sábado, 3 de junio de 2017

Joseph Roth por Antonio Muñoz Molia. El País

Joseph Roth, el patriota de los hoteles

El austriaco no solo escribía sus artículos a toda prisa en agobios de última hora que se convertían en rachas de inspiración. También sus novelas más ambiciosas las escribió así


Durante la mayor parte de su vida adulta, Joseph Roth vivió en los hoteles y escribió en los periódicos. La vida en el hotel equivale en su provisionalidad a la escritura en el periódico. En el hotel se vive unos días o unas semanas y no se tiene más equipaje que el que cabe en una maleta. Lo que se escribe para el periódico se hace con cierta rapidez, durante periodos tan breves como estancias de hotel, y una vez publicado deja de existir de inmediato. Viviendo en hoteles de ciudades europeas durante toda la segunda mitad de su vida, Joseph Roth tenía una continua sensación de precariedad que se le fue agudizando con la pobreza y con la proximidad creciente de una catástrofe que él había sido uno de los primeros en vaticinar. En los primeros años veinte, en un artículo sobre un balneario para turistas en el Báltico, ya se fijó en las banderas con esvásticas que empezaban a ondear sobre las quintas y los paseos marítimos. Escribiendo en los periódicos a destajo, con las urgencias y los sobresaltos habituales del medio, sentiría que su vocación literaria no llegaba a cuajar en un proyecto sostenido. Uno imagina que las grandes novelas son el resultado de la calma y de la lentitud: los novelones majestuosos que publicaba, por ejemplo, Thomas Mann por aquellos mismos años en los que Joseph Roth vivía y escribía a salto de mata, de hotel en hotel, con la prisa de la hora de cierre, con la alarma de encontrar un teléfono desde el que dictar un artículo, o una oficina de teléfonos abierta, o una estafeta de correos desde la que enviar las páginas recién escritas en un sobre con un sello de urgente.
Pero no eran solo artículos lo que Joseph Roth escribía a toda prisa, en agobios de última hora que se convertían de pronto en rachas de inspiración. También sus novelas, incluso las más ambiciosas, las escribió así, y las vio primero no el papel y en la tipografía respetables de los libros, sino en las hojas como sábanas de los periódicos de entonces, los que se leían en el barullo de los cafés y no en el silencio de un cuarto de lectura. Lo escrito en las pocas cuartillas de una crónica y lo elaborado en la imaginación a lo largo de meses acababan desprendiendo un mismo clima de provisionalidad y derrumbe, de convulsión y desgracia, de paréntesis de serenidad y deslumbramiento en los que a pesar de todo se podían gozar las perfecciones de la vida.
Las novelas las escribía Joseph Roth con una unidad de inspiración y propósito, y los artículos, muchas veces, en el impulso de un momento. En el primer caso, Roth era consciente del libro que tenía entre manos. En el segundo, más o menos se dejaba llevar, con la liviandad de espíritu del que no siente que esté jugándose mucho. Pero la voluntad explícita controla una parte del trabajo mucho menor de lo que parece. Sin que Joseph Roth se diera mucha cuenta, aquellos centenares de artículos que fue escribiendo y publicando a lo largo de los 20 años de su vida peregrina por los hoteles, los que olvidaba o rompía una vez entregados, iban formando otro libro suyo, una crónica en varios volúmenes, casi tan extensa como otras novelas leviatán y novelas río de aquella época: la intrahistoria de la Europa descoyuntada que salía de la Primera Guerra Mundial y se dirigía hacia la Segunda, según Joseph Roth intuyó con fulminante desolación antes que nadie. En febrero de 1933, solo unos días después del nombramiento como canciller de Hitler, Roth le dijo a Stefan Zweig en una carta que aquella noticia era el anticipo de una monstruosidad que acabaría en otra guerra.
Un escritor muere y su obra cobra forma casi siempre con la ayuda de un editor apasionado: Michael Hoffman en el caso de Roth
Un escritor muere y la parte viva y desorganizada de su obra parece que cobra forma por sí misma, casi siempre con la ayuda de un editor apasionado. Poeta en Nueva York y el Libro del Desasosiego son libros más valiosos aún porque siguen haciéndose y modificándose según las lecturas de los investigadores. Michael Hoffman, que viene haciendo por Joseph Roth en el ámbito de la lengua inglesa algo parecido a lo que hace Miguel Sáenz con Thomas Bernhard en la española, lleva publicados varios volúmenes de artículos de Roth, entresacándolos de la edición alemana de sus obras completas. Lo hace con tal destreza, con tal conocimiento del autor, de su imaginación, de su mundo, que cada volumen adquiere la solidez de un libro soberano. No parece que Hoffman haya puesto juntos los artículos de Roth, sino que solo ha facilitado su agrupamiento natural, la atracción magnética de sus afinidades interiores.
Algunos de esos tomos —Los judíos errantes— los ha publicado Acantilado en español. El más reciente es en apariencia el más misceláneo, y quizá por eso el que yo prefiero, por el aire de libertad vagabunda que circula en sus páginas, incluso en las más sombrías. Se titula The Hotel Years, porque su hilo temático es ese, la vida en los hoteles, la trashumancia de un corresponsal de periódico todavía no malogrado por el desarraigo, justo en la época en la que los viajes se han vuelto mucho más accesibles y también más confortables para quienes pueden pagárselos. Entre 1919 y 1939 Joseph Roth anduvo de un lado a otro de Europa, con frecuencia muy bien pagado por grandes periódicos alemanes, residiendo en buenos hoteles, fijándose en todo, en los amputados de guerra que pedían limosna y en los potentados que se enriquecían con la especu­lación financiera, paseando por las grandes capitales donde ya había atascos de tráfico y anuncios luminosos, y también por los sitios más apartados y más extravagantes, los campos petrolíferos de Polonia, el palacio presidencial de Tirana, donde el presidente de la República, a punto de proclamarse rey con el nombre de Zogu I, le concedió una entrevista. Visitó la Rusia soviética pocos años después de la Revolución y los paisajes de escorias minerales del Ruhr sumergidos en los humos de las fábricas como en un crepúsculo perpetuo. A veces es como un Josep Pla igual de capacitado para la observación y la perspicacia aunque mucho menos para la indiferencia. Perteneció a la primera generación sometida a la burocracia patriótica de las fronteras, y por eso añoró más la benévola libertad de movimientos del imperio austrohúngaro. Perdido aquel país, ya no se asentó en ningún otro. Decía que ya solo los hoteles despertaban su lealtad patriótica.

