Urke Najálnik se llamaba, en realidad, Itzjok Farberovich. Había nacido
en 1897 en un pequeño poblado polaco, cerca de Lomye. En la casa de su
padre, un comerciante de buena posición, recibió la educación judía
tradicional. En 1910 fallece su madre. Pero cuando tenía 15 años (1912),
robó en su propio hogar y huyó a la ciudad de Vilna. Allí, cada vez
más, el mundo del hampa lo atrapa y debe cumplir condenas en diferentes
cárceles de Polonia (Desde 1927, a los 30 años de edad, en la prisión de
Ravich, cerca de la frontera alemana, por un intento de robo al Banco
Nacional de Varsovia). La condena era a 8 años.
La cárcel
El edificio de la prisión constaba de dos cuerpos: uno para presos
políticos y el otro para delincuentes comunes. Estos últimos podían
escribir todo lo que se les antojara, y los primeros podían hablar a su
gusto. De ese modo, el pintoresco director de la prisión, Pan Wrubel, se
aseguraba su propia tranquilidad. Hasta que un día, un delator le hizo
saber que el preso Urke Najálnik escribía día y noche, sin parar, lo que
ya resultaba sospechoso.
Con Urke no se podía jugar. Era un mocetón alto y fuerte y sus
puños infundían respeto. Pero el director tampoco podía dejar de
investigarlo.
Urke accedió a entregar sus cuadernos por las buenas. Con gran
sorpresa se pudo comprobar que contenían el manuscrito, en idioma
polaco, de su primera novela, titulada “La moral domina el Mundo”. ¡Un
delincuente opinando sobre moral! El director de la prisión no salía de
su asombro. Corría el año 1933 y Urke debía permanecer en ese sitio 2
años más.
Entonces entran en acción 2 nuevos personajes: el prestigioso
profesor Stanislaw Kowalski y el jefe mismo del gobierno polaco, el
Mariscal Józef Pilsudski.
La amnistía
El profesor Kowalski se encontraba casualmente en Ravich, y a
pedido del director de la cárcel leyó la novela. Más tarde recibió otra
del mismo autor, que llenaba 10 cuadernos. Se titulaba “La vida de Urke
Najálnik”.
Kowalski quedó asombrado por la riqueza de su lenguaje y por la
descripción de los hechos: choques, persecuciones, redadas y, sobre
todo, robos de toda especie. Entonces, por un lado, se puso en contacto
con una importante casa editora; y por otro, le envió una carta al jefe
del gobierno polaco, el Mariscal Pilsudski, en cuya legión había
combatido por la independencia de Polonia. En la carta, el profesor
Kowalski le pedía al Mariscal que amnistiara al preso, dado su
extraordinario talento, con el que podría enriquecer la literatura
polaca. Fue así como Urke Najálnik salió de la cárcel 2 años antes del
término fijado.
En libertad
Esa mañana, Urke llevaba consigo una novela inconclusa: “Muertos en
Vida”, acerca de sus años en la prisión. Y no sabía bien si salía en
calidad de escritor o de ladrón. El director de la cárcel lo sacó de sus
dudas. Al despedirlo, le hizo saber que una importante editorial
publicaría su obra “Vida de Urke Najálnik”, y que en el correo local
podía ya retirar un adelanto de sus honorarios; y le aconsejó que
observara buena conducta.
A Urke le era difícil decidir adónde encaminaría sus pasos.
Finalmente optó por Vilna, la ciudad a la que había huido después de
robar en la casa paterna.
En esa ciudad se convirtió en un frecuente visitante de la “
Biblioteca Municipal”, donde guiado por Jaim Lunsky, el bibliotecario,
leyó y estudió las principales obras de la literatura judía y universal.
Sus escritos ven la luz
Cuando las obras de Urke Najálnik aparecieron en las librerías,
causaron gran impresión y fueron comentadas en diarios y revistas.
Centenares de lectores aguardaban la aparición del cotidiano “Háint”
(Hoy), de Varsovia, que publicaba los relatos por entregas. El nombre de
Urke Najálnik estaba en boca de todos.
En Riga, la capital de Letonia, el primer libro publicado se tradujo al ruso y tuvo mucho éxito.
Mucha gente de prensa quiso entrevistar a Urke. Él le respondió
sólo a un periodista y, en pocas palabras, le dijo que: “Un escritor no
debía hablar, sino escribir”.
