jueves, 25 de enero de 2018

Biografía poética de un místico: San Juan de la Cruz










Por Ramón Palmeral

La presente biografía poética de San Juan de la Cruz es la vez un estudio biográfico a cargo de Teófanes Egido López,  a cuyos capítulos le pone voz poética Pilar Galán García desde su concepción mística de la poesía.

Biografía

En estos tiempos de agnósticos y ateos, viene muy bien recuperar a Juan Yépez Álvarez (San Juan de la Cruz), nacido en Fontíveros -Ávila, (España), se supone que el 24 de junio de 1542, falleció en Úbeda el 14 de diciembre de 1591. Quedó huérfano de padre a los pocos años, hijo  una familia humilde (pobre de limosna). Fue reformador de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo y cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos con Santa Teresa de Jesús. Su vocación religiosa lo llevó a estudiar con los Padres Jesuitas, luego ingresó a la Orden de los Carmelitas. Se ordenó sacerdote en 1567, dedicándose a reformar la orden religiosa a la que pertenecía, junto con su compueblana Santa Teresa de Jesús. Parece increíble, que con tantas obligaciones sacerdotales tuviera tiempo para escribir. Su obra poética está compuesta por tres poemas considerados mayores: Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva. En prosa escribió cuatro comentarios a sus poemas mayores: Subida del Monte Carmelo y Noche oscura para el primero de estos poemas, y otros tratados homónimos sobre el Cántico espiritual y Llama de amor viva.
Del 4 de diciembre de 1577 hasta el 15 de agosto del 1578 estuvo prisionero en Toledo. Tras un nuevo enfrentamiento doctrinal en 1590, es destituido en 1591 de todos sus cargos, y queda como simple súbdito de la comunidad. Durante su viaje de vuelta a Segovia, cae enfermo en el convento de la Pañuela de La Carolina (Andalucía) y es trasladado a  Úbeda (Jaén) donde muere de una infección en el pie. Como escribe Teófanes Egido López: “ Las calenturillas iniciales de una herida en el pie derecho causante de la infección galopante que, dada la situación de la medicina por entonces, no hizo sino progresar…” Herida que sin los antibióticos actuales, le causó una septicemia y falleció.
Reparto de las reliquias y beatificación
Inmediatamente tras su muerte, su cuerpo es despojado y se inician los pleitos entre Úbeda y Segovia, por la posesión de sus restos. En 1593, los restos cadavéricos, mutilados, se trasladan clandestinamente a Segovia, en cuyo Convento de los Carmelitas Descalzos reposan actualmente. Dicen las crónicas que cadáver olía perfumado. Fue beatificado en 1675 por el papa Clemente X y canonizado por  Benedicto XIII en 1726. Desde 1927, los restos del cuerpo incorrupto del santo descansan en un mausoleo erigido en una capilla del segoviano Convento de los Carmelitas Descalzos, junto al Santuario de la Fuencisla, en el valle del Eresma.
Datos en la contraportada del libro “Biografía poética de un místico”.

Todas estas vivencias de san Juan de la Cruz son las que vierte en sus escritos y sobre todo en sus poemas por eso su obra poética está llena de los símbolos más brillantes, audaces y elevados, para poder expresar su pensamiento, porque aquello que nos quiere transmitir es la experiencia mística del alma que se une en esponsales con Dios.
Esta biografía poética de san Juan de la Cruz es simultáneamente un estudio de los acontecimientos que rodearon su existencia, así como de sus vivencias y de su obra. Teófanes Egido se encarga de hacerlo con gran precisión y competencia.
Es también una recreación hermosa de su vida en versos sencillos de leer pero llenos de sentimiento para que el lector quede captado por la grandeza y la espléndida espiritualidad del Santo.
Los poemas de gran sentimiento y lirismos son obra de Pilar Galán, que sigue la sintonía de su obra anterior (n° 15 de la colección Edibisa): Santa Teresa de Jesús, biografía poética de una pasión.

Acercamiento a San Juan de la Cruz

Se esconde tras estas páginas la intención de transmitir el deseo de acercarse a san Juan de la Cruz, la figura cumbre del misticismo cristiano.
Son de destacar los poemas de Pilar Galán titulados “Cánticos de amor “, subdivido en varias partes, así como “La noches simbólica” de las páginas 140 a 142, donde escribe por ejemplo lo versos sublimes: “¡Seré yo, noche clara, /quien guía a mi Amado hasta mi lecho!/ ¿Seré yo, la adorada alondra que en su pecho/ cobija al esposo en nudo estrecho!
El libro que me ha enviado Pilar Galán es una delicia de lectura lírica, de altas concepciones espirituales para las que hay que estar predispuesta y en su preparación tanto mística como religiosa. Pilar nació en Valladolid se licencio en Filología Románica y es profesora de Lengua y Literatura castellana. Finalista del Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo 2008.
La prosa del libro se divide en 41 capítulos es Teófanes Egido, nacido en Gajetes (Salamanca), catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Valladolid. Renombrado investigador especializado en figuras como Juan de la Cruz, Martín Lutero, Carlos V y Felipe II.
           
