viernes, 5 de octubre de 2018

Una visita a Confrides, valle de Guadalest



      Una visita a Confrides

Por ramón Fernández Palmeral
                   
  El domingo 7 de agosto de 2011  me levanté temprano con una temperatura  exterior de 28.7 grados, en el reloj digital  aparecían los dígitos 7.07  AM, fui a la terraza, enciendí el ordenador leí los “emilios” casi todos eran spam, ninguna amistad se había dignado a escribirme.  Así que apagué el ordenador enfurecido y me puse a leer uno de mis libros favoritos que tengo entre mano, Años y leguas un libro que el prosista alicantinos Gabriel Miró Ferrer, había publicado en 1928, donde cuenta las andanzas de Sigüenza, su alter ego su otro yo literario, personaje que usa el alicantino para escribir en tercera persona y no en primera, quizás por pudor para no parecer narcisista y hablar sobre sí mismo. 
   Años y Leguas es la más alta cumbre de la prosa mironiana, donde combina la descripción de paisajes, estampas, prosa poética, el artículo, el cuento, los recuerdos, la anécdota y la historia de una zona concreta: “La Marina de Alicante”. Es una obra narrativa más que novela en la línea de La Voluntad de Azorín, donde pasan las páginas y no pasa nada, porque no hay argumentos. Años y leguas es una colección de artículos publicados ya en prensa. Nos dice que está en la Marina, sin concretar pueblo, hizo Cervantes con su Quijote, implicar a toda La Mancha, haciendo que el caballero de la Triste Figura cabalgara junto a Sancho por multitud de  pueblos, aldeas y ventas, cuantas más mejor.
   Hecha esta necesaria introducción, Años y Leguas se me abrió al azar por el final, por la página 186, de la edición Biblioteca Básica Salvat, 1979 y leo:
“Confrides, tallado en limpidez de invierno de los últimos recintos de la sierra. Su torre, como un ademán de persuasión para contener el ímpetu de la ruta de la mar. Desde Confrides ya no se ve el mar”.

   Empecé a pensar que era muy genérica la descripción sobre  el pueblo de Confrides. Desde luego que no se ve el mar, el mar queda  a más de 50 kilómetros. Nombra también otra aldea L´Abdet,  a dos kilómetros de Confrides, de la que solo dice que es una “panal en el corte de la quebrada”.  Busqué más referencias sobre Confrides, me parece otra en la página 380, de la presente edición:
 “Más cuesta arriba, quietud y silencio de Aitana en Sigüenza. Años y leguas  en una contemplación estructurada, denominada y comprendida desde la última piedra del cabo Toix, que se comba en el mar, hasta la hoz de Confrides.

    ¿Y ya está, no se habla más de Confrides? Me viene a la memoria que en la segunda quince del mes de junio de 2008, hice un viaje por tierras de la Marina Alta, en coche con mi mujer,  que titulé «Por tierras de Gabriel Miró» donde agregué textos de otros autores. Aquella vez  no subimos  a Confrides.
   Ante estas dudas cambió mi espíritu lector por mi espíritu de viajero aventurero, y decidí subir a Confrides en mi coche para verlo, solo esta vez sin mi mujer y escuadra. Así que a eso de las 8.00 desayuné una tostada de aceite con ajos un vaso de soja, después mastique cáscara de limón para disuadir  el clamoroso olor del ajo y no ahuyentar a mis interlocutores mecánicos: mi coche. Fuerte por dentro, le dije a mi mujer que me iba a recorrer los pueblos de Alicante y a hacer videos como documentos. Y por lo tanto, armado con mi cámara de fotos, tomé la autovía A-7 dirección Alcoy, llego un momento en que la autovía se cortó y empezaban obras, a la altura de la bifurcación de la antigua N-340 carretera que viene del puerto de La Carrasqueta y Xixona.  Se inician una serie de cerradas curvas como látigos enfadados hasta tomar la CV-70, que anuncia Benillosa y Banasau. Esta es la carretera comarcal dirección Levante que hay que tomar. No tiene arcén, pero tiene buen asfalto y está marcada en el centro con señales horizontales y en los extremos con quitamiedos que son dientes que cierran los precipicios del valle.

