jueves, 11 de agosto de 2016

Juana la Loca, ¿víctima de una conspiración?



Durante casi 50 años, la reina legítima de España estuvo confinada en un palacio de Tordesillas: según algunos, víctima de una conspiración de sus parientes todopoderosos; según otros, a causa de una innegable enfermedad mental

Con su rostro ovalado, su nariz fina y delicada, piel clara y el cabello rubio, Juana de Castilla fue atractiva desde su niñez. También era inteligente, ya que aprendió latín y poseía notables aptitudes para la música, que sería uno de sus escasos consuelos a lo largo de una vida cada vez más trágica. Lejos de mostrar ningún indicio que llevara a pensar en su futura condición de «reina loca» de España, Juana parecía predestinada a convertirse en un brillante ornamento en la corte de algún insigne príncipe europeo.
Y así ocurrió en 1497 cuando, a los 17 años, se trasladó a los Países Bajos para contraer matrimonio con el archiduque de Austria, Felipe el Hermoso, heredero de las casas de Borgoña y Habsburgo. Los Reyes Católicos habían ideado una estrategia de alianzas matrimoniales en Europa con el propósito de rodear a su gran enemigo, la monarquía francesa, estrategia en la que Juana no era más que un peón. Pese a ello, y también a pesar de diferencias de carácter que dieron lugar a numerosas riñas, entre Juana y Felipe surgió un afecto intenso que se tradujo en constantes embarazos para la infanta, que acabó dando a luz a seis niños.

La boda de una princesa

El destino de Juana como archiduquesa y princesa en Flandes muy pronto se vio alterado por una serie de fallecimientos en el seno de su familia española. En octubre de 1497 murió su hermano mayor Juan, a los 19 años, según se dijo por sus excesos sexuales con su también joven esposa, Margarita de Austria; casi medio siglo después, el emperador Carlos V, hijo de Juana, advertiría a su vástago, el futuro Felipe II, que no debía cometer excesos en los primeros años de desposado porque aquello había matado al infante don Juan. Un año después falleció la otra hermana mayor de Juana, Isabel, casada con Manuel I de Portugal. Su hijo recién nacido, Miguel, quedaba como heredero de España y Portugal, pero murió antes de su segundo cumpleaños. De este modo, en 1500 Juana se convirtió en la única heredera de las coronas de Castilla y Aragón, por lo que su madre, Isabel, le imploró que regresara urgentemente de Flandes a España.

Sus arranques temperamentales eran del dominio público, pero se los consideraba un rasgo heredado de su imponente madre, también propensa a sufrir accesos de melancolía
Por entonces nadie cuestionaba la capacidad de Juana para reinar. Sus arranques temperamentales eran del dominio público, pero se los consideraba un rasgo heredado de su imponente madre, también propensa a sufrir accesos de melancolía. Los dones de Juana solían recibir exaltados elogios.
En 1501, el obispo de Córdoba, enviado por los Reyes Católicos como embajador a Flandes, informaba de que era «habida por muy cuerda y por muy asentada». Ese mismo año, el embajador residente de España había llegado a decir que «en persona de tan poca edad no creo que se haya visto tanta cordura».
En cuanto Juana y Felipe llegaron a España, la reina Isabel lo dispuso todo para que las Cortes de Castilla reconocieran a su hija como heredera legítima al trono. El archiduque Felipe, relegado ignominiosamente al rango de consorte, abandonó España seis meses más tarde, dejando a su mujer embarazada de su cuarto hijo, a quien se impuso el nombre de Fernando en honor de su abuelo materno. La intención de Isabel era que Juana la sucediese en Castilla como reina propietaria, con o sin el apoyo del archiduque; lo que no podía dilucidar de antemano era si tanto Felipe como Fernando el Católico –que legalmente era sólo rey de Aragón– aceptarían tal resolución.   

