domingo, 11 de junio de 2017

El suicidio de su ahijada Carole le afecto tanto a Juan Goytisolo que se dejó morir

JUAN GOYTISOLO

Juan Goytisolo enterrado en una tumba junto a Genet enfrente del Atlántico

05 de Junio de 2017

Larache (Marruecos), 6 jun (EFE).- El escritor español Juan Goytisolo, fallecido ayer en Marrakech a los 86 años, fue enterrado hoy en el llamado "cementerio español" de Larache, un camposanto ya en desuso donde su compañía eterna será principalmente la de los humildes soldados españoles muertos en las guerras con Marruecos.
Su tumba fue cubierta con una sencilla lápida con el lema: "Juan Goytisolo. Escritor. Barcelona 1931-Marrakech 2017", que hubo que encargar a toda prisa hoy en la ciudad de Tánger.
A su lado se encuentra la tumba de Jean Genet, otro escritor iconoclasta como él, y como él homosexual, amigo del mundo árabe y que eligió ser enterrado en Larache.
El entierro de Goytisolo fue una sencilla ceremonia sin plegarias ni banderas para el escritor sin patria ni religión, donde se leyeron varios fragmentos de sus obras, principalmente aquellas en la que el escritor reivindica su carácter de exiliado, de "Juan sin tierra", mientras que otros subrayaron su papel de puente entre civilizaciones.
Con el rugido del Atlántico de fondo y el canto de un almuédano cercano, tomaron la palabra algunas de las personas más cercanas al escritor, como el diplomático y escritor José María Ridao, nombrado albacea del difunto, su traductora al francés Aline Schulman o la arabista Lola López Enamorado.
Aunque la familia del escritor había insistido desde Barcelona en que quería una ceremonia íntima, las autoridades de Larache se personaron en el acto, al igual que representantes diplomáticos españoles, amigos artistas del escritor llegados desde Marrakech y varias decenas de ciudadanos anónimos.
Goytisolo había dejado claro hace muchos años que no quería regresar a España, "madrastra inmunda, país de siervos y señores", pero el escritor ateo y descreído tampoco quería ser enterrado en suelo católico, como recordó hoy José María Ridao.
En Marrakech, su patria adoptiva, donde residía hace más de treinta años, no fue posible encontrarle una tumba, por carecer la ciudad de "un cementerio común" abierto a todas las religiones, como dijo a Efe el alcalde de la ciudad, Mohamed Belcaíd.
En un país donde los cementerios son por esencia musulmanes, judíos o cristianos, casi no quedaba lugar para un ateo como Goytisolo, pero alguien se acordó del Cementerio Español de Larache, un camposanto lleno de tumbas de los años veinte del siglo pasado y desde entonces en desuso.
Aquel cementerio maltratado por el salitre y la maleza, que apenas se limpia una vez al año por Todos los Santos, fue excepcionalmente reabierto en 1986 para recoger los restos de Jean Genet, que había vivido sus últimos años en Larache, y ello pese a que Genet encontró la muerte en París.
Goytisolo no puede tener mejor compañía que la de Genet, un escritor al que admiraba por ser un rompedor que vivía al margen de la sociedad.
El hombre que reivindicó a los traidores como Don Julián, a los heterodoxos y a los rompedores de la tradición, que reclamó el derecho y el deber del intelectual para tomar partido, vino a encontrar refugio en un país donde se comportó como un perfecto huésped, sin interferir jamás en debates internos ni tomar postura.
Bien integrado en la medina de Marrakech, donde residía, solía salir a tomar té en humildes cafetines de la medina o de la Plaza Yamaa el Fna, y cuentan que daba abundantes limosnas en su barrio, como recuerda Brahim Jatib, el profesor marroquí que más lo ha traducido.
Fue particularmente apreciada, en Marruecos como en España, su defensa de los musulmanes de Sarajevo o de los árabes en Palestina, así como sus reportajes sobre la guerra de Argelia, pero en Marruecos guardó silencio incluso en los llamados "años de plomo", cuando Hasán II reprimió sin piedad a la oposición.
Al mismo tiempo, se jactaba de ser "el único español desde el arcipreste de Hita" que hablaba el árabe de la calle, particularmente el dialecto de Marrakech, una ciudad que siempre le deberá la proclamación de su plaza de Yamaa al Fna como "patrimonio inmaterial de la humanidad".
Enterrado en suelo marroquí, a la vera del Atlántico, el más heretodoxo de los clásicos españoles cumplió así su deseo de romper con su patria, a la que dedicó estas palabras de las que jamás se desdijo: "Tierra ingrata, entre todas espuria y mezquina, jamás volveré a ti".
El Gobierno francés rinde tributo al "inmenso escritor" Juan Goytisolo
París, 5 jun (EFE).- La ministra de Cultura de Francia, Françoise Nyssen, rindió hoy homenaje al "inmenso escritor" Juan Goytisolo, a quien consideró "un español de nacimiento, pero ciudadano del mundo" que hizo de puente cultural entre Europa, el continente americano y el mundo árabe.
"Un inmenso escritor nos ha dejado. Juan Goytisolo, español de nacimiento convertido en ciudadano del mundo, viajante incansable, era un trasmisor de la cultura entre Europa, las américas y el mundo árabe", dijo en un comunicado Nyssen, quien recordó las décadas de exilio parisino del escritor, fallecido el domingo en Marruecos.
