domingo, 13 de agosto de 2023

La brutal reforma militar de Azaña en 1931

 Que conste que no estoy de acuerdo con la sublevación militar

                                   (Arenga de Azaña a los generales)

Se decretaría el cierre de la Academia General Militar que dirigía el general Franco, creada en la Dictadura de Primo de Rivera de 1928, que entendía como un nido de conspiraciones africanistas en la península contra la recién creada República que hubieron de jurar. Y no se equivocaba.  (Hecho todo al ordeno y mando, la soberbia de Azaña se puso de manifiesto, y humilló a los militares -obligándoles a jurar la República y adjurar de la monarquía de antaño (jurada en bandera)- que se vengaron que cuanto Azaña llegó la presidencia de la Segunda República el 10 de mayo de 1936. Quería un Ejército republicano, Lenin era una casa de muñecas al lado de Azaña).

Neutralizar políticamente al Ejército y ponerlo bajo el control de las Instituciones votadas por el Pueblo, como en otros sistemas europeos. Democratizar desde la base social los Ejércitos, estrechar el vacío entre mandos intermedios y oficiales. Separar de riesgos, como el propio Azaña diría al “enviar a Franco a mandar Baleares, donde estará más alejado de tentaciones”. Nunca fue lo suficientemente lejos.

 Ignoraba Azaña que la conducta de un militar de carrera se baja en el honor, y en cuanto se toda su honor todo lo de más sobra y no importa hasta dar la vida con defenderlo.

 LA REFORMA MILITAR DE AZAÑA

En 1931 el Ejército Español contaba con 16 divisiones a las que normalmente le habría bastado con 80 generales, pero tenía 800, y además tenía más comandantes y capitanes que sargentos.11​ Tenía 21.000 jefes y oficiales para 118.000 hombres 8​ (Estaba sobre dimensionado por las guerras de Marruecos, en el norte del Rif, Annual 2021).

Para reducir el excesivo número de oficiales (el objetivo era conseguir un ejército peninsular de 105.000 soldados con 7.600 oficiales y el contingente de África estaría formado por 42.000 soldados y 1700 oficiales),12​ el Gobierno Provisional a propuesta de Azaña aprobó el 25 de abril de 1931 un decreto de retiros extraordinarios en el que se ofrecía a los oficiales del Ejército que así lo solicitaran la posibilidad de apartarse voluntariamente del servicio activo con la totalidad del sueldo (pasando a la segunda reserva -prácticamente el retiro-). Si no se alcanzaba el número de retiros necesarios, el ministro se reservaba el derecho a destituir, sin beneficio alguno, a cuantos oficiales estimase oportuno. Casi 9.000 mandos (entre ellos 84 generales) se acogieron a la medida, aproximadamente un 40 % de la oficialidad (el mayor porcentaje de abandonos se produjo en los grados superiores), y gracias a esto Azaña pudo acometer a continuación la reorganización del Ejército, a lo bestia por decretos. ​ Algunos historiadores señalan que políticamente fue una medida discutible porque no contribuyó a hacer un ejército más republicano, ya que una parte del sector más liberal de oficiales dejó en ese momento el servicio activo.14

Según el balance de la reforma de Azaña que ha hecho Francisco Alía Miranda, el número de generales y asimilados pasó de 190 en 1931 a 90 en 1932 y en cuanto a los jefes y oficiales su número se redujo en más de 8.000 pues se pasó de 20.576 a 12.373. No tocó a ​ la Aviación que pasó a ser un cuerpo militar independiente del Ejército.

En marzo de 1932 las Cortes aprobaron una ley que autorizaba al ministro de la Guerra a pasar a la reserva a aquellos generales que durante seis meses no hubieran recibido ningún destino. Era una forma encubierta de deshacerse de aquellos generales (monárquicos) de los que el gobierno dudara de su fidelidad a la República.16​ La misma ley disponía que los oficiales que hubieran aceptado el retiro establecido en el decreto de mayo de 1931 perderían sus pensiones si eran hallados culpables de difamación según la Ley para la Defensa de la República. Esta última medida levantó un vivo debate en las Cortes, ya que tanto Miguel Maura como Ángel Ossorio y Gallardo denunciaron la injusticia de la que podrían ser víctimas los alrededor de 5000 oficiales recientemente retirados que en un momento dado criticaran al Gobierno. Azaña respondió que sería intolerable para la República el tener que pagar a sus “enemigos”.17

Muchos años después el Generalísimo Francisco Franco hizo en privado el siguiente juicio sobre la Ley de Retiros de Azaña:18

La Ley de Retiros de Azaña, no estaba mal planeada ni era tan mala como se decía en aquella época; tenía el sectarismo de querer apartar de las filas del Ejército a la Oficialidad de ideales monárquicos; pero esto no se realizó, pues se retiraron los que quisieron y nos quedamos la mayoría.

