José Ángel Valente
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
UNO DE LOS GRANDES POETAS ESPAÑOLES DEL SIGLO XX.

José
Angel Valente nació el 25 de abril de 1.929 en Orense y falleció en la
madrugada del 18 de julio de 2.000 en Ginebra (Suiza). Cursó Derecho en
Santiago y en 1.948 se trasladó a Madrid para estudiar Filología
Románica. Se licenció en el curso 1.953-54 y después fue profesor de
Español en Oxford. Desde 1.958 residió en Ginebra y en París, donde al
igual que tantos intelectuales españoles, podía realizar su trabajo y
crear su obra con una libertad que no existía en la España de la
dictadura. En París trabajó como jefe del servicio español de
traducciones de la UNESCO.
Una vida de constante peregrinaje
desde 1.947 vivió fuera de Galicia, circunstancia que no logró cambiar
sus profundas convicciones humanas y poéticas.
En 1.972, cuando
residía en Ginebra fue declarado en rebeldía tras el consejo de guerra
al que fue sometido por la dictadura franquista a consecuencia del
cuento El uniforme del general, basado en unos hechos acaecidos en Fiñana tras la Guerra e incluido en el libro El número trece. Con dicha condena su exilio voluntario se convirtió en forzoso.
Valente vivió en la pasión y el compromiso de la inmensa mayoría de
los intelectuales españoles los momentos finales de la dictadura y la
recuperación de la democracia en España, donde volvió definitivamente en
1.986 , cuando decidió establecerse en Almería, concretamente en la
calle Eusebio Arrieta , que desde 1.995 lleva su nombre. En Almería
dirigió el Seminario de la Modernidad y llevó a cabo distintos proyectos entre ellos el libro La mirada y la luz , con fotografías de Manuel Falces.
El poeta orensano viajero del verso concebía su quehacer
literario como un regreso a la infancia o a ciertos paraísos perdidos ,
un regreso, en cualquier caso, al interior de uno mismo, al centro
íntimo donde se esconde la verdad personal. Para Valente , poeta de la
experiencia e indagador del lenguaje al punto cero, al punto de la
indeterminación infinita, de la infinita libertad. Sobre él dejó escrito
Lezama Lima: ” No creo que haya en España de los últimos veinte años un
poeta más en el centro de su espacio germinativo que José Ángel
Valente, con la precisión de la ceniza, de la flor y del cuerpo que
cae”.
La trayectoria literaria de Valente , quien también
cultivó el ensayo y la traducción, fue recompensada con numerosas
galardones . a pesar que llevaba tiempo enfermo , el premio Príncipe de
Asturias de las Letras en 1.988 , una de las voces más singulares de la
posguerra , estuvo pronunciando conferencias y participando en debates
hasta el límite de sus fuerzas. Era un hombre con gran poder de
convocatoria debido a una de sus grandes virtudes: la sinceridad .
El público que le seguía esperaba siempre sus intervenciones porque
sabían que iban a ser distintas. Y así solían ser. En cierta ocasión
dejó helada la concurrencia con unas observaciones sobre la Generación
del 27. Dijo que era un grupo “díscolo y lleno de vanidad”. Cada uno de
los miembros quería llevar la voz cantante ; se llevaban fatal; todos
mostraban aires de superioridad y querían influir en el resto.
POETA LAUREADO.-
José Ángel Valente publicó sus primeros versos en su ciudad natal en la revista Posio . Con 18 años vio la luz su primer libro de poemas , Fisterre, escrito en gallego. En 1.954 recibió el prestigioso premio Adonais por su obra A modo de Esperanza. En 1.960 le fue concedido el premio de la Crítica por Poemas de Lázaro. En 1.980 volvió a obtener el premio de la Crítica por Tres lecciones de tinieblas. En 1.984 le otorgaron el premio Pablo Iglesias . En 1.988 le fue concedido el premio Príncipe de Asturias de las Letras que compartió con
la novelista Carmen Martín Gaite . Con motivo de este premio cuyo
jurado valoró el lenguaje denso y simbólico del poeta , lleno de
turbadora belleza su compañero de generación y académico de la Lengua,
Pere Gimferrer, escribió “En una poesía española como la de la posguerra
, en la que no siempre ha estado ausente aquello que e Américo Castro
describía como 'gesticulación', la obra de Valente ha sido para todos
nosotros , sus coetáneos , un ejemplo, una advertencia, una incursión en
lo ignorado y una llamada al rigor y la vigilancia, y por encima de
todo , una ceñida invocación de lo esencial poético”.
En 1.990
fue candidato al Premio Nacional de las Letras, en febrero de este año
cuando ya residía en Almería el Consejo de gobierno andaluz le concedió
la medalla de plata de Andalucía en reconocimiento a las acciones,
servicios y méritos excepcionales realizados en beneficio de los
ciudadanos , y el 25 de mayo de 1.993 fue galardonado con el Premio Nacional de Poesía , por su obra No amanece el Cantor.
El
14 de junio de 1.996 , en la madrileña Residencia de Estudiantes un
estudio sobre su obra titulado En torno a la obra de José Ángel Valente ,
cuyos escritos se han ocupado de investigarlos especialistas Jacques
Ancet, Américo Ferrari, Rosa Rossi, Andrés Sánchez Robaina, Giorgio
Agamben, José Jiménez y Emilio Lledó.