"Vino a buscar refugio a París durante los años negros del franquismo, se nutrió de amistades sólidas, sobre todo Jean Genet, y desarrolló un estilo totalmente único, imprevisible, muchas veces inspirado en el movimiento francés del 'nouveau roman'", evocó la ministra del Gobierno de Emmanuel Macron.
Según Nyssen, Goytisolo, que vivió entre los años 50 y los 90 en la calle Poissonnerie de París, era "un hombre de acción, de reflexión y de pasión", de aquellos que representaban "la figura del intelectual comprometido".
El autor de "Campos de Níjar" y "Paisaje después de la batalla", Premio Cervantes 2014, falleció en la madrugada del domingo a los 86 años en su casa de Marrakech, donde vivía desde 1996.
La París cosmopolita y canalla, la preferida de Juan Goytisolo
París, 5 jun (EFE).- La París cosmopolita, la de las diferentes religiones y lenguas procedentes de los cinco continentes, y la París canalla, la de los obreros y las prostitutas, eran las predilectas del fallecido escritor español Juan Goytisolo, que vivió en la capital francesa entre los años 50 y los 90.
A partir de su apartamento en el número 33 de la céntrica calle Poissonnerie, donde se mudó para huir del franquismo, Goytisolo forjó su particular París, ese París de los bajos fondos que le inspiró para obras como "Señas de identidad" (1966) o "Paisajes después de la batalla" (1982).
"Lo que le gustaba es la parte cosmopolita de París, la de la mezcolanza de culturas, de religiones, de prácticas culturales, de lenguas, de diferentes rostros", dijo a Efe Emmanuel Le Vagueresse, especialista en la obra de Goytisolo y amigo suyo.
El escritor frecuentó durante décadas un puñado de restaurantes y cafés castizos situados en el centro y norte de la ciudad, en las antípodas de los locales finos de ostras y champán de la ostentosa parte oeste de París.
Uno de sus predilectos era el café des Ouiseaux, en la plaza d'Anvers, junto al bohemio Montmartre, al que acudía con sus amigos Jean Genet o Severo Sarduy y cuya heterogénea clientela la formaban prostitutas, obreros e inmigrantes portugueses, entre otros.
Cerca de Des Ouiseaux el premio Cervantes de 2014 tenía sus incursiones sexuales, especialmente con hombres árabes, relató Le Vagueresse, autor de la ruta literaria parisina del célebre escritor publicada por el Instituto Cervantes.
Fue su gran amigo Jean Genet, autor de "Diario del ladrón", quien le introdujo en los ambientes homosexuales de la zona de Barbès-Rochechouart.
"Coqueteaba en el bulevar Rochechouart, en la estación del Norte, con jóvenes inmigrantes, obreros que tenían hijos, pero que eran bisexuales. Esa experiencia le permitió asumirse un poco mejor", refirió Le Vagueresse.
En la misma zona, acudía con frecuencia al Luxor, un cine art-deco neo-egipcio de los años 20, donde iba tanto a ver películas populares (kárate, filmes indios), como a ligar en busca de sensaciones fuertes con jóvenes árabes del barrio o de los suburbios.
Y todo ello con el consentimiento de su mujer, la escritora francesa Monique Lange, con quien Goytisolo vivió en la calle Poissonnerie entre 1956 y 1996, año en el que Langue falleció a los 70 años, momento en el que el escritor decidió mudarse a Marrakech (Marruecos), donde falleció este domingo a los 86 años.
Era también un asiduo a algunos restaurantes, entre ellos el de especialidades turcas Derya, que comenzó a frecuentar en sus regulares visitas a París, una vez establecido en Marrakech.
"La última vez que le vi fue hace unos ocho meses, o tal vez menos. Era de un carácter excepcional, nada normal para alguien tan importante. Me enteré que era un escritor importante por otros, no por él", explicó a Efe Ulas Eyyup, uno de los gerentes del Derya, ubicado junto al Arco de Saint Denis.
Según relató Eyyup, Goytisolo sabía expresarse en turco -también lo hacía en árabe- y venía siempre acompañado de un hombre de gran bigote, quien, según Le Vagueresse, se trataba de su compañero Abdelhadi.
En sus últimas visitas, el escritor español lamentaba que la París canalla que tanto le inspiró se estaba destiñiendo, cada vez menos proletaria e inmigrante y más "bobó", acrónimo para referirse a una clase social joven, burguesa y de hábitos bohemios.
De su faceta personal era muy celoso, reconoció Le Vagueresse, quien juzgó que la imagen de "duro y distante" de Goytisolo era un espejismo para su familia, con la que era "muy cariñoso".
El escritor era adorado por sus dos hijos adoptivos, dos chicos marroquíes, y por la hija de su mujer Lange, su hijastra Carole, cuyo suicidio hace un par de años le afectó tanto que fue entonces cuando "se dejó morir", desveló Le Vagueresse.
A partir de hoy, cuando se consume su entierro en el "cementerio español" de Larache (norte de Marruecos), Goytisolo yacerá junto una de las personas más importantes de su exilio en París, Genet, quien, a pesar de morir en la capital francesa, pidió ser inhumado en Marruecos.