Primeras alarmas

Las Cortes de Toledo reunidas en mayo de 1502 marcaron un punto de inflexión en la vida pública de Juana, pues fue entonces cuando empezó a ponerse en cuestión su idoneidad para gobernar. Cuando la reina Isabel redactó un último testamento poco antes de su muerte, el 26 de noviembre de 1504, existían serias dudas en torno a la salud mental de Juana. Aunque Isabel la confirmó como heredera de sus reinos, en el documento añadía que si la reina Juana, «estando en ellos, no quiera o no pueda entender en la gobernación dellos», sería Fernando quien ejercería la regencia en su nombre. En un nuevo intento de impedir una posible usurpación por parte de Felipe de Habsburgo, la soberana subrayaba su condición de extranjero y prohibía expresamente que se asignara cualquier cargo civil o eclesiástico a personas que no fuesen naturales de sus reinos. Poco importa que, sobre el papel, la expresión «o no pueda» sea sólo una apostilla de Isabel la Católica: constituye la señal más sólida de que ahora la madre de Juana dudaba de la capacidad de su hija para gobernar.
Muchos estudiosos han sostenido que la presunta «locura» de Juana obedecía únicamente a una conspiración política masculina. Dado que suponía un obstáculo para que Felipe o Fernando ejercieran el control absoluto sobre Castilla, inhabilitarla satisfacía los intereses de ambos. Su trastorno mental, alegan, se exageró deliberadamente con objeto de hacerla inaceptable como soberana. Se ha argüido además que su conducta extravagante fue, en realidad, un intento legítimo de reafirmarse en un mundo dominado por los hombres. Esta línea de argumentación convierte a Juana en un exponente de todas aquellas mujeres que, en el transcurso de la historia, han sido excluidas injustamente del poder.

Comportamiento imprevisible

Existen, sin embargo, innumerables pruebas que sugieren que Juana de Castilla era efectivamente demasiado inestable para confiarle el gobierno. Muchas veces se ha argumentado que Juana heredó su locura de su abuela materna, Isabel de Portugal. Aunque no hay indicios suficientes para emitir un diagnóstico clínico, si nos limitamos a decir que Juana era excesivamente imprevisible para gobernar, entonces las evidencias de un comportamiento fuera de lo normal resultan abrumadoras. Lo cierto es que su actitud fue tan anómala que hasta sus últimos días su familia temió sinceramente que estuviera poseída por el diablo.
Existen innumerables pruebas que sugieren que Juana de Castilla era efectivamente demasiado inestable para confiarle el gobierno

Fue en los meses inmediatamente posteriores al abrupto regreso de Felipe a los Países Bajos cuando, por primera vez, Isabel dudó seriamente de las aptitudes de su hija para gobernar. El ferviente deseo de Juana por reunirse con su esposo chocaba con las intenciones de su madre de que aprendiera a gobernar. Las discusiones entre ambas mujeres tuvieron un grave efecto en la salud de ambas, hasta el punto de que la reina sufrió serios dolores en el pecho. Juana fue confinada en el castillo de La Mota,una espléndida construcción de ladrillo ubicada en Medina del Campo, donde se produjo un incidente singular y desconcertante. Según el relato de la propia Isabel, su hija Juana estuvo en el recinto exterior del castillo, descalza y sin ropa de abrigo, hasta las dos de la madrugada de una de las noches más frías del año. Con este gesto, Juana forzó a su madre a concederle una entrevista y, en última instancia, a permitirle partir hacia Flandes en busca de su esposo el archiduque, pero logró su propósito a expensas de su dignidad personal, una cualidad imprescindible en cualquier gobernante.
En junio de 1506 ocurrió otro incidente similar. Su esposo y ella habían vuelto a España en abril, dieciséis meses después del fallecimiento de Isabel la Católica. El 28 de junio, Felipe le comunicó que había firmado con su padre la concordia de Villafáfila, en la que se estipulaba que si la nueva reina no quería o no estaba en condiciones de gobernar, Felipe asumiría total autoridad y hasta continuaría siendo rey a la muerte de su esposa. Fernando se comprometió a retirarse a Aragón, aunque conservó la mitad de las rentas que reportaba a Castilla el Nuevo Mundo, así como pleno control sobre las órdenes militares. En un principio a Juana le habían indignado estas negociaciones, pero luego pareció no prestarles atención. En lugar de pronunciarse, sólo pidió recorrer los jardines del conde de Benavente, famosos por su colección de animales. Cuando hubo visto los pavos reales, Juana se alejó a la carrera hasta topar con la casa de una mujer, de oficio tahonera. Refugiada en la cocina, se resistió a salir pese a las súplicas de su esposo y a que la casa quedó rodeada por los soldados alemanes de Felipe.
Estas dos anécdotas arrojan luz sobre los trastornos mentales de Juana. Desde la perspectiva del siglo XVI, es irrelevante que definamos su dolencia como locura o como una forma severa de depresión posparto. Juana se había revelado incapaz de cualquier pensamiento estratégico. Su mente ya no podía ir más allá de las circunstancias inmediatas. Su única obsesión era sentirse libre, pero libre ¿para qué? ¿Para gobernar o para ser gobernada? Ni las murallas de La Mota ni la casa de la tahonera cerca de Benavente llevaban a ninguna parte.