 Ediciones EDIBESA, (166 páginas), 2017
c/ Adaptación 62 28906 Getafe (Madrid) Tf. 91 345 19 92 www.edibesa.com

Publicado en Mundiario 
25-01-2018

miércoles, 24 de enero de 2018

Despedida sentida de mi amigo y mentor Gaspar Peral Baeza


Martes 23 de enero de 2018 LETRALIA de VenezuelaCompartir14


Gaspar Peral Baeza y Ramón Fernández Palmeral
Gaspar Peral Baeza y Ramón Fernández Palmeral.
La mañana del 23 de diciembre de 2017 hemos despedido a una buena persona con serenidad y reflexión, y con pena contenida, como era Gaspar Peral Baeza, un amigo y también mi mentor en temas hernandianos. A las 11:15 horas se inició la homilía en la capilla que tiene el tanatorio La Siempreviva, en el Vial de los Cipreses, situado a un kilómetro al sur del Cementerio de Nuestra Señora del Remedio. Un camino por donde pasó hace 75 años, un domingo del 29 de marzo de 1942, el paupérrimo féretro de Miguel Hernández sobre un coche fúnebre tirado por caballos negros, tal vez, sin la típica cresta de plumas de cuervos.
La homilía la ofició un sacerdote de color, lo hago tonar por ser la única persona de este color que había entre los cientos de files asistentes. El sacerdote, tranquilo, pausado y sabio ofició una misa en la versión larga de 45 minutos, en la que antes de terminar llamó al atril del altar para dar un responso a Aitor L. Larrabide, director de la Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela que a título personal dijo que conoció a Gaspar en los años noventa para poder hacer su tesis de licenciatura sobre el poeta de El rayo que no cesa, y a continuación leyó unos versos del Cancionero y romancero de ausencias: “Sigo en la sombra, lleno de luz ¿existe el día?”, en tono emocionado y casi con lágrimas en los ojos (una copia de los versos va metida dentro del ataúd). A continuación José Antonio Charques, y en nombre del Grupo Poético Miguel Hernández de Alicante, recitó de memoria —una memoria excepcional que posee— un poema propio, que sin apartar los ojos de ataúd nos emocionó a todos por su contenido elegiaco.
Luego el sacerdote roció con el hisopo el agua bendita sobre el ataúd con toda solemnidad y dio la mano a los hijos: Paco, Gaspar y Adela Peral Ribelles, presentes en primera fila, junto a sus nietos (y recuerdos de flores por sus bisnietos).
Se abrió el ala lateral de la capilla y pasó muy cerca del mí, casi rozándome, el féretro, hasta meterlo en el coche fúnebre, sin poder resistirme a dar, sobre el pino barnizado en caoba, un par de sordos golpes como una adiós definitivo y para siempre. No quise ir hasta al camposanto donde lo iban a enterrar en el panteón familiar, porque dejó dicho antes de morir que no quería que lo incineraran.
Allí mismo me despedí dolorido de algunas caras conocidas como Paco Esteve, Rosa Monzó Seva, José Luis Ferris, Joaquín Santo Matas y esposa, del pintor Carrasco, que había venido desde Játiva, de Charques y de los hijos de Gaspar, que en cuerpo de cadera rota tomó el camino del tétrico cementerio, detrás de su alma ya huida.
De regreso a mi casa, en mi coche, yo solo, recordé que a Gaspar lo conocí en la Senda del Poeta del año 2002 a la entrada del cementerio; me lo presentó Manuel Parra Pozuelo, también amigo y escritor hernandiano, con el que me unía y me une una gran amistad relacionada con la poesía. Desde aquel año, Gaspar al enterarse de que yo estaba preparando mi primer libro sobre Hernández, me invitó a consultar notas en su “oceánico archivo”, que así lo llamaba desde que lo bautizara, años atrás, el famoso hernandiano Eutimio Martín, autor de El oficio de poeta, 2010.
No solamente consulté su archivo en su casa de la Torre de las Águilas, en la mítica calle Virgilio 5 de la Albufereta, sino que cultivé su amistad muchas tardes, y además le serví de conductor para llevarlo a Orihuela muchas veces como en 2006, cuando le dieron la Medalla al Mérito Hernandiano de la Fundación Miguel Hernández; otras veces para el III Congreso de Miguel Hernández inaugurado en la Lonja de Orihuela en 2010, o para el curso de verano sobre Ramón Sijé, en Orihuela en 2013, donde compartimos mesa de oradores. Así podría seguir contando viajes y anécdotas, y horas de impagable magisterio.
Solamente me queda resaltar que Gaspar Peral Baeza había nacido el 21 de diciembre de 1924, el día de santo Tomás (Apóstol, el Incrédulo), y falleció a los 93 años, el mismo día que los cumplía, y empieza para nosotros el invierno. Gaspar me decía algunas veces: “Soy por naturaleza incrédulo como el apóstol santo Tomás, santoral de mi nacimiento”.
Cuando ibas a la casa de Gaspar en Torre de las Águilas de Alicante, en la Albufereta te podías encontrar a cualquiera de los famosos estudiosos hernandianos, rebuscando entre sus miles de libros, y no sólo hernandianos, sino de otros autores como Carlos Arniches o la colección completa de Estudios Alicantinos de la primera época. En medio de la casa hay una torre de defensa de la huerta de San Juan (siglos XVI y XVII), donde siempre contaba que cuando su padre compró la casa encontraron enrollado en una alfombra el esqueleto sin cabeza de un moro.



Gaspar Peral Baeza en retrato de Ramón Fernández Palmeral
Gaspar Peral Baeza en retrato de Ramón Fernández Palmeral.