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 La reforma militar de Manuel Azaña [era ministro de la Guerra del 14 de abril de 1931-12 de septiembre de 1933) el conjunto de decretos aprobados entre abril y septiembre de 1931 [sin consenso con los militares a los que humilló] por el Gobierno Provisional de la Segunda República Española (que luego fueron refundidos y refrendados por las Cortes Constituyentes en la llamada “Ley Azaña”) y las leyes posteriores aprobadas por las Cortes a propuesta del Ministro de la Guerra Manuel Azaña, cargo que desde octubre de 1931 simultaneó con el de Presidente del Gobierno, y cuyo objetivo era modernizar y democratizar el Ejército español además de poner fin al intervencionismo militar en la vida política. Esta reforma de Azaña fue la única de las aprobadas durante el primer bienio que no fue cambiada por los gobiernos de centro-derecha del segundo.

 El controvertido carácter de sus reformas, en conjunción con la Sanjurjada y los sucesos de Casas Viejas (provocada por los socialistas), llevaron a su dimisión en septiembre de 1933. Pese a ser arrestado tras la revolución de 1934, sin que pudiese ser acusado de ningún delito, Azaña vuelve a la vida política refundando su partido en Izquierda Republicana, el cual formará parte del Frente Popular en las elecciones de 1936.

 El 16 de febrero de 1936 resultó vencedora el Frente Popular (una coalición de partidos de izquierda) por un ajustado número de votos, aunque en escaños la victoria fue rotunda. Inmediatamente, el presidente del Consejo, Manuel Portela Valladares, dimitió, y Azaña se hizo cargo del gobierno sin que las Cortes se hubiesen llegado a constituir.

El anunciado Golpe Militar 

 Con el trasfondo de una conspiración militar en marcha y una movilización obrera y campesina, Azaña encargó la presidencia del gobierno a Santiago Casares Quiroga, que formó uno exclusivamente republicanos, y entró en la dinámica institucional de su nuevo cargo, sin hacer mucho caso de todo lo que estaba fraguándose.49​ Así, cuando el golpe de Estado se produjo, el gobierno se hundió casi inmediatamente. Casares Quiroga dimitió la tarde del 18 de julio y Azaña, desde el Palacio Nacional (actual Palacio Real, donde residia), encargó rápidamente al presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, que formase un gobierno que incorporase a elementos de la derecha y que no incorporase a comunistas. Sin embargo, el PSOE, por boca de Indalecio Prieto (pero siguiendo la estrategia de Largo Caballero), se negó a participar en tal gobierno (división entre ellos). Con todo, el 19 por la mañana tenía formado un gobierno con miembros de Izquierda Republicana, Unión Republicana y el Partido Nacional Republicano (sin socialistas ni comunistas, por tanto).

Martínez Barrio llegó a hablar con algunos de los generales sublevados (Cabanellas y Mola), pero no hubo vuelta atrás. Además, tanto socialistas como anarcosindicalistas y comunistas, rechazaron también cualquier tipo de vuelta atrás y reclamaron las armas para hacer frente a la sublevación militar republicana, negándose a reconocer al nuevo gobierno. Martínez Barrio dimitió el mismo día 19. Azaña reunió, entonces, a los partidos con el objeto de buscar una solución satisfactoria para todos. Largo Caballero supeditó la participación socialista al reparto de armas a los sindicatos y a la licencia de todos los soldados (se convierten en milicianos). Azaña encargó entonces la formación del gobierno a José Giral Pereira (un famacéutico que no tenía ni idea de gobernar, amigo de Azaña), que formó uno exclusivamente republicano y que asumió el reparto de armas. El 23 de julio Azaña dirigió por radio una alocución al país en la que animó y agradeció su esfuerzo a los que defendían la República, reivindicando su legitimidad y condenando a sus agresores. 

