franco, sí, comunismo, no». A las once de la mañana ya estaba casi ocupada la plaza de Oriente con miles de personas que se habían adelantado a la gran manifestación proveniente desde la plaza de Colón, Paseo de Recoletos y plaza de la Cibeles. Del mismo modo grandes riadas humanas entraban a la plaza por las calles Mayor, Arrieta, Carlos III, Bailén, Santiago y colindantes... 

Poco después, la manifestación ocupaba totalmente la plaza frente al palacio, pero aún seguían entrando por las calles cercanas miles de personas, hasta el punto de que se hacía imposible la permanencia de nadie más en aquel lugar. Calcular el inmenso gentío que en aquellos momentos estaba situado en la plaza de Oriente era imposible, pues todavía continuaron llegando y ocupando los escasos sitios que quedaban en los jardines, verjas, monumentos, estatuas, azoteas, balcones y, en todos los lugares próximos al Palacio de Oriente, sobre todo en los andamios de las obras del Teatro de la Opera, expectantes por escuchar el discurso que el Caudillo iba a pronunciar ante ellos…

........................................Nota de Nuevo Impulso.net....................

Hoy día por la Ley de Memoria Histórica no se puede ensalzar el Régimen de Franco. Pero eso no es ensalzar, en recordar un pasado, de lo que nacimos en loa años 40.

sábado, 27 de julio de 2024

Son más interesantes la respuestas que las preguntas (Bernard Pivot)

 


Bernard Pivot. Libros y televisión

Categoría (El libro y la lectura, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 27-07-2024

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De Bernard Pivot (1935-2024) es imprescindible elogiar su compromiso con los libros y lo que transmitió con ellos desde la televisión, hasta el punto de convertir en lector a toda una nación: Francia. Creó ese binomio exitoso, los libros y la televisión, y se lamentó de que no hubiera existido antes ese medio de difusión. Fue un periodista que supo transmitir y entretener, además de enseñar. Fue el alma de famosos programas en los que comentaban lecturas; un auténtico francés, cosmopolita, entusiasta también del vino y del fútbol.

“Nunca dejé que nadie abriera los paquetes de mis libros. Es un placer abrirlos, así con la mano, leer la carátula, mirar la dedicatoria, empezar a leerlo… es la sensualidad”.

Su relación con la televisión tiene una denominación: Apostrophes. Quince años, entre 1975 y 1990, se mantuvo en antena este programa en el que hablaban sobre libros; los colocó en el centro del debate público. Duraba setenta minutos, en horario estelar y en directo; y con un público —también en plató— entregado que podía alcanzar entre tres y seis millones de espectadores. Un espacio que hizo de la conversación en torno a la literatura un verdadero acontecimiento.

“En Apostrophes no hablamos de literatura, hablamos de libros”.

Cuando se lo presentó al director del principal canal de entonces, le dijo que quería producir “un magacín de ideas a partir de los libros”, así como reunir gente que, de otra manera, jamás coincidiría. Para ello se impuso varias normas:  las preguntas debían ser cortas; cualquier respuesta, incluso decepcionante, tendría más importancia que la pregunta; no podía olvidar que el telespectador también preguntaba y que él tenía que escuchar la respuesta.

Y así lo hizo:  Bernard Pivot en ocasiones no intervenía, sabía mantenerse a distancia; se autodefinía no como un crítico, sino como “un correo”, se comparaba con el que trae la información, los comentarios, el que recorre la ciudad, aunque en este caso él no se moviera del lugar. Trataba de ser claro y entretenido. Sin duda, lo logró. Se sirvió de su ingenio y de su socarronería para atrapar al espectador y, sobre todo, era hábil en el manejo de los egos presentes en el estudio, mediaba entre ellos y los espectadores.

Esos egos, con los que tenía que contar, se mostraban adheridos, por lo general y en distinta medida, a un escritor. Aunque sabía que los actores también los poseían, era más fácil hablar con los escritores, porque son artesanos y cuando se ponen a la tarea están solos consigo mismo.