jueves, 1 de junio de 2017

Comentario al libro "Cincuentenario de la muerte de Azorín", por Julio Calvet




(Julio Calvet, autor del artículo)






CINCUENTENARIO DE LA MUERTE DE AZORIN.



Se cumple en este año de 2017, el cincuentenario de la muerte de José Martínez Ruiz, Azorín. Este aniversario, concretamente, ha tenido lugar el día 2 de marzo, pues falleció en Madrid, en su domicilio de la calle Zorrilla 21, a las nueve treinta horas de dicho día 2 de marzo del año 1967, a consecuencia de “insuficiencia miocárdica”, tal y como dice la certificación del Registro civil del Distrito del Congreso de Madrid.
Se nos fue en aquella fecha quien con mayor pulcritud, escribió en la lengua española, en cuya custodia y conservación, participó como Académico de la Real Academia de la Lengua española desde 1924, en la que ingreso a propuesta de Armando Palacio Valdés, el escritor asturiano autor de “La hermana San Sulpicio”, del insigne cervantista de Osuna, Francisco Martínez Marín, y el vallisoletano Leopoldo Cano, autor de “La muerte de Lucrecia”, para ocupar el sillón de la letra “P”. Si el lema que circunda el escudo blasón de la Real Academia de la Lengua, dice “Limpia, fija y da esplendor”, en parte se lo debemos al escritor de Monóvar, de cuya muerte se cumplen cincuenta años.
Azorín es un increíble escritor: Los Pueblos, Castilla y la Ruta de Don Quijote”, son libros de los que me he ocupado en alguno de mis escritos. Hoy Azorín, languidece en su lectura. Sus libros, permanecen un tanto olvidados. Diríamos que no están de moda. Andrés Trapiello, nos ha llegado a decir que su obra ha amarilleado como aquellas fotos del pasado, “¡Que le vamos a hacer¡ Tampoco leemos a Berceo a diario. Azorín será nuestro Berceo moderno en el camino empedrado de nuestra literatura”.
No deja de tener razón el espléndido escritor en su libro, “Los Nietos del Cid”, pues hoy los escasos, si, escasos, lectores de libros que quedan, gozan más con los libros o novelas digamos en román paladino “de policias y ladrones”, o de “monstruos polifémicos”, o de “novela histórica”, re-inventando la historia, como si la historia no fuera más que hechos constatados; luego estarán los historiadores que no son mas que historio-opinadores.
Pero acaso no olvide, que frente a todo lo anterior, aun quedan, -y siempre quedaran-,  escritores luchadores en el tiempo y en el espacio, que no olvidan el escribir como  lo hizo el escritor alicantino, y le dediquen sus atenciones literarias. Y hasta su enorme recuerdo cervantino.
Y este es el caso, sin duda, de mi querido y respetado amigo Ramón Fernández Palmeral.  Hoy, cincuentenario de la muerte de Azorin, Palmeral, nos ofrece un magnifico libro que titula “Cincuentenario de la Muerte de Azorín”, en una magnifica impresión en Lulu/Franciaj, y en su primera edición de Mayo de 2017. Es un elenco admirable de sus artículos azorinianos, publicados en varios libros, revistas y blog´s en Internet. Y, cjomo nos dice en su Introducción, “En definitiva, mi intención es la de reunir mis artículos y aportar un recuerdo, a modo de homenaje de Azorín, en este cincuentenario de la muerte del universal genio de la Literatura castellana". Y, a fuer, que lo consigue. Del conjunto de su libro, creo que no me equivoco si afirmo que el que quiera conocer la vida y la obra de Azorín, debe leer este libro. Está todo lo que constituyo la vida de un hombre, que, justo es decirlo, tuvo mucha suerte en la vida, merecida sin duda, pues fue un constante luchador en sus ámbitos. Azorín, alcanzó como escritor y hasta como político, las más altas cimas de esta vida. Diputado a Cortes por Almería, Distrito Electoral de Purchena, y Académico de la RAE, como hemos recordado. Y pudo ser desde “anarquista” en su juventud,8 hasta conservador en su vejez, y tuvo hasta la suerte de vivir nada menos que 93 años, y morir, como nos recuerda Palmeral, completamente lúcido y preparado para irse a mas allá.