La muerte de Felipe

La muerte repentina de Felipe el Hermoso, el 25 de septiembre de 1506, supuso sin duda un tremendo golpe emocional para Juana, embarazada de su sexto hijo. No se han podido verificar las historias macabras sobre su empeño en reabrir el féretro del esposo, mientras lo trasladaba de un pueblo a otro de Castilla, a fin de examinar sus restos, quizá para evitar que se extraviaran o fueran robados. Por el contrario, es importante concentrarse en los aspectos políticos de su reacción frente a la muerte del archiduque en Burgos. Al día siguiente, cuando el presidente del Consejo de Castilla fue a ver a la reina, la soberana en persona le abrió la puerta del palacio donde se alojaba, la llamada casa del Cordón, y le dijo que volviera más tarde. Cuando los miembros del Consejo se presentaron de nuevo tuvieron que perseguir a Juana por toda la casa y, finalmente, despachar a través de una reja que comunicaba la capilla con sus aposentos. Al negarse a tratar los asuntos urgentes, independientemente de que fuera por falta de interés o por enfermedad, Juana de Castilla había demostrado una vez más su incapacidad para el gobierno. De este modo, Fernando el Católico se hizo con las riendas del gobierno de Castilla, además del de Aragón. A su muerte, en 1516, tras la breve regencia del cardenal Cisneros, el primogénito de Juana, Carlos, sería proclamado rey sin atender a los derechos dinásticos de su madre, que quedaría confinada en el castillo-palacio de Tordesillas desde 1509 hasta su muerte.
La muerte repentina de Felipe el Hermoso, el 25 de septiembre de 1506, supuso sin duda un tremendo golpe emocional para Juana, embarazada de su sexto hijo.

Cuando llegó a Tordesillas, Juana estaba acompañada de su hija menor, la joven infanta Catalina, y no se hallaba lejos del cadáver de su marido, depositado provisionalmente en el vecino monasterio de Santa Clara. Sin embargo, su primer guardián se ponía cada vez más nervioso cuando ella se negaba a colaborar, y en 1516 el cardenal Cisneros lo destituyó por maltrato.
A mosén Luis Ferrer, que así se llamaba, le aterraba que la cautiva muriese estando a su cargo y admitió «haber usado de violencia en alguna ocasión para preservarle la vida, pues se negaba a tomar alimento». El segundo gobernador de la casa de doña Juana,  Hernán Duque de Estrada, era un hombre culto que la trató con mayor compasión. Escribió al cardenal Cisneros que, si se tenía algo de paciencia, a veces la reina era capaz de períodos prolongados de lucidez, aunque confesaba que «lo que no cabe dudar es cuánto conviene razonarla con amor, porque si se quiere torcer su voluntad por fuerza, todo se desbarata». 