“En cada programa parto de este postulado: el público no sabe nada, yo tampoco, y los intelectuales y escritores saben muchas cosas. Sin embargo, habiendo yo leído sus libros, sé lo suficiente como para ser el mediador entre la ignorancia de unos, que no piden otra cosa que aprender, y el conocimiento de los demás, que no piden otra cosa que transmitir su saber. Un programa de Apostrophes de éxito es aquel en el que los telespectadores salen mejor informados, más cultos, menos ignorantes de lo que eran antes del programa, sienten el deseo irresistible de saber más y, para ello, compran y leen los libros sobre los que hemos conversado”.

Su pasión y su esfuerzo eran notables. También su preparación. Él se pasaba el día leyendo, subrayando el libro, preparando. De ahí que los entrevistados, en general, concurrían con cierta inquietud, puesto que sabía sobre sus obras más que ellos mismos.

“Entonces, yo era un bulímico de la lectura. Yo leía entre diez y catorce horas diarias. De hecho, mi vida familiar se vio muy perturbada por mi compromiso”.

Defendió la literatura y el pensamiento crítico, los convirtió en accesibles y amenos para quienes, como él, crecieron sin libros en casa. Se ponía en el lugar del espectador y pensaba que lo que estaba diciendo el autor tenía que convertirlo en entendible para ese lector que siempre lo veía como un semejante.

Su intención era que el espectador se sintiera recompensado, no le podía hacer perder su tiempo; sus programas llegaban a ser espectáculos, pero nunca se convertían en shows, donde no se supiera cuál era el estilo del escritor, ni el espíritu del libro… Su máxima era estar al servicio de la literatura, del libro.

“Era un placer hacer un programa cada viernes diferente al programa anterior y distinto a su vez al siguiente”.

Tras cada emisión, aumentaba el número de ventas, por lo que lo llamaron “el primer librero de Francia”: un tercio de los libros que se vendían en librerías era porque habían hablado de ellos. Incluso obras que no se destinaban al público en general, como la del filósofo Vladimir Jankélévitch, se volvían un éxito de ventas después del paso por la emisión.

Sabía que no podía entrevistar a todos los invitados del mismo modo, que tenía que adecuarse al carácter de cada uno. En ocasiones le tocaba ayudar a los tímidos y clarificar las palabras de los confusos: con Patrick Modiano, conocido por no concluir sus frases y titubear a cada palabra, supo hacerlo; Pivot le permitió ser él mismo, desde el inicio reconoció su singularidad. Algo que le agradeció el escritor cuando recibió el premio Nobel al pedir su presencia durante la entrega.

A pesar de no ser un programa donde predominaban las entrevistas, algunas resultaron inolvidables, como la que mantuvo con Marguerite Duras, sobre todo por los largos silencios que dejó instalar entre sus respuestas. Sorprendente resultó su encuentro, en el domicilio del antropólogo, con Claude Lévi-Strauss. Asimismo, con Marguerite Yourcenar, dando respuestas tajantes y contundentes, sin ceder en nada a la complejidad de su pensamiento. Y emotiva fue su entrevista con Georges Simenon quien le puso la grabación de su hija que se había suicidado.

“La entrevista más emocionante, la que le hice a Marcel Jouhandeau, la hice un año antes de su muerte. Estaba casi ciego y él sentía que estaba cerca a su fin. Fue un escritor francés muy refinado y lleno de tormentos por estar casado y ser homosexual”.

Pivot fue igualmente un gran artífice de exclusivas:  el escritor disidente ruso Aleksandr Solzhenitsyn le permitió visitarlo en su exilio americano y grabar su vida cotidiana en familia. O la aparición de Nabokov ─un año antes de su muerte─, quien se oponía a ser entrevistado y aceptó la propuesta con condiciones: saber las preguntas con antelación y leer las respuestas ante la cámara junto a un vaso de whisky; sin embargo, como no quería ofender a los telespectadores, pidió que disimularan la bebida en una tetera.  Por el contrario, Bukowski bebió dos botellas de vino blanco en antena; años después indicó que había ido a la televisión francesa con la intención de crear un escándalo y agregó que estaba algo arrepentido.