Antonio Torres del Cerro

Goytisolo quería recurrir a la eutanasia en 2014.

Juan Goytisolo, en noviembre de 2014 en su casa de Marrakech con su ahijado Jalid.
Juan Goytisolo, en noviembre de 2014 en su casa de Marrakech con su ahijado Jalid.
Hace tres años Juan Goytisolo apenas contaba con medios para subsistir. Le era imposible costear los estudios de sus tres ahijados, algo que se había convertido en su razón de vida. Le fallaban las fuerzas para emprender una obra de envergadura y en abril de 2014 escribió el siguiente documento: “Mi decisión de recurrir a la eutanasia a fin de no prolongar inútilmente mis días obedece a razones éticas de índole personal. Desaparecida la libido y con ella la escritura, compruebo que ya he dicho lo que tenía que decir. Tampoco mi cuerpo da para más. Cada día constato su deterioro y antes que ese declive afecte a mi capacidad cognitiva prefiero anticiparme a mi ruina y despedirme de la vida con dignidad”. Y seguía: “La otra razón de la eutanasia es la de asegurar el porvenir de los tres muchachos cuya educación asumo. Me parece indecente malgastar los recursos limitados de que dispongo, y que disminuyen a diario, en tratamientos médicos costosos en vez de destinar este dinero a completar sus estudios. Por todo ello, escojo libremente la opción más justa conforme a mi conciencia y respeto a la vida de los demás”.
Goytisolo escribía siempre a mano y a mano firmó el documento. Se lo pasó al ordenador la persona que solía transcribirle muchos textos, Rafael Fernández, un profesor del Instituto Cervantes de Marrakech que murió de cáncer ese mismo año. Goytisolo estaba obsesionado con la educación de sus tres ahijados: Rida, que ahora tiene 23 años, Yunes, también 23, y Jalid, 18. Rida es hijo de su gran amigo Abdelhadi y los otros dos son hijos de Abdelhaq, hermano de Abdelhadi. Todos ellos, más la esposa de Abdelhaq, vivían con Goytisolo en un antiguo hostal, que el escritor compró en 1997. Formaban lo que él llamó su “tribu” y su tribu lo cuidó hasta el final.
En 2004 comenzó a tener dificultades económicas. El entonces director del Instituto Cervantes, César Antonio Molina, le facilitó giras de conferencias en la institución e intercedió para que le encargasen cursos de verano. A partir de 2007 EL PAÍS pasó de abonarle los 250 euros que cobraba por artículo a asignarle una mensualidad de 3.000 euros. El sueldo lo percibió en Marruecos hasta el último momento, aunque no escribiera. “Una vez descontados los impuestos, le llegaban 2.200 euros, lo indispensable para vivir”, señala alguien próximo. Las fuentes que aparecen en este artículo sin nombre y apellido solicitaron expresamente mantenerse en el anonimato.
En 2014 Goytisolo asumía que su cuerpo no daba para más. Tenía 83 años, pero lo peor quedaba por venir. Siete meses después de escribir el documento de la eutanasia, en noviembre de 2014, se anunció la concesión del premio Cervantes, el más importante en lengua española, dotado con 125.000 euros. El problema es que Goytisolo se había opuesto en varias ocasiones a ese galardón. En enero de 2001, tras anunciarse el premio para Francisco Umbral, Goytisolo publicó un artículo en este diario titulado Vamos a menos donde criticaba “la putrefacción de la vida literaria española” y “el triunfo del amiguismo pringoso y tribal”.
Goytisolo terminó aceptando el premio y ese hecho le hundió más en su depresión. Porque continuaba sin fuerzas para escribir y era consciente de que se había contradicho al aceptarlo. Sus íntimos insisten en que ni le deslumbraron los focos ni le atrajeron los honores. Pero ahora que contaba con dinero para los muchachos ya no le encontraba sentido a seguir viviendo. La víspera del 23 de abril, fecha de la entrega solemne del premio en Alcalá de Henares, llamó en Madrid a un amigo para que lo ayudara a comprarse un traje. Solo disponía de una corbata y decía que no conjuntaba con la camisa. Cuando el amigo llegó al hotel le dijo que no tenía fuerza ni ánimo para salir a la calle. Su familia deseaba hacerse una foto con los reyes de España. Pero él estaba tan perdido que no solo se olvidó de la foto , sino que al concluir el acto reparó en que ni siquiera había saludado a los reyes en su discurso.