    Mi intención era no parar hasta Confrides, luego a la vuelta me pararía en Benasau y en Benilloba. Lo importante era llegar primero al destino, pues de lo contrario te entretienes en un lugar u otro y no llegar al final con tiempo suficiente, ante estos paisajes que embrujan. Sin embargo, al  subir las cuestas de los primeros kilómetros veía a lo lejos el valle montañoso del Alcoy, Muros de Alcoy y Cocentainas, amplio extenso,  unas torres de vigilancia y ruinas de castillos árabes, por la ventanilla entraba un olor potente de pinos, no era el ambientador de mi coche, era un olor a pino natural como sacado del bote de la madre Naturaleza. Y de repente vi la silueta altiva de una torre enjuta y orgullosa. Paré en un arcén, para sacar unas fotos.  El visor de mi cámara digital Sony es enturbiada por el paso veloz de unas motos, eran los moteros disanteros que suben por estas carreteras a toda pastilla. A bandera tendida se decía antes.

   Cuando avancé veía el cartel de situación que me anuncia que estaba en el castillo de Penella, tiene unos andamios como si lo estuvieran reparando. Gran idea recuperar los castillos en ruina de nuestro Patrimonio. Seguí la carretera y me encontré con un grupo de ciclistas, eran de un equipo que se entrena. Porque si fuera una carrera ciclista, lo primero que te encuentras es un coche escoba con una bandera roja, que nos indica no adelantarles. Luego apareció el cartel de Benilloba que crece entre galvanizados a mi izquierda. Luego unos kilómetros más adelante el cartel de Benasau, que también crece  en la misma posición que el anterior. Siguí, y me encontré la señal de Ares del Bosque, y las curvas empezaron a cerrarse, a ponerse cada vez más crudas, ya no sabía si estaba subiendo o bajando hasta llegar a un collado, desde donde se veía a mi izquierda paredes de rocas calcáreas desnudas, a la vista del mundo, altas como arbotantes de catedrales. Entre la pinada aparece alguna calvas y sembrados de plantas amarillas posiblemente girasoles o colza.

Cuando la carretera empezó a llanear te encuentras, al fin el cartel de Confrides (dos carteles), he hecho uno 80 kilómetros desde que salí de Alicante. Después de culminar las primeras casa descendí hasta llegar a una zona con arcén. A las 11 de mañana ya estaba en Confrides (CP 03517), que se sitúa a 785 metros de altitud. El paisaje me gustaba, ahora me hacía falta conquistarlo. La primera impresión me gusta A la izquierda tenemos la Fonda-Restaurante “El Pirineo”, famosa es este lugar. Aparqué saqué a la infantería, pues como dice la doctrina de la estrategia militar, ningún terreno se puede considerar conquistado hasta que no llega al Infantería.  Entré en “El Pirineo” para tomar una cerveza, tiene comedor y terraza con vistas al valle, no me extrañaba que le pusieran “El Pirineo”, porque  esto es el Pirineo más al sur que tenemos. La barra es pequeña, estaba llena de clientes, entre ellos dos deportistas vestidos de ciclistas.
Era domingo y en la subida de la calle San Antonio, los vendedores ambulantes habían instalado un pequeño mercadillo de ropas, frutas, verduras y plantas. En el censo de 2010, le figuran a Confrides 276 habitantes. Hablan valenciano, pero no es problema porque también hablan castellano.  Subí armado con mi cámara compacta de fotos y de vídeo y mi trípode, por calle San Antoni empecé a grabar con el truco de auto-filmarse con el trípode extendido y también en posición de reposo. El video se puede ver en You Tube Confrides Videosalmeral. Avancé hasta el final, y al escuchar unos toques de campana le pregunto a un lugareño que dónde está la iglesia, me dice que subiendo por la calle Baix o Baja, que está a mi derecha.

Aparecían  abundantes plantas en las puertas de las casas. Tras pasar la pileta de una fuente pública, oculta la puerta de la Parroquia de San José, había misa a las once y media. Volveré para sacar unas fotos del interior del templo. Sobrepasada la iglesia se habría una plaza, y otra, en esta segunda se ubica el ayuntamiento, y en el centro se yergue un nogal que como es agosto se encuentra verde, porque como sabéis es un  árbol de hoja caduca.