Breve currículum

Gaspar Peral Baeza fue empresario del ramo agroalimentario. Licenciado en derecho por la Universidad de Murcia. El 30 de marzo de 1949 se casó con Adela Ribelles, los casó el famoso jesuita padre Vendrell (quien asistiera espiritualmente en el Reformatorio de Adultos de Alicante al poeta Miguel Hernández), ceremonia oficiada en la concatedral de san Nicolás. En los años cincuenta fundó Teatro de Cámara del Instituto de Estudios Alicantinos y escribió varias obras dramáticas. También entonces comenzó a dar conferencias sobre temas o autores teatrales (Brecht, Rattigan, O’Neill, griegos, españoles de la posguerra, etc.) Publicó las obras titulada Cartas en voz alta, escrita en colaboración con su tío Lorenzo Peral Sempere, que consiguió el primer premio de teatro “Manuel Baeza”, aparecida en Revista Española, Nº 6 y último, 1955, publicación fundada por el académico de la Lengua doctor Antonio Rodríguez-Moñino. El reloj no vuelve atrás, emitido por el teatro invisible de la emisora La Voz de Alicante en 1958. La obra en tres actos Un rincón donde dormir, Nº 100 de la colección que editó la Caja de Ahorros Provincial de Alicante, 1983.
Fue fundador en 1953, con el poeta José Albi y el director de escena Antonio Ribes, del Teatro de Cámara del Instituto de Estudios Alicantinos, así como de la “Tertulia Teatral” que impulsó el crítico literario Dámaso Santos. Formé parte de otras aventuras teatrales como la Compañía La Escena, con el profesor José Ferrándiz Casares, o La Carreta Teatral, que anduvo por el Salón de la Caja de Ahorros Provincial. Participó, 1955, en los coloquios que se celebraron en la Universidad Menéndez y Pelayo, de Santander, invitado por Alfonso Sastre, sobre “Problemas actuales del teatro en España”, colaboró con el Grupo Alba y fue presidente de honor del Grupo de Teatro Independiente Alba 70, que dirigió Luis de Castro. Conoció al dramaturgo Alfonso Sastre. También dedicó tiempo a coleccionar libros sobre el comediógrafo paisano Carlos Arniches (1866-1943), colección que alcanza unos 3.000 volúmenes.
Desempeñó funciones como teniente de alcaldía de Cultura del Ayuntamiento de Alicante durante los años 1962 a 1967 y concejal de Cultura. Allí tuvo la ocasión de relacionarse con el mundo cultural alicantino de posguerra, cultivando amistad entre otros con Josefina Manresa, Vicente Ramos, Manuel Molina, Gastón Castelló, Polín Laporta, Margot, Vicente Mojica, Ángel Caffarena… En la segunda época del Instituto de Estudios Alicantinos (1968-1983) presidió la Sección de Publicaciones (1968-1973), fue secretario técnico del IEA (1973-1974) y después vocal secretario de la citada Sección de Publicaciones, donde se publicó la obra cumbre de Ramón Sijé, titulada La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas, 1973, que permanecía inédita desde 1935.
Era miembro de honor del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert desde 1984. La Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela le concedió la Medalla al Mérito Hernandiano en enero del año 2006 junto a Antonio Julián Ramírez y Antonio García-Molina, que acudió en representación de Vicente Ramos (que fue a quien le concedieron la medalla).
Fue vocal del Patronato de la Fundación Cultural Miguel Hernández, de Orihuela, y vocal de la Asociación Amigos de Miguel Hernández de Madrid. Publicó en casi todos los números de la revista Perito Literario-Artístico (2005-2008) dirigida por Ramón Palmeral (autor de esta reseña). Un gran referente hernandiano es su libro, que en realidad es índice general de miles de documentos que coleccionó hasta 2012, titulado Archivo Miguel Hernández de Gaspar Peral Baeza, prologado por Aitor L. Larrabide y editado por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, estando como director José Luis Ferris, de 461 páginas, y presentado en dicho instituto el 24 enero de 2013. Una obra imprescindible para los estudiosos de El rayo que no cesa.
La Universidad Miguel Hernández, de Elche, cuyo Consejo Social, a petición de su Cátedra Miguel Hernández, dirigida por el profesor Francisco Esteve, le concedió el Premio Cátedras UMH, Cátedras Institucionales, en otro mes de enero, el del año 2013. El 24 de febrero de 2015 se inauguró una exposición que llevaba por “Miguel Hernández y Alicante en el Archivo de Gaspar Peral Baeza” en la Casa Bardín del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, por la presidenta de la Diputación de Alicante Luisa Pastor, con publicación de catálogo hasta el 30 de marzo del mismo año. Concedió varias entrevistas a las revistas digitales El Eco Hernandiano y Alquiblaweb.
¡Que descanses en paz, amigo!


Ramón Fernández Palmeral

Ramón Fernández Palmeral

Escritor español (Piedrabuena, Ciudad Real, 1947). Realizó estudios universitarios de geografía e historia en Castellón de la Plana e inició estudios de derecho en Granada. Colabora en medios de comunicación y revistas especializadas con monográficos sobre Cervantes, Azorín, Miguel Hernández, Carlos Fenoll, Ramón Sijé y Manuel Molina. Fundó en Alicante las revistas ilustradas Palmeral (Poético-Artístico) y Perito (Literario-Artístico), las revistas digitales Nuevo Impulso y Miguel Hernández Multimedia-Centenario. Colabora actualmente con artículos culturales en Mundiario. Ha colaborado esporádicamente en prensa en Levante EMV, Diario Información, Alicante Press y Diario de Almería. Es autor de ensayos sobre Cervantes y el Quijote, poetas como Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández y Manuel Molina, o escritores como Azorín. Es historiador sobre temas malagueños: Frigiliana, Torrox y Nerja. Es autor de novelas históricas como El rey de los moriscos y El héroe de Nador, otras biográficas como El cazador del arco iris, novela negra como La mujer del Amadorio. Tiene 35 libro autopublicados en Amazon y Lulu, cuatro de ellos de poesía como Lágrimas ebrias de melancolía o La cólera de Aquiles (2017).