El levantamiento militar 

¿Por qué causas se levantaron parte de su  ejercito, ya republicanos desde la reforma de abril de 1931, contra el presidente  Azaña? No se ha estudiado suficientemente los meses de febrero a julio del 36, Pero  España se sumergió en los sótanos del desgobierno, robos, crímenes políticos (como el de Calvo Sotelo), huelgas, huida del capital y de la aristocracia... Todo venía ya de atrás como la quema de conventos, iglesias, y asesinatos de monjas y curas, con la complacencia de Alcalá Zamora, y de Manuel Azaña.

Los militares sublevado e incluso guardia civiles fueron detenido en barcos prisiones atracados en los puertos, y muchos generales como Manuel Goded y Álvarez Fernández y otros militares fusilados en los fosos del castillo de Monjuit, al día siguiente sin un juicio justo, por los republicanos. A principios de 1936, con el Frente Popular en el poder, su falta de sintonía con el nuevo gobierno motivó que fuera alejado de  Madrid, siendo enviado como comandante general a Baleares, en la confianza de que esta jefatura (alejada de los grandes centros de poder y con pocas tropas a su mando) le impediría realizar alguna revuelta exitosa contra el gobierno.Implicado en la conspiración militar que dio lugar a la Guerra civil, Goded fue designado para hacerse cargo de la jefatura de la rebelión en Barcelona.8

Leer el siguiente texto: "Barcos que se convirtieron en checas en Cataluña":

https://www.larazon.es/memoria-e-historia/20201118/soujxmmkjfdvvodal7b2qwmyry.html

 

Manuel Azaña, el hombre de Moscú en España

 

Ramón Palmeral

 

En los años de primer de siglo XXI, estábamos tan tranquilos y olvidados de la guerra civil que hacía más de 60 años que había pasado para desgracia de todos los españoles,  Cuando  de pronto, y ante la debilidad política del presidente del gobierno socialista José Luis Rodríguez Zapatero  se le ocurre sacar La ley 52/2007, de 26 de diciembre, de Memoria Histórica.

 

Llega otro “socialisto” en 2018 Pedro Sánchez  y aprueba la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática. Cuyo preámbulo dice: “Desde el fin de las guerras civiles y conflictos mundiales que asolaron Europa en el siglo XX, y especialmente desde el Holocausto, el impulso de las políticas de memoria democrática se ha convertido en un deber moral que es indispensable fortalecer para neutralizar el olvido y evitar la repetición de los episodios más trágicos de la historia…” Y así estamos.

 

¿Qué han hecho ambas leyes? Desenterrar a los muertos y a los espíritus del pasado. Que han conseguido polarizar a la sociedad española en  dos polos opuestos, y volver a las “dos Españas” de la Segunda República y la Guerra Civil, y aquí estamos anclados en el pasado de hace 87 años, y a la que hemos llegado,  como se demuestra en estas elecciones del 23-J que estamos en  un “empate técnico”.

 

Febrero del 36: Jauría de anarquista y falangistas revolucionarios

 

No es que yo esté en contra de hacerle cuentas a la Historia,  sino que se ha de  hacer justicia a los dos bandos, y no blanquear a unos y a satanizar a otros, sin un rigor de investigación, por ello, he acotado el mes de febrero del 36, el delas terceras elecciones republicanas, donde ya podían votar las mujeres.

 

El 14 de diciembre del 35 el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, nombra presidente del gobierno al centrista masón y consorte de la condesa de Brias, Manuel Portela, hombre clave de esta época. El 25 de enero del 36 se convocan elecciones generales de para el 16 de febrero y una segunda vuelta para el 1 de marzo. Portela será el presidente en funciones.  Elecciones de listar abiertas consideradas por algunos historiadores como un “pucherazo”  dan la victoria del Frente Popular, al día siguiente las hordas anarquistas toman las calles y asaltan las sedes de los partidos y redacciones de periódicos de derechas, queman iglesias,  Gil Robles y los militares piden que se controle el orden público y se declare el estado de guerra y saquen a la Guardia Civil, a lo que Portela y Alcalá-Zamora  se niegan, se acepta un estado de alarma por 8 días. La impunidad y la ausencia de las autoridades –los gobernadores civiles de Portela han huido-  son causas siempre de rebeliones salvajes e incontroladas.