En 1.999 le fue impuesta
la medalla de Oficial de la Orden de las Artes y las Letras de Francia,
que le fue impuesta por el embajador de Francia en España, Patrick
Leclerq, reconoce la originalidad de su talento, pues «hace varias
décadas que su obra le ha consagrado como uno de los más grandes poetas
españoles", dijo Leclerq. En este mismo año culminó sus reconocimientos
con la concesión del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
En
el acto de entrega de este premio dijo el poeta «La palabra es raíz de
toda creación». Con esta idea como eje, el autor de A modo de esperanza
(premio Adonais, 1955) destacó el papel medular de la palabra como
fuente creadora de toda existencia.
Valente destrenzó, en un
relato de connotaciones míticas y alegóricas, toda una genealogía de la
Palabra, es decir, del origen de la vida, contenido en la Tora. «Creada
dos mil años antes que el cielo y la tierra, escrita con fuego negro
sobre fuego blanco y colocada en las rodillas de Dios»
En la
década de los noventa donó su biblioteca , cerca de siete mil volúmenes a
la Universidad de Santiago de Compostela, donde en 1.999 fue investido
doctor honoris causa.
José Ángel Valente que ha estado
trabajando hasta el ultimo momento, preparaba un libro que en palabras
del autor , sería póstumo: “ Me moriré con él. No pienso cerrarlo, es un
libro abierto”.
POEMARIOS Y ANTOLOGIAS:
La producción poética de José Ángel Valente es extensa y variada con
títulos que abordan todos los temas . Además cultivó el ensayo donde expuso sus ideas literarias y amplios conocimientos.
POEMARIOS:
-
A modo de Esperanza, Rialp, 1.954
-
Poemas a Lázaro, Ediciones Índice, 1.960
-
Sobre el lugar del Canto. Literaturasa, 1.963
-
La memoria y los signos. Ediciones Revista de Occidente, 1.966
-
Siete representaciones. El Bardo, 1.967
-
Breve son. El Pardo, 1.968
-
Presentación y memorial para un monumento. Poesía para todos, 1.970
-
El inocente. Joaquín Martín (México), 1.970
-
Treinta y siete fragmentos. Barral Editores,1.976
-
Punto cero. Seix Barral, 1.980
-
Siete cantigas de Alén. Ediciós do Castro, 1.981
-
Noventa y nueve poemas .Antología. Alianza Editorial, 1.981
-
Mandorla . Cátedra,1.982
-
Valente : poesía y poemas. Narcea , 1.983
-
El fulgor. Catedra ,1.985,1.989
-
Entrada en materia. Antología.Cátedra,1.985,1.989
-
El dios del lugar. Tusquet Editores,1.989
-
Cantigas del más allá. Ambir, 1.989
-
Valente.: obra completa. Ambir, 1.989
-
Los ojos deseados. Oller, J. 1.990
-
No amanece el cantor. Tusquet, 1.992
-
Obra completa, 1.992
-
Nadie ,1.994
-
Catrop. Xunta de Galicia. 1.995
-
Cantigas de Alén (con ilustraciones de Chillida).1.996
-
El vuelo alto y ligero,1.998
Sus
últimos poemas publicados aparecieron en la revista La Alegría de los
Naufragios, que dirige César Antonio Molina, director del Círculo de
Bellas Artes.
ENSAYO:
-
Las palabras de la tribu. Siglo XXI, 1.971
-
Ensayo sobre Miguel de Molinos. Barral Editores, 1.974
-
La piedra y el centro. Taurus, 1.983
-
Variaciones sobre el pájaro y la red. Tusquet. 1.991
ALGUNAS PALABRAS.-
Estas frases , que a continuación se ofrecen resumen el pensamiento y
poética del autor gallego , que siempre buscó ese verso compendio de las palabras.
-
“Mi palabra es libre y no obedezco”.
-
“Creo que toda mi poesía está contenida en el primer poema de mi primer libro"”
-
”La poesía conlleva una experiencia espiritual”.
-
“La palabra es raíz de toda creación”.
-
“En principio era el Verbo y era dios, y se hizo Carne, y es la palabra”.
-
“Aspiro a dejar un libro infinitamente abierto”.
-
“Estamos dominados por palabras carentes de libertad”.
-
“El diálogo espíritu-poder es posible, por eso la consecuencia es disidencia y exilio”.
-
“Los intelectuales están domesticados”.
-
“La poesía es una invitación a lo oscuro. Invitar a lo que se ve no tiene aventura ni riesgo. Y la poesía es una aventura”.
ENTREVISTA REALIZADA POR JOSÉ MÉNDEZ
A JOSÉ ÁNGEL VALENTE EN LA MADRILEÑA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES
Pregunta.-
¿Cómo fueron sus comienzos, sus primeros contactos con la literatura,
en una ciudad pequeña como Orense en los años treinta y primeros
cuarenta?