Sus textos publicados antes de 2015
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viernes, 19 de enero de 2018

Castillo de Aljofra (Confrides, Alicante)

Uno más de los numerosos castillos españoles en ruinas que, al menos, por no ser viable su reconstrucción cara al turismo, sí debemos conservar su historia.
Castillo de Aljofra o de Confrides.
Castillo de Aljofra o de Confrides.
El viaje a Confrides
Estaba leyendo el libro Años y leguas de 1928 del prosista alicantino Gabriel Miró, un libro de viajes sobre la Marina Baja de Alicante durante su residencia temporal en Polop de la Marina. El  domingo 7 de agosto de 2011 me levanté temprano y decidí viajar en mi coche a Confrides, y ver y admirar de primera mano el paisaje y el viejo nogal de la Plaza Mayor, frente al Ayuntamiento, del que hablaba el famoso prosista Gabriel Miró, que por culpa del Obispo leproso no llegaría a ingresar en la Real Academia de la Lengua, a pesar de que tenía el favor de su paisano el monovero Azorín, seudónimo de José Martínez Ruiz.
Tomé la autovía A-7 dirección Alicante-Alcoy, y luego el desvío de la CV-70 dirección Este, para pasar por Penella, Benilloba, Brensau, hasta llega a Confrides, situada en la Sierra de Aitana. Hay algunas curvas pero el viaje es un regalo de colores y de luz. Cuando la carretera empieza a llanear te encuentras, al fin con el cartel de Confrides, he hecho 80 kilómetros desde que salí de Alicante. Después de culminar las primeras casa desciende hasta llegar a una zona con arcén. A la izquierda tenemos la Fonda-Restaurante “El Pirineo”, famosa es este lugar de la montaña. En la puerta veo varias mesas con vecinos y visitantes toman algún refrigerio. Es hora de dejar el coche y caminar a pie, pues como dice la doctrina de la estrategia militar, ningún terreno se puede considerar conquistado hasta que no llega al Infantería. Entro en “El Pirineo” para tomar algo tiene comedor y terraza con vistas al valle, no me extraña que le pusieran El Pirineo, porque esto es el Pirineo más al sur que tenemos. La barra es pequeña, está llena de clientes, entre ellos dos deportistas vestidos de ciclistas.
Son las 11 de mañana estaba entrando en Confrides (CP 03517), que se sitúa a 785 metros de altitud. Según Sanchís y Sivera: “Confrides es un poblado erigido en villa por Felipe V, de 960 habitantes, del arciprestazgo de Callosa de Ensarriá, situado en las estribaciones del monte Aitana, el que con su vecino Serrella, se halla con frecuencia cubierto de nieve. El paisaje me gusta, lo he conquistado con mi cámara de fotos. La primera impresión es agradable, sobre un promontorio defensivo se alza imponente. En algunas calles se percibe la piedra caliza visible, salvaje, sin blanquear. Es domingo y en por la subida de la calle San Antonio, los vendedores ambulantes han instalado un pequeño mercadillo de ropas, frutas, verduras y plantas. En el censo de 2010, le figuran 276 habitantes. Hablan valenciano, pero no es problema porque también hablan español. Subo armado con mi cámara compacta de fotos y de vídeo y mi trípode por calle San Antoni. Uso el truco de auto-filmarse con el trípode extendido y también en posición de reposo. Avanzo hasta el final, y al escuchar unos toques de campana el pregunto a un lugareño que dónde está la iglesia, me dice que subiendo por la calle Baix o Baja, que está a mi derecha.
Subo  por las empinadas calles hasta la iglesia que está dedicada a la advocación de San José. El historiador español Pascual Madoz (1806-1870), se refiere a Confrides: “...Tiene 120 CASAS de no muy buena fábrica, la del ayuntamiento, cárcel, una escuela de niños a la que concurren 26, dotada con 480 reales, y una iglesia parroquial (San José), de entrada servida por un cura de provisión ordinaria y un dependiente. Tiene por anejo el antiguo pueblo, hoy caserío llamado Abdet, donde moran unos 60 vecinos y 200 almas, la cual forma con la villa que describimos, la baronía de Confrides y el despoblado Florent. Dentro de la población se encuentra una ermita dedicada a San Vicente Ferrer, y en los afueras seis u ocho fuentes de las que se surte el vecindario.”
Desde la plaza del Ayuntamiento, se divisa  a izquierda, sobre unos grises y altos cerros el antiguo castillo de Aljofra o Alfofra. De origen musulmán, situado en un espolón rocoso, llamado Penya del Castillo, que se sitúa a unos dos kilómetros al sureste de la localidad Confrides, perteneciente a la comarca de la Marina Baixa (Alicante). Lo ha estudiado el blog de “Guía de castillos, Torres y Fortificaciones de Alicante que dirige Ximo García Rico, del  que tomo algunos datos. Fue una alquería musulmana conquistada por Jaime I en 1264.Donó el castillo y población a Vidal de Sarriá. Sus posteriores propietarios serían la familia Sarriá, el infante Pedro y las familias Cardona y Ariza. Durante la guerra con Castilla en el s. XIV fue conquistada por las tropas castellanas, que la mantuvieron en su poder varios años hasta que Pedro IV la recuperó en 1364. Los habitantes de Aljofra en su mayoría musulmanes se opusieron a la orden de expulsión de los moriscos en 1609 y ofrecieron fuerte resistencia refugiándose en sus montañas. Después de la expulsión la zona cayó en una gran depresión agrícola, puesto que eran los moriscos quienes conocían los sistemas de riegos y era la mano de obra
También es conocido con el nombre de Castillo de Alfofra, como se conocía al poblado cercano a la fortaleza antes de la construcción de la actual Confrides. A él se accede a través de una pista forestal que sale de la propia localidad de Confrides y que nos deja a los pies de la fortaleza. Los últimos cientos de metros hasta ella hay que realizarlos necesariamente a pie.