 

El día 19 de febrero Portela dimite, y le sucede Manuel Azaña (líder de Izquierda Republicana) y del conglomerado Frente Popular, una fórmula idea por Stalin,  saltándose tanto Alcalá -Zamora como el propio Azaña el preceptivo nombramiento por la Comisión del Parlamento en funciones, es decir, que Alcalá-Zamora lo consiste, y en su  dietario  afirma que  las elecciones fue un fraude, del que meses después fuera víctima al ser destituido por una moción de censura. Azaña forma gobierno con los más extremistas, excluyendo a los socialistas. El general Franco es nombrado comandante militar de Canarias para alejarlo de Madrid. Ese mismo día se proclama una Ley de Amnistía para los encarcelados autores de la revolución Asturias de octubre del 34 (incitada por socialistas y la UGT). Azaña fue detenido en Barcelona y encarcelado en el destructor Barcáiztegui, como instigador de lo del 34, pero fue sobreseído por falta de pruebas. Tenía en la cabeza el modelo de una revolución como de la Rusia de 1917. Azaña, era el hombre de Moscú en España. Son detenidos los militares republicanos del segundo bienio (CEDA) que sofocaron la rebelión de Asturias –el mundo al revés- como el general Eduardo López de Ochoa, que en agosto del 36 sería asesinado por  milicianos mientras estaba convaleciente un hospital.  Lluis Companys restituye la Generalitat de Cataluña. El general Emilio Mola es destinado a Navarra. Al realizarse la votación del 1 de marzo, y durante el recuento Azaña era presidente de gobierno,  reforzaron la situación creada en la primera vuelta: el Frente Popular obtuvo ocho escaños.

 

Sublevación militar

 

Dando unos saltos en la cronología, salto al 24 de abril Dimite Alcalá-Zamora, presidente de la República, tras una moción de censura. Falangistas asesinan al magistrado de la audiencia Manuel Pedreguel. Al día siguiente unos milicianos asesinan a Anastasio de los Reyes, alférez de la Guardia Civil. Así entre disparo y disparos, y enfrentamientos entre sindicalistas de uno y otros bandos, el 10 de marzo es proclamando Azaña presidente de la republica (un intelectual y gran orador, soberbio y no dialogante),  Santiago Casares será el presidente de gobierno. El 14 de marzo es detenido José Antonio Primo de Rivera fundador de la Falange. Hasta que el 13 de julio Guardias de Asalto  asesinando el diputado de derechas Calvo Sotelo, y el vaso de la furia se desborda. La situación es España era de pistoleros y sicarios por todas partes y  ajuste de cuentas. Parte del ejército republicano se subleva contra su propio gobierno ante la pasividad de éste, en controlar el orden público.  Quiroga dijo: «Si los militares se quieren levantar, yo me voy a acostar». La noche del 18 e julio, Quiroga dimite, le sucede Martínez Barrios. El levantamiento militar fracasó en media España y especialmente en Madrid, por eso se inicia la guerra civil, lo demás es historia que dormita en los libros.

 

Dejo constancia que no estoy de acuerdo con la sublevación militar de julio del 36, por muy hartos que estuvieran los militares de la caótica situación de la II República, que no quiso escucharlos. Cuando no existe el diálogo aparece la confrontación. 

 

Alicante, agosto de 2023  

martes, 1 de agosto de 2023

Viaje por España cap V. Toros en Valencia, Baron Davillier y Doré ilustrador

 

Llegada de los picadores

Entre las cosas de España si hay una nacional por encima de todas las otras, es sin disputa una corrida de toros”. Así se expresan nuestro viajero Charles Davillier que en esta crónica se extiende ampliamente mostrando erudición y conocimento sobre la génesis e historia de las corridas de toros, un gusto que dice todo español lleva desde su nacimiento.
Pocas ciudades hay en España  que no tengan su plaza de toros, pero la de Valencia, acabada de construir y donde nuestros viajeros van asistir a la corrida es sin duda la más bonita de la Península, al menos es lo que nos cuentan[1]. A tal efecto  reservan en esta plaza, administrada directamente por el Hospicio, delanteras de barrera, los mejores asientos. 