“Toda la gente me decía que yo era el mismo en la vida y en la televisión. Era para mí el mejor de los elogios”.

Era tal su humildad y su entrega que se lamentaba de no haber podido entrevistar a muchos otros literatos y de que la televisión no se hubiera inventado con antelación para poder tener testimonios de Rousseau, Flaubert, Victor Hugo… Incluso un día soñó que entrevistaba a Voltaire.

Bernard Pivot siempre fue capaz de cuestionarse, de reinventarse sin abandonar su amor por los libros. A este exitoso programa le siguió Bouillon de culture (Sopa de cultura); estuvo en antena entre 1991 y 2001 y fue calificado como una nueva aventura televisiva que mezclaba literatura, cine y arte. También invitó a políticos, entre ellos Mitterrand, a quien el placer de hablar lo estimulaba enérgicamente.

“La crítica literaria nunca ha sido tan útil como ahora. Hay dos tipos de críticas: la periodística y la académica. Esta se dirige a los estudiantes e investigadores; la periodística, al público general. Yo pertenezco al ámbito de la crítica periodística, soy un periodista que a través de sus críticas incita a leer y a escribir”.

Fue una persona muy inteligente, incisiva, divertida, que recibía centenares de cartas de personas que gracias a él descubrieron la literatura. A su vez, demostró su adaptabilidad a los nuevos modos de comunicación: en las redes sociales también fue muy activo compartiendo sus pensamientos, gustos y placeres literarios con un amplio público; en 2018 era un agitador de internet (con cerca de un millón de seguidores).

“Nunca he sido un hombre de poder, sino de influencia. Mi profesión es despertar la curiosidad de los espectadores. Solo soy un alborotador de cabezas”.

La vida de Bernard Pivot comenzó en Lyon en una familia de pequeños comerciantes, de los que recibió una «estricta educación cristiana». Sus padres tenían una tienda, él fue educado por su madre y sus tías cuando a su padre lo detuvieron durante la ocupación nazi. El primer libro que leyó fue Fábulas de La Fontaine.

“Como yo de niño vivía en el campo y veía animales, esas fábulas les daban voz y sentimientos a esas vacas, pájaros, liebres, zorros, cuervos… Les insuflaban inteligencia, sentido, les hacían reflexionar. ¡Y yo estaba encantado!”.

Pasó la guerra en la región del Beaujolais, donde acabaría escribiendo un Diccionario del amante del vino (2007), su otra gran pasión.

Después de estudiar derecho en Lyon y periodismo en París, comenzó en Le Progrès antes de pasar, en 1958, a Le Figaro. En esta publicación primero trabajó en la sección de economía y después le cambiaron al suplemento literario, y fue ahí donde aprendió el oficio de lo que él llamaba “gacetillero” cultural. Con el tiempo, llegó a ser el jefe de la sección, hasta que la abandonó.

Posteriormente participó en la creación de la revista Lire y dio los primeros pasos en televisión con el programa Ouvrez les guillemets (Abrir comillas), que comenzó en 1973, en TF1: “Yo aprendí a querer la lectura, leyendo. No estaba destinado a hacer el periodismo literario, fue el azar el que me llevó y también fue casualidad que quince años más tarde me propusieran hacer el programa”.

Double J fue su última aventura televisiva entre los años 2002 y 2006. Tiempo después, en 2018, afirmó que lamentablemente se había reducido el espacio que ocupaba la literatura en prensa escrita y en radio si se comparaba con la situación de treinta o cuarenta años atrás. En cambio, reconocía que seguía ocupando un espacio honorable, porque tanto Le Monde como Le Figaro y Libération continuaban teniendo suplementos literarios importantes.