Ramón F. Palmeral bajo el nogal de la plaza de Confrides, en agosto de 2011.
 



Desde una esquina, sin barandilla, me asomé al campo,  a los lejos observé la fortaleza de un castillo sobre una peña, pegunté y me dice un entendido vecino, que es  el castillo de Aljofra o Alfofra  fue una alquería musulmana conquistada por Jaime I en 1264.
 –Donó el castillo y población a Vidal de Sarrià. Sus posteriores propietarios serían la familia Sarriá, el infante Pedro y las familias Cardona y Ariza.   Durante la guerra con Castilla en el s. XIV fue conquistada por las tropas castellanas, que la mantuvieron en su poder varios años hasta que Pedro IV la recuperó en 1364. Los habitantes de Aljofra en su mayoría musulmanes se opusieron a la orden de expulsión de los moriscos en 1609 y ofrecieron fuerte resistencia refugiándose en sus montañas.
    El vecino cicerone  me invita a pasar a su casa, metida en la roca, entre rocas.
     Le pregunto cuál es el gentilicio de Confrides. Me respondió: confridencos.  O sea, como «podencos», le dije en broma.
    –Esta piedra está aquí en el comedor -me cuenta Abundio- porque costaba más quitarla que dejarla ahí. Y ahí está. ¿qué le parece?
    –Tan decorativa que nunca había visto piedra tan grande dentro de una casa.
     Al comentarle que yo era pintor, me comentó que en el pueblo vivían dos pintores Carrasco y Santiago. Le dije que a Carrasco sí le conocía pues hizo una exposición en la CAM en junio  2006.
      Le respondo que era muy original de alto diseño, que me recuerda una discoteca en Enix (Almería) que también  tenía una piedra parecida, muy decorativas. Me presentó a su mujer, que era la de Encina, una manchega muy guapa. Me enseñaron la casa, antigua pero nueva. La escalera era de hierro forjado, en la macera tenía una cabeza de dragón de madera. Me invitan a una cerveza y charlamos sobre el disfrute de las cosas y el dinero. Y es que el dinero son números nada más en la libreta de ahorro, lo importante son las cosas que podamos obtener del dinero, como esta casa impresionante, que rehabilitada conserva solería antigua, vigas de madera, muebles antiguos etc.  Pienso, ¿cómo es posible que aquí en Confrides existan un  maravilla con esta. Hablamos y hablamos hasta que llegó la hora de la misa, nos acercamos he hice unas fotos de su interior. Es grande y se conserva muy limpia y muy bien.

    Salí de la casa de Abundio y su encantadora mujer,  
     Desde la plaza que llaman del nogal, saqué unas fotos, hay coches aparcados, es verano y  hay turistas, que por lo que oigo son franceses. Ya nada queda virgen a la mirada de los turistas, ni este Confrides en el confín del mundo.
      Continué por la calle Mayor, pienso bajar. La calle está encajonada entre rocas de piedra vista como si fuera una fortaleza de piedra natural vista, la calle desciende, en todas los umbrales de las puertas haya macetas de plantas, están exultantes, si en este mes de agosto están tan bien, cómo estarían en la primavera. Una mujer rubia, ya metida en los setenta, al verme sacar fotos, me pregunta si me gustan las plantas, le respondo afirmativamente.
  -Si quiera ver una planta rara vega a mi casa, que se la voy a enseñar una, vivo al lado en el número diez.
  -Desde luego que sí, eso hay que verlo.
   La puerta de la casa estaba abierta, aquí nadie cierra la puerta, para qué, si nadie roba nada. La puerta tiene una cortinilla corrida de cadenitas plateadas. Y en la entrada misma sobre una consola retratos de la familia, un espejo, y en el suelo tres macetas, una de ellas muestras una flores de tipo campanillas, al preguntarle cómo le llaman me dice que “coral”.  Era una maceta de cerámica heredada de su madre. Sin duda estaba mimada. Le dije que las plantas tienen cerebros múltiples en las puntas de las raíces, según las últimas investigaciones. Por eso a las plantas hay que hablarles, porque ellas sientes la voz de su amo y el cariño que estos le dan en los pistilos.
 Era la hora de regresar a Alicante por la misma ruta.