La noche antes, la cuadrilla completa se alojó en el mismo hotel que nuestros viajeros –la Fonda de la Esperanza-, lo que les permitió observar de cerca a los toreros (“las palabras toreador y matador, que riman tan bien y son tan apropiadas para títulos de operetas, no se usan en absoluto en España”).
El picador Calderón


El Tato

El gran día de la corrida llegó al fin. Era un domingo, y la fiesta prometía ser espléndida. La cuadrilla reunía los primeros personajes de España. Antonio Sánchez, tan conocido por el apodo del Tato[2], el mejor espada de la época. Calderón, un picador valiente como el Cid, y el Gordito, banderillero cuya destreza igualaba su temeridad”.
 
Los viajeros constatan la animación extraordinaria que reina en la ciudad: “No encontrábamos más que gentes que iban y venían. Los unos buscaban a sus amigos para reunirse por grupos. Otros, los retrasados, se dirigian en muchedumbre al hospicio para sacar sus billetes; toda la ciudad estaba de fiesta. Detrás de las grandes cortinas de tela rayada se oía el bordonero sordo de las guitarras o el rechinar metálico de las citaras. Los aldeanos llegaban en cerrado tropel, unos a pie, otros sobre sus pequeños caballos negros cubiertos con la manta rayada a manera de silla. La huerta entera había invadido Valencia en traje de gala, habiéndose puesto las morenas labradoras sus más hermosas joyas. Desde la mañana desfilaban ante nosotros los más espléndidos modelos”.
 
Un banderillero en peligro

Al penetrar en el interior de la plaza de toros de Valencia –continua relatando el narrador- quedamos deslumbrados por uno deseos espectáculos que no se olvidan nunca, aunque solo se haya presenciado una vez. Imaginad doce o quince mil hombres con magníficos trajes, iluminados por un espléndido sol y bullendo como inmenso hormiguero”. Nuestros viajeros asisten al despejo y al ceremonial del paseíllo con los alguaciles a la cabeza. Detrás de ellos viene la gente de a pie formada por los espadas, banderilleros y los chulos o capeadores vestidos todos ellos con una gran elegancia. Estos “gladiadores de España” les parecen “bailarines” que avanzan “con encantadora desenvoltura, rebozados gallardamente en su capa larga y de colores brillantes”. Detrás van los picadores, firmemente asentados  en sus caballos  y cierran el cortejo los dos tiros de mulas “empenachadas y cubiertas de gualdrapas rojas haciendo resonar innumerables cascabeles.”
El triunfo del espada

El narrador describe  con precisión los detalles e incidentes de esta primera corrida que le deja “lleno de estupor y agotamiento”, clavado en el banco “con todos sus miembros quebrantados por la fiebre”. No rehúye, por ello hacer el juicio moral de las corridas, en términos, que ciento cincuenta años más tarde continúan siendo válidos: “Existe en España un partido bastante numeroso en contra de las corridas. Sin embargo este entretenimiento, cuya barbarie es imposible negar, forma de tal modo parte de las costumbres nacionales, que hay lugar a pensar que desparezca en seguida.
Es probable que al cabo de cien años se escriba aun contra las lidias de toros y, sin embargo sigan existiendo los toreros[3].

© Manuel Martínez Bargueño
Enero, 2013

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Gracias. Manuelblas.

 NOTAS

[1] La plaza de toros de Valencia se construyó en 1859 por el arquitecto valenciano Sebastián Monleón Estelles (1815-1878) y fue inaugurada el 22 de junio de dicho año con toros de Nazario Carraquiri y de la Viuda de Zalduendo para el diestro Francisco Arjona “Cúchares”. Sus 17 metros de altura y 52 de diámetro en el ruedo hacen que sea una de las plazas más grandes de España. Cuenta con un Museo Taurino, fundado en 1928.
 
[2] Antonio Sánchez “el Tato” (1831-1895) fue un torero sevillano muy querido por la afición por su valor y pundonor. El 7 de junio de 1869 sufrió una grave cogida en la Plaza de Toros de la calle Alcalá de Madrid de resultas de la cual tuvo que serle amputada una pierna, lo que significó el fin su carrera. Era yerno de Cúchares, el torero que inauguró la plaza de toros de Valencia.
 
[3] Se queda corto en el pronóstico. Ciento cincuenta años después la fiesta de los toros que Divalllier consideraba una institución española, sigue estando en el centro de la polémica, especialmente desde su prohibición en Cataluña mediante Ley aprobada por el Parlamento catalán el 28 de julio de 2010.