Historia del castillo
La población de la desaparecida alquería de Alfofra debió ser originariamente  musulmana, probablemente del siglo XII. El castillo originariamente pudo constituirse como una torre de vigía o de defensa de dicha alquería, que posteriormente se convertiría en la fortaleza islámica, que fue conquistada por las tropas del Rey Jaime I el Conquistador y donada, en el año 1.264, a Vidal de Sarriá, señor de Callosa, incluyendo a Confrides en territorio de su señorío hasta que muchos años después pasara a manos de su hijo Bernat de Sarriá, y con posterioridad éste lo cediera al Infante Pedro y más tarde a las casas señoriales de Cardona y Ariza.
En el transcurso de las guerras con Castilla, en el siglo XIV, los castellanos se apoderaron de la misma, manteniéndola en actividad durante largo tiempo.
La población y la fortaleza sufrieron las cruentas acciones de armas durante el periodo de la rebelión ocasionada por el decreto de expulsión de los moriscos  en el año 1609. A lo largo del siglo XX ha ido perdiendo población debido a la huida de los jóvenes a las zonas industriales de Alcoy.
Durante la Guerra de Sucesión, la población apoyaría en todo momento la causa borbónica, y su castillo tuvo una gran importancia estratégica dada su privilegiada situación.

 Lamentable esta actual
La fortaleza presenta un estado ruinoso, mantiene uno de los lienzos de la muralla. Aun así, se pueden observar una cantidad notable de los elementos del antiguo castillo, en especial sus amplios lienzos de muralla del tapial y un gran parte de la estructura cilíndrica de dos de sus torres de defensa, en construidas de mampostería.
También quedan restos bastante conservados de otra de las torres, en forma de cubo de planta rectangular, también fabricado en mampostería. La última torre, al norte de la fortaleza, presenta un estado más lamentable, estando casi toda ella desmochada.
El conjunto de torres y lienzos de muralla nos da una idea aproximada de las dimensiones de la fortaleza de Confrides, que en su tiempo debió ser considerada como una de las importantes de la comarca de la Marina Baixa.
Las últimas fotos que he visto han sido tomadas con un dron, y el paisaje colindante es de abrumadora belleza. Allí en la plaza se eleva como un ciprés el viejo nogal, cuyo tronco no podría ser abarcado por los brazos de dos hombres. Este noble vegetal es testigo de la historia de Confrides que si pudiera hablar nos contaría muchas verdades. @mundiario

domingo, 7 de enero de 2018

Los judíos en España o Sefarad

Vida entre líneas de los judíos medievales

Un proyecto del CSIC rastrea en documentos administrativos el quehacer cotidiano de las comunidades hebreas en la península entre los siglos XIII y XV


Javier Castaño, en su despacho del CSIC.
La historia de los judíos medievales en la Península Ibérica es un puzle incompleto construido desde hace siglos principalmente a partir de fuentes documentales elaboradas por cristianos, las más accesibles para los investigadores. Las piezas que más escasean son las que nos hablan, desde dentro de las comunidades de judíos, de su día a día, sus mentalidades o sus valores. Un proyecto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) las rastrea en contratos matrimoniales, escritos de últimas voluntades, misivas, nóminas fiscales, actas de procesos judiciales o inventarios de propiedades porque, sorprendentemente, los documentos más sobrios y administrativos esconden en ocasiones retazos de vidas. El equipo los busca y analiza, en ocasiones tras encargarse de su restauración. “Se trata de crear de manera virtual un archivo documental de los judíos medievales, reuniendo textos y fragmentos que están repartidos por multitud de colecciones”, explica su responsable, Javier Castaño.
Libro de cuentas manuscrito del siglo XV en cuya cubierta hay capas de papel con escritura hebrea y latina.
Libro de cuentas manuscrito del siglo XV en cuya cubierta hay capas de papel con escritura hebrea y latina.
Aquí no hay grandes hallazgos que detallen en varias páginas la vida y cultura de los judíos peninsulares entre los siglos XIII y XV. Son más bien pistas que brotan de inventariar y escudriñar centenares de manuscritos, o incluso fragmentos en pésimo estado de conservación, escritos por lo general en lengua hebrea o en aljamía o solitreo (textos romances en caracteres hebreos). “A partir de un papel puedes ver datos que iluminan historias familiares o perfiles biográficos. Se pueden ver como anécdotas o como indicios de una historia más grande. Es otra manera de hacer historia. A veces, por un pequeño resquicio puedes ver un panorama muy amplio. No soy el primero ni el único que hace esto, pero el proyecto tiene una ambición de globalidad”, apunta en su despacho Castaño, científico titular en el CSIC de historia de los judíos.
La labor del proyecto Guinzé Sefarad (‘los archivos de Sefarad’, en hebreo), en el que trabajan cinco investigadores y varios colaboradores externos, tiene un punto detectivesco. Si bien la existencia de buena parte de estos documentos se conocía previamente, otros han ido apareciendo en visitas a archivos o bibliotecas. Bastantes de ellos reutilizados para encuadernar, víctimas del empuje de la imprenta y de la dispersión geográfica tras las expulsiones de la Península a finales del siglo XV.
'La expulsión de los judíos de Sevilla', de Joaquín Turina.
'La expulsión de los judíos de Sevilla', de Joaquín Turina.
¿Qué se puede extraer de un manuscrito administrativo? Mucho, en el caso de un registro contable que desglosa los pagos efectuados entre 1406 y 1407 por la aljama (como se denominaba entonces a la comunidad judía) de Tarazona, en el Reino de Aragón. Como que “cient e cinco sueldos e siet dineros” (sic) fueron a los guardas contratados para evitar que la judería fuese apedreada en Viernes Santo por cristianos. La importancia que otorgaban a la protección se ve también en las partidas para reparar los cimientos del muro que rodea el barrio judío, el arreglo de unas piedras para reforzar las puertas de acceso ante posibles asaltos o los regalos que entregaban por Navidad a prohombres y autoridades concejiles y reales. También aparece el coste de -tal y como figura- “la protección del senyor rey, Dios le bendiga”. Los judíos tenían una relación de dependencia directa del monarca, que les amparaba, por lo que solían vivir en recintos bajo protección real.
Hay gastos que nos hablan de la pervivencia de las tradiciones, como la compra a escote de las “cuatro especies” para la Fiesta de “Cabanillas”, es decir, de las cuatro plantas que los judíos siguen usando hoy para celebrar Sucot. O de las tensiones internas, como los asientos derivados de la condena a muerte y ejecución de un malsín, una de las pocas palabras de origen hebreo que ha entrado al castellano, como “cizañero” o “soplón”. Era un judío que causaba daño a otro al denunciarle ante autoridades no judías. “A finales del siglo XIV era uno de los delitos más graves y en Aragón había un tribunal especial para juzgar la malsindad. En realidad, bajo el paraguas de la acusación, se escondía el faccionalismo que aquejaba a esas comunidades en la época”, señala.
Otros documentos ejemplifican cómo las religiones en la España medieval no eran impermeables. Por ejemplo, escritos de judíos preocupados por la salvación del alma, un concepto bastante ajeno a su fe pero muy presente en el cristianismo. “Ahí se ven los traspases de conceptos de una cultura a otra”, precisa Castaño.
Cuerpo principal del contrato matrimonial de 1487 de una pareja judía de Jaca, oculto hasta fechas recientes en las cubiertas de un protocolo notarial del siglo XVI.
Cuerpo principal del contrato matrimonial de 1487 de una pareja judía de Jaca, oculto hasta fechas recientes en las cubiertas de un protocolo notarial del siglo XVI.
En el proyecto, iniciado en 2009, se ha analizado asimismo una copia de las últimas voluntades de un judío que muere en Tafalla en 1462 y que fue presentada en 1537 para reclamar la herencia familiar. Entre esas dos fechas se produjo la conversión forzosa de los judíos: el Reino de Navarra les obligó a abrazar el cristianismo cuando ya estaban rodeados de territorios que les impedían el acceso. Al juicio acudieron los descendientes, ya como cristianos nuevos, con unas últimas voluntades en hebreo encabezadas por la abreviatura "con la ayuda del cielo" en el lugar que suele ocupar una cruz en los documentos cristianos. "Estoy convencido de que el tribunal ya no lo pudo leer porque no contaba con nadie que lo entendiese", apunta el investigador. El documento, hallado en un legajo de un proceso judicial, es parte del rastro histórico dejado por cinco generaciones de una familia que habitaron la misma casa. Algo poco común y una muestra de que “la movilidad de los judíos es cierta, pero en algunos casos la sedentarización era mayor de lo que se creía”, agrega.
“Este tipo de detalles es difícil encontrarlos en fuentes cristianas. Un muro, a veces mental y a veces físico, les impedía ver lo que estaba pasando dentro”, asegura. Castaño insiste en que el proyecto no busca reivindicar voces apagadas por el paso de los siglos (“no es memoria, es historia”, matiza) ni lanzar una guerra de narrativas, porque los relatos cristianos y judíos se complementan. “Lo que pasa es que esa historia se ha hecho hasta ahora fundamentalmente a partir de fuentes externas. Es apoyarse en otra de las patas para hacerla. Tener -concluye- otros datos que nos dan una imagen de la vida interna judía mucho más rica”.