Fractura de fémur

“Nunca cometió la vileza de decir que aceptó el premio por dinero”, recuerda un allegado. En 2016, una persona que sabía de su depresión lo invitó a París a pasar unos días. Goytisolo le entregó el documento de la eutanasia. Tras leerlo, le dijo: “Como amigo te pido que no lo hagas. Porque estos muchachos, aparte del dinero, tienen derecho a tenerte ahí. No se trata solo de que les pagues la carrera. Dicho esto, si quieres seguir adelante, entonces vámonos a un notario y lo dejamos todo resuelto para tu sucesión”.
Pero Goytisolo no fue al notario. Esa misma noche de principios de marzo lo llamó Carole, hija de su esposa, Monique Lange, escritora fallecida en 1996. Carole tenía 56 años, se había separado de su marido y pidió una suma al escritor. Juan Goytisolo, que otras veces la había ayudado, en ese momento le dijo que no disponía de fondos. No obstante, quedaron para cenar al día siguiente.
"Desaparecida la libido y con ella la escritura, compruebo que ya he dicho lo que tenía que decir. Tampoco mi cuerpo da para más"
Pero ese día, al mediodía, Goytisolo recibió la noticia de que Carole se había suicidado. “Esa noche estuve con él”, relata este amigo, “y fue horroroso. Estaba ausente, con cien años más encima. Apenas podía caminar. Decidió volver a Marrakech al día siguiente, sin esperar el entierro de Carole. La familia de Carole estaba muy ofendida por el hecho de que no se quedara al entierro. Pero Juan estaba hundido”. El autor de Juan sin Tierra volvió a Marrakech. Tres semanas después, coincidiendo con la Semana Santa de 2016, se cayó al bajar las escaleras del café de la plaza Yemáa el Fna donde solía acudir cada tarde. Se fracturó el cuello del fémur. Ingresó en la Polyclinique du Sud, aunque su seguro solo tenía validez en el Hospital de Barcelona.
Como su empeño era gastar el mínimo dinero posible en sí mismo con tal de dárselo a sus ahijados, Goytisolo se empeñó en salir de la clínica al cabo de dos días. Los médicos se negaban, porque padecía insuficiencia respiratoria y flebitis. Y además, sufría unos dolores espantosos a causa de la rotura del fémur. Sin embargo, se marchó del centro. Y esa misma noche, en su hogar, quedó al borde de la muerte. El embajador de España en Rabat, Ricardo Díez-Hochleitner, y la cónsul honoraria de Marrakech, Khadija Elgabsi, lograron que la clínica lo readmitiera, aun sin pagar la garantía. Quienes lo vieron salir aquella noche de casa en camilla por los callejones de la medina aseguran que iba más muerto que vivo.
Carta del autor de 'Señas de identidad', firmada en abril de 2014, que empieza así:
Carta del autor de 'Señas de identidad', firmada en abril de 2014, que empieza así: "Mi decisión de recurrir a la eutanasia a fin de no prolongar inútilmente mis días obedece a razones éticas de índole personal”.
Goytisolo solo aguantó tres días en el centro médico. Sin embargo, lograron convencerle para que tratarse sus enfermedades con el seguro en España. Llegó a Barcelona en abril de 2016 y permaneció un mes internado. Varios amigos, miembros de su familia española, como su sobrina Julia —musa del poema Palabras para Julia, de José Agustín Goytisolo— y empleados de la agencia literaria Carmen Barcells se turnaron para cuidarlo en el Hospital de Barcelona y en un centro de rehabilitación. Con todo, él quiso regresar a Marrakech.
Estuvo varios meses con la movilidad bastante reducida. Y el 18 de marzo de 2017 sufrió un ictus cerebral. Entró por urgencias en la Clínica Internacional de Marrakech. “Los médicos me dijeron que lo más probable era que muriese a lo largo de la madrugada”, relata la cónsul honoraria de Marrakech, Khadija Elgabsi. “Sin embargo, por la mañana recobró la conciencia y me pidió hablar con su amigo José María Ridao”. Contactado por teléfono en París, el escritor y diplomático comenta que Goytisolo estaba un poco desorientado esa mañana. “Me contó lo mal que lo había pasado. Hablaba con una leve dificultad, pero su voz era firme”.
Una vez más, Goytisolo decidió marcharse. Dejó el hospital a los tres días, contra el criterio de todos los médicos. Dos días después de llegar a casa perdió el habla y a los cuatro, la capacidad de moverse. En la madrugada del pasado domingo falleció. Su compañero Abdelhadi nos explicaba horas después en su casa: “Últimamente tenía dificultades para respirar. Pero murió tranquilo, en su cama”.
Este es el drama que cargaba sobre sus espaldas el hombre ataviado con corbata verde a rayas que el 23 de abril de 2015, durante la lectura de su discurso, preguntó: “¿Cuántos lectores del Quijote conocen las estrecheces y miseria que padeció [Cervantes], su denegada solicitud de emigrar a América, sus negocios fracasados, estancia en la cárcel sevillana por deudas, difícil acomodo en el barrio malfamado del Rastro de Valladolid con su esposa, hija, hermana y sobrina en 1605, año de la Primera Parte de su novela, en los márgenes más promiscuos y bajos de la sociedad?”.
Goytisolo logró reparar, al menos, la injusticia social que padecieron todos los miembros y ancestros de su tribu, condenados a la pobreza y el analfabetismo. Hoy, Jalid ha concluido un ciclo de formación profesional, Rida estudia cine en Marrakech y Yunes ha terminado este mes en Francia una carrera de ingeniería.

