Estaba a punto de zozobrar y solo pudo asirse a su boli y escribió:
“chinchetas y pies descalzos, persianas entornadas a la hora de la
siesta, nubes cargadas de carcajadas, calle asfaltada de un mediodía de
metal, angosta escalera de caracol”, y a punto estaba de escribir
domador, pero el boli soltó un borrón, y siguió escribiendo “peladura de
naranja, armónica arrastrada, disfraz, chapa aplastada, cristal roto,
periódico enlodado, desconchado en la mirada, magulladura en el alma,
rasguño olvidado, farola fundida, niños que vuelan, noches achacosas,
voces que reposan, tierna desolación, tardes enredaderas, tejados de
nieve, gatos con sombreros, señoras superfluas, turbulenta despensa,
sartén esquizofrénica, una sardina a la hora de la siesta, un político
con la bragueta abierta, ninguno, uno, voz insumergible, mar de
preguntas, ascensor tuberculoso, mulo cargado de humo, zumo del
suburbio, catalizador disturbio, asunto turbio, una escoba, una
escopeta, quieres cuerda, toma reloj de pulsera, engañosa cadena, reseña
de una guerra cualquiera, la seta, un peta, la zeta más cierta, el aire
que sale y que entra, nervioso armamento, sinsentido con sonido,
volando voy, volando vengo, volado estoy, melocotón de amor, un lío el
número dos, le doy un tiento al jamón, me regalo un trago de ron,
depende de mí mismo y del ratón que se zampó el queso, palabras,
palabras que me tocan con su varita mágica, caca de chucho, cristal
arrugado, te achucho, ahí va”. Y los vientos no se calmaron, pero
escribiendo le había desaparecido ese miedo que le hacía zozobrar.
Disparador de escritura: Venga, anímate y déjate llevar a la deriva por las palabras que te vayan llegando justo en este momento.