 Camino de vuelta pasé pero Benasau, hice un corto video desde la torre hasta la iglesia que tiene el mismo tamaño que la de Confrides, pero Benasau ya no es lo  mismo que Confrides. Confrides me dejó emocionado,  para mí  es el pueblo más bello de los que  hasta ahora he visto de todos los de Alicante. Algún día Confrides tendrá un vecino empadronado más.

  Tras esta estampa o impresión que yo he percibido y escrito, me consta que Gabriel Miró nunca estuvo en Confrides. El padre D. Juan Miró que era del Alcoy fue ingeniero de Obras Públicas y que precisamente a primeros años de siglo XX diseñó la que es hoy la CV-70 de Callosa de Ensarriá a Alcoy. Pero, perdone que le diga, señor Miró, creo que usted no estuvo en Confrides. Lo cita, como cita a Agres y otras pueblos, pero no estuvo en todos ellos. Si hubiera ido a Confrides no podría ser  que olvidara de nombrar el gran nogal de la plaza de Ayuntamiento o hablaría del castillo de Aljofra o Alfofra, que se ve desde la plaza del nogal, sobre una  peña viva que domina la sierra de Aitana y todo el valle de Guadalest hasta el mar de Altea, a cuyo marquesado pertenecieron las alquerías de Beniardá, Benimantell, Benifato, Benasau, Abdet y Confrides. Difícilmente usted estuvo en Confrides, si hubiera sido así hubiera escrito más sensaciones.


                      Alicante, 11 de agosto 2011
La casa de Abundio y su mujer en Confrides delante de la gran piedra del comedor. Foto de Palmeral, 07-08-2011

 

martes, 2 de octubre de 2018

Primera parte «despistada» de Años y leguas de Gabriel Miró





Se encuentra como un añadido, al final en la jornada “La niña de la tos” de  Libro de Sigüenza edición de Biblioteca Nueva de 1927

…Pero las jornadas de Sigüenza en la corte [Madrid] se quedan aquí todas.
Vuelve Sigüenza a su provincia [Alicante] después de veinte años.
…Olor y regusto de hierro de hulla. Hierro inmóvil de la osamenta articulada de la estación [locomotoras y trenes]. Carriles mellizos [vías] que principian a caminar hacia la lejanía, rajando paralelamente el campo. Hierros de placas giratorias, de faros cabezudos. Hierro de locomotoras que han ciado en la fungosidad de los túneles una piel vieja y sudada. Y gorriones, gorriones de herrumbre y escoria, gorriones ahumados que tienen la querencia en las jácenas [vías maestras] y vienen a picar regojos [trozo de pan sobrantes] y mondaduras que han barrido de los vagones los mozos de limpieza; pájaros ferroviarios de fundición y estruendo; avecitas modernas, que trocaron el parral, el ejido y el otero por los muelles y almacenes de mercancías de una estación de ferrocarril.
Y las lumbrecillas socarronas de sus ojos miran a Sigüenza, que se va acomodando en el correo de su tierra.
 –¡Aquí os quedáis [gorriones] entre humos, arcos voltaicos, vigas metálicas y el trajín de los hombres! Yo me voy a mi comarca. Más de veinte años sin ver, sin tocar, sin aspirar mi paisaje. Haré vida rural mucho tiempo. ¿Qué os parece?
 Los gorriones, que le están mirando [a Sigüenza], vuelan a recibir un tren mixto que llega de la Mancha, tren desbordante de viajeros con atadijos, alforjas y cesta de merienda. Porque siguen cumpliéndose las palabras del Señor: “Mirada las aves del cielo que no siembran ni allegan en trojes; Nuestro padre Celestial les da el alimento de cada día”.

Y acaba este libro con las mismas palabras evangélica de sus primeras hojas [en la jornada «El Señor de Escalona].

Nota.- (Texto escrito probablemente en 1926 para preparar la segunda edición de Libro de Sigüenza en Biblioteca Nueva de Madrid, 1927. hemos de tener en cuenta que la primera edición fue de la editorial Eduardo Doménech de Barcelona de 1917)

lunes, 1 de octubre de 2018

Buscando a Gabriel Miró en "Años y leguas", ensayo en preparación de Ramón Fernández Palmeral



Libro a la venta en LULU y en Amazon. Comprar aquí.