La polémica leyenda de los Reyes Magos persiste y persistirá


Los Reyes Magos entre los evangelios, la leyenda y la tradición cristiana se mantienen por los siglos. Todo aquello que su fin es el negocio, perdura en los siglos, por los siglos Amen.
Anónimo 1740 Albany Institut.
Anónimo 1740 Albany Institut.
Hace unos días, estando yo en la oficina de Correos de mi barrio para enviar un paquete, llegó un chaval de unos nueve o diez años con una carta que quería enviársela a los Reyes Magos de Oriente. Los que allí estábamos nos quedamos un poco sorprendidos, de que un niños tan mayor, creyera todavái en la existencia de los Reyes Magos que traen regalos a los niños buenos, y a los malos carbón. Ninguna de la docena de personas que allí estábamosnos nos atrevimos a decirle la verdad, de  que los Reyes existen, pero únicamente para chavales hasta cinco años. La cuestión es que, muy diligente y crédulo, se acercó al mostrador y le entregó la carta a la empleada de la oficina, y ésta la recogió y, sin decirle nada, la puso -sin franqueo ni dirección- en el buzón de los envíos.
Después  de esta curiosa e infantil anécdota, llegué a mi casa y me puse a buscar datos sobre la historia sagrada de los Reyes Magos en Internet, a estudiar el  origen de la leyenda de unos magos (sabios), y me  lo encuentro en el Nuevo Testamento, según el Evangelio del Apóstol San Mateo, que fue el único de los evangelistas que mencionó la visita de unos magos a Belén de Judea, recién nacido el Mesías.

Mateo 2:1-12 (según las Escrituras):
"Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes el Grande, vinieron del Oriente a Jerusalén unos magos, preguntando: ¿Dónde está el Rey de los Judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente, y venimos a adorarle. Oyendo esto el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Rey de los Judíos. Ellos le respondieron: “En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta...” En un establo encontraron al Niño de la Luz con su madre María y su padre José. Nada se dice que hubiera un buey y un asco para calentar el establo. Le trajeron tres regalos: oro, incienso y mirra. 

Nada dijo San Mateo de que los magos fueran Reyes, ni el número de ellos. El escritor romano Quinto Séptimo Tertuliano -padre de la Iglesia allá por el siglo III- llegó a la conclusión de la nobleza de dichos personajes tras leer el Salmo 72 (incluido en uno de los libros sagrados). En él se explicaba lo siguiente: «Que los reyes de Sabá y Arabia le traigan presentes, que le rindan homenaje todos los reyes». Para fue el religioso Quinto Séptimo, quien (basándose en esta frase) empezó a denominar a estos personajes como «Reyes».