El mundo de mi infancia fue un primer desdoblamiento
de mi persona. Yo era el primogénito de una familia con muchos hermanos y
por una serie de razones vino a parar a mi casa la biblioteca de un
sacerdote, Basilio Álvarez, el fundador del Partido Agrario Gallego -un
cura republicano, suspendido a divinis, que se exilió-. Yo oía de
pequeño: «pobre Basilio… suspendido a divinis». Lo de suspendido lo
entendía, pero a divinis no sabía lo que significaba, pensaba que lo
tenían suspendido de una viga. ¡Pobre hombre! Esa biblioteca fue muy
pronto mi refugio, pero muy pronto. Hay que situarse en lo que era la
España de la inmediata posguerra, una España absolutamente censurada,
dominada fundamentalmente por el ejército y por el clero. En nuestra
biografía hay que destacar el papel siniestro que tuvo la Iglesia en la
gloriosa cruzada. En aquella biblioteca comencé a asomarme a mundos
absolutamente censurados y que fuera de ella no existían ni se podía
hablar de ellos. Así me fui convirtiendo en un clandestino.
Es decir, su primer pecado fue un libro.
No
sé cuál sería el primero, pero digamos de los primeros. En aquella
biblioteca tuve acceso a muchos libros, desde los cronistas de Indias
hasta los novelistas eróticos de los años veinte. Todo eso lo tenía
aquel cura «depravado» y disidente. Eso marcó mucho mi infancia. Yo
sabía muchas más cosas de las que podía decir, estaba lleno de secretos y
obligado a representar un papel, cosa que no hacía por cinismo, sino
por no defraudar. Había en mí un yo clandestino.
También debió
de ser importante el paisaje, la naturaleza, viviendo en una ciudad
pequeña como Orense, perdida, o ganada, entre montes.
El paisaje
está unido a una relación muy importante, la relación con mi padre, cosa
que no descubrí hasta muy tarde, después de su muerte, cuando ya es
imposible recuperar nada. Yo iba con él a cazar perdices y conejos en
los montes gallegos, le acompañaba sin disparar un tiro, claro, y
dábamos grandes caminatas. Eso me puso en contacto con el mundo rural.
El paisaje fue muy importante. Me acuerdo, y lo he evocado en algún
poema, que pasábamos por los viñedos al amanecer cuando estaba la uva
madura y los campesinos nos regalaban racimos frescos a primera hora de
la mañana. Sabían a gloria.
Es curioso que en una cultura
matriarcal, como la gallega, el primer recuerdo en esta charla sea para
el padre. ¿Cuáles fueron las primeras mujeres de su vida?
Creo
que ha sido una casualidad. El paisaje está unido a la figura de mi
padre pero mi vida está unida, venturosamente, a las mujeres. Mi madre
se casó jovencísima, de tal manera que para sus hijos fue, sobre todo
para mí que fui el primero, como una hermana mayor. La figura
matriarcal, la autoridad de la casa, era mi tía Lucila. Fui educado en
un medio femenino, y eso fue muy importante, determinó muchas cosas. Al
niño entonces, y también ahora, se le educaba en la diferenciación de la
mujer, es decir: «eso es cosa de niñas». Eso es una violación. El
hombre educado así es castrado en su parte femenina. Pero se hacía
sistemáticamente, todas las cosas que remitían a una sensibilidad, a una
percepción más delicada de la vida, te apartaban de ellas. Yo dormía en
una cama a su lado, compartí su vida. Fue fundamental en mi infancia y
ella cultivó en mí, instintivamente, mis valores femeninos. No quiero
hacer una comparación grandiosa..., pero Aquiles fue educado entre
mujeres.
¿Cuándo comenzó a querer escribir?
En torno a
los catorce años. Estaba estudiando el bachillerato en el único
instituto que entonces había en Orense y toda aquella carga de lecturas
de los libros que estaban en la biblioteca de Basilio Álvarez comenzó a
explotar. Es decir, que el cura se marchó pero dejó el veneno allí y yo
me bebí el veneno con mucho gusto. Considero que le debo mucho;
determinó, creo, mi vocación literaria. Allí estaban Santa Teresa y San
Juan de la Cruz, todos los románticos, también Rubén Darío y Bécquer.
Eso sí, nada del 27. Y comencé a tratar de hacer como ellos hacían.
Además
de autores importantes y novelas eróticas, habría entre aquellos
papeles algo más liviano, más próximo a la imaginación de un niño.
Sí,
había una revista que fue entonces muy importante, La Esfera, en la que
me sumergía a diario, de tal manera que en plena guerra civil española
yo estaba viviendo la Primera Guerra Mundial en las páginas de La
Esfera, en aquellos dibujos realistas que excitaban la imaginación como
un tebeo.
De los poetas que pudo leer entonces, ¿cuál le gustó más?
En
esa época el poeta que más me impresionó fue Darío, aunque, insisto,
leí a San Juan bastante. De Juan Ramón tampoco había nada. Tuve mucha
relación con un amigo que era el hijo de Vicente Risco, Risco no se
manifestaba porque había sido galleguista, aunque de la facción
moderada. Por mi amistad con Antón Risco tuve acceso a otros libros y
ahí viene la lectura de poetas más contemporáneos como Juan Ramón y
Antonio Machado. Leí mucho a los dos, y ya entonces comenzó mi juego de
equilibrio: entre el poeta de la esencial heterogeneidad del ser y el
poeta del monolitismo del yo. Monolitismo que, creo, Juan Ramón rompe
definitivamente en su última etapa. Etapa que no gravitó sobre la poesía
española. Si los poetas españoles, sobre todo la primera generación de
la posguerra, hubieran leído a ese Juan Ramón no habrían escrito lo que
escribieron, y los de la segunda tampoco. Lo dije alguna vez: desde el
punto de vista de la poesía el siglo empieza con la llegada de Juan
Ramón a Madrid (1900), donde conoce a Darío y a Valle-Inclán -dos
figuras absolutamente grandiosas, muy importantes para mí- y publica sus
primeros versos, muy asociado con la Residencia, amigo de don Alberto.