Homenaje en el 140 aniversario de su nacimiento (1879-2019)



Con motivo de los 140º aniversario  del nacimiento del escritor, periodista y destaco prosista alicantino Gabriel Miró Ferrer nacido el 27 de julio de 1879, he creído conveniente realizar un nuevo viaje físico y literario por tierras de Años y legua, libro que el año pasado, en 2018 se cumplieron los 90 años de la primera publicación en Biblioteca Nueva de Madrid en 1928.
       
      A pesar de lo mucho que admiro al autor de Nuestro Padre San Daniel y El obispo leproso (una novela en dos partes) «patriarca de la prosa» (José Alfonso, 1930), «gran artista de la prosa española contemporánea» (contraportada el Libro de Sigüenza, edición Losada de 1953) opino que, ahora es tiempo de glosar Años y leguas, por su gran fuerza ilocutiva, con sus evidencias, objeciones o refutaciones en el análisis lingüístico de texto, a pesar de que una cantera rica en vocablos y arcaísmos, muchos de ellos en desuso, con abundantes valencianismos, porque Miró hablaba el valenciano, hijo de padre alcoyano.
     Para tal fin he despejado y aislado Años y leguas de circunloquios, retórica y ciertas incoherencias, para presentar una sinopsis del contenido de cada uno de los capítulos para facilitar su comprensión, a un lector actual que carece de tiempo para que pueda deleitarse con una detenida y victoriosa lectura. Al final de cada capítulo, el lector encontrará un vocabulario seleccionado y cribado, con sus acepciones según la DRAE y diccionarios de valenciano; por ello, recomiendo leer primero el vocabulario, antes de leer el capítulo. Su lectura enriquecerá nuestro vocabulario.
     Buscando a Gabriel Miró en “Años y leguas”, no es más que un libro guía, didáctico y pedagógico a la vez, e interdisciplinar por ampliar ciertos datos históricos o referencias bíblicas...
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Primera parte «despistada» de Años y leguas de Gabriel Miró


Se encuentra como un añadido, al final en la jornada “La niña de la tos” de  Libro de Sigüenza edición de Biblioteca Nueva de 1927

…Pero las jornadas de Sigüenza en la corte [Madrid] se quedan aquí totas.
Vuelve Sigüenza a su provincia [Alicante] después de veinte años.
…Olor y regusto de hierro de hulla. Hierro inmóvil de la osamenta articulada de la estación [locomotoras y trenes]. Carriles mellizos [vías] que principian a caminar hacia la lejanía, rajando paralelamente el campo. Hierros de placas giratorias, de faros cabezudos. Hierro de locomotoras que han ciado en la fungosidad de los túneles una piel vieja y sudada. Y gorriones, gorriones de herrumbre y escoria, gorriones ahumados que tienen la querencia en las jácenas [vías maestras] y vienen a picar regojos [trozo de pan sobrantes] y mondaduras que han barrido de los vagones los mozos de limpieza; pájaros ferroviarios de fundición y estruendo; avecitas modernas, que trocaron el parral, el ejido y el otero por los muelles y almacenes de mercancías de una estación de ferrocarril.
Y las lumbrecillas socarronas de sus ojos miran a Sigüenza, que se va acomodando en el correo de su tierra.
 –¡Aquí os quedáis [gorriones] entre humos, arcos voltaicos, vigas metálicas y el trajín de los hombres! Yo me voy a mi comarca. Más de veinte años sin ver, sin tocar, sin aspirar mi paisaje. Haré vida rural mucho tiempo. ¿Qué os parece?
 Los gorriones, que le están mirando [a Sigüenza], vuelan a recibir un tren mixto que llega de la Mancha, tren desbordante de viajeros con atadijos, alforjas y cesta de merienda. Porque siguen cumpliéndose las palabras del Señor: “Mirada las aves del cielo que no siembran ni allegan en trojes; Nuestro padre Celestial les da el alimento de cada día”.

Y acaba este libro con las mismas palabras evangélica de sus primeras hojas [en la jornada «El Señor de Escalona].