Yo,  tengo una anécdota que añadir. Como nos dice Palmeral, Azorín murió en siendo enterrado en la Sacramental de San Isidro, pero más tarde en 1990, sus restos mortales fueron exhumados para ser traídos a su pueblo natal, Monóvar, para enterrarlos nuevamente en su panteón familiar. Este traslado de los restos de Azorin, se realizaba en un traslado especial en ferrocarril, adaptado al efecto, y venían sus restos   acompañado de personajes literarios y ex_-políticos importantes. Creo recordar que venían, Camilo José de Cela, otros importantes escritores y también su amigo y albacea testamentario Ramón Serrano Súñer. Estaba prevista una misa de “corpore insepulto” de sus restos,  y el acto de su inhumación definitiva en cuyo acto,  se  leerían textos de Azorín, por los Académicos acompañantes. Como este acontecimiento fue difundido por los medios, tuve conocimiento de ello. En aquel momento yo era el Juez Decano y titular del Juzgado de 1ª Instancia e Instrucción de Elda, ciudad muy próxima a Monóvar, y con íntima relación. Me puse en contacto con el Ayuntamiento de Monóvar y fuí cordialmente invitado a compartir estos actos. Imagínese el lector mi entusiasmo y contento. Iba conocer a grandes escritores y asistir a este gran acto. Era un sábado por la mañana. Llegue a la Iglesia de Monóvar, abarrotada de gente. Me coloque en el último banco de madera de la entrada. Al poco, ante mi apareció el cortejo de personajes que portaban un féretro con los restos de Azorin. Comenzó la misa oficiada por el Sr. Obispo y varios sacerdotes. Empezó la homilía por el Reverendísimo Señor. La inició, alabando la figura de Azorin. El silencio era total. Y en eso, sonó, airadamente un pequeño aparato que yo llevaba sujeto en mi cinturón: el temido “busca”. La gente se volvió, y salí apresuradamente de la Iglesia. Aquel aparato,  te marcaba un número al que habías de llamar. Cuando inmediatamente lo hice, era del Juzgado y el Oficial de guardia me comunicaba que la Guardia Civil, y con su correspondiente “atestado”, había traído “a presencia”, esto es a la mía, tres detenidos para que cómo Juez de Instrucción competente resolviera sobre su situación personal (medidas cautelares, dicen ahora). Cogí mi coche, y marché a Elda donde a lo largo de la mañana, -declaración, resolución-, estuve ya todo el resto de la mañana y parte de la tarde. Era mi obligación, y no lo discuto, pero… Cosas de la vida, perdí la gran ocasión de mi vida literaria de haber compartido aquel día con aquellas grandes personalidades en una ocasión única. Y esta es mi anécdota. Tan cierta como la vida misma.
Bueno, me perdonara el lector y también mi amigo Palmeral, esta disgresión, pero es que Palmeral se refiere a este acontecimiento, -traslado de los restos de Azorín- en su magnifico libro.
Gracias Palmeral por tu libro. Gracias Palmeral por recordarnos a Azorín con tanta extensión y pulcritud. Gracias por recogerme mi comentario a tu viaje por la “Ruta de Don Quijote”, y gracias Palmeral, por tu afecto y amistad que compartimos.
Lean a Azorín. No olvidemos a los grandes. Son nuestros modelos. Alguien dijo que para saber escribir hay que leer antes, mucho. De ente estar lecturas no puede faltar Azorín. Ni tampoco Palmeral.

