miércoles, 24 de febrero de 2016

Llegada de Cervantes a Esquivias (Toledo) en limite con Madrid por la parte norte. Catalina de Salazar


 
(Casa museo de cervantes en Esquivias)


“Sin Esquivias no hubiera existido el Quijote”. Con esta frase el famoso biógrafo Cervantino Luis Astrana Marín resumía la especial relación que tuvo Cervantes con el Lugar de Esquivias, y especialmente como su estancia aquí le pudo inspirar para escribir su obra más universal.

Llegada de Cervantes a Esquivias

La versión mejor documentada (y más probable) de la llegada de Cervantes a Esquivias es la de que acudió a este lugar, atendiendo a la llamada que le hizo Dña. Juana Gaitán, que era la viuda  (aunque ya había vuelto a casarse) del poeta Pedro Lainez. Dña. Juana Gatián, que pertenecía a una de las familias más influyentes de Esquivias, quería que Miguel la ayudase a publicar un Cancionero de su difunto esposo. Miguel se encardó de que se publicara. Nada se sabe.
Juana se casño a los tres meses de quedar viuda con un mozo burgales, llamado Diego Hondaro.

En Esquivias vivían hasta entonces hasta treinta y siete hidalgos, según la relación de pueblos de Felipe II. Esta población tan nutrida de caballeros, damas y hombres de armas en un pueblo pequeño como este debía disfrutar de una vida social muy activa.


Juana Gaitán debió de ser la embajadora que introdujo a Cervantes en esta élite social. Debió de ser bien acogido entre aquellos hidalgos un hombre que venía con la aureola de héroe de la batalla de Lepanto, su cautiverio en Argel y además como escritor de varias novelas y comedias.

Aquí conoció Miguel de Cervantes a Catalina de Salazar y Palacios, una joven de 18 años, hija de hidalgos y sobrina del presbitero don Juan de Palacios, teniente cura de la iglesia de Santa María. Catalina vestía de ludo por la reciente muerte de su padre Hernando de Salazar Vozmediano (hidalgo) y de Cataliana de Palacios.

 
 Catalina tenía una buena educación, pues su tío el párroco se había ocupàdo de ello. Así como no era ducha para las tareas de la costura, el bordado y el remiendo sí que lo había sido para aprender a leer y escribir, algo realmente infrecuente en una mujer de su condición. Ello, sin duda, influiría notablemente, en su forma de ser y en su carácter, el de una mujer de fuerte personalidad, amiga de tomar sus propias decisiones.