Y el paso tantas veces frustante de la primera publicación, ¿cómo se produjo?
Lo
que yo hacía empezó a interesarles a los mayores, gentes que tenían
programas de radio dedicados a la poesía y editaban una revista que se
llamó Paseo donde a los dieciséis años publiqué un soneto; mi padre
cuando lo vio se sintió muy orgulloso de ver que su hijo publicaba unas
cosas en una revista y me dijo: «está muy bien, lástima que no rime».
Cosa que me dejó perplejo porque el soneto tenía encabalgamientos y él
no percibía la rima. Eso me dejó un poco desconcertado. Publicaba en las
revistas de grupos de Acción Católica…, en lo que había. Estando en
Orense, el periódico La Noche de Santiago, que tenía un suplemento
literario, publicó un número con poetas de Orense, y entonces ya
apareció un poema mío. Ya tenía contacto con la literatura gallega:
Dieste, Manuel Antonio (que era un gran poeta). En ese suplemento
publiqué un poema dedicado a Manuel Antonio, en castellano. Cuando
marché a estudiar a la Universidad de Santiago publicaba poemas
habitualmente en ese suplemento. Otero Pedrayo, con el que tuve
relación, creo que publicaba una sección fija. Había rivalidad por
determinar cuál era la capital cultural de Galicia, si era Orense o
Pontevedra. Orense tenía una gran densidad de galleguistas. Yo publiqué
algunas cosas en gallego en esa etapa y no volví a escribir en gallego
hasta las Cántigas de Alén, que escribí en la emigración.
Sin embargo Galicia está muy presente en su obra, al menos en los primeros libros.
Galicia
está muy presente en mi obra en gallego, que es reducida, muy intensa y
que no considero de menor calidad que la escrita en castellano y que le
es contemporánea. Hay una gran presencia de Galicia en los poemas
escritos en castellano, una evocación del mundo provinciano, de personas
de la familia, del paisaje. Esos primeros libros están empapados de la
luz gallega. Luego pasa el tiempo y vuelvo otra vez a Galicia en las
Cántigas de Alén. El paisaje gallego sigue siendo mi paisaje a pesar de
que Almería me llama mucho. Date cuenta de que viví hasta los dieciocho
años sin salir de los límites del reino de Galicia. Salí por primera vez
para ir a Santander a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
¿Y la tradición literaria gallega?
Una
escritora que tiene sobre mi una influencia radical es Rosalía de
Castro. He escrito repetidas veces sobre ella y la considero un
grandísimo poeta. Creo que en la segunda mitad del siglo no hay más que
dos poetas importantes de verdad: Rosalía y Bécquer. Campoamor tenía
ciertas formas de influencia, tiene una personalidad literaria fuerte
que fue reivindicada por Vicente Gaos, tuvo un relieve, pero no es
equiparable. Pero sobre todo Rosalía, Rosalía rebasa los límites de la
lengua gallega e influye con sus libros en gallego y en castellano en
Machado y en Juan Ramón Jiménez. Y está presente en un poeta que nadie
lo sospecharía, que es Cernuda. Cernuda utiliza trozos de canción que
son rosalianos. Rosalía es un poeta muy importante, la línea que ella
marca es para mí muy iluminadora, me siento depender mucho de esa línea
de poesía gallega y de los modernos, pues también leí mucho a Dieste y a
Manuel Antonio. Hay elementos de la tradición gallega que han pesado
sobre mí.
¿Hasta aquel momento no conocía nada de poesía que no estuviera escrita en español o gallego?
No,
creo que el contacto con la poesía en lengua no española viene cuando
ya estoy en Madrid, en el curso 1948-1949. Empecé a leer poesía
francesa, la única lengua a la que tenía algún acceso. Me faltaba
instrumentación lingüística, por eso el contacto con la poesía
extranjera se produce más despacio. Me instalo en el Colegio Mayor
Guadalupe y allí entro en contacto con la literatura latinoamericana,
leo a Borges cuando no era aún un mito, cuando no lo habían inventado
los franceses, como él dice. Ahí comienza mi interés por la poesía
inglesa y norteamericana, pero eso más bien se produce a fondo cuando
estoy en Oxford, cuando se completan mis conocimientos del inglés.
Un camino parecido, en este asunto, al de Cernuda.
Sí,
pero ese camino parecido va más lejos. Cernuda es el poeta con el que
yo establezco esa relación difícil del poeta que te influye tanto que
quieres matarlo. Quieres saltar por encima de él y para eso tienes que
seguir su camino e ir más lejos. Yo soy cernudiano no porque imitara a
Cernuda, aunque probablemente haya poemas míos con su influencia, sino
también por proximidad. Porque los grandes, Machado, Juan Ramón,
Unamuno, estaban demasiado lejos. Pero Cernuda era el poeta próximo,
vivo aún, escribiendo, con esa cosa amarga y de polémica con el entorno.
La cuestión de la polémica con el entorno no puede decirse que usted la haya abandonado.