Alicante, 1 de junio de 2017.
JULIO CALVET BOTELLA.

lunes, 29 de mayo de 2017

Libros de Ramón Fernández Palmeral de venta en LULU y en AMAZON







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Definición de retórica

                                                      Semando romano. Ejercicio de la retórica



Definición de retórica
La retórica es una ciencia dela comunicación tanto verbal como escrita.

En principio, la retórica se ocupó de la lengua hablada, pero su saber trascendió al discurso escrito e influyó poderosamente en la literatura cuando la palabra escrita ganó prestigio en el régimen imperial en Roma, si bien el discurso escrito suele considerarse como una transcripción limitada o imitación estrecha del discurso oral. En la actualidad, la retórica ha vivido un gran resurgimiento y sus enseñanzas se utilizan en publicidad, la academia, la política, así como en la defensa de puntos de vista durante los juicios civiles, derechos civiles, indignados, manifesatciones, protestas. Por otro lado, gracias a las nuevas tecnologías audiovisuales podemos hablar de una retórica de la imagen, ya que mediante una imagen o vídeo podemos hablar sobre algo utilizando figuras retóricas (metáfora, metonimia, prosopopeya, personificación, etc.).
En hipanoamnerica existen consurso sobre retóica. 
Facultades de Derecho. 
La negociación.
 
