Me gusta el olor de las tahonas de pan de leña en pueblo, pan caliente con aceite al
alba cuando cantan los gallos de corral y rebuzna el burro, y llega hasta
nosotros el olor de las cabras cuando salen a pasturear y dejan las empedradas
calles llena de cagarrutas. Me gusta el olor a sudor de la panadera, de la
estanquera y de la que vende mieles y aceites de Frigiliana. Me gusta el olor a
campo, el olor de la tierra mojada y el sudor de las paredes encaladas de cal
que saliento calientes del río Higuerón.
Me gusta pararme a hablar con los hombres maduros en la
plaza sentados a la espera de una conversación interesante y de actualidad como
que la caída de un mulo con una carga de madera que iba para el Ingenio. Ahora no se cultivan cañas de azñucar, y la famosa miel de caña la fabrican ahora con melazas que traen de América central.
Me gusta ver a mi pueblo lleno de extranjeros a los que
llaman forasteros haciendo fotografías por los rincones con macetas, a los
adarves y a las mujeres vestidas de luto con los delantales largos, a la cerám.
Me gusta mi pueblo, y por san Juan estaré con ellos.
Al cura de Frigiiana y Nerja Norte, se le olvidó la ceremonia de bautizo de un nieto de Blas. El cura se excusó diciendo que se le había olvidado, que lo sentía por el convite. Blas le respondió lo del convite es lo de menos, nos lo comemos cual quier día, lo peor es volver a "emparejar" a toda la gente.
Al cura de Frigiiana y Nerja Norte, se le olvidó la ceremonia de bautizo de un nieto de Blas. El cura se excusó diciendo que se le había olvidado, que lo sentía por el convite. Blas le respondió lo del convite es lo de menos, nos lo comemos cual quier día, lo peor es volver a "emparejar" a toda la gente.
Ramón Fernández Palmeral