Urke vivía en una cabaña de madera, en las afueras de la ciudad,
cerca del bosque. Allí completó su novela “Muertos en vida”, comenzada
en prisión. La casa editorial la publicó de inmediato y cosechó grandes
elogios. Nuevamente, la prensa destacó el hecho de que un ladrón se
distinguiera por su talento literario. Pero sus colegas, los literatos
judíos lituanos, no se ocupaban demasiado de él.
Vida nueva
De la vida de Urke Najálnik en Vilna, nos han llegado testimonios
de sus colegas escritores, especialmente Shmerke Kacherguinski y Moishe
Knaphais. En la taberna de Zélig “báal toive” se bebía, se cantaba, y
reinaba más animación que en los círculos literarios. Zélig supo de las
hazañas de Urke Najálnik y le propuso “trabajar” juntos. Pero Urke le
dió a entender que había dejado el “rubro” y que ahora “ganaba bien
escribiendo libros”. Y era cierto: periódicos en lengua ídish de todo el
mundo comenzaban a publicar sus relatos. Pero los escritores judíos de
Vilna seguían opinando que a sus obras les faltaba profundidad, que sólo
servían para los periódicos...
Pasaba mucho tiempo en su casa, escribiendo. Durante el día
visitaba la “Biblioteca Municipal”. Se sentía muy solo. Hasta que un
amigo, Siomke Kahan, lo llevó a la Rampa Náutica del Club Macabi de
Vilna, a orillas del río. Allí conoció a Lize, una enfermera nacida en
el pueblo de Shnipechok que trabajaba en el Hospital de la Comunidad, y
al cabo de un tiempo se casaron. La boda no satisfizo del todo a la
familia de Lize, comerciantes de lino, que no alcanzaban a comprender
eso del “ex delincuente que escribe libros”.
En Varsovia
Ya con un pequeño hijo, Dóvidl, deciden irse a vivir a Varsovia,
que era el centro de la vida literaria. Se establecen en Otwotzk, un
lugar de descanso cerca de la Capital.
Urke comienza a frecuentar la Unión de Escritores, donde es
reconocido por sus colegas. Crece su popularidad, y decenas de miles de
lectores “devoran” sus obras en los libros y en los periódicos.
La resistencia
Cuando los nazis entraron en Varsovia, Urke buscó por todos los
medios organizar la resistencia. Él sabía escabullirse en el momento
justo y eludir las guardias. Varias veces ingresó en la capital para
entrevistarse con sus antiguos compañeros. Pero no consiguió que
reaccionaran.
Urke se proponía reunir a los delincuentes de antaño en una especie
de brigada que hostigara al enemigo. Y se encontró con que la hora no
había sonado aún...
Entonces habló con los dirigentes comunitarios sobre la posibilidad
de organizar grupos de jóvenes armados contra el invasor. Tampoco allí
obtuvo respuesta. Decepcionado, volvió a Otwotzk decidido a actuar por
sus propios medios.
Urke desaparecía por las noches, sin respetar el toque de queda. Al
cabo de un tiempo le contó a Lize que, con dos bravos jóvenes del
lugar, realizaba tareas de sabotaje, provocando el descarrilamiento de
los vagones ferroviarios.
Pronto los sorprendió una patrulla. Urke Najálnik y sus dos
compañeros fueron acribillados en las cercanías de la prisión de Otwotzk
(1941). Cuando encadenado lo llevaban a fusilar, aprovechó un descuido
de uno de los gendarmes para con las dos manos esposadas estamparle un
durísimo golpe en la cara y romperle los dientes. Los tres fueron
masacrados en el lugar.
Sobrevivientes de la Shoá afirmaron después, haber visto a Lize con
su pequeño hijo en el Gueto de Varsovia. Nada se supo de su posterior
destino.
Cabe destacar que Urke Najalnik no es el único escritor que comenzó
su carrera literaria como delincuente y luego alcanzó popularidad en el
mundo de las letras.
FrançoisVillon (1431 – 1463) fue ladrón. Los franceses lo condenaron
a muerte y fue ahorcado. El pueblo francés lo recuerda y es considerado
un clásico de la poesía de su país.
Jean Genet (1910 - 1986) pasó muchos años en la cárcel por actos
delictivos y luego fue consagrado como un gran dramaturgo del siglo XX.
Creo que Urke Najálnik merece, especialmente tomando en cuenta su
trágico final, ser recordado como un popular escritor judío, quien pudo
vencer graves debilidades. Sea esta nota una flor sobre su desconocida
tumba, al cumplirse 65 años de su trágica muerte.