Nota.- (Texto escrito probablemente en 1926 para preparar la segunda edición de Libro de Sigüenza en Biblioteca Nueva de Madrid, 1927. hemos de tener en cuenta que la primera edición fue de la editorial Eduardo Doménech de Barcelona de 1917)


Guillermo Lain Corona dice que Gabriel Miró influyó en los escritores de posguerra

Alain con doble doctorado, dice que nuestro Miró  influyó  en los escritores de posguerra y en Francisco Umbral, pero yo no encuentro el libro donde lo dice.



domingo, 30 de septiembre de 2018

Biografia de Gabriel Miró Ferrer

Gabriel Miró

(Alicante, 1879 - Madrid, 1930) Escritor español que, al igual que otros miembros de la llamada «generación de 1914» (Wenceslao Fernández Flórez, Benjamín Jarnés, Ramón Pérez de Ayala), dejó atrás los cánones del realismo decimonónico y renovó la narrativa peninsular, en su caso por la vía de un exquisito lirismo. Sus obras, calificadas de novelas líricas y poemas en prosa, se centran en sensuales descripciones paisajísticas.

Gabriel Miró
Hizo sus estudios en el colegio de Santo Domingo de Orihuela y en el instituto de Alicante. Se licenció en derecho en la Universidad de Granada (después de algunos cursos en la Universidad de Valencia) y tuvo modestos empleos en el Ayuntamiento y Diputación de Alicante. En 1901 se casó con Clemencia Maignon, hija del cónsul de Francia en dicha ciudad. En 1914 reside en Barcelona, en cuya Diputación consigue un empleo, y donde la editorial Vecchi y Ramos le encarga la preparación de una enciclopedia religiosa.
En 1920 es funcionario del Ministerio del Trabajo en Madrid. Vive primeramente en el barrio de Argüelles y encuentra un joven admirador en su vecino Dámaso Alonso, que se relaciona con él y lo evoca después exhalando vida y tratando de "domeñar la rebeldía de la melena gloriosa". Como escritor fue cronista de la ciudad de Alicante (1911). Desde 1921 ejerció como secretario de los concursos nacionales del Ministerio de Instrucción Pública, en el que también tuvo un empleo. En 1925 ganó el premio Mariano de Cavia. Colaboró en diarios y revistas como ABC de Madrid y La Nación de Buenos Aires.
Cuantos críticos han estudiado su obra insisten en que, ante todo, Gabriel Miró es un poeta y que su lenguaje es el propio de la poesía. Como novelista, su novela se aproxima más al ensayo. Pero la gloria de Miró es su expresión, porque él consideraba la palabra "como la más preciosa realidad humana". Aunque los motivos, tipos y pueblos que nos presenta pertenecen a los predilectos de autores de la generación del 98 como Azorín, su forma externa es más propia de la de los poetas modernistas.
Cada vocablo, cada frase de Miró está hipercargada de emoción y, sobre todo de sensaciones. No sólo hay en su lenguaje la expresión de cada uno de sus sentidos, sino que se acumulan en él las sensaciones de dos o de tres de ellos en una complejidad y riqueza nada frecuentes. En sus obras no hay dinamismo; son cuadros de una extraordinaria potencia evocadora. Su geografía, retratos y paisajes los centra en su región natal levantina.
Gabriel Miró comenzó a ser conocido cuando, en 1911, el "Cuento Semanal" le premió Nómada, la narración de un rico jijonense que perdió a su hija y a su esposa y que, para olvidar sus penas, se entregó a una mala vida en la que dilapidó su hacienda convirtiéndose en un nómada nostálgico en Francia, hasta regresar a su tierra en la miseria; y, vencido y humillado, se refugió en la casa de su hermana, que estima como una desdicha su llegada. Esta novelita, que había sido precedida de otras -la primera parece que fue La mujer de Hojeda (1901)-, le situó entre los escritores españoles como un levantino que escribía unas novelas distanciadas de los regionalismos conocidos.