Viaje por España del barón francés Davillier con Gustavo Doré como dibujante


Los lunes del barón Davillier (13). De Doré y su visión de España como perfectos compañeros de viaje

El 12 de diciembre de 2011 en Fondo antiguo, Libros, Viajes por | 5 Comentarios

Gustavo Doré en un grabado de Baude a partir de una fotografía de Nadar.

 “1861. Veintinueve años. A la edad en que otros artistas no hacen más que entrever los rumbos de su personalidad definitiva, Doré, como si una oscura premonición le hubiese advertido desde siempre lo breve que va a ser su vida, se encuentra ya plenamente hecho y orientado, con un ciclópeo trabajo a sus espaldas. Desde ahora va a realizar sus obras definitivas, va a abordar con seguro pulso, una por una, la ilustración de los libros de la humanidad. Comienza por El Infierno, del Dante. Consolida, en un segundo viaje a España con el barón de Davillier, su primitiva impresión de la Península; y de ese largo y meditado viaje salen no sólo las ilustraciones del libro de su compañero, sino la penetrante intuición de tipos, costumbres y paisajes que va a hacer de él enseguida el primer ilustrador del Quijote”.

Son palabras de Antonio Buero Vallejo, que dedicó al teatro un alma creadora que se asomó primero a la pintura, en el estudio crítico-biográfico sobre Gustavo Doré que acompañó en 1949 a la primera edición española del Viaje por España del barón Charles Davillier realizada por Ediciones Castilla. Doré ya había tenido una primera impresión, aunque fugaz, de España en 1855, en “un presuroso recorrido por algunos puntos de la frontera y de la costa vasca tomando apuntes para ilustrar el Viaje a los Pirineos de su viejo condiscípulo Taine, que la casa Hachette le ha encargado”, explica Buero.

Aquel 1861 fue el año en que Doré y su amigo el barón –“le había dicho más de cien veces que él era el pintor que debía darnos a conocer España”, contaría Davillier– decidieron embarcarse en una nueva aventura española, recogida a partir del año siguiente y hasta 1873 en la revista Le Tour du Monde, una de las más importantes de viajes publicadas en Europa en la segunda mitad del XIX. En aquellas páginas lo que mandaba eran las ilustraciones: el nombre del reconocidísimo Doré, con su lapicero romántico, tiene preeminencia sobre el del barón y sus interesantes aportaciones escritas.

“Considerar el Viaje como un mero repertorio gráfico pintoresco sería erróneo: sus dibujos no se limitan a reflejar, sino que sugieren”, advierte Buero, que enseguida sale al paso de quienes puedan protestar por la imagen que los otros se hacen y dan de España. “La España pintoresca no es una invención artificial ni superficial de los extranjeros ante el espectáculo de nuestra patria; por muy incompleta o discutible que se considere tal visión es la de la propia España (…) Deberíamos acabar definitivamente con la imputación de esa visión española a los extraños. En los aspectos más deleznables como en los más altos la hemos hecho nosotros; y Doré no efectúa con sus dibujos ninguna deformación, sino que transcribe con evidentes coincidencias la visión española romántica de Bécquer, Villaamil, Lucas y el mismo Goya”.

Doré retrata en 309 imágenes aquella España que él y Davillier contemplaron con delectación, sin prisa, en profundidad y con ojo de artista. Buero se descubre ante el “innumerable fárrago gráfico del Viaje” y “sin posibilidad de reseñarlo íntegramente” por su dimensión opta por el comentario sucinto de las creaciones de Doré, el mismo enfoque que aquí emplearemos nosotros.

Toros en la Plaza Mayor.

En lo referido a los toros, que ya vimos eran considerados por Davillier como cosa española por encima de todas las otras y motivo con el que Doré enriquece los capítulos de Valencia, Madrid, Valladolid, Sevilla y Cádiz, el artista “va a darnos una tauromaquia personal, vigorosísima, de audaces inexactitudes y profundamente española (…) se aplica sagazmente a aquellas cosas en las que nuestro propio lenguaje taurino desvela la deformación interna con que todo aficionado verdadero ve los incidentes de la fiesta”. 

Bolera andaluza con su madre.