Encierro de por vida

El más criticado en su función de guardián de Juana fue el marqués de Denia, cuya familia se encargó de vigilar a la reina hasta su muerte en el año 1555. Siguiendo órdenes de Carlos V, restringió a Juana el acceso a cualquier información políticamente sensible. Durante cuatro años no informaron a Juana de que su padre había fallecido. Denia apartó a la infanta Catalina del cuidado de su madre en 1525, y dos años después se llevó en secreto el ataúd de Felipe el Hermoso para sepultarlo en la Capilla Real de Granada.
En contra de la idea de una conspiración masculina contra Juana, cabe destacar el profundo apego que le mostró su familia. Entre 1535 y su muerte, la historiadora Bethany Aram ha calculado que recibió al menos dieciséis visitas de sus hijos y sus nietos, algunas de las cuales duraron varios días. Todos creían sinceramente que Juana sufría una enajenación, e incluso se sospechó que estuviera endemoniada.
Hacia el final de su vida, a su familia empezó a preocuparle que el alma de la reina estuviera en peligro. No quería comer, ni se peinaba, ni tan siquiera se aseaba o vestía y se negaba obstinadamente a oír misa. Desde 1534, su hijo Carlos había intentado en vano conseguir que se confesara. En 1554, Francisco de Borja, jesuita y antiguo conde de Gandía, fue enviado a Tordesillas por el futuro Felipe II con la misión de averiguar el porqué de su negativa a ir a la iglesia. El clérigo reprochó a la reina que viviera sin asistir a los oficios ni tener imágenes sagradas en sus estancias privadas, recordándole que su nieto era ahora rey de Inglaterra y subsistía el riesgo de que los protestantes de aquel país declarasen públicamente que su fe no difería de la de ella. Juana proclamó que las mujeres de la familia de Denia obstaculizaban  su vida religiosa y, tras acusarlas de ser «unas brujas empedernidas», demandó que fueran investigadas por la Inquisición.
Juana I de Castilla murió el Viernes Santo de 1555, a los 76 años, tras haber permanecido confinada casi medio siglo. Francisco de Borja atestiguó que sus últimas y balbuceantes palabras habían sido «Jesucristo crucificado, ayúdame». Juana luchó durante toda su vida para ser una buena hija, esposa y madre. Aceptó que enfermaba con frecuencia y que, cuando eso ocurría, era incapaz de gobernar sus múltiples reinos. El mayor tributo que puede rendirle la historia es reconocer sus debilidades.

Para saber más

Juana la loca, la cautiva de Tordesillas. M. Fernández Álvarez. Espasa, Madrid, 2000.
La reina Juana: gobierno, piedad y dinastía. Bethany Aram. Marcial Pons, Madrid, 2001.
«Felipe el Hermoso». Historia National Geographic, núm. 58.

Castillo Alto de Torrox.



 En el casco Alto o antiguo de Torrox se conservan restos de la muralla que perteneció al Castillo Alto. Debió estar situado en la parte más alta y dominante de Torrox, más o menos junto a donde se eleva hoy la Parroquia de la Encarnación (antigua mezquita). No hay documentos de la demolición de Castillo Alto, pero era frecuente abandono de los castillos de interior ya que después de reconquista no tenía utilidad práctica, sino que había que fortificar la costa que era por donde venían los ataques de los berberiscos, es decir, del «allén» de los mares. Las piedras de los castillos eran, por general, tomados por los vecinos para construir sus casas como si de una cantera se tratara.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Málaga en la antiguedad. Historia

MÁLAGA HASTA LA ANTIGÜEDAD

LA ENTRADA DE MÁLAGA EN LA HISTORIA

nombredemalagafenicioPodemos afirmar que Málaga y sus alrededores han estado ocupados desde la prehistoria, como prueba de ello tenemos importantes restos pictóricos, dólmenes en Antequera, cuevas como la de la Pileta, de Nerja, etc.
La capital de Málaga entra en la historia con la llegada a sus costas de los navegantes fenicios, aunque quizás pudo existir un poblado íbero.
Los fenicios son los que fundan en el siglo VIII en la desembocadura del rio Guadalhorce la colonia Malaka. Comenzó, por parte de estos comerciantes semitas, una interesada búsqueda de las riquezas naturales de la región y, con ella, una carrera de reconocimiento de nuestra geografía y de sus gentes.
En aquellos primeros contactos está el origen de una serie de leyendas, verdaderos enigmas de nuestro pasado más remoto, entre las que sobresalen los mitos de Tartesos y de la colonia griega de Mainake.