Desde su adolescencia fue un apasionado del fútbol; de joven fue su diversión, su placer. Muchos intelectuales franceses veían mal y no entendían que en una misma persona se diera esa fusión en sus gustos; que defendiera un deporte popular, vulgar, universal, ruidoso, que ellos veían tan opuesto a la literatura. Pero cuando el equipo francés ganó el mundial, opinaron de modo diferente.

Su pasión igualmente se extiende a su lengua materna, el francés, con todas las peculiaridades y las dificultades de su ortografía. Una ortografía que se esforzó en dar a conocer de forma amable a través de sus famosas competiciones desde 1985, que convirtieron los dictados en algo popular.

En 2004 Ingresó en la Academia Goncourt, la que entrega el más prestigioso de los premios literarios franceses. Diez años después se convirtió en su presidente, hasta fines de 2019; en aquel momento introdujo varias innovaciones, entre ellas la prohibición de que sus miembros trabajasen para una editorial.

“El palmarés del Goncourt en más de un siglo es a la vez caótico, sorprendente, excitante y en algunos casos decepcionante. (…) La academia busca en un libro que deslumbre, que aporte una visión nueva del mundo, una sensibilidad original, que dé la sensación de que resistirá el paso del tiempo. También el placer de la lectura y que te haga creer que centenares de lectores compartirán ese placer contigo”.

Hablando de galardones, en 2011, recogió en Madrid el premio Antonio de Sancha que conceden los editores de la capital española y se lo dedicó a su admirado escritor, además de amigo, Jorge Semprún.

“Un español que escribe en francés, un escritor comprometido que escribió novelas alimentadas por su experiencia como intelectual. Él es muy francés, porque es escritor e intelectual. Me gustan los escritores intelectuales”.

Su biografía literaria contiene dos novelas, una publicada en 1959 L’amour en vogue, su primera novela, que él mismo calificó como «un simpático error de juventud» y otra en 2012 Oui, mais quelle est la question?; en 1998,  sacó a la luz sus memorias, Remontrance à la ménagère de moins de 50 ans, con una portada que recorrió medio mundo: el presentador con anteojos de lente baja, un lápiz en la boca y un libro abierto entre los dedos; además de varios ensayos y crónicas.

“Acabo de publicar un libro que se titula Lire! (2018), escrito junto a su hija, Cécile Pivot. He pasado toda mi vida incitando a la gente para que lea, he sido un enlace entre los libros y los lectores. Me entristece ver que los jóvenes no leen. Tengo una nieta a la que quiero mucho pero lee poco, me gustaría que leyese más… No hay que ablandarse, hay que seguir emitiendo programas literarios en la televisión, los periódicos tienen que seguir hablando de literatura, los padres y los abuelos deben dar ejemplo y ser misioneros de la lectura”.

Tenía dos bibliotecas, una en su casa de campo y otra en París; una, personal, con los libros que le gustaban y la otra con los utilitarios, con los libros que necesitaba para su actividad periodística, llena de diccionarios, de memorias, de compendios técnicos. A lo largo de los años cambiaron sus gustos literarios; mantenía la lectura de novelas y poemarios, y sumó los diarios íntimos, las biografías… De siempre permaneció en él el gusto por la literatura panfletaria, de la que sí hay tradición en la literatura francesa.

La gente que lee tiene conocimientos del mundo que los demás no tienen porque al leer te acercas a ideas y a personas de las que no tenías ese conocimiento antes. Leer es sacar noticias de los demás, interesarse por los demás; leer es aumentar tu cultura general propia”.

Cerca de París, en 2007, el escritor chileno Cristián Warnken tuvo la fortuna de entrevistar al entrevistador en su programa Una belleza nueva.  Merece la pena verlo y apreciar cómo era, cómo le nacían de las entrañas las palabras, esa efusividad que transmitía. Y, a su vez, cómo uno y otro están a la altura y forman un dúo que resulta hipnótico y deleitoso. El que le entrevista finaliza preguntándole que si tuviera la oportunidad de interrogar a Dios qué le diría. Bernard sin dudarlo menciona que su primera pregunta sería: “Explíqueme, ¿por qué creo en usted?”