Buero encuentra cierta irregularidad en el retrato de la española que hace Doré, unas veces apenas entrevista tras las cortinas de los balcones, “presencia misteriosa y prometedora”, y otras reflejada como “un sueño del  incorregible sentimental Gustavo”,  tal y como aparece en Una velada musical en Granada . “Preferimos la veraz y asainetada visión de la Bolera andaluza y su madre (*) ambas vestidas a lo elegante, de fresca belleza y expresión falsamente inexperta la una y de aspecto soez, práctico y resuelto la otra”.

Adelina Patti.

Ya habíamos visto a Davillier y a Doré entusiasmados de la belleza de la mujer española y Buero cuenta  cómo “vibrándole los nervios todavía por el encanto dulce y ardiente de las andaluzas, he aquí que se encuentra, triunfando en la Ópera de París, la más deliciosa española que pudiera soñarse”, la cantante Adelina Patti. “Se ven con frecuencia y se visitan mutuamente. Doré hace llorar su violín para ella y la enseña algunas canciones española que ha recogido en su último viaje”.

“En el domicilio de Rossini, bajo la bondadosa mirada del maestro, una tiple de veintiocho años y un dibujante de treinta y cuatro hacen música a dúo y piensan tal vez, fugazmente, que son dos grandes artistas nacidos el uno para el otro. Y deben de pensarlo de una manera cada vez más intensa, pues el tiempo pasa y la amistad crece…”, hasta que entre ambos se interpone otra andaluza, la emperatriz Eugenia de Montijo. “Frente a ella nada cabe hacer”, constata Buero. Eugenia convence a su amiga Adelina de que entre un artista, por famoso que sea, y el marqués que ella le tiene reservado no hay duda posible. “Este hombre tan lleno de sueños viene a estrellarse inesperadamente contra uno sueños más poderosos que los suyos”.

Granada. Cuevas de los gitanos en el Sacromonte.

“Grutas de gitanos en el Sacromonte es un dibujo maestro”, juzga el hombre que dejara otro dibujo maestro para la historia, el retrato al carboncillo más conocido de Miguel Hernández, realizado en 1940 cuando ambos estaban presos y condenados a muerte por su apoyo a lado republicano durante la Guerra Civil. “La escena languidece bajo la luz natural del sol y está cuajada de gitanos, niños piojosos y cerdos en promiscuidad. En ella vemos marchar de espaldas a una pareja que es como la respuesta de la juventud gitana a la vejez, ayer consejera y hoy desvalida: una joven conduce a un anciano que camina a lentos pasos.”

Barcelona. Mendigos en el claustro de la catedral.

A Buero le parece que “Mendigos en la puerta de la catedral de Barcelona es uno de los dibujos capitales del libro. Además de la gran hermosura del estilo y su briosa composición naturalista, refleja la prestancia, la fanfarrona dignidad de los pedigüeños con una sobria y cruda contundencia que permite adivinar el senequismo interior que los sostiene”.

“Éramos un país pobre y había que ingeniárselas para conquistar el puchero. De tan crudo aprendizaje, los niños del pueblo tampoco se salvan”, escribe Buero poco después de señalar cómo alguna escena de dolientes y sufridos tipos españoles recogida por Doré “suscita la misma emoción de las comedias bárbaras de Valle Inclán”.

Cardos de la Mancha.

Pero había niños y niños. Y si en Valencia los hay que se pelean a naranjazos, son “afortunados al lado de los niños manchegos protagonistas de la magnífica lámina Los cardos de la Mancha. Entre las gigantescas matas espinosas que un borriquillo prueba, cerca de los molinos del fondo, los pobres rapaces sucios de polvo juegan como pueden bajo el sol de esta naturaleza tan poco acogedora. Algunos perros familiares son sus compañeros de holganza. Por la extraordinaria calidad de la factura, la vitalidad del dibujo de niños y animales y por lo tremendo del contraste entre la alegría infantil y la dura realidad que le rodea, acaso sea éste el mejor grabado del libro”

Miranda. Pastor castellano.