«Campos de Níjar» una novela de Juan Goytisolo








Título: «Campos de Níjar» una novela de Juan Goytisolo

Ramón Fernández Palmeral

Autor: “Tras los pasos de Juan Goytisolo por los campos de Níjar” 



Me agradó leer  «Campos de Níjar», (1959),  por su crítica social y su denuncia valiente de la extrema pobreza de Almería de aquello años de posguerra. No sé cómo Goytisolo pudo salvar la rígida censura franquista de aquella época. Me gustaba leerlo en 1983 porque me hablaba del lugar donde yo vivía en la pedanía de San José (Níjar). Aún no estaba construido el actual puerto deportivo. La mayoría de la gente seguía dedicándose a la pesca y a la construcción de chalets, antes de que  declararan la zona como Parque Natural del Cabo de Gata- Níjar. Hoy en día la biodiversidad del Parque corre peligro por la masificación turística.

Todavía, al releer la novela de Juan Goytisolo porque me evoca maravillosos días donde había vivido uno años felices, pescando a la luna llena besugos con el volantín. Con las relecturas fui descubriendo errores de situación de pueblos, parajes y distancias kilométricas imposibles de recorrer andando en una jornada, y palabras inusuales en el vocabulario del Cabo.  Para mí, personalmente, a pesar de que tiene un rico léxico y muy buenas descripciones del paisaje y es una crónica-denuncia arriesgada en pleno franquismo, tiene muchos méritos, no es un libro redondo, le falta profundidad en los personajes descritos, habla un andaluz macarrónico, y el final está escrito muy a la ligera.  Quizás el excesivo aprecio sobre este libro, se deba al  hecho de que la literatura almeriense haya sido huérfana de autores indígena, nula o casi nula en la recreación de lo propio y autóctono, y ha propiciado  que los almerienses se hayan agarrado como un pulpo a una roca a una firma conocido actual como es la indudable, famosa y reconocida de Juan Goytisolo, con quien la literatura de Almería tiene una deuda contraída.   Apenas existen novelas cuya trama se desarrolle  en Almería o su entorno. No hay editoriales públicas, sino el Instituto de Estudios Almerienses y la Universidad que publican a su capricho.   El poeta gallego José Ángel Valente al residir aquí también levantó el nombre literario de Almería y se organizó un premio literario con su nombre.