El número de los Tres Reyes
El triangular y mágico del número de tres, de los Reyes Magos aparecieron por primera vez en el Evangelio Armenio de la Infancia del siglo IV; pero no serán aceptados definitivamente hasta su inclusión en: «Liber Pontificalis» (una recopilación fechada en el siglo IX de varias historias y leyendas relacionadas con la religión cristiana) se especifican los nombres, eran: Melchor («Melchior»), Baltazar («Bithisarca») y Gaspar («Gathaspa»).  Los reyes representan a las tres razas: blanca, negra y amarilla. Pero no será hasta el siglo XV cuando aparece representado como uno negro o de color aceitunada propia de la raza de los indios orientales.
 
«Lo más probable es que fueran sacerdotes y astrólogos originarios de Babilonia o Persia, dado que ambos eran grandes centros astrológicos donde los magos eran una casta sacerdotal con mucha influencia», completa Azanza. Pero debieron tardar meses en recibir la noticia: ¿Quién les informó? Y, luego preparar una expedición para llegar a Jerusalén y a Belén.
En el siglo VII, cuando se dejó escrito en el «Evangelio armenio de la infancia» que Melchor reinaba sobre los persas, Baltasar sobre los indios, y Gaspar, sobre el país de los árabes. Representando a las tres razas predominantes de la época.

El «nuevo» rey negro
Cabe destacar que al rey Baltasar se le representó como un rey de tez negra a partir del siglo XV. Antes en un mosaico del siglo VI, anónimo de Sanit-Apollinaire, fueron mostrados con aspecto occidental y considerados como los descendientes de Noé. En el siglo XV aparce el rey negro  como representantes multirracial de todos los pueblos.

                         (Mosaico del siglo VI )



La cabalgata de Reyes Magos o de Oriente
A partir del siglo XIX, en España, se inició la tradición de convertir la noche de Reyes (en una fiesta infantil con regalos para los niños, a imitación de lo que se hacía en otros países el día de Navidad. Fue en 1866 cuando se celebró la primera cabalgata de Reyes Magos en Alcoy (Alicante), tradición que se extendió al resto del país y posteriormente a otros países, especialmente a países de cultura hispana.

Conclusión:
Los magos que adoraron al Niño, debían ser grandes sabios y además voladores como brujos sobre escobas mágicas o más bien OVNIS en forma de camellos, porque de haber venido desde Persia, India o Arabia, con sus respectivos sequitos, hubieran tardado años en llegar a Belén cuando el Niño de la Luz, ya corría detrás de los pájaros. De América no pudieron venir ningún rey Inca o Azteca, porque estas tierras de la Indias Occidentales aún no habían sido descubiertas por los españoles. Si aceptamos la versión del Papa Benedicto XVI, también pudieron ser los Reyes de tierras de Tartessos (Andalucía), pero eras los reyes de la playa no del oro. Las naves  de Tarsis a Judea en tiempos de Salomón tardaban tres años.
Pero en fin, somos felices en hacer creer a los niños en los Reyes el 6 de enero, para que mantengan por largo tiempo su inocencia. La tradición cristiana no se debe perder, ni se perderá  mientras el negocio del juguete persista.

miércoles, 3 de enero de 2018

Vasco balleneros en Terranova siglo XVI


Marinos vascos en Terranova

La presencia de los pescadores vascos en las costas de Terranova fue prácticamente paralela al “redescubrimiento” de la zona por Cabot (Caboto, por mejor decir), en 1498. El Padre René Belanger (“Los Vascos en el Estuario del San Lorenzo” 1971) ha documentado referencias al “bacalao de las tierras nuevas” en fechas tan tempranas como 1506. Entre 1520 y 1525, un hecho curioso: Un manuscrito de la universidad de Coimbra habla de una colonia portuguesa –posiblemente en el Cabo Bretón- que a través de marinos vascos que pescan por la zona piden socorros por haberse quedado sin embarcaciones. En cualquier caso, la cartografía ya incluye “Tierra Nueva” de manera sistemática partir de 1520, entremezclada, eso sí, con sugerentes leyendas como el País de Sagueney, la Isla Brasil, o las islas de los Demonios (Saint Pierre y Michelon, enclave fracés en Terranova).

En 1535, cuando Cartier a cuenta de la corona francesa penetra en el estuario de San Lorenzo y funda Quebec, las pesquerías vascas a la zona ya están harto estructuradas. Hasta el punto que los micmacs, los indios locales, utilizaban de forma común palabras vascas… ¿Qué pintaban allí los vascos?

La principal razón fue satisfacer la demanda peninsular de bacalao, muy apreciado en cuaresma por soportar la salazón y ser de los pocos pescados comercializables en Castilla. Ciertamente, la presencia vasca faenando en el Gran Sol es anterior, pero los vascos encontraron en las “tierras nuevas” posibilidad de puertos y materia prima para montar factorías de salazón y además… ballenas. La ballena (la ballena boreal, ballena de Vizcaya, entre otras) ya era pieza codiciada desde tiempos antiguos. Su grasa era especialmente demandada como sebo para vela, aceite de precisión y medicinal de los hígados, en tanto las barbas tenían mil aplicaciones. Las primeras capturas documentadas en el Cantábrico se retrotraen al 760. A lo largo del XV se produce una sobrepesca en el Cantábrico de la mano de vascos, gallegos, ingleses y franceses. Esto llevará a los vascos a protagonizar toda una epopeya siguiendo las concentraciones de reproducción que les lleva a señorear el San Lorenzo, Groenlandia, Islandia, así hasta el XVIII, en que Inglaterra impondrá sus flotas. Puede decirse sin exagerar que los vascos fueron los grandes especialistas en pescar ballenas hasta el siglo XVIII.

