Por Ramón Fernández Palmeral
Una
vez lo vi detrás de mí por el espejo del cuarto de aseo, era un ser de mi
estatura, piel escamosa y cabeza de dinosaurio.
Me llevé un susto de muerte y huí del apartamento, al bajar por la
escalera vi a mi amiga hablar con dos enfermeros de la clinica universitaria,
sospeché que venían a cazar el dinosaurio invisible pero que dejaba huellas de
su existencia. Cuando en el portal llamé
a mi amiga, los dos enfermeros vinieran directamente a por mí, me cogieron de
los brazos sin darme explicaciones y me metieron en una ambulancia, odiaba a mi
amiga, y sospeché que ella colaboraba con la clínica, a la que yo no podía
regresar. ¿Cómo librarme de ellos, si no habla duda de que mi sangre era un
arma nueva, un arma letal deseada por cualquier gobierno, por una vez iba a
utilizar ese arma en mi beneficio para escapar de la ambulancia antes de que me
pusieran camisa de fuerza.
Me
mordí en el canto de la mano para absorber ese liquido monstruoso color whisky
y comprobar su sabor, una simple gota me dejó dormida la boca con una sabor
amargo indescriptible, escupí en un estornuda que espurre6 toda la ambulancia.
y empecé a escuchar el ta-ta~ta metálica de mordiscos al aire de dentaduras
postizas que daban bocados, luego empezaron a moverse y a atacar a todo lo que
encontraba a su alcance, como pirañas mordieron al enfermera y al conductor que
se vio obligado a detener la ambulancia, a los botes de suero, las asientos,
mis zapatos, hasta que salga de la ambulancia, mientras las dentaduras postizas
mordían todo como si tuvieran vida propia, al principio eran dentaduras humanas
luego de tiburones, de toda clase de animales.
La ciudad se había llenado de fieras, todas las gentes eran fieras de
una selva evacuada, la selva de la ciudad, y yo era el único ser humano entre
ellas.
No
sabia donde esconderme, cada taxi lo conducía un jaguar, el Ketro lo ocupaban
manos colgados de las barras sujetadoras o ulanzabuses", los autobuses los
conducían Draguntanes e iban llenos de Thelémacos que asoman sus cuellos de pértigas
por las ventanillas, cada coche la conduce un tigre, en los bancos de los
parques rugen los elefantes e "hipopótamos" celosas con sus crias,
jamás como en aquella ocasión deseé tanto ser una fiera.
Aparecí
en el extramuros de la ciudad, en las chabolas, cuyas paredes estaban formadas
por muros de libros amontonados, los tejados forrados por hojas sueltas de
incunables, la Biblia de Gutemberg, Betato de Liábana, manuscritos todos llenos
de bestias monstruosos de la imaginación medieval, y nada de esta encontraba
explicación, en una chabola salió una mujer con bata blanca parecía mi amiga a
la cual yo creía en mi apartamento, en la mano me enseñaba un folio con un
dibujo que era una pirámide egipcia y sobre ella un gota de sangre, todo ella
podía tener explicaciones a mi Irrealidad, a mi fantasía a los efectos de algún
alucinógeno a medicamento, presagié una advertencia como que la próxima gota de
sangre se yo derramara se convertirla en pirámide en un inmenso pisapapeles
aplastando ciudades, coma meteoritos sobre los mares, bombardeando el planeta
desde el espacio. Ni amiga enfermera no
decía una palabras se ocultaba el rostro con el perfil que tenía la pirámides,
no me decía nada, me Indicaba la pirámide que venían del cielo como proyectil y
la gota de sangre encima...
De vuelta a los extramuros de la ciudad, el moustruo no se separaba de mí, tras mucho tiempo, me di cuenta que el moustruo era un espejo de mí mismo, así de horrible era yo por dentro, puesto que el temor al dolor se fue haciendo más grande en mi mismo. A veces nosotros mismos no creamos moustruos que se hacen grande por el miedo al dolor que nunca es insoportable. Pido que el dolor no me impida ser feliz. Se puede ser feliz con dolor.
Fue cuando decidí marcar al mounstrio invisible con un sparay de color rojo en el pecho. Al día siguiente cuando me fui a duchar me dic cuenta que la pintura spray roja la tenñia yo en el pecho.
Fue cuando decidí marcar al mounstrio invisible con un sparay de color rojo en el pecho. Al día siguiente cuando me fui a duchar me dic cuenta que la pintura spray roja la tenñia yo en el pecho.
Alicante, 3 de mayo 2014