También es verdad que la falta de una Universitaria en Almería, que siempre dependió de la de Granada, no propiciaba la vida literaria de la ciudad.   El Colegio Universitario se creó en 1972, en la Cañada de San Urbano y no es hasta 1987 cuando formalmente se crea la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Agrícola por Decreto 209/1987 de 26 de agosto del Gobierno de la Comunidad Autónoma de Andalucía, con titulaciones: Diplomado en Informática e Ingeniero Técnico Agrícola. Que no debe ser entendido como eje promotor de energía literaria, sino de ciencia práctica.  Y es que el almeriense, por regla general, aborrece los libros. Yo no he encontrado en Almería y ni en su provincia una página web (existen muy pocas) donde poder publicar este ensayo literario, ellos van por los intereses reales del vil metal, por caminos de la necesidad del cuerpo y no del espíritu literario. Desde aquí mi reconocimiento a la web Almería Medio Ambiente y a su director José Javier Matamala García.

Como buen conocedor de la comarca de Níjar, y tras una atenta lectura de la obra de Goytisolo me he propuse seguir los mismos pasos que diera él por un paraje de hermosa fragilidad, extenso, desértico y tan sumamente primario y peculiar como es el Cabo de Gata-Níjar.  Reconstruí el viaje de cuyo estudio de campo comparativo, análisis e investigaciones escribí «Tras los pasos de Juan Goytisolo por los Campos de Níjar», y saqué mis propias conclusiones y, además me permití añadir datos paralelos a la obra, con datos actuales de Almería como una forma de ampliar conocimientos y obtener una visión paralela de una realidad: el progreso económico actual de Almería. La contraportada del ejemplar que yo poseo indica: «Campos de Níjar» es el relato de uno de los viajes del autor a las más desheredadas tierras del sur de España. Por ello, uno lo entiende como un libro de viajes cuando no lo es. También he analizado ese rico léxico del libro que, muchas veces, nos detiene en su lectura y nos obliga a mirar en el diccionario,  para lo que he recopilado un vocabulario de aquellas palabras que a mí, particularmente, me parecen arcaísmos y además me eran desconocidas cuando los leí por primera vez. 

La reseña de «Campos de Níjar» en la Enciclopedia de la novela española, Rafael del Moral, prólogo de Andrés Amorós, Planeta, Barcelona, 1999, dice: «A medida que pasa por los lugares, el viajero expone lo que va encontrando: niños que trabajan desde edad temprana, emigración, humillación sistemática ante el narrador (que es considerado como superior), apatía, y escasez de actividades laborales. La gente que describe está acuciada por la necesidad y sobrevive en medio de diarias contrariedades, salvo el rico don Ambrosio, que, orgulloso de sus orígenes castellanos [de Valladolid] es la excepción».  El viajero-narrador es propenso a insistir en describir un paisaje desértico, pobre y árido, pero de reconocida y singular belleza, en consonancia con sus personajes, hijos del paisaje, inscritos en la voracidad de la escena, con un lenguaje llano, sin pretensiones literarias ni virtuosismos destacables, salvo el vocabulario de nombres, de plantas autóctonas y léxico agrario más castellano que andaluz.
  
Con el tiempo fueron creciendo mis dudas, fui acumulando muchas preguntas sobre el viaje real a Almería de Goytisolo en el cincuenta y siete, sin querer me nacían sospechas y me entraban ganas de comprobarlo pero no hallaba el momento, hora, y gracias a esta maravillosa enciclopedia global que es Internet, he tenido acceso a una publicación en «El País», jueves, 19 de febrero 1990, nº 657, titulado « ¡Quién te ha visto y quién te ve!» (es una proposición no una pregunta). Se escribe sin acentos «Quien te ha visto y quien te ve y sombra de los que eras», es también el título del auto sacramental de Miguel Hernández publicado en «Cruz y Raya» 1934 la revista de José Bergamín),  en el que escribe Juan Goytisolo:
      «En el verano de 1957 atravesé por primera vez la comarca almeriense de El Ejido. El alquitrán de la recta que la mediaba era como el filo de un evanescente cuchillo: una línea estrecha, emborronada por la calina, sojuzgada por un sol implacable; paisaje huérfano, pedregoso, de tierras áridas y arbustos mezquinos. Unos pocos edificios de una planta bordeaban la carretera: puestos de venta de alfarería y cerámica, dos o tres ventas, casuchas enjalbegadas, algún almacén primitivo. Recuerdo que al detenernos Monique Lange y yo, con nuestro diminuto Renault, los parroquianos de un ventorro acudieron a saludarnos: un coche con matrícula extranjera y conducido por una mujer no era pan de todos los días.»