La retórica ocupó un lugar importante en el sistema educativo antiguo y medieval, y hasta el romanticismo su significación fue crucial dentro de las disciplinas humanísticas.
Son tres procesos complementarios los que conformaban el aprendizaje de la retórica: el estudio de los preceptos, la imitación de modelos y la práctica personal.

Personificación de la elocuencia, grabado del siglo XV, probablemente de Ferrara, Italia.

La composición del discurso
La elaboración del discurso verbal y su exposición ante un auditorio, son aspectos que exigen la atención a cinco dimensiones que se complementan entre sí:
  • En cuanto a estructura lingüística, el discurso está conformado por la inventio, la dispositio y la elocutio;
  • En cuanto a actividad oral, el discurso está configurado por la memoria y la actio.
Inventio (o invenio)
La finalidad de esta fase es establecer los contenidos del discurso. El término inventio procede del latín invenire que a su vez procede del griego εὒρεσις que significa «hallazgo», pues de lo que se trata es que el orador seleccione, halle, en un repertorio prefijado de temas aquellos que son los más adecuados a su exposición. Se trata, mentalmente hablando, de invenire («hallar») en la memoria, llena de topoi o loci («tópicos» o «lugares» comunes) las ideas propias o heredadas de la sociedad en general, susceptibles de ser utilizadas en el discurso.
La tipología del tópico retórico incluye los siguientes elementos: persona, cosa, lugar, instrumento, causa, modo, tiempo, comparación y argumentación, a los que habrá que añadirse el tópico literario, en el caso de obras literarias.

Dispositio
Este término latino es una traducción del concepto de la retórica griega conocido como τἀξις que quiere decir «disposición». La finalidad de esta parte de la preparación discursiva es la organización de los elementos de la inventio en un todo estructurado. Son relevantes a este respecto el número de partes del discurso y su orden de aparición.
  • En cuanto a las partes, los discursos pueden presentar una estructura bipartita (en la que las dos partes mantienen una tensión recíproca dentro del conjunto) o tripartita (en la que se supone un desarrollo lineal con principio, medio y fin).
La estructuración tripartita, la más frecuente, consta de un exordium o parte inicial que tiene por objeto captar la atención (el interés o favor) del oyente (captatio benevolentiae) e indicar a este la estructuración del discurso; una parte media con narratio (exposición del asunto y tesis del orador al respecto) y argumentatio (con las razones que sustentan dicha tesis); y, finalmente, una peroratio o recapitulación de lo dicho con apelaciones al auditorio.
La estructura del discurso