Este hombre que fue un ejemplo a seguir murió en mayo en Neuilly-sur-Seine, un día después de cumplir los 89 años: “Me gustaría morir mientras leo un libro de La Fontaine o de Giono. Leo y de pronto mi corazón se detiene. Sería magnífico”.

martes, 23 de julio de 2024

El falangista y gobernador civil de Alicante José Mallol Alberola evito una masacre de republicanos refugiados en el puerto de Alicante

 

                      Liberación de Alicante por al tropas nacionales finales de marzo de 1939

 

El falangista y gobernador civil de Alicante José Mallol Alberola evito una masacre de republicanos refugiados en el puerto de Alicante a finales de marzo e 1939-

Esa misma noche del 28 de marzo de 1939 José Mallol Alberola se reunió con el gobernador militar republicano Ricardo Burillo y su subordinado el teniente coronel José Muñoz Vizcaino en la Comandancia de Marina, y allí acordaron un traspaso pacífico de poderes.

Al día siguiente Mallol asumió el cargo de gobernador civil y en la mañana del día 30  de marzo anunció por radio que la ciudad estaba a las órdenes del Generalísimo Francisco Franco, al tiempo que quitaron la bandera tricolor republicana del Ayuntamiento para colocar la nacional.

Apenas unas horas más tarde llegó la División Littorio del general Gastone Gambara que ocupó la ciudad sin resistencia, salvo el Puerto donde quedaron agolpados unos 8.000 refugiados republicanos que aún esperaban la llegada de algún barco que pudiera sacarles al extranjero.

El día 31 llegaron al puerto de Alicante 3 buques de guerra franquistas (los minadores Vulcano y Marte, y el crucero Canarias) que lastraron las pocas esperanzas que los refugiados aún pudieran tener de escapar. Según la biografía de José Mallol, el Canarias tenía órdenes de disparar hacia los muelles contra los republicanos pero como gobernador civil logró convencer a los mandos militares de no ejecutar dicha orden.  Mallol evitó una auténtica masacre pues aún quedaban en el Muelle de Levante miles de personas. 

En su autobiografía también asegura que destruyó listas de alicantinos republicanos vinculados a delitos de sangre durante el Terror Rojo para que no fueran represaliados por la naciente Dictadura Franquista.

Tras el fin de la guerra, Mallol ejerció de Gobernador Civil durante un breve periodo de tiempo y de jefe provincial del Movimiento durante varios años. También de Delegado Provincial de Sindicatos durante un mes, pero fue substituido por negarse a acatar órdenes.

 

Desfile de la Victoria en Alicante 1939

Largo Caballero en Alicante en enero de 1936

 Un mitin electoral de Largo Caballero en el cine Monumental de Alicante, el 26 de enero 1936, se
hará famoso en toda España por algunas de las palabras que pronunció. Entre otras cosas
dijo que, si triunfaban las derechas “tendríamos que ir forzosamente a la guerra civil decla-
rada”. El periódico republicano alicantino decía al día siguiente: “las derechas quieren una
España hitleriana. Una España ignorante y con hambre. Una España sin libertad, sometida
al terror de la reacción y del fascismo”.


Por su parte, la derecha alicantina tampoco se quedaba corta, publicando su periódico
local Más que si ganaba la izquierda habría: “disolución del ejército. Aniquilamiento de la
Guardia Civil. Armamento del pueblo. Incendios de Bancos y casas particulares. Reparto de
bienes y tierras. Saqueo en forma. Reparto de mujeres”. Las cosas estaban muy tensas. En
la madrugada del día 5 un grupo de falangistas intentó quemar la redacción de El Lucha-
dor. Al día siguiente hubo, incluso, enfrentamientos de falangistas e izquierdistas en la
Rambla y el Mercado Central.


Las elecciones de febrero 36, volvieron a dar un resultado dispar en cuanto al general del
Estado (53,2% el Frente Popular, frente al 44.6% las derechas), y el de Alicante ciudad (un
aplastante 80,72% del Frente Popular)