FENICIOS, PÚNICOS E IBEROS EN MÁLAGA

Muy cerca de Malaka, los griegos fundan una colonia llamada Mainake, la cual fue arrasada por los cartagineses, que dominaron la zona hasta el 206 A.C. Posiblemente, los motivos económicos que impulsaron a los marineros fenicios a establecer las numerosas colonias que aparecen en la costa malagueña, fueron muy numerosos; entre ellos, la abundancia de madera para su uso en los hornos de fundición, etc.
Entre las actividades económicas que estas colonias desarrollaron, hay que hacer referencia a las industrias pesqueras destinadas a la producción de púrpura y a la salazón; se llegó incluso a acuñar monedas. Nuestras tierras eran una frontera entre dos mundos: los colonizadores de la costa y los íberos del interior.
La segunda mitad del siglo VI es la transición entre las llamadas épocas fenicias y púnica, y cuando se abandonan la mayoría de las colonias fenicias de nuestra costa. La conquista de Tiro por Nabucodonosor en el año 573 convirtió a Cartago en la heredera del comercio fenicio. Los púnicos de Cartago crearon todo un imperio comercial en el que la costa meridional de España jugó un papel destacado.
En los siglos que van desde fines del VI a.C. al cambio de era, los territorios malagueños aparecen ocupados por dos tipos de gentes: los que habitan en la zona costera, denominados Libiofenicios, y los del interior, que los podemos llamar indígenas, íberos o turdetanos. Estas poblaciones quedaron rápidamente captadas por los romanos a comienzos de la segunda centuria y transformándose las más importantes en auténticas ciudades, con cierta autonomía, pero siempre bajo el atento control de los romanos.

LA CONQUISTA ROMANA Y LA NUEVA ORGANIZACIÓN DEL TERRITORIO

En los años finales del siglo tercero antes de Cristo, los romanos llegaron a estas tierras para luchar contra los cartagineses. La victoria romana supuso su presencia estable en el país y la incorporación, por tanto, a la órbita de Roma de toda esta geografía.
Los recién llegados unificaron a las gentes de la costa y del interior bajo el común poder romano; muchos itálicos se establecieron en las ciudades existentes, explotaron los recursos naturales y trajeron una nueva lengua, el latín, y unos usos y costumbres que cambiarían la vida de los pobladores existentes.
Los años que siguieron a la llegada de los romanos y la consiguiente expulsión de los cartagineses cambiaron de modo considerable el panorama de la región. En el año 197 antes de Cristo, el territorio Hispalense estaba dividido teóricamente en dos provincias, las tierras de la región de Málaga, como todas las del sur, se integraron en la Hispania Ulterior.
La ocupación de algunos lugares por los romanos, contribuyó a una expansión rápida de los conceptos e ideas de los mismos, a la vez que dio como resultado una diversificación y diferenciación socioeconómica. Es evidente, que todo ello tuvo su reflejo en las ciudades, aunque no supuso la nueva organización una ruptura con la tradición anterior.

LOS TERRITORIOS MALAGUEÑOS DURANTE EL ALTO IMPERIO

Al caer la República y advenir el nuevo sistema político del Imperio, los territorios de Málaga, que ya llevaban dos siglos ocupados por los romanos, quedaron repartidos administrativamente entre los cuatro conventos jurídicos en que se dividió la provincia Bética, recién creada por Augusto.
Al mismo tiempo, nuevas vías y otras antiguas mejoras facilitaban a sus gentes las relaciones con otros lugares. Málaga y otros centros urbanos de su región crecieron y recibieron nuevos estatutos jurídicos. Es de destacar, en el siglo I, el paso de ciudad federada a municipio de derecho latino. Esto se plasmó en la Lex Flavia Malacitana, promulgada en el año 81, parte de la cual se encontró en Málaga en 1851 en la zona del El Ejido. La Lex Flavia Malacitana, contenida en cinco tablas, aunque solamente se encontraron las que tienen las rúbricas 51 a 69, se conservan las originales en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y existe una copia de las mismas en el salón de plenos del Ayuntamiento de Málaga.
La zona más relevante de la ciudad romana sería localizada en los alrededores de la colina de la alcazaba, donde había un arco de triunfo, un teatro romano y mosaicos, de los cuales aún se conservan restos.
En lo referente a algunos aspectos sociales, como la vida espiritual, se encontraban algunas diferencias como consecuencia de su origen étnico. En cuanto a lo económico, la riqueza del territorio obedecía fundamentalmente a la agricultura de las zonas interiores y a la abundancia pesquera de las aguas que bañan el litoral. Entre los productos malagueños que alcanzaron fama debe destacarse el "garum".