DESMOSTRAR SEGURIDAD

El exordio busca hacer al auditorio benévolo, atento y dócil (atraer el interés del aula) Su función es señalizar que el discurso comienza, atraer la atención del receptor, disipar animosidades, granjear simpatías, fijar el interés del receptor y establecer el tema, tesis u objetivo.
La proposición es una enunciación breve y clara del tema que se va a tratar.
La división es la enumeración de las partes de que va a tratar el discurso.
La narración, desarrollo o exposición es la parte más extensa del discurso y cuenta los hechos necesarios para demostrar la conclusión que se persigue. Si el tema presenta subdivisiones, es preciso adoptar un orden conveniente (partitio o divisio). En la partitio tenemos que despojar al asunto de los elementos que no conviene mencionar y desarrollar y amplificar aquellos que sí conviene.
La argumentación es la parte donde se aducen las pruebas que confirman la propia posición revelada en la tesis de la exposición (confirmatio o probatio) y se refutan las de la tesis que sostiene la parte contraria (refutatio o reprehensio), dos partes que Quintiliano considera independientes, de forma que para él el discurso forense tendría cinco. La confirmación del empleo de argumentos lógicos y de las figuras estilísticas del énfasis. También es un lugar apropiado para el postulado o enunciado sin prueba, siempre que no debilite nuestra credibilidad, para lo cual hay que recurrir al postulado no veraz pero plausible (hipótesis), a fin de debilitar al adversario desorientando su credibilidad; lo mejor en ese caso es sugerirlo y no decirlo. Se recurre a una «lógica retórica» o dialéctica que no tiene que ver con la lógica científica, pues su cometido no es hallar la verdad sino convencer. Se funda más en lo verosímil que en lo verdadero, de ahí su vinculación con la demagogia. Para los discursos monográficos enfocados a la persuasión, convienen las estructuras gradativas ascendentes. En el caso del discurso periodístico, la tendencia del lector a abandonar al principio recomienda el uso de la estructura opuesta: colocar lo más importante al principio. La retórica clásica recomienda para los discursos argumentativos monográficos el orden nestoriano, el 2,1,3: esto es, en primer lugar los argumentos medianamente fuertes, en segundo lugar los más flacos y débiles y en último lugar los más fuertes.
La peroración es la parte destinada a inclinar la voluntad del oyente suscitando sus afectos, recurriendo a móviles éticos o pragmáticos y provocando su compasión (conquestio o conmiseratio) y su indignación (indignatio) para atraer la piedad del público y lograr su participación emotiva, mediante recursos estilísticos patéticos; incluye lugares de casos de fortuna: enfermedad, mala suerte, desgracias, etc. Resume y sintetiza lo que fue desarrollado para facilitar el recuerdo de los puntos fuertes y lanzar la apelación a los afectos; es un buen lugar para lanzar un elemento nuevo, inesperado e interesante, el argumento-puñetazo que refuerce todos los demás creando en el que escucha una impresión final positiva y favorable.
Los argumentos
Existen tres tipos de argumentos que pueden ser empleados en un discurso: los relativos al ethos, al pathos y al logos.
  • Argumentos ligados al ethos: son de orden afectivo y moral y atañen al emisor del discurso; son, en suma, las actitudes que debe tomar el orador para inspirar confianza a su auditorio. Así, debe mostrarse:
    • Sensato y fiable: esto es, capaz de dar consejos razonables y pertinentes.
    • Sincero: no debe disimular lo que piensa o lo que sabe.
    • Simpático: debe mostrar que está preparado a ayudar a su auditorio.
  • Argumentos ligados al pathos: de orden puramente afectivo y ligados fundamentalmente al receptor del discurso. Según Aristóteles, estos argumentos se basan en suscitar ira (ὀργή), calma (πραότης), odio (μίσος), amistad (φιλία), miedo (φόβος), confianza (θάρσος), vergüenza (αἰσχύνη), indignación (τὸ νεμεσάν), agradecimiento (χάρις), compasión (ἐλείνος) y envidia (φθόνος) por las virtudes de otro (ζήλος).2
  • Argumentos ligados al logos: argumentos ceñidos al tema y mensaje mismo del discurso; se entra aquí en el dominio propiamente de la dialéctica y se utilizan sobre todo los deductivos y los analógicos.
El orden de las partes puede ser naturalis o artificialis. El ordo naturalis es el que respeta la propia naturaleza del discurso sin alteraciones intencionadas o el que sigue la tradición; el ordo artificialis, por el contrario, altera el orden habitual de las partes (por ejemplo, empezar una historia no por el principio sino en un momento ya avanzado de la misma, esto es, in medias res).
Elocutio
La elocutio afecta al modo de expresar verbalmente de manera adecuada los materiales de la inventio ordenados por la dispositio. En la actualidad, la elocutio es lo que se denomina estilo.
La elocutio se manifiesta a través de dos aspectos: las cualidades y los registros.
  • Las cualidades elocutivas son tres: puritas, perspicuitas y ornatus.
La puritas es la corrección gramatical en la expresión lingüística, que busca, sobre todo, evitar el barbarismo o palabra incorrecta y el solecismo o construcción sintáctica errónea.
La perspicuitas es el grado de comprensibilidad del discurso, que se opone a la obscuritas.
El ornatus tiene por objeto embellecer el discurso con el uso de las distintas figuras literarias. Se trata del principal constituyente del ornatus pues en torno a él giran todos los elementos de la configuración estilística. Consta de dos formantes básicos: la elección de palabras (véase: tropos y figuras) y su combinación (compositio).
  • Los registros de la elocución (genera elocutionis) son modalidades estilísticas que dependen de la combinación de las cualidades elocutivas. Se pueden identificar varios pero tradicionalmente se habla de tres modelos básicos:
El genus humile o estilo llano tiene por objeto la enseñanza; se caracteriza por la puritas y la perspicuitas, y un ornatus poco desarrollado.
El genus medium o estilo medio pretende deleitar; se caracteriza por una mayor presencia del ornatus que en el anterior.
El genus sublime o estilo elevado busca conmover y las cualidades elocutivas están presentes en grado máximo.
La compositio
La compositio analiza la estructura sintáctica y fónica de los enunciados, esto es, sus constituyentes y sus distintas posibilidades de distribución en el discurso. Así, se distinguen la compositio sintáctica (centrada en la oración y sus partes) y la compositio fonética (centrada en la combinación de palabras en la oración por razones fonéticas).
  • La compositio sintáctica: se distinguen dos tipos de estilo: el estilo suelto o seguido y el estilo periódico o periodo.
La primera diferencia entre ambos es de tipo estructural y lógico-semántica: en el periodo existe una estructura periódica que presenta varias partes con autonomía argumentativa para cada una de ellas; en cambio, en el estilo suelto no existe esa estructuración, de forma que las ideas se suceden hasta llegar a la conclusión.
La segunda diferencia es de orden rítmico: en el periodo hay que tener en cuenta el numerus (el correlato en latín del metro en poesía, que se basaba en las cantidades vocálicas), mientras que en el estilo suelto esto es irrelevante.
Memoria
La memorización del discurso elaborado depende de dos tipos de memoria según los tratadistas clásicos: la memoria naturalis (la innata) y la memoria artificiosa, que implica una serie de procedimientos mnemotécnicos para facilitar el recuerdo.

