(Tres retratos de Miguel, dibujos plumilla de Ramón Palmeral) |
75 años de la muerte poeta del pueblo: Miguel Hernández
Hoy 28 de marzo de 2017, se
cumplen los 75 años de la muerte de Miguel Hernández Gilabert. Numerosos artículos y entrevistas se están
publicando en prensa y en medios de comunicación, pero no siempre se está
diciendo la verdad:
Respecto al periodo
carcelario y muerte en Alicante he de puntualizar que ingresó en el
Reformatorio de Adultos de Alicante el 29 de junio de 1941, procedente del de
Ocaña, pero no llegó directamente sino que como la escolta de presos se
realizaba por ferrocarril, de Ocaña lo llevaron a la Atocha de Madrid para
hacer trasbordo, luego otro en Alcázar de San Juan, noche en Albacete y luego a
Alicante. Tras un periodo de aislamiento de veinticincos días, donde empeoró de
una anemia que tenía, lo llevaron a la celda nº 100 de la 4º galería. El 1 de
diciembre ingresó en la Enfermería por unos problemas estomacales, y se le
complicó su maltrecha salud que desembocó en una tuberculosis.
Miguel murió solo y con los
ojos abiertos a las 5:30 horas de un sábado el 28 de marzo de 1942, víspera de
un Domingo de Ramos, su compañero de cama Joaquín Ramón Rocamora (estaba allí porque
había sido operado de un ojos), estaba durmiendo después de haber estado casi
toda la noche a su lado, que es quien le incorporaba cuando hace falta y le
curaba las llagas, que apestaban. Los enfermeros no querían entrar de noche.
Los enfermeros de imaginaria eran Vicente Beneyto Luna y Blas Parreño Morell. Antonio
Ramón Cuenca era el encargado de
la limpieza de la Enfermería, a pesar de que el dijeron que la enfermedad de
Miguel era contagiosa, él le estuvo limpiando la zona de su cama hasta dos días
antes de su muerte, en unas condiciones pésimas, los médicos también eran
reclusos. El medico auxiliar recluso Ángel Payá, manifestó al Jefe del Servicio
que: «trataron de cerrarle los ojos, incluso él mismo intentó más tarde hacerlo
no habiéndolo conseguido por tratarse de un enfermo que tenía el hábito de
dormir con los ojos abiertos».
El médico Oficial Sr. José María Pérez Miralles redactó un
informe en suya prescripción dice que «no pudieron cerrarle los párpados por
los medios mecánicos corrientes, ya que en vida dicho individuo recluso padecía
un síndrome típico de hipertiroidismo con sus facies de terror (síntoma de
Kaus) con su triada de fijeza, insistencia y resplandor en la mirada» y en otro
párrafo añade que. «Su síntoma psíquico puesto de manifiesto en su producción
literaria y que encaja en lo que Pende llama “taquipsiquia” –viveza mental y
emotividad exagerada- típica de dicho síntoma». El Dr. José María Pérez
Miralles. Parecía más un médico psiquiatra que
un médico forense, que sería lo correcto después de muerto.
Lo
bajaron al sótano donde recluso Eusebio de Oca Pérez, minusválido y
maestro le hizo un dibujo de Miguel amortajado, cuyo hijo Julio (Petete) se
hacía pasar por Manolillo, para Miguel pudiera abrazarlo. No en las duchas del
sótano de le enfermería como aseguraban otros presos. Eusebio transcribió e
ilustró el cuento “El potro oscuro” de Miguel. Del 24 de septiembre, día de la
Mercede, patrona de la instituciones Penitencias, hubo jornada de reunión de
los familiares con los presos en el patio de la cárcel donde estuvo viendo y abrazando
a su hijo Manilillo, a Josefina Manresa, a Elvira, su hermana y a los hijos de
ésta Rosita y Paco.
A las
18.15 horas lo recogió el encargado de las Pompas Fúnebres. Sanidad no dejó que
vieran el cadáver, y lo trasladaron al depósito de cadáveres del cementerio de
la Virgen del Remedio en un coche de caballos acompañado por cinco personas
detrás en una tartana: Josefina Manresa, Elvira Hernández, Miguel Abas Miró
(que había pagado del ataúd), Ricardo Fuente y Consuelo una vecina. La familia,
no pudieron velarlo en el cementerio y lo hicieron en casa de Elvira en calle
Pardo Jimeno nº 15. Lo enterraron a las 10 de la mañana del día donde acudieron
varias personas venidas de Orihuela como Vicente, el hermano de Miguel, Justino
Marín, hermano de Ramón Sijé, y Eladio Belda, un industrial de Orihuela que le
dio 800 pesetas Josefina para el alquiler del nicho 1009 situado en calle San
Pascual de dicho cementerio. No vinieron los padres, pues el padre, que en
cierta manera conservador dijo: “Él se lo ha buscado”.
Ramón Fernández Palmeral
(Estudioso hernandiano, autor de Miguel Hernández, el poeta de las tres heridas)
28 de marzo de 2017