EL BAJO IMPERIO. MÁLAGA BAJO EL DOMINIO DE BIZANTINOS Y VISIGODOS

A lo largo del siglo III y IV se produjeron grandes cambios que no sólo afectaron a la vida política o a la económica, sino, que llegaron incluso a invadir, el mundo de las creencias. Entre estos cambios destaca el fuerte desarrollo que tiene el cristianismo en tierras malagueñas.
La crisis que produjo la caída del Imperio romano debilitó la tradicional estructura política administrativa en que se había desenvuelto la vida malagueña durante siglos. En esta nueva situación, estos territorios pasarán a depender del dominio de Bizancio; durante un breve periodo de tiempo, Málaga fue la capital del territorio bizantino de Spania, hasta que son expulsados por los visigodos a comienzos del siglo VII.

martes, 9 de agosto de 2016

Absuelto el alcalde de Cómpeta Leovigildo López Cerezo, por supuesto delito de conceder licencias de obras y prevaricación

 
Absueltos el ex alcalde de Cómpeta, Leovigildo López Cerezo y tres concejales de su grupo del delito contra la ordenación del territorio del que venían siendo acusados por conceder licencia para construir cinco viviendas en una misma parcela no urbanizable.
También son absueltos el arquitecto municipal, el promotor de la obra y el arquitecto que contrató para este proyecto, en total los acusados se enfrentaban a penas por delito urbanístico que sumaban los diez años de prisión.
En su sentencia básicamente la Sala admite las tesis de las defensas de los acusados. La del promotor y el arquitecto que solicitaron la licencia para cada una de las cinco viviendas atendiendo a que el terreno estaba en el catastro como zona de olivar y la ley permite construir si el inmueble está ligado a una explotación agraria. Del arquitecto municipal que hizo un informe que no dejaba nada a las claras ni a favor ni en contra de las licencias y depositaba toda la responsabilidad en el pleno. Y al alcalde y los tres concejales que con el informe del arquitecto municipal y los datos del catastro podían conceder las cinco licencias pese al informe negativo de la Junta de Andalucía porque este no es vinculante.
El ex alcalde popular de Cómpeta, Leovigildo López acumula desde 2008 un total de cuatro sentencias condenatorias por prevaricación urbanística o administrativa.
La fiscalía de Medio Ambiente recurrirá este fallo.

Reseña del contenido del libro Historia de Torrox. Libro: "Reseña histórica de Torrox"










RESEÑA DEL LIBRO: "Reseña histórica de Torrox", por Ramón Fernández Palmeral  

  Torrox es uno de esos pueblo antiguos de la Axarquía malacitana que tiene una historia que se remonta a los fenicios, pasando luego a ser la ciudad romana de Caviclum, con los visigodos se llamó Ciudad de Arcos, en tiempos árabes “Turrush” (Torres) y de aquí en una oralidad que conocemos demo Torrox.
     Este libro es una reseña histórica que trata da aproximarnos al conocimiento de esta villa que fue reconquistada por los Reyes Católicos en 1485, posteriormente se obligó a los mudéjares (musulmanes en tierras de cristianos), a bautizarse, luego sometidos a un abuso de impuestos y extermino en la batalla del Peñón de Frigiliana de 1569, asesinados y los supervivientes hechos esclavos. Despoblado Torrox y los limítrofes  como Frigiliana, Cómpeta, Canilla de Aceituno, Sedella (Todo Bentomiz), fue repoblado por cristianos nuevos venidos de Córdoba, Jaén o de Castilla.
      Pero este libro reseña además los tiempos de las dos Repúblicas, la guerra civil, la posguerra y los maquis. Sin olvidar su industria azucarera, sus ricas pasas e higos, y el boom del turismo en los tiempos actuales, con una población de unos 16.000, incluido Torrox-Costa y El Morche y El Peñoncillo.
    No es Torrox un pueblo donde abundes historiadores, hombres de letras, o conservadores de documentos antiguos. Por ello este libro da las directrices para conocer someramente su historia con ilustraciones y fotografías, con la pretensión de dar a conocer a propios, residentes y forasteros, una historia que no puede ser olvidada.