No, no, creo que la he conservado.
Cernuda fue, por encima de todo, un solitario.
Sí,
Cernuda es, al final, una figura solitaria. Yo he asumido esa soledad
no como una condena, sino como una vocación. El destino del poeta está
en la soledad. Por eso siempre he querido estar solo. Ahora que ya estoy
mayor y enfermo a veces echo de menos que esté Coral conmigo en casa,
porque me siento un poco desamparado, pero es un fenómeno de la edad.
La
suya es una soledad muy habitada, porque ¿es consciente de la cantidad
de poetas de las últimas generaciones que le tienen como su Cernuda
particular, de su influencia literaria?
Siento la proximidad de
algunos. Es cierto que es la mía una soledad muy habitada. Tengo que
agradecer mucho a los que me escriben. Descubro que lo que digo es
compartido por mucha gente, que a la gente le interesa. Ahora que he
llegado a una edad relativamente respetable empiezo a pensar que algo se
ha sembrado. Pero por mi apartamiento, por vivir casi siempre fuera, es
una sorpresa ver que la gente ha recogido palabras, poemas, imágenes.
Resulta muy consolador. Merecía la pena estar solo para tener esta
compañía.
¿Cómo atravesó las diferentes dictaduras estéticas de los años sesenta y setenta? Quiero decir, ¿cómo logró salir indemne?
Yo
viví eso. Había grupos de presión en lo literario dentro de la
oposición al franquismo. Yo estaba en una oposición contra la dictadura,
claro, pero sentí el clima opresivo; pronto me di cuenta de que al otro
lado había otra forma de dictadura, de imposición de un pensamiento.
Muy pronto escribí sobre el formalismo basado en la tendencia, que no
residía en el estilo sino en el dominio de una tendencia sobre cualquier
otra. Había dos grupos, el grupo de Madrid que encabezaba Vicente
Aleixandre, con el que tuve una vinculación grande y al que siempre
recuerdo con afecto, y el grupo de Barcelona, que se oponía al grupo de
Madrid en el entendimiento de que este grupo era más reaccionario. Eso
toma forma con la antología de Castellet, que Castellet hace, en efecto,
desde posiciones ideológicas. El prólogo es un desastre, una
autodenuncia del peso de la ideología -esto se lo he dicho a Castellet,
en su momento-. Aquello fue tremendo. Dice en ese prólogo que el poeta
más importante de la tradición moderna es Dámaso Alonso, que no es un
poeta importante. Yo reaccioné contra la gravitación ideológica. Tuve la
intuición de que la palabra poética era otra cosa; además, me fui muy
rápidamente a Inglaterra. Opté por escribir lo que me parecía sin
atender a otros imperativos. Estando en Oxford me pedía colaboraciones
la gente de aquí, y a veces me las devolvían diciendo: «Hombre, está muy
bien pero no te representa». Era la manera de decir: «no nos representa
a nosotros».
Fue una especie de continuación de la guerra por otros medios que afectó incluso a algunos poetas del 27, Alberti, Dámaso...
Fue
la fuerza de los tiempos. Alberti ha sido muy desigual. Escribí sobre
él, críticamente, hablando de la fractura de su obra en dos pedazos. Él
pensaba que la revolución también iba a ser literaria, que iba a
aparecer algo nuevo, y en literatura lo nuevo siempre es algo viejo. Los
más inteligentes se arrepintieron, como fue el caso de Neruda. Neruda
en sus años finales recordaba España con muchísimo cariño y decía
siempre, yo me acuerdo porque estuve con él en Blet, en Yugoslavia: «yo
soy, sobre todo, un poeta amoroso mi hijito». Quería que lo recordaran
como poeta amoroso, cuando hay libros, como buena parte del Canto
general, que no son poesía, y todo un libro que se puede tirar a la
basura que es Las uvas y el viento. Él percibía que esa voz no era la
que le convenía, que esa voz estaba quemada. Era tremendamente
inteligente. Yo creo que Alberti no entendió eso nunca. Yo le he oído en
mítines obreros y antes hablar con él por teléfono y decirme: «No
vengas a la lectura porque voy a leer todo lo que no te gusta».
Sin
embargo, gran parte de lo que usted llama el peso de la ideología, que
en España se ha manifestado literariamente hasta la muerte del dictador,
se debe a la influencia de Neruda.
Neruda tuvo mucha
influencia. Tanta que a los del 27 les hizo abandonar a Juan Ramón. Fue
cuando Juan Ramón escribió aquellos versos: «la antigua juventud
gongorinera / que tornado se ha nerudataria», que son maravillosos, que
tienen toda la inteligencia y capacidad de sarcasmo de la que era capaz
este individuo de Moguer.
¿Oxford fue su salida a la libertad?