Los vascos dispusieron de diversas ventajas que explican su temprana presencia en Terranova. En primer lugar los barcos, mientras ingleses y rocheleses construían naves de 100 toneladas a lo más, los astilleros vascos, adoptando los avances introducidos por los portugueses, producían ya en el siglo XV naos de entre 200 y 500, cuasi galeones, más maniobrables que sus primas las altas carracas bálticas, más rápidos y menos volubles a las tormentas. Eso supone rentabilizar travesías de altura y embarcar grandes contingentes de pescadores; en el siglo XVII, se contaran campañas a Terranova que movilizaban a 3.000 vascos cada año. La lista de arribada del Saint Esprit (200 toneladas), de San Juan, datada en 1743 (ya en declive de la pesquería) refiere un oficial, tres oficiales marineros, 47 marinos y 6 grumetes, 59 almas en total, que se anotaron 200 barricas de aceite –“tres ballenas y media (sic) de bahía grande, 1 cachalote y 2 ballenas sardas-, así como 80 quintales de barbas.

La pesca de la ballena fue determinante en establecimiento, durante la primera mitad del XVI, de estaciones temporales vascas a lo largo del golfo de San Lorenzo. Aún hoy la toponimia nos traslada a aquellos remotos tiempos con asentamientos tal que Isla Mingan, Isla de los Vascos, Portuchoa, Plasencia, Bahía de los Españoles…. En su estudio, el padre Belanger recoge más de 30 puntos con presencia vasca, que en un primer momento motivaba la instalación de factorías para licuar la grasa y embarrilarla. Posteriormente, allá por el 1630, los vascos atinan con un método para fundir la grasa en alta mar, lo que a su vez amplia el rango de actuación de las pesquerías. El nacionalismo vasco, por otra parte, ha invertido grandes sumas de dinero en demostrar la penetración del euskera entre las comunidades aborígenes locales (así como en Islandia), sin resultados excesivamente desalentadores. Las campañas empezaban con la llegada de las golondrinas, en marzo, y terminaban en septiembre. No siempre de la mejor manera, tempestades, arrecifes y sobre todo, guerras y corsarios, convertían la pesca de la ballena en oficio de alto riesgo, muy reputado por los vascos (a diferencia de otras marinerías, que lo tenían por desempeño de desesperados), y pilar de verdaderas sagas, como los Araneder de San Juan de Luz o los Soppite. Inicialmente los vascos (franceses y españoles, mezclados, resulta muy difícil diferenciarlos), compartían aguas con rocheleses, bretones y eventualmente, ingleses. Cabe decir que durante el XVI el San Lorenzo fue una zona de libre pesca, aunque la hegemonía francesa terminó imponiendo monopolios y venta de derechos de explotación que, progresivamente, motivaron la desaparición de la presencia española de iure, que no de facto, los barcos eran de San Juan o Hendaya y la marinería de Lekeitio o San Sebastián. La pesca de ballenas tuvo por epicentro la desembocadura del Seguiney, en Tadussac, aguas ricas en kril norteño. La sobreexplotación y la inestabilidad política en la zona (pasó de ser un mar libre a ser monopolio de Francia, de ahí a Inglaterra y vuelta a Francia, y de ahí a Inglaterra) fue desincentivando la presencia vasca, que sin embargo, siguió cazando en Islandia, Gran Sol, Groenlandia... En líneas generales, cabe caracterizar el estuario como un inmenso frente de batalla en la expansión americana de Francia e Inglaterra, con guerras cada poco, deportaciones demográficas (la epopeya de los Acadianos) y una inestabilidad general que no concluirá hasta el fin de la presencia inglesa en Norteamérica.

*Otra colaboración alimentaria del Sr. IA. Breve contexto de la pesca del bacalao y la ballena en Terranova entre los siglos XVI y XVIII. La pongo en "estudios groenlandeses", abandonadísima sección.

............................Otro texto..............................................
En las décadas de 1530 a 1570, el negocio ballenero registró su etapa de mayor apogeo. La flota vasca llegó a estar formada por una treintena de barcos, tripulados por más de dos mil hombres, que capturaban unas cuatrocientas ballenas cada año. No obstante, la tradición ballenera en el Cantábrico se remonta a la Edad Media y fue un importante motor de las poblaciones costeras. La principal fuente de ganancia estaba en la grasa del animal, posteriormente convertida en aceite a la que se denominaba saín. Este producto se empleaba en el alumbrado y ardía sin desprender humo ni dar olor. Asimismo, los huesos servían como material de construcción para la elaboración de muebles. La carne apenas se consumía en España, pero se salaba y se vendía a los franceses.

Vikingos, portugueses y vascos en Terranova

En una fecha sin determinar, los pescadores cantábricos extendieron su área de acción hacia el Atlántico, especialmente a Islandia, donde fueron protagonistas de una salvaje matanza ya en el siglo XVII, y a lo que hoy es la provincia canadiense de Terranova y Labrador. En busca originalmente de bacalao, la Isla de Terranova se convirtió en un objetivo preferente de los pescadores del cantábrico. Pero no se trataba del primer contacto de los pobladores de esta región con europeos. Alrededor del año 1001, «las Sagas islandesas vikingas» ubican las expediciones del explorador Leif Ericson en Helluland, Markland y en lo que él llamó Vinland («Tierra de pasturas»). Y las investigaciones arqueológicas, en efecto, han confirmado la existencia de un asentamiento nórdico, «L'Anse aux Meadows», en Newfoundland, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978.

En cualquier caso esta presencia vikinga en América, que incluso los estudios genéticos han avalado, fue de carácter efímero, y en ningún caso se produjeron asentamientos en territorio continental americano. Así y todo, las incursiones vikingas pudieron ser sucedidas por las de otros europeos, los marinos portugueses. Como si fuera una especie de búsqueda del Santo Grial, los navegantes portugueses acometieron varias décadas antes de Colón la travesía hacia la Isla Bacalao (también llamada «Bachalaos»), representada de forma difusa en los mapas del siglo XVI en las proximidades de Terranova. Así, el portugués Joao Vaz Corte Real habría alcanzado las proximidades de Terranova en 1472, e incluso se especula que bordeó las orillas del río Hudson y del San Lorenzo