Actio
También llamada pronuntiatio, se ocupa de la declamación del discurso, prestando atención a la modulación de la voz y de los gestos, que debe estar en consonancia con el contenido del mismo.
Los géneros oratorios
Existen tres géneros de discursos de oratoria: el genus iudiciale (género judicial), el genus deliberativum (género deliberativo o forense) y el genus demonstrativum (género demostrativo o epidíctico).3
  • El genus iudiciale es el que corresponde a las exposiciones realizadas ante un juez con el objetivo de acusar o defender, respecto de un asunto del pasado, una causa planteada en término de justicia frente a injusticia. Sus polos son acusación y defensa
  • El genus deliberativum es el que corresponde a los discursos pronunciados ante una asamblea; el orador pretende aconsejar o disuadir en términos de utilidad. Frente al género judicial, que se centra en acontecimientos pasados, el tema de los discursos deliberativos es cómo afrontar en el futuro un determinado asunto.
  • El genus demonstrativum se centra en individuos particulares a los que se trata de alabar o denostar ante un público; se ocupa de hechos pasados y se dirige a un público que no tiene capacidad para influir sobre los hechos, sino tan solo de asentir o disentir sobre la manera de presentarlos que tiene el orador, alabándolos o vituperándolos. Está centrado en lo bello y en su contrario, lo feo. Sus polos son, pues, la alabanza o encomio y el denuesto o vituperio.
Además de estos tres géneros, existen siete especies (εἲδη): la suasoria (προτρεπτικόν), disuasoria (ἀποτρεπτικόν), laudatoria (ἐγκωμιαστικόν), vituperadora (ψητικόν), acusatoria (κατηγορικόν), exculpatoria (ἀπολιγικόν) y la indagatoria (ἐξεταστικόν).4 Estas especies están presentes en los tres géneros. En el deliberativo, puesto que se busca convencer al auditoriο de una determinada tesis, las más frecuentes son la suasoria y la disuasoria. En el judicial, en el que hay que defenderse de acusaciones o realizarlas, predominan las especies acusatoria y exculpatoria y en el epidíctico, que sirve para reforzar los valores de una comunidad, la laudatoria y la vituperadora. Aunque predοminen más en determinados discursos, las siete especies están en los tres géneros. En un discurso deliberativo se puede utilizar la especie acusatoria y la vituperadora, por ejemplo, el político que propone una ley puede acusar a su rival de algo o hacerle un vituperio con el fin de desacreditarlo. De la misma manera, en el discurso judicial son frecuentes las especies vituperadora y laudatoria. Un caso muy conocido es el discurso de Cicerón Pro Archia Poeta en el que hay un extenso elogio de la poesía.
En la Edad Media se añadieron a los anteriores las llamadas artes: ars praedicandi (sobre la técnica de elaborar sermones), ars dictandi (o ars dictaminis, sobre el arte de escribir cartas) y las ars poetriae (preceptos gramaticales, métricos y retóricos para escribir poesía).