Estas respuestas confirmaban mis dudas y sospechas de que el viajero y narrador de «Campos de Níjar», no había pasado tres días en la comarca como vagabundo viajero, caneando, caminando o haciendo auto stop, como escribe en la novela, porque allí los kilómetros parecen más largos de lo normal, sino que había pasado, eso sí de puntillas y en coche, y sospecho además que  luego gracias a un plano como escribe en la página 112 se orienta sobre el terreno, luego inventó unos diálogos posibles o casos leídos en prensa de gente de la comarca, con cuya documentación organizó una novela corta de crítica social y no un libro de viajes, que es lo que hemos de tener claro, no hay reportaje ni crónica. Y es que el viajero narrador se contradice en el tiempo real de la novela, por ejemplo en la página 121 nos dice: «Revivía los incidentes de mis tres días [72 horas] de viaje y la idea de lo que no había visto todavía», luego en la página 129 nos dice: «Treinta y seis horas del después, lavado y afeitado como Dios manda, retiré el equipaje de la consigna y cogí el coche de Murcia.»  Con estas confusas anotaciones no sabemos el tiempo exacto, por un lado dice que está tres días y por otro que un días y medio 36 horas. Hemos de decantarnos por los tres días, porque sale por la mañana de un indeterminado día de Almería hacia Rodalquilar y Níjar, donde aquí hace noche, luego se va a Cabo de Gata y también hace noche, marcha hacia San José, La Isleta, Las Negras, Carboneras y regresa a Almería, donde se supone que también hace noche, y al día siguiente se macha hacia Murcia en el autobús de línea, por donde había venido. O sea, que duerme tres noches, y en realidad sale de Almería al cuarto día, ya que dice «después de lavado y afeitado», y esto sólo se puede hacer en una pensión, salvo que se diga lo contrario.

«Campos de Níjar» es una de las que más fama y dinero le ha dado a su autor, se realizó un documental de este viaje para la televisión, con el mismo nombre en 1984 por director sevillano Nonio Parejo & Asociados.  En la novela neorrealista social, suele privilegiar la cuestión del tema político, la problemática social, la guerra civil y sus secuelas; y olvida, en general, otros aspectos fundamentales de la novela como la intriga o el argumento. Eran tiempos en los que los escritores de la generación del cincuenta no podían hablar desde el punto de vista de los derrotados como víctimas, sino como rojos malos, o sea,  los malos de la película en una guerra incivil eran los llamados rojos, luego bandoleros o huidos a la sierra, para pasar a ser considerados como guerrilleros antifranquistas.  Por ello, estos autores son pioneros en una estética de renovación estética hacia el cambio social.  No es hasta «Luna de Lobos» (1985) de Julio Llamazares cuando se empieza a hablar de los maquis como víctimas, como perseguidos en la sierra por la Guardia Civil de la leyenda negra y el tricornio acharolado del que ya había escrito un romance Federico García Lorca en 1928 cuando entran en la ciudad de los gitanos como un feroz ejército de Herodes para buscar y prender a Antoñito el Camborio. Fueron tiempos muy duros del teniente general directos de la Guardia Civil, Camilo Alonso Vega tan temido por sus subordinados como por los maquis. Lucha de guerrillas que finalizó con el abatimiento del último maquis Antonio Sánchez Martín, apodado El Lomas, en Frigiliana en día de San Sebastián de 1952.

sábado, 10 de junio de 2017

Libro: Cartas a Juan Gil-Albert. Epistolario selecto. María Paz Moreno y Claudia Simón


Ayer tarde día 9 de junio 2017, se celebró la presentación del libro "Cartas a Juan Gil-Albert. Epistolario selecto", de María Paz Moreno y Claudia Simón (sobrina-nieta de Juan Gil Albert). El diseño de la cubierta es de Aurelio Ayela, el cuadro de la portada que es del pintor Enrique Climent (Valencia 1897-Méjico 1980), figura en la solapa. Son 150 cartas de 22 remitentes distintos, ordenadas por orden alfabético del primer apellido de los remitentes.
Presentó ampliamente el acto José Ferrándiz Lozano, gran conocedor de la vida y obra de quien da nombre al Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, del que de director.  Alfonso Guerra fue un gran redescubridor de Juan Gil-Albert, que algo tuvo que ver con lo de dar nombre al Instituto cuando fue vicepresidente del Gobierno de Felipe González (PSOE), pero no hay contancia se ello. El Instituto lleva su nombre desde 1984.
Una magnífica edición del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert. Diputación Provincial de Alicante. Imprime Banúls Impresores S.L. ISBN: 978-84-7784-704-5.  de 2016. 240 páginas.
Ramón Palmeral.



