EL CUADERNO NEGRO
A esta serie de mi cuerpo escrita, o partes
de mi mismo o pedazos de mi vida, le
llamo el “Cuaderno negro” porque empecé a escribir este diario o más bien dietario
donde en un cuaderno de patas negras –de la marca Moleskine, que me regalaron–.
Aquí puedo pergeñar mis ideas, o los acontecimientos más destacados del mundo,
en incluso los más nimios. Se inician las notas con la fórmula de fecha que es
la que utilizó Josep Pla para su “Cuaderno gris” que tanto éxito tuvo cuando
los publicó en 1966, pero ya era un famoso periodista catalán de Parafrugell, y
fumador de pulmones de acero. Escrito entre el 8 de marzo
de 1918
y el 15 de noviembre de 1919,
no sin antes sufrir un profundo trabajo de reescritura y reelaboración por
parte de su autor. La cuestión es que para que le intereses al público, lo
primero es ser famoso, como sucede con los superventas de los libro de algún
famoso de la televisión de “Sálvame”, o de otros programas, primero la fama y
luego el público lector.
Me gusta también leer a Azorín, el de Monóver, por su estilo, breve,
simple y sencillo, del que se aprende a recopilar los detalles del paisaje.
SESENTA
Y OCHO AÑOS
7 de mayo de 2015.- Hoy he cumplido 68 años (sesenta y ocho “con letra”
según las reglas gramaticales), pero tanto sea no una fórmula u otras, los años
no varías, y soy feliz. Y lo soy porque he llegado, cuando otras personas no lo
han hecho.
Vivimos mi mujer y mis dos hijos en
Alicante desde septiembre de 1990. Al principio vivimos unos años de alquiler
en calle Llisbert, y ahora en Astrónomo Comas Sola, en un piso en propiedad. A esta alturas de 1990, mis
hijos se fueron a vivir su vida y a sus pisos y sus trabajos de profesores de
la enseñanza.
Ahora Julia mi bellas y joven mujer.
Me gusta su nombre de Julia porque me recuerda el nombre de la mujer de Julio
César, emperador de Roma, mujer que no sé muy bien, quien fue, ni qué edad
tenía cuando le puso los cuernos con Cleopatra, la faraona egipcia, no la Lola
Flores. Y como estoy escribiendo a lápiz en mi cuaderno negro, no me voy a levantar
a busca en Wikipedia, quién era, y si se divorciaron o no, Cuando tú ahora,
amigo lector, los puedes hacer tranquilamente y aprender un poco de historia
clásica.
Como es mi cumpleaños me ha prometido Julia hacerme unas patatas fricas
con huevo –que es mi debilidad–, y de entremeses unos gambones –que son igual
que los langostinos pero un poco más grandes y rosados–. Y de postre me hará un
bizcocho relleno con cabello de ángel y rebozado con chocolate especial y unas
guindas enlatadas de la huerta murciana. Es mi premio por cumplir 68 años. Y es
un postre que ella me hacer des tiempo inmemorial, porque es mi preferido.
Además lo suelo bautizar con una copita de anís dulce la Castellana. Vendrán
mis hijos con las parejas y me cantarán el cumpleaños feliz. Seguro que mis
hijos satisfacen mi vicio y regalarán algún que otro libro.
–¿Te cantamos el cumpleaños feliz?
–Pues claro
que sí, me hace mucha ilusión que me lo cantéis a coro, y luego apagaré la
velas de un soplido inmenso, potente y alegre.
Las ceremonias me gusta, porque
qué sería la vida sin ceremonias y buenos modales.
Esta ciudad de Alicante es especial, mi
barrio de la plaza de la Viña es familiar, baja y si quieres te puedes sentar
en un bando, bajo el murmullo de la fuente y ponerte a hablar con Joaquín, con
Antonio, con Hipólito, con García. Todos son hombres más o menos de mi edad, y
son grandes entendidos en todas las materias, y sobre todo el política, pues
son atentos oyentes de la radio y de las noticias de la televisión.
Desde la terraza de la casa, que yo he habilitado como despacho, por el
ventanal veo la distraída plaza de la Viña, en esta fecha de la primavera lis
tilos y los ficus –de hoja pequeña– están verdes y otros árboles me enseñan su
copas con flores violetas. Es un mañana apacible, y no se mueve ni una hoja.
Los peatones pasan, y algunos perros arrastran a sus dueños, que son los que
mandan en casa.
Hace un temperatura que ya calorea, – si me permite la expresión–. Por
ello mi rodilla derecha, que es la que tengo protésica está tranquila y no me
duele nada, como si nada hubiera pasado este invierno con la guerra que me ha
dado por culpa de las altas y bajas presiones de los anticiclones y borrascas.
Por la galería de la cocina, donde mi mujer tiende las ropas a secas, me
asomo al ventanal y veo un paisaje de terraza y antenas de televisión, la campana de la iglesia de la plaza de
Magallanes –cuyo nombre no me acuerdo–, y a lo lejanos alumbrado por la clara
luz de amanecer, el elefante tendido del cerro de Foncalent. En las terrazas
más inmediatas, de la otra calle, hay ropa tendida desde hace meses, es siempre
la misma. Es como si la dueña se hubiera muerto y a no ha vuelto a quitar de
los alambres del tendedero. Supongo que hasta que los herederos no vendan el
piso, no se darán cuenta que la ropa sigue tendida y se está haciendo añicos,
por el sol, y los vientos, la lluvia y los relentes de la nocturnidades.
El día se presenta bien, por la tarde tengo que ir a una exposición que
se hace en la Asociación de Artistas Alicantinos, un espacio cultural, donde
además de exposiciones y ver fantásticas obras de arte de pintores alicantinos,
saludo a mis amigos: Rafael, Carlos, Fernando, Julio, Pedro, Antonio, Paco,
Emilia, Ana, Carmen, Asunción… y no sé cuántos nombres más porque somos 280
socios. Son mis amigos de la pintura. Son mi familia de la pintura. Son unos
discretos y educados amigos con lo que se puede chalar de todo y sobre todo. Un
suerte el tenerlos
Ramón Fernández Palmeral