Los diez libro mas vendidos en la feria del libro de Madrid 2017

Como cada año, la cifra de ventas de ejemplares durante la Feria del Libro de Madrid es uno de los principales indicadores para conocer el estado de la industria del libro en España. Los medios suelen sacar en portada estos datos, pero también se hacen eco de las casetas en las que se forman las colas más largas para saber cuáles son los autores más solicitados.
En esta nueva edición que acaba de empezar, el autor de ‘Patria’, Fernando Aramburu, ha sido uno de los escritores que más ejemplares ha firmado hasta el momento. Y no es de extrañar. Su último libro es uno de los fenómenos de ventas de los últimos meses y así lo demuestran los datos: es el libro más vendido de 2017 en Internet en la división española de Amazon y de la Fnac, así como en la la tiendas online de El Corte Inglés y Casa del Libro, según los datos ofrecidos por las cuatro compañías a petición de EL PAÍS Escaparate.

En el segundo y tercer puesto del top 10 de los libros más vendidos en las tiendas online mencionadas –ver lista más abajo-, se sitúan, respectivamente, ‘Todo esto te daré’, de Dolores Redondo, y ‘El laberinto de los espíritus’, de Carlos Ruiz Zafón. “Creo que Ruiz Zafón tiene una comunidad fiel de seguidores. Como Dolores Redondo. Pero esa fidelidad también necesita alimentar la novedad. Si dejaran de publicar, la maquinaria ralentizaría su marcha hasta pararse”, opina el coordinador de libros de Babelia, Javier Rodríguez Marcos.

Del ranking, también cabe destacar la bilogía escrita por Elisabet Benavent, que con ‘La magia de ser Sofia’ y ‘La magia de ser nosotros’, ocupa el quinto y sexto puesto. “Es normal que venda mucho por Internet alguien con tanta presencia en las redes sociales dado que cuenta con la ventaja de este impulso. Son apenas dos golpes de clic”, dice Rodríguez Marcos.
Los éxitos de ventas de Benavent reflejan otra realidad de la lista: el 70% de los libros están escritos por mujeres. ¿Cuál es el motivo? “Hay más lectoras que lectores, es decir, más compradoras que compradores. Eso es algo que saben y que explotan las editoriales (empezando por sus premios literarios). En literatura el factor de la identificación del lector con el punto de vista de la voz narradora es fundamental”, explica Rodríguez Marcos. Aunque el periodista de EL PAÍS también atribuye esta tendencia de compra a que "las escritoras arriesgan literariamente más que los escritores, que están más pendientes de medirse con el canon, la tradición y lo que se entiende por literatura". "Ahora bien, la literatura arriesgada, la escriban hombres o mujeres no suelen entrar en las listas de libros más vendidos...", apostilla.

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¿Por qué los lectores son reacios comprar libros en Amazon?
Cuando te los llevan a casaa
Quizás al lectro el lusta abril, ocar y oler los libros.
O hace falan librerias de libros on-line