Mi
estancia en Oxford fue enormemente fructífera, me pasaba el tiempo en
la biblioteca Bodlian. Allí descubrí la importancia que tuvo el libro
español en la Inglaterra del xvi y xvii. Los ingleses leían en español y
en las bibliotecas y catedrales inglesas había muchos libros españoles,
por ejemplo encontré el Guzmán de Alfarache, La Celestina, El Quijote,
libros sobre todo de narrativa y sobre táctica militar. Se interesaban
por el enemigo; se curaban en salud aprendiendo lo que pensaban sus
enemigos. Por otro lado, cuando se instala la Commonwealth con Cromwell,
los católicos, los jesuitas, sobre todo, que estaban en Holanda,
bombardeaban Inglaterra con libros, porque la literatura espiritual
inglesa estaba muy próxima al mundo católico, aunque, claro, no los
puritanos. Había conventículos en Cambridge donde se reunían los
escritores; los poetas metafísicos se forman en esos círculos
minoritarios que los puritanos perseguían. Los jesuitas introducían
libros de espiritualidad católica, clandestinamente, en Inglaterra desde
los Países Bajos, que entonces dominaba España.
Eso debió de suponer un cambio con respecto a la educación castiza que había recibido.
Un
cambio enorme. Empecé a ver la literatura española desde Europa, a
darme cuenta de que autores y títulos aquí ignorados, como El examen de
ingenios de Huarte de San Juan habían sido muy importantes. Huarte se
anticipó a los análisis de la psicología moderna con la teoría de los
humores, y, como tenía un capítulo dedicado al humor de la figura de
Jesucristo, la Inquisición fue contra él. Enseñaba en la Universidad de
Úbeda, una universidad de conversos, fue un exiliado interior, retiró
ese capítulo, acató. Sin embargo, su libro circuló por toda Europa e
influyó en pensadores ingleses como Burton que en su Anatomía de la
melancolía construye otra teoría de los humores. Estos hechos me dieron
una visión distinta de mi tradición y me di cuenta de que había sido
engañado, que mi tradición no era unitaria y que todo no se construía
sobre el tópico de «todo el mundo a comulgar», sino que era algo
distinto.
¿Qué influencia tuvo en ese cambio la persona de Alberto Jiménez Fraud, con quien usted se relacionó entonces?
Fue
una relación que tiene que ver con este mundo del exilio de la
espiritualidad y de la vida de la inteligencia. Eso representó don
Alberto Jiménez Fraud. Creo que Manolo Jiménez alguna vez me dijo que me
parecía más a su padre que ellos, que sus hijos. Fue una relación
absolutamente filial y decisiva. Él me puso en contacto con una
tradición a la que yo no había tenido acceso. La España de la que yo
había salido era una España de dictadores. Todos hablaban mal del
dictador pero todos eran dictadores, Menéndez Pidal, Dámaso, todos eran
cabecillas de facciones. En don Alberto descubrí la enorme elegancia del
que sabe oír e incita a hablar, cosa que en España era una rareza,
alguien que te incitaba a descubrirte a ti mismo. Ésa fue una de las
bases de su labor en la Residencia. Recuerdo con nostalgia y gratitud
las horas pasadas en su casa, el ir y volver hasta la parada del autobús
absortos en la conversación sin querer despedirnos.
¿Qué intereses intelectuales ocupaban a don Alberto en aquella época?
Don
Alberto estuvo ocupando el puesto de lector en Oxford [un puesto por
elección directa, en contrate con otras universidades inglesas] mucho
tiempo, hasta que, de repente, se dieron cuenta de que don Alberto
pasaba con mucho de la edad de jubilación. En aquel momento uno de sus
afanes intelectuales más claros era Maquiavelo, le obsesionaba su obra y
su figura, viajó por Italia, visitó los lugares de Maquiavelo, escribió
sobre él. Él escribió una historia de la universidad española que está
muy bien, pero sobre todo es originalísima la última parte, Ocaso y
restauración, en la que explica su experiencia, su relación con Giner y
con Cossío.
¿Recordaba a menudo su etapa de director de la Residencia?
Quería
mucho a Moreno Villa; respetaba a Juan Ramón, que representaba el
símbolo de lo que fue la Residencia, pero tenía una referencia continua a
Moreno Villa, era un amigo para él muy entrañable. Me hablaba mucho de
él. Pero hablábamos de todo, de la vida española y sobre todo de lo que
yo no conocía. Allí en su casa conocí a Américo Castro. Tenía algo muy
especial: la capacidad de borrarse un poco a sí mismo para poner en
relación a dos personas que creía que podían interesarse el uno al otro.
Eso lo hacía conmigo y yo se lo agradecí mucho. Con su exquisita
educación te decía: «venga esta tarde que a Américo le interesará mucho
conocerle»
JOSÉ ÁNGEL VALENTE: LO FÁCIL Y LO ARDUO. POR JOSE LUIS PARDO.
El
nombre de José Ángel Valente está, para mí, especialmente unido al de
la Residencia de Estudiantes. Aquí lo conocí hace tres años, y aquí he
vuelto ya dos veces para hablar de su palabra.
De entre las
muchas virtudes que en un hacedor de la lengua como Valente pueden
destacarse -y que se ponen especialmente de manifiesto en la perspectiva
de una trayectoria de casi cuarenta años de trabajo, como la ofrecida
por estos dos volúmenes de su Obra poética- en este momento sólo
quisiera reparar en una que, además, muestra a la perfección la unidad
del camino seguido por el poeta desde el primero hasta el último de sus
versos: su técnica de depuración emocional de la palabra (quiero decir:
de aislamiento de emociones puras, emociones nacidas de la
palabra misma más que vehiculadas por ella), una técnica perseguida a
fuerza de sobriedad, a fuerza de un rigor que elimina todo recurso
superfluo, que libera a la palabra de toda autoría e incluso de la
intención de quien la dice, sin dejar otra huella en el poema que no sea
un «tenue reborde de inexistente sombra». Como si la finalidad del
poeta fuera ausentarse del poema y aún morir en él, como si la palabra
lograda fuese la palabra de un desaparecido, de un cantor no amanecido.