En Barcelona se le publicó una novela muy valiosa dentro de su genio típico: Las cerezas del cementerio (1910). Valdivia regresa a su pueblo en busca de reposo, pues está enfermo del corazón, y, en el viaje, conoce a una señora con la que un tío suyo había tenido relaciones amistosas muy accidentadas. Valdivia y ella se apasionan y todos conocen sus amores culpables. Cuando Valdivia muere es enterrado en el cementerio de Posuna, famoso por sus cerezos con ricos frutos que nadie come pensando en que toman su sustancia de los muertos. Pero la amante visitó su tumba y comió de sus cerezas, con las que "sorbía y comulgaba la esencia del amado". Es una novela cuyo estilo está perfectamente adecuado a ese contenido de exaltado e impresionante misticismo amoroso.
En El abuelo del rey (1915) presenta tipos pueblerinos de Serosa, y el principal de ellos, don Arcadio, amante de la tradición, que se amarga la vida primero con el hijo (ingeniero que ama los viajes y se casa con una cubana que muere del primer parto sin que su suegro haya demostrado el más pequeño interés por ella; el hijo se aleja de sus padres y muere en Filipinas) y después con el nieto (arruina a los abuelos con sus supuestos inventos, y se va a América sin que nunca se sepa de él más que una vaga noticia de que unos indios le han proclamado rey). Aunque es de las más dinámicas, no es precisamente de las mejores.
En Nuestro Padre San Daniel (1921), "novela de capellanes y devotos" que sitúa en Oleza (Orihuela), en medio de las intrigas familiares resplandecen figuras como Paulina, transida de sensualidad por el paisaje que "le latía encima", o el cura don Magín, entre maravillosas descripciones como la muerte de don Daniel o la de las solemnidades litúrgicas de unas vísperas en la catedral de Oleza.
Ya había comenzado La novela de mi amigo (1907) con un personaje de deseos frustrados y desventuras (la muerte de su hermana de tres años quemada por un pan hecho brasa, su vida con una mujer sórdida y sin ser capaz de asirse a la única esperanza que es el amor que siempre le ha profesado su cuñada, siempre silenciosa junto a él, acaba con su suicidio en el mar "sorbiendo la copa de su amargura"). Niño y grande (1922) presenta dos aspectos: el de un murciano de la huerta que narra su infancia y confidencias con dos condiscípulos, y que después, cuando los volvemos a encontrar, se hallan enredados en adulterios más o menos románticos. La parte de esta novela en la Mancha puede considerarse autobiográfica, porque se puede creer coincidente con el viaje que Gabriel Miró realizó a Ciudad Real en 1893.
También son autobiográficas El libro de Sigüenza (1917), en el que Sigüenza personifica al autor con su bondad, su sencillez, su melancolía y su sinceridad, que fracasan ante la hipocresía y la inmoralidad aldeanas; y Años y leguas (1928), en el que, ante Sigüenza, pasan veinte años y el paisaje (pueblos, masías, calvarios, morterete) comenzó "a pasar y envejecer referido a su vida". Esta última obra -la última también de su bibliografía- se considera lo mejor y más expresivo de su producción: forma brillante modernista y los aldeanos y los pueblos del 98.
Lo que hay en los libros citados de cuadro pictórico se considera el mejor acierto estético de Miró. Por esto tienen gran significación Figuras de la Pasión del Señor (2 volúmenes, 1916-17) y El humo dormido (1919), con sus Tablas del Calendario entre el humo dormido. Dos obras en las que escenas y personajes del tema van apareciendo como acuarelas. En la primera, con emoción y vivos colores, nos presenta quince capítulos, cada uno con independencia del resto. Los tipos -aunque vestidos con los ropajes bíblicos- están tomados de su humanidad levantina; los paisajes de su tierra natal se sobreponen a las estampas de Judea.
En los de la segunda obra citada, con los personajes, nos va describiendo toda la Semana Santa. Como típica expresión del arte literario mironiano ha de citarse El obispo leproso (1926), en la que nos presenta la ciudad puritana en apariencia, pero contaminada de las más deshonestas pasiones. La lepra patéticamente llamativa se da en el prelado de la diócesis, ya que el leproso es personaje de la predilección mironiana. Aunque se ha acusado a Miró de abusar de un vocabulario precioso y desusado, su prosa es de una gran originalidad y una de las expresiones más ricas de la literatura española moderna.