domingo, 7 de agosto de 2016

Procesión de Nuestra Señora de las Nieves en Torrox. 6 de agosto 2016





3).-Familia Sevilla: Modelo de propietarios de Torrox



 3).-Familia Sevilla: Modelo de propietarios
  
   La primera referencia que tenemos del apellido Sevilla, es la Fernando de Sevilla, un terrateniente de Torrox quien figura como comprar del Convento de Nuestra Señora de las Nieves´en 1851, tras la desamortización de Mendizábal que lo comró en 1836 Gabriel García de Málaga.  Lo utilizó como almacén porque era cosechero y exportador de pasas y frutos secos a América por el puerto de Málaga. A la vuelta los arcos que ha había fletado (alquilado) para la exportación venían cargados de madera americana, y los desembarcaba en la Caleta de Vélez. El Francisco Sevilla se había casado la señorita Gaona,   tuvieron un hijo Esteban de Sevilla Gaona, este a su vez se casó con María Dolores Mira Mena, hija de otra  familia burguesa torroxeña los Medina de la Coba. Esta matrimonio era propietario de  cerca de noventa fincas, y tenía la casa de Mena en el pago de Montealegre, a unos cuatro kilómetros de Torrox, dirección Noroeste hacia el termina de Sayalonga. Esteba de Sevilla que seguí con los negocio de su padre. Fue quien mando construir la Casa de la Joya (hoy Juzgados de Torrox) en 1862 murió dividió las propiedades entre sus dos hijos: José y María, ésta se casó con el abogado sevillano Esteban Mira Mira, que heredó la Casa de la Joya entre otras fincas.
   Esteban Mira tenía gran amistad con el marqués de Larios. En la década de la filoxera de 1870 a 1880, la Casa Larios le hizo un importante préstamo y salió de la pérdida de viñas, pasas y vino.
    Esta matrimonio tuvo cuatro hijos: Esteban, José, Dolores y Nueves (las niñas murieron jóvenes). Esteban Mira Sevilla había nacido en 1882, en 1905 estudio en Madrid donde se licencio en Ciencias Químicas, pero regresó a Torrox para administrar sus propiedad.
     Los primeros meses del inicio de la guerra civil julio del 36  inicio el Torrox un caza de falangistas y gente de derechas, además de causar  destrozos en  propiedades por las milicias locales. Catorce de ellos fueron detenidos y algunos condenados a muerte. Otros como Esteban Mira Sevilla se ocultó en varios cortijos, un tiempo en el de Cristales, y otro en la sierra, en el cortijo del Daire, que tenía alquilado José Martín Pérez. Durante seis meses. Cuando en febrero del 37, entraron los nacionales salió Estaban de sus escondites.  Su hermano José que era médico murió ayuntamiento fallecido de una angina de fecho en 1935 (desconocemos si ejercía algún cargo).  Después pido su dimisión y se a vivir  Málaga y venía por temporadas a Torrox. Le sustituyeron Antonio Rico Mira (quince días), Rafael Sánchez Claros, Francisco Mira Castro
       (Datos resumidos de la trilogía La Caja de los Hilos. De Javier Núñez Yáñez).

Ramón Fernández Palmeral 

 Narciso az de Escivar
 Con tan solo 25 años (1884)  fue elegido diputado por Vélez-Málaga y Torrox, cargo que reiteró en otras ocasiones, llegando a ser vicepresidente y presidente de la Diputación de Málaga y representante por Málaga del Partido Democrático Monárquico de Segismundo Moret. Fue además Gobernador Civil interino de Málaga, delegado regio de Primera Enseñanza, cronista de la ciudad, vicerrector del Círculo Liberal y presidente de la Cruz Roja. También protegió la Academia de Declamación y Buenas Letras, de la que saldrían algunos reconocidos actores.