Título: CARTAS A JUAN GIL-ALBERT
  
Por Ramón Fernández Palmeral


El pasado viernes 9 de junio asistí a la presentación el libro «Cartas a Juan Gil-Albert»  en el salón de acto del Instituto Alicantino de Cultura de Alicante que lleva el nombre del escritor (Juan de Mata Gil Simón (Alcoy 1904- Valencia 1994), el apellido Albert era el segundo de su padre que se lo agregó y quedó con el compuesto Gil-Albert. Era el mayor de cuatro hermanos. Un poeta y escritor, poco conocido porque apenas figura en los libros de textos, a nivel nacional, y aún menos desde que el Estado pasó las competencias de Educación a  las Autonomías. Entiendo que un escritor llega a ser clásico por dos razones, primera porque su discurso se mantiene actual y vigente, y segundo porque se estudia en clase como me respondió un profesor a mi pregunta de ¿quiénes era los escritores clásicos?

Juan Gil-Albert perteneció al consejo redactor de «Hora de España» de Valencia durante la guerra civil, donde conocería a la filósofa María Zambrazo en la redacción  (quien a los ocho meses de iniciarse la guerra regresó desde Chile junto a su marido el diplomático Alfonso Rodríguez Aldave para ayudar a la causa republicana). Participó en la «Ponencia colectiva», junto a otros poetas como Miguel Hernández que fue leída durante el II Congreso Internacional de Escritores para Defensa de la Cultura en 1937 en Valencia. Tras la guerra civil se exilió en Francia, México y Argentina, en 1947 regreso a Valencia, pero hubo de mantener otro exilio interior, y silenciar sus actividades intelectuales durante la República.

Realizada este brevísima introducción de la figura de Juan Gil-Albert, os comento queridos lectores, que la presentación del libro «Cartas a Juan Gil-Albert», se inició a las 19.30, horas prevista, por José Ferrándiz Lozano, director del Instituto del mismo nombre desde 1984, que sin leer, lo que siempre es de agradecer, nos presentó a las investigadoras y autoras el libro: Mari Paz Moreno y Claudia Simón (sobrina nieta del poeta). Entre otros temas dijo que Alfonso Guerra fue un gran redescubridor de la obra «gilalbertina». O que en los años veinte Juan fue a Madrid a conocer al gran prosista alicantino Gabriel Miró, pues Juan lo consideraba uno de sus  maestros, entre ellos a Valle-Inclán y Azorín, del que en el libro presentado hay una carta en la página 37 de fecha 7 de abril de 1966 (un año antes de fallecer).

Seguidamente intervino Claudia Simón Aura que habló del archivo de su tío en la Biblioteca Valenciana, que es donde se encuentra su legado. Nos alumbró que cuando Juan regresó de su exilio traía una maleta llena de cartas, fotografías, artículos, y recortes de prensa que hablaban sobre él, u otros de interés literario.

Le siguió MarÍa Paz Moreno, coautora, profesora de la Universidad de Cincinnati, que nos habló del largo proyecto de este libro y de su complejidad para lograr la autorización de los remitentes de las 150 cartas de 22 autores distintos, porque como sabemos la propiedad intelectual de las cartas son del remitente, no del destinatario. Entre los remitentes de cartas figuran: Vicente Aleixandre, Azorín, Jorge Guillén, Ramón Gaya, María Zambrano, Rosa Chacel, Rafael Dieste, Salvador Moreno, Concha de Albornoz, Jaime Gil de Biedma y Carmen Martín Gaite…; y de gran amigo mexicano Guillermo Sánchez (Tobeyo), y del compositor y pintor mexicano Santiago Moreno. Un gran libro que se compone de 240 páginas, editado por dicho Instituto y es de gran interés para conocer la vida intelectual de la época.

Por allí estaban Joaquín Santo Matas y José Agustín Gilabert Ortega, entre otros, que llenaban la sala.

Ramón Fernández Palmeral
19 de junio de 2017