El problema de los escritores famosos, es que tampoco les publican como a ellos les gustaría, y por ello, también se ven obligados a pagarse las ediciones, pero sin que se sepa, ocultando que lo hacen, para mantener impoluto su prestigio. Porque de la literatura viven cuatro. Quienes de verdad hace el negocio son los editores, que se ha acostumbrado a no arriesgar, y sacarle los cuartos a los escritores, ya que estos suelen trabajar o tener algún negocio para subsistir, a la espera de si algún vez dan el pelotazo de un premio. Y suerte con que no te salga una ediorial estafadora, que cobre y no te lo edite, o que cobre y no distribuya el libro, y se lo quede en los almacenes o bajo demanda en un ordenador. De mi desazón, experiencias y demás desencantos di cuenta en mi artículo ¿Cómo ecribir novelas y relatos?, para de alguna forma despertar a los incautos. Es que lo más importante de un libro una ves editado es publicitarlo, darlo a conocer en los medios y en las revistas especializadas, y esto es otro calvario.
Ramón Fernández Palmeral
Vemos interesanta este artículo:
Autoedición sin complejos /ECRITORES org
El de Antonio Huerga, responsable de la editorial Huerga &
Fierro, es uno de los nombres que más a menudo se repiten –siempre en
voz baja– como uno de los editores dedicados a este suculento negocio.
Huerga comienza por reconocer que “en ocasiones vienen escritores muy
rebotados, que han probado con las grandes editoriales tipo Alfaguara,
Anagrama, Tusquets, o en editoriales menores pero de prestigio como
Lengua de Trapo, que les han devuelto el texto sin más explicaciones... Y
sí, son ellos los que te proponen la financiación compartida o
completamente asumida por ellos. Por ejemplo, te aseguran que la
Diputación Provincial o la Biblioteca Regional de turno se van a
comprometer a comprar tantos ejemplares. Si el libro vale la pena –y
sólo si vale la pena– y la Diputación o la Biblioteca Regional confirman
por escrito que van a comprar tantos ejemplares, podemos editar el
libro. Sería absurdo no hacerlo, porque a eso nos prestamos todos,
editores mayores y menores, y el que no lo hace es porque tiene un
premio detrás. Jamás le decimos a un autor que entre pagando, pero nos
llama mucha gente desesperada, que al entregar el libro menciona una
beca o la subvención segura... ¿cómo decirles que no? Porque la
autoedición no les garantiza la distribución que puedo darles yo”.
Claro que también hay autores de prestigio, algo olvidados, dispuestos a
sufragarse la edición de sus textos inéditos. En el caso de Huerga,
pueden ofrecerse a comprar parte o toda la edición del libro, y a
distribuirla. Aunque, eso sí, sin que nadie lo sepa, porque, como señala
Huerga, “les da miedo reconocer que publican pagando”. Pero no sólo es
Huerga & Fierro. Muchas editoriales postineras acceden a publicar
obras cuando por medio y por escrito consta que una entidad pública va a
comprar parte de la edición. Sin ir más lejos, es lo que se dice que
hizo Mondadori en 2004 con un novelista primerizo, cuando éste garantizó
que las Bibliotecas de su región iban a comprar 2000 ejemplares, y lo
que en ocasiones hace Renacimiento.
Lo cierto es que el caudal de
autores primerizos resulta asombroso. Dvd recibe cada año entre 350 y
400 títulos no pedidos. Y sí, alguna vez, “muy pocas en realidad, un
autor se ofrece a colaborar económicamente en la edición del libro.
Nuestra respuesta es siempre que nuestra editorial no utiliza ese
sistema”. Sin embargo, tercia el editor Sergio Gaspar, “me consta que
existen numerosos ejemplos de autoedición encubierta y que algunas
editoriales sí se prestan. Cada vez menos, eso sí, y sobre todo las
marginales”. En voz baja da algunos nombres de editores que antes se
dedicaban a este negocio, en ocasiones “pidiendo cantidades
considerables. En el caso de los grandes no es habitual, porque a un
editor serio y decente no le compensa”.
La duda surge cuando algunas
editoriales de poesía basan su catálogo sólo en los premios literarios
que publican. Se dice que entre el 70 y el 80 por ciento de lo que
publica Visor en los últimos años son libros premiados, y el 20 por
ciento del presupuesto de Lengua de Trapo depende de premios. No se
trata de autoedición, pero sí de edición subvencionada. Gaspar es
contundente: “Eso lo hacemos todos,y quien esté libre de pecado que tire
la primera piedra. Quienes publicamos poesía necesitamos esos premios,
porque sin ellos nos encontraríamos con un problema de liquidez
gravísimo. También hay que tener en cuenta que hay poetas con nombre y
calidad que exigen un dinero que el editor no puede pagar en concepto de
anticipo. Y esos 6000, 9000 ó 15000 euros son los que dan los premios.
También las instituciones convocantes suelen preferir que sus premios
los conquisten autores célebres que les den prestigio, pero eso no
supone que los premios estén ni apalabrados ni dados de antemano, al
menos no al cien por cien. Porque ningun editor puede ni quiere influir
ni controlar a los jurados”.