miércoles, 12 de agosto de 2015

Las llaves de la Tierra. Novela de ficción. Ramón Fernández Palmeral



Las llaves de la Tierra

A veces, mi padre me contaba algunas historias de la guerra que no y entendía ni me interesaban, yo tenía unos catorce o quince años, y lo que me gustaba es perseguir a las chicas, salir con mis amigos, y practicar el montañismo y la espeleología en los montes de Málaga. Hasta que un día me encontré una llave grande de bronce, medio oxidada en la poza de agua de una cueva en Mollina, junto a una monedas de plata del Rey Alfonso XIII.
Cuando encontré la llave  no supe que abría, porque primero debía encontrar una cerradura que se ajustara a la llave. Un día en medio del campo encontré una puerta sola, una puerta en el campo, que al verla re recordó la llave, la cogió, y me la llevé a la misteriosa puerta grande como remaches de bronce, era como la puerta de una gran catedral. Con la fuerza de un extraño imán la llave se dirigió hacia la cerradura, una vez dentro, en coito de hierro con hierro, solamente la tuve que girar con varios intentos, hasta que la puerta, dentro de otra puerta se abrió. Y lo que vi no tiene explicación, me invadió un luz cegadora potente, yaros, estruendo, olor como de pólvora y me di cuenta queda había entrado en otros mundo, donde al final había otra puerta, pero una voz grave de varón dijo:
      -Para conseguir la llave de esa otra puerta has de hace un trabajo complejo, el encontrar primero el lugar donde viven la tribu de los “sharatevas”, uno enanos, tan enanos que no se pueden ver a simple vista, son como hormigas venidas de otro planeta hace ya miles de años, estos conocen el lugar a la segunda llave, que te abrirá al conocimiento.
     Sin darme cuenta me encontraba en un lugar desertico, al fondo había unas montañas rojizas, hacía calor y el viento caliente me daba en la cara, tenía un alrgo camino por delante, porque por detrás no podía salir, ya que la puerta por donde había entrado había desaprecido.
    Caminé un día entero, quizás me hice 30 kilómetros, en el camino encontré varios esqueletos de animales desconocidos para mí, y alguno de humanos, uno de ellos mantenía como vela el mástil de una gran espada. Seguí andando, envuento en espejismos, uno de ellos era una ciudad con altos alminares, y cúpulas como de la mezquieta azul de Estambul. 
    Al final del día llegué a una ciudad qaue vivía en la Edad Media, en plena guerra de poder, donde se repetía la escena de los estraños guerreros acaballoo con extrañas ropas, y el pueblo mendigando en el zoco. Y como un murciélago grande surcó el cielo muna especie de dragón.  No entendía el leguaje de aquella gente de razas diferente, era como si me encontrara en la ciudad de la Gurra de las Galaxias. No entendía nada, pensé que me encontraba en un sueño fantástico, o en una historia onirica interminable.
    Si estaba en la Tierra me hallaba  en otra época, y si estaba en otro planeta, era gemelo a la Tiertra en gravedad y oxigeno respirable. Acaso yo había viajado en el tiempo, simplemente al cruzar una puerta...

  Seguirá...