Encuentra Buero que “la caracterización de los tipos regionales es muy diversa y desigual” en el corpus hispanodoreano. Echa de menos, por ejemplo, la presencia de catalanes: “El interesante Garrote en Barcelona  –tan claramente influido por Goya— no tiene otra cosa catalana que el título”. Y dice que “los castellanos no están suficientemente representados”, si bien valora que el “Pastor castellano de Miranda, con su gran palo, su manta terciada y sus almadreñas es un tipo de absoluto realismo”. Por razones que no explica, el crítico encuentra “natural que a pesar de su penetración, Doré no tuviese los ojos suficientemente educados para darnos una verdadera galería racial en el aluvión de grabados de su viaje. Ha hecho lo bastante con acertar a veces y evitar los errores tipológicos casi siempre”.

Calatayud. Barrio de la Morería.

“Mayor intuición muestra en el reflejo de ambientes y paisajes, donde su aparatosidad romántica no le impide recoger la sobria sencillez de muchos suelos nuestros con insuperable maestría”, certifica Buero, que también encuentra laminas de aire realista, sea en Despeñaperros, Pancorbo o en Ronda. “La mayoría de los paisajes pertenecen a esta factura y dos o tres de ellos hechos a vivos golpes de lápiz, como arañazos, cuentan entre los más hermosos y expresivo que Doré haya podido dibujar en su antiacadémico estilo. Acaso el mejor sea el pequeño grabado del Barrio de la Morería en Calatayud, por cómo la soltura del trazo ha sabido armonizarse con las calidades de la rocas y el caserío”.

Mérida. Circo romano.

Naturalmente, en un viaje como el que hacen Davillier y Doré y con el encargo de contar lo que ven a los lectores de Le Tour du Monde es crucial, y muy numerosa, la presencia de monumentos de la siempre mágica y exótica tierra española. Como la producción es exigente, Doré mezcla obra exclusivamente suya con otras mixturas de colaboradores e  imágenes puramente mecánicas, carentes de valor artístico, y que no aparecen firmadas, como nos alerta Buero. Del primer grupo le llama la atención a Buero las ruinas romanas de Mérida, “un dibujo ovillado, de rica entonación, donde nada hay de frío o fotográfico”. La vista de Segovia que ya conocimos la pasada semana “responde al mismo tipo”.

Buero Vallejo califica de “admirable conjunto” la obra con que Doré complementa el texto de Davillier. “Tan español que, no obstante el tiempo transcurrido y la condición de extranjero de su autor, en él reconocemos sin vacilar las cosas y los hombres de nuestra patria”, subraya.

Con ello concluye nuestra versión del Viaje por España, aperitivo tentador para que los lectores interesados se enfrasquen en la obra completa que tenemos disponible para el préstamo en nuestra biblioteca. La edición de Viaje por España de 1998, en dos volúmenes, de la editorial Miraguano  y la que dedicada sólo a Andalucía, Viaje a Andalucía, publicada en 2009 por la editorial Renacimiento, con comentario introductorio de Alberto González Troyano.

Puesto que parte sustancial del motivo del viaje fue que Doré conociera a fondo las tierras y tipos de España para así mejor ilustrar el Quijote, la semana que viene cerraremos definitivamente estos Lunes del barón  Davillier con sus ilustraciones para la obra de Cervantes y la opinión que en su día merecieron al gran Antonio Buero Vallejo.

(*) En ocasiones el título que Buero da a la obra no coincide con el que hace de pie de la ilustración en la edición española.

Otras entradas de esta serie:

Los lunes del barón Davillier (1)

Los lunes del barón Davillier (2). De franceses hispanoblantes y de loros francófonos.

Los lunes del barón Davillier (3). De lenguas vernáculas.

Los lunes del barón Davillier (4). De una Barcelona sin Gaudí.

Los lunes del barón Davillier (5). De ladrones y otras gentes de mal vivir.

Los lunes del barón Davillier (6). Del verdadero plato nacional… y no es la paella.

Los lunes del barón Davillier (7). Del animal enciclopédico y calumnias vengadas.

Los lunes de Davillier (8). De cómo buscar emociones imaginando bandoleros de leyenda.

Los lunes de Davillier (9). De Los Siete Niños de Écija a José María el Tempranillo.

Los lunes de Davillier (10). De los toros como “cosa española por encima de todas las otras”.

Los lunes del barón Davillier (11). Del chocolate como excusa para descubrir la España desconocida

Los lunes del barón Davillier (12). De ruidos, violines, guitarras y bellezas antaño ignotas

Los lunes del barón Davillier (y 14). De Doré en la buena compañía de Cervantes y el ‘Quijote’

 

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