Este
procedimiento, este «método Valente» se revela en una fórmula
lapidaria: «Vivir es fácil. Arduo sobrevivir a lo vivido». La primera
parte de esta fórmula es una provocación. Está escrita para provocar una
reacción inmediata, el poema la lanza al aire como un anzuelo al que se
pegan inmediatamente todos nuestros mecanismos de defensa contra esa
pretensión altanera, orgullosa, ofensiva, que proclama que vivir es
fácil. ¡No es tan fácil! -protestamos-. Al menos no siempre, no para
todos. La vida está a menudo llena de dificultades que pueden parecer
menores, pero cuya acumulación llega a resultar insoportable; a veces -y
no es difícil imaginar circunstancias de este tipo-, vivir puede
convertirse en un auténtico infierno, porque a veces (y no hay nada que
pueda librarnos de esas veces) la vida es un océano de dolor y un campo
de muerte. El sufrimiento y la muerte aparecen como objeciones contra la
vida, como testigos de cargo contra esa afirmación tan cruel que
declara alegremente la facilidad de la vida. «Vivir es fácil.» Contra
esa fórmula pálida y altiva, casi despectiva, alzamos nuestras quejas,
elevamos nuestras lamentaciones, presentamos nuestras reclamaciones a la
vida, pedimos daños y perjuicios, y lo hacemos porque ella -la fórmula-
está hecha para eso, para despertar esas ofensas, para convocar la voz
del orgullo herido, para hacer aflorar todas nuestras miserias. Éste es
precisamente el efecto que la fórmula pretendía conseguir, éste es el
lugar en donde quería colocarnos. Cuando nos tiene allí, alzando
nuestros alegatos contra la vida por los muchos desdenes que nos ha
hecho, el poema da un giro que aumenta su crueldad, otra vuelta de
tuerca que da la fórmula por concluida: «Arduo sobrevivir a lo vivido».
Es como si nos dijera: si vivir os parece difícil, si os parecen duras
las pruebas de la vida, si el sufrimiento y la muerte os parecen
terribles es porque todavía no habéis visto nada, porque todo eso no es nada
en comparación con lo verdaderamente difícil, con lo genuinamente
arduo, que consiste en sobrevivir a lo vivido. El segundo verso -si
puedo llamarlo así-, al dar esa nueva vuelta a la tuerca, asesta un
golpe mortal que quiebra la aparente rectitud del primer verso, su
erguirse altanero y despectivo como una provocación. Porque el primer
verso -«Vivir es fácil»- provoca nuestras quejas contra la vida,
mientras que el segundo -«Arduo sobrevivir a lo vivido»- las revoca. Se
diría incluso que el primer verso es una trampa que quiere reunir todas
nuestras objeciones contra el vivir para que el segundo verso pueda así,
con más facilidad, echarlas abajo a todas ellas juntas y de una sola
vez, apartar de golpe todas nuestras miserias, todas nuestras quejas
miserables contra la vida. «Vivir es fácil» suena entonces incluso un
poco más feroz: quiere decir sufrir es fácil, morir es fácil…, lo
difícil es sobrevivir al sufrimiento, sobrevivir incluso a la muerte,
lo difícil es volver de entre los muertos para contarlo, para cantarlo. Y
esto suena quizá demasiado esotérico aún. Quiero decir que hay dolores y
amores que matan, que hay cosas en la vida que son completamente
imposibles de vivir, y que nuestra única posibilidad de sobrevivir a
ellas consiste en inventar maneras inéditas de vivir esos dolores o esos
amores imposibles, maneras de hacer vivible lo invivible. Que nada
puede librarnos del sufrimiento, pero que lo único que puede ayudarnos a
tolerarlo, enseñarnos a vivirlo, a sobrevivir a su vivencia, es
encontrar alguna manera de convertirlo en palabra, en belleza. Eso es lo
que hace la poesía. Y, específicamente, una poesía del amor y del dolor
como es la de José Ángel Valente. Convertir el sufrimiento en belleza y
apartar de un golpe las miserias de quienes se quejan de vivir. A eso
es a lo que me gustaría llamar depuración emocional de la palabra o, mejor y también, la depuración poética de las emociones. La producción de nuevas formas de vida más allá de la miseria.
LA GENERACIÓN DE JOSÉ ÁNGEL VALENTE
Por Pilar Tena
Una
nueva antología reúne a un grupo de autores que marcaron la historia
reciente de la poesía española y fueron decisivos en la evolución
poética del siglo XX.
La publicación de esta interesante
antología, un libro dirigido tanto al público en general como a los
estudiantes y especialistas, adquiere especial relevancia por la
reciente muerte de José Ángel Valente, uno de los escritores más
representativos de la generación de poetas españoles de los 50. Se han
publicado también, con motivo de su 50 aniversario, sobre el mismo tema.
Luis García Jambrina, catedrático de la Universidad de
Salamanca, propone para este grupo el nombre de promoción, en lugar del
tradicional de
generación, ya que se caracterizan por compartir
un contexto histórico y "se agrupan o son agrupados para promocionarse".
Esta promoción se refiere tanto a lo que en su momento hicieron los
propios poetas como lo que de hecho consiguieron, uniéndolos como grupo,
la crítica y los medios de comunicación. Estos poetas, cuya obra es sin
duda decisiva para la evolución de la poesía española del siglo XX, no
necesitan por tanto tener, para formar un grupo, características comunes
de estilo, temáticas o formales. El antólogo mantiene, en esta línea,
que desde el punto de vista literario no puede hablarse de ruptura de
los poetas del 50 con los inmediatamente precedentes. Puede recordarse
aquí lo que decía Claudio Rodríguez, en el sentido de que los poetas del
50 eran más bien un "archipiélago", un conjunto de islas unidas
precisamente por aquello que las separa. Se señala, dentro de esta
promoción, un núcleo canónico de unos cuantos poetas que forman la base
indiscutible del grupo: Ángel González, José Manuel Caballero Bonald,
Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, José Angel Valente,
Francisco Brines y Claudio Rodríguez, algunos de ellos ya
desaparecidos. A ellos se unen sin embargo otros, sobre los que García
Jambrina intenta llamar la atención.
La antología lleva a cabo una selección de poemas de cada autor,
precedidas de una rigurosa introducción que define claramente las
peculiaridades de cada uno de ellos, con una bibliografía y selección de
estudios críticos sobre cada poeta.
EL MUNDO LITERARIO LAMENTA LA PÉRDIDA DEL POETA DEL SILENCIO.
Representantes de la cultura, escritores, y amigos lamentan la
pérdida del escritor que decidió vivir en Almería en 1.986.
-
El
Ayuntamiento de Almería recuerda que valente dedicó siempre su cariño,
un cariño que la ciudad le ha devuelto haciéndole merecedor de una calle
en su nombre, dedicación de la vigésima segunda edición de la Feria del
Libro, propuesta de conceder el título de hijo de la ciudad.
-
El Aula de Poesía.- La inauguración de esta Aula contó con la figura de Valente el cual donó un poema.
-
José Andújar coordinador del Aula asegura que valente “ mantuvo hasta
el final de sus días una creatividad y un nivel de exigencia comparable
sólo a Juan Ramón Jiménez”.
-
La ex - delegada
de Cultrura Martírio Tesoro, afirma que “llevaba hasta sus última
consecuencias el decir la verdad, se sintió subyugado por el tema
almeriense”.
-
Concha Marques “ Me pareció una
persona exquisita. Se le notaba que no era de aquí pero que estaba muy
enamorado de las cosas de Almería”.
-
José Luis
López Bretones “La estancia de Valente en Almería se refleja en sus
poemas, con sus referencias a la luz, la desnudez...Será obligado que se
recuerde su estancia”.
-
Rafael Lázaro “Valente
está entre los escritores del siglo por haber hecho una revolución de
la palabra ha destacado por haber sido terriblemente sincero en sus sentimientos”.
-
Julio Alfredo Egea “me encontré con él más fuera de Almería que dentro. Era muy amable conmigo y muy afectuoso”.
-
Miguel
Naveros “Me ha emocionado siempre la sencillez extrema de su palabra
casi como una pulsión, como un monólogo con la muerte”.
Alfredo
Sánchez “Es imborrable el día que dio su primera conferencia tras haber
ganado el Príncipe de Asturias dentro del 25 aniversario de la peña el
Taranto”.
El mundo de las letras se puso de luto nada más
conocer la noticia de la muerte de José Ángel Valente. No sólo elogiaron
la labor del poeta gallego sus afines poéticos sino aquellas autores
que no compartían sus criterios estéticos.
El director de la
Real Academia Española, Víctor García de la Concha , afirmó que la
muerte del poeta José Ángel Valente “es una enorme pérdida para la
literatura española” porque con él muere dijo “una de las voces más
interesante, más puras y más comprometidas con la poesía pura” lo
describió como “uno de los grandes estudiosos y creadores de la poesía
del silencio” y destacó que La canción del pájaro solitario es el
mejor título para él y su obra, que cada vez era un canto “más provisto
de apoyaturas y de adornos, y más fiado de la palabra y la intuición
pura”.
1
17
Entró en el tacto, Material memoria, I
Subió hasta el paladar,
Estableció su reino
En la sala última
Material memoria, II
Donde los limos del amor reposan
Un torso de mujer desnudo en el espejo
Con fragmento de un desconocido amor
Y ahora quién podría
Descifrar este signo,
Reconstruir lo nunca ya después vivido,
Reanimar, exánime el amor
José Ángel Valente
INTERIOR CON FIGURAS
El poeta José Ángel Valente, en 1996, durante la presentación de un libro en la residencia de estudiantes
«Serán ceniza»
Cruzo un desierto y su secreta]
desolación sin nombre.
El corazón
tiene la sequedad de la piedra]
y los estallidos nocturnos
de su materia o de su nada.]
Hay una luz remota, sin embargo,]
y sé que no estoy solo;
aunque después de tanto y tanto no haya]
ni un solo pensamiento
capaz contra la muerte,
no estoy solo.
Toco esta mano al fin que comparte mi vida]
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo,
lo levanto hacia el cielo
y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.]
Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,]
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.]
Poema de José Angel Valente perteneciente